En los comienzos de esta serie asaltaron mi memoria recuerdos de lo que fuera Sexo en Nueva York en una pseudoversión británica 2.0. Pero por algún motivo, continué viéndola, pese a no despertar demasiado interés.
Habiendo acabado la segunda temporada, me alegra decir que puede que sea una de las series más frescas que haya visto en los últimos tiempos. Si bien recurre, como hiciera Sexo en Nueva York, a narrar las aventuras y desventuras, principalmente sexuales y amorosas, de una treintañera en Londres, conforme avanzan los capítulos descubres un relato intimista y crudo de las profundidades emocionales de sus personajes.
El guión es fantástico, los personajes están brillantemente definidos, llenos (¡repletos!) de matices, la historia es cercana y por momentos, surrealista, sin caer el pasteleo melodramático (gracias).
Comprendo que no sea una serie del gusto general, porque no contando nada nuevo (narra la vida) resulta por momentos sutilmente transgresora.
Entretenida y fresca, la segunda temporada mejora (sorprendentemente) la primera.