El más allá
7.7
4,229
Fantástico. Terror. Drama
Filme basado en cuatro historias del escritor Lafcadio Hearn. - "Pelo negro": Un samurái no soporta a su mujer y la abandona por una princesa; y años después vuelve a casa para realizar un terrible descubrimiento. - "La mujer en la nieve": Dos leñadores se refugian de una tormenta de nieve en una especie de cobertizo abandonado. - "Hoichi": El fantasma de un samurái le pide a un músico ciego que toque una balada en la tumba de su señor. ... [+]
9 de junio de 2020
9 de junio de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siendo el terror y el fantástico japonés sus géneros principales, también posee un carácter histórico a la hora de escenificar las diferentes edades de la cultura nipona con ligeros toques de chanbara que, aunque no constate el subgénero en sí, ayuda a crear una perfecta ambientación que ayuda sobremanera al tono de la película. Tiene también pequeños tintes de romance dramático en sus dos primeros episodios y de thriller en los consiguientes, entre los cuales crean una armonía perfecta que hace de esta una cinta tan redonda como versátil. Dentro del terror, obviamente, el subgénero de fantasmas es el que más honor la hace, muy asentado en el profundo folclore japonés.
Un filme claramente para todos los públicos, muy enfocado en el pueblo del Sol naciente, por su evasión de elementos explícitos o desagradables para ser una producción de terror, una narración fácil de entender e historias muy entretenidas e interesantes. Aunque a día de hoy no consiga incitar miedo en el rigor estricto de la palabra, se debe tener en cuenta el año de la película, 1964, y el acercamiento que hace el director de Samurai Rebellion a los elementos paranormales desde una percepción educadora y respetuosa, sin ser sanguinario en pantalla, cuya única comparación reside en Onibaba de Kaneto Shindô, precisamente del mismo año.
Los diálogos directos no tienen pérdida y no arrojan segundas intenciones, lo cual hace una narración agradable y suave, teniendo en consideración la cantidad de metraje que posee la película. A través de ellos se forjan las fases de cualquier relato de terror; incredulidad hacia lo desconocido, entendimiento y confrontación, haciendo unas muy interesantes interacciones entre el más allá y la humanidad. Las escaletas de cada narración están ligeramente diseccionadas por una voz en off que apoyan a la puesta en escena, poniéndonos ipso facto en antecedentes y otorgando un tono de historia de fantasmas, de las cuales se ejerce un carácter lineal a partir de su conclusión, manteniendo un ritmo medio en general y un pulso apropiado en los momentos de intriga.
El estilo de Kobayashi alcanza su optimización en El más allá, con una precisión inhumana a la hora de mostrarlo todo. La maestría que denota a la hora de utilizar planos largos y controlando la profundidad de campo como pocos, ya que el escenario es un elemento primordial para la película y la necesidad de mostrarlo en su máximo esplendor no se le pasa al genio japonés, auxiliando a un montaje analítico y sintético del entorno. Los planos estáticos, pero con gran variedad de formas acompañan constantemente a la película, haciendo uso de vez en cuando de travellings en plano subjetivo para que el espectador se adentre en las historias, y algunas panorámicas para captar el movimiento de los actores en espacios reducidos, con una gran concepción de ellos y utilizando grandes encuadres para que podamos observar la escenografía desde varios puntos de vista. Extreme close-up y planos detalle también son habituales en cuanto plasmar las emociones de los personajes y objetos con gran peso argumental (como son, por ejemplo, las sandalias de La mujer de las nieves o la taza de En la taza de té). La simetría, preciosa visualmente, y acompañada de esa gama de colores, es un deleite ocular que en sus más funciona como pequeño punto de aflojar la tensión del espectador mediante imágenes bellas y, a veces, poéticas.
