Agradezco el ver películas pequeñas porque son las que más me motivan a escribir sobre ellas pero, pensándolo bien, ésta es más bien grande. Por todo. Tiene una dirección excelente (lamentablemente uno de los dos directores falleció en el 2006) y tres intérpretes de altura que bordan sus herméticos personajes -bueno, uno de ellos resulta más animado aunque más fantasma también-. Y los planos, elegantes, a pesar de lo precario que describen muchas veces como esa vieja fábrica de calcetines y una casa destartalada hasta que una mano femenina hace milagros con ella.

No va de licor la cosa sino de aparentar una sonrisa cuando te están fotografiando, para una boda falsa además… Y el karaoke de Piriápolis (“Hoy corté una flor…”) y sus consecuencias posteriores ("Cuando llegues mi amor...") como un respiro en el camino, es de los que no se olvidan. En cuanto al final tampoco… Final o ‘lanif’, como nos diría Marta (estupenda Mirella Pascual así como el genial Pazos).

Melancólica película llena de sensibilidad. Una historia de rutinas, de costumbres, del existir vulgar de los protagonistas. Que gran talento el del director en administrar los silencios. Dicen más que muchos diálogos que recuerdo. Bellísima.

Acabo de ver esta película y la encontré muy, muy buena. Es increíble como se logra profundizar en la vida de estos tres personajes, transmitiendo la monotonía de sus tristes vidas. Deja pensando en acerca de la vida que llevamos ¿Cuántas veces no nos hemos levantado por la mañana y comenzamos nuestro día de manera automática sin detenernos a pensar por qué y para qué hacemos lo que hacemos? Esta película logra mostrar como es vivir sin estar vivos. Simplemente notable.

Híbrido sudamericano entre Lost in translation y Todo o nada en el que tres personajes encaran la mediocridad con diferentes actitudes. Un trabajo que bebe de las escuelas de cine y supone el triunfo clásico de la contención, la sugerencia y austeridad narrativas. Frente a la escasez de medios, inteligencia.

Debo admitir que llega a ser lenta por momentos pero como el whisky, uno no se lo toma de un solo golpe sino que disfruta de cada sorbo.
La vida nos pone en situaciones que debemos afrontar muchas veces sin ánimo de hacer las cosas y a veces con el simple hecho de cumplir con los demás, (o con uno mismo) te puedes estar perdiendo de algo o alguien maravilloso. Además que el rencor nunca se irá si tu no lo dejas ir.