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El marido de la peluquera

Comedia. Drama. Romance Antonine (Jean Rochefort) ha crecido con una secreta pasión: casarse con una peluquera. Ya en la madurez su deseo se hace realidad: se une en matrimonio a una bellísima peluquera (Anna Galiena). La pareja comparte una felicidad perfecta, y su vida es un idilio permanente tan sólo comparable a un sueño. (FILMAFFINITY)
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Críticas 55
Críticas ordenadas por utilidad
3 de diciembre de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
272/16(19/11/17) El más popular de los films realizados por el francés Patrice Leconte (también lo guioniza) teniendo como protagonista a su actor fetiche Jean Rochefort, intérprete motivo por el que he revisionado esta cinta, y es que es mi tributo a su reciente fallecimiento (9/10/2017), hacía tiempo que la veía y mi he sentido desilusionado, pues en mi memoria la tenía en mayor estima que tras terminar de verla, así que me encomiendo a seguir buscando una película en que el actor galo me deje mejor regusto. Y es que aun en sus apenas 80 minutos ha conseguido la hazaña el realizador de aburrirme, salvándose de la quema su nostálgico y entrañable arranque, con ese mundo de los recuerdos de la infancia muy en la onda felliniana de “Amarcord”, por otro lado promesa de que algo bueno estaba por suceder, pero el relato tira por lo pretencioso y erótico-festivo, donde la química entre la hermosa Anna Galiena de 36 años y el ya muy mayor Rochefort de 60 se antoja algo chirriante, sin credibilidad, metido con calzador, porque lo dicta el guión, sin esfuerzo orgánico alguno, no sabemos de dónde le viene esa baja autoestima a la sexy peluquera para casarse con un tipo sexagenario, no agraciado físicamente (más bien al contrario), vago como él solo, sin dinero, sin una charla ingeniosa o divertida, más bien un lacónico, nos deberían dar algo de información para entender este incoherente comportamiento. Un artificioso melodrama romántico que pretende mucho más de lo que alcanza, reflexionando sobre el amor frente al “tempus fugit” (lo efímero del tiempo), ello enmarcándolo en un desarrollo hastiante donde parecemos estar en un mundo paralelo donde hay unos seres con forma de humanos pero de conducta extraterrestre, solo así se le puede dar licencia a lo que vemos. Donde Leconte riega el metraje con cuasi-spots de perfumes donde se ensalzan los efluvios que mana de una peluquería cual acto cuasi-orgásmico.

Posee un inicio muy cautivador, relatándonos en off el protagonista con un halo melancólico su infancia, de donde le viene su fijación por las peluqueras, ello a través de episodios divertidos (como ese delirante bañador de lana con pompones!!!), de cómo siente la llamada de la pubertad mediante una experiencia cuasi-religiosa en una peluquería cuando una voluptuosa (repito, como en “Amarcord”) peluquera deja entrever tras su bata el pecho, y a partir de aquí su sueño será casarse con una corta-pelo. Entonces hay una elipsis de varias décadas en las que no sabremos qué ha pasado con el protagonista, entonces lo vemos acechar una peluquería regentada por una linda mujer, nos relata su vida laboral, sus gustos literarios (prensa rosa), el modo de moverse, de cruzar las piernas, y tras esto lo vemos entrar en una peluquería y desgraciadamente la narración desbarra por lo absurdo. Hay un casorio de buenas a primeras, el protagonista le dan impulsos de bailar música árabe, así porque sí, no tiene más trabajo que estar en la peluquería metiendo mano en todo momento a la mujer, incluso cuando esta está cortando pelo a un cliente, una pasión lujuriosa desatada a la que le es correspondida por la sensual Mathilde (Anna Galiena). Un guión de enorme sencillez y simplismo, donde las redundancias llegan a cansar. La idea de que la pasión y fuego del amor se puede ir agotando para derivar en la monotonía resulta algo ya manido y aquí se enfoca de modo superficial revestido de imágenes bucólicas, coronado con grimante final con un dramatismo fuera de lugar, como matar moscas a cañonazos, desproporcionado tanto que resulta grosero y esperpéntico (spoiler), queriendo empujarnos de forma maniquea a una emotividad que me es manufacturadamente exageradísima (siendo benévolo).

Los personajes son meros clichés que se mueven a impulsos de guión, donde orgánicamente nada fluye, con diálogos antinaturales, todo es atropellado por lo arbitrario, los secundarios resultan difusos, solo el dueño de la peluquería Isidore Agopian (Maurice Chevit) tiene algo de peso, sobre todo en una bonita escena, la mejor en el bloque central, la visita de Mathilde y Antoine a este en la residencia de ancianos, pero este resulta una presencia express, lo que prima es el almíbar sostenido por lo plúmbeo, por una bonita ambientación, pero carente de nervio que haga calarte.

Leconte convierte una peluquería en una especie de clínica para-sexual, donde el perfume, las lociones, una lavado de cabello, el corte, el roce del cuerpo de la peluquera, todo es susceptible de ser filtrado como recurso erótico excitable para mentes calenturientas. Esto el director lo cuenta de modo sensual, cual acto sexual, con el masaje del champú de la peluquera sobre la cabeza, una liturgia de resonancias (según lo vemos) carnales, con varias fases, hasta llegar al éxtasis final.

Jean Rochefort realiza una actuación azucarada hasta dar caries, siempre con cara de bobalicón, con una media sonrisa que bien parece tener alguna carencia mental, esto reforzado en el estrafalario epílogo, un actor capacitado para más que da una interpretación que supongo que en lo único satisfactorio sería el estar emparejado al bellezón italiano de Galiena; Anna Galiena desborda sensualidad, se nota que Leconte está seducido por ella, exhibiéndolo con una cámara que parece acariciarla con las tomas en slow, pero la lástima es que su rol es vacuo de contenido, sin desarrollo ni fondo alguno, incoherente en su quehacer, empezando por lo chirriante que es verla emparejada a Rochefort sin motivo alguno, aparte de su inexistente compenetración.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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19 de abril de 2010
7 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin ser demasiado aficionada al cine surrealista, tengo que reconocer que esta película, dentro del absurdo de la historia que cuenta, me fascinó y me divirtió a partes iguales. Me pareció un maravilloso cuento de amor, pleno de sensualidad, con una carga erótica tremenda (las escenas de la peluquera, bueno, de las dos peluqueras, lavando la cabeza son de antología del cine erótico) y un trasfondo amargo muy interesante. El sentido del amor romántico como la mayor y mejor razón de vivir, el miedo a que el tiempo lo convierta en simple ternura y se lleve la pasión... ese vivir por y para el otro sin que nada más importe...Bueno, da casi un poco de miedo tanto amor.

Impagables las escenas de Rochefort con su enigmática danza, ese hombre es un genio de la comedia. Mientras veía la película no podía dejar de pensar en lo que se tuvieron que reir rodándolas. Puedo imaginarme a todo el equipo con las cámaras tiradas por el suelo y desternillándose de risa. Y otra escena inolvidable, la de la masturbación en la peluquería, sensualidad elevada a la enésima potencia, una verdadera joya para los sentidos. Por cierto, película poco apta para aficionados al puro entretenimiento.
Talía666
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31 de marzo de 2006
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película que, a pesar de estar hecha con poco presupuesto, resulta bellísima, fresca, sensual, erótica. Nos cuenta la atracción que siente un niño por las peluqueras y como logra al fin casarse con una, cuando se hace adulto. Entonces decide dedicarse por entero a ella en cuerpo y alma. Viven su amor entre cuatro paredes sin pretender nada más, se exiben sin mucho pudor en el mismo salón de peluquería, practican sexo delante de los clientes y nos hacen carcajearnos de vez en cuando con la gracia que tiene el marido de la peluquera.
belisa199
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1 de noviembre de 2009
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película sensual y tierna. Un niño descubre el sentido de la vida guiado por los pechos de la peluquera de su barrio. El niño crece. Siempre hay una correlación entre lo que vive de pequeño con la vida adulta.
Las imágenes de colores claros y luces pastel apoyan el matiz de ternura de la película.
Una voz en off y la musica arabe ilustran imágenes espléndidas.
Algunas escenas un poco sobre-actuadas.
Y con todo esto, ¿qué nos quiere decir la película? ¿Qué cuando crecemos, el sentido de la vida sigue siendo el mismo? No lo se. No entiendo bien el conjunto de la película.
Oldhubbert
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25 de julio de 2010
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Suele pasar con ciertas películas lo mismo que se siente al recordar las peluquerías tradicionales. Su olor o te desagrada hasta no querer ni pensar en él, o por el contrario te atrae de forma irresistible.

Con "Le mari de la coiffeuse" me ocurre lo primero. Advierto que si no ha visto la película, le puede pasar cualquiera de las dos cosas. Pero si uno ha visto suficiente buen cine, serán más los defectos que las virtudes los que hagan pensar que este filme es algo rancio y antipático, como el perfume de las viejas peluquerías.

Es cierto que entre sus aciertos está una fotografía notable, una banda sonora bella pero tramposa (la de M. Nyman) y muy bien elegida (la selección de canciones magrebíes), la elección de planos y movimientos de cámara, las diferencias de edad y belleza de los protagonistas.

Pero los defectos se hayan en lo más importante: el guión y la dirección.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jorge Melies
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