Con la iluminación Kobayashi pone las cartas sobre la mesa, con cambios impecables que casan a la perfección con las escenas, focos de luz artificial intencionados para reflejar ese carácter teatral de kabuki tradicional, muy habitual en su filmografía y también empleado en Samurai Rebellion (1967), y muchos claroscuros para aumentar una estética plagada de colores térreos y gélidos, salpicada de vivaces generalmente púrpuras y rojos. Con todo ello, el director nos deleita con una ambientación magistral, e indispensable para tratar los cuentos. Los recursos neblinosos son una constante en toda la película y que, lejos de parecer artificiales, aumentan aún más el tono fantástico y dramático, contrastando a la perfección con los decorados, y recordando a películas de corte más clásico como Los Cuentos de la luna pálida (Kenji Mizoguchi, 1953).
Las interpretaciones son impecables en todas las partes, destacando unas cuantas del amplio reparto que tiene. Tatsuya Nakadai, actor fetiche del maestro, haciendo las delicias del público como Minokichi, compenetrado de manera sublime con una fría pero cercana Keiko Kishi haciendo de Yuki en el segundo relato. El legendario Takashi Shimura también tiene sus minutos en pantalla como mentor de Hoichi, este último siendo interpretado por un joven y talentoso Katsuo Nakamura.
En aspectos de sonido es uno de los mejores trabajos del cine, empezando por una edición de sonido abrumadora por parte de Tōru Takemitsu que marca los compases de la acción codeándose con el silencio y acoplándose a las imágenes. Su labor como compositor tampoco se queda atrás haciendo piezas impresionantes y fundamentales para el desarrollo de los episodios, teniendo un peso inexorable en el argumento y gravitando alrededor de la ambientación como si de un ente se tratara.
A nivel fotográfico y aún jugando en su contra por el uso de escenarios artificiales fabricados para la película, Yoshio Miyajima es un avezado sobretodo en el tercer episodio, cambiando en un inicio el tono tenebroso por uno apacible con una fotografía marítima en la introducción de la batalla de los dos clanes, optando más tarde por una más naturalista que oscurece según avanza la trama. En todos los episodios hace un trabajo impecable.
Me quedo muy corto con una obra tan inabarcable como esta, cuyo grado de culminación impacta como un golpe glacial y umbrío en el público. Masaki Kobayashi nos cuenta a su manera el libro de Lafcadio Hearn desenvainando todo su talento. Una obra maestra audiovisual.
Un filme claramente para todos los públicos, muy enfocado en el pueblo del Sol naciente, por su evasión de elementos explícitos o desagradables para ser una producción de terror, una narración fácil de entender e historias muy entretenidas e interesantes. Aunque a día de hoy no consiga incitar miedo en el rigor estricto de la palabra, se debe tener en cuenta el año de la película, 1964, y el acercamiento que hace el director de Samurai Rebellion a los elementos paranormales desde una percepción educadora y respetuosa, sin ser sanguinario en pantalla, cuya única comparación reside en Onibaba de Kaneto Shindô, precisamente del mismo año.
Los diálogos directos no tienen pérdida y no arrojan segundas intenciones, lo cual hace una narración agradable y suave, teniendo en consideración la cantidad de metraje que posee la película. A través de ellos se forjan las fases de cualquier relato de terror; incredulidad hacia lo desconocido, entendimiento y confrontación, haciendo unas muy interesantes interacciones entre el más allá y la humanidad. Las escaletas de cada narración están ligeramente diseccionadas por una voz en off que apoyan a la puesta en escena, poniéndonos ipso facto en antecedentes y otorgando un tono de historia de fantasmas, de las cuales se ejerce un carácter lineal a partir de su conclusión, manteniendo un ritmo medio en general y un pulso apropiado en los momentos de intriga.
El estilo de Kobayashi alcanza su optimización en El más allá, con una precisión inhumana a la hora de mostrarlo todo. La maestría que denota a la hora de utilizar planos largos y controlando la profundidad de campo como pocos, ya que el escenario es un elemento primordial para la película y la necesidad de mostrarlo en su máximo esplendor no se le pasa al genio japonés, auxiliando a un montaje analítico y sintético del entorno. Los planos estáticos, pero con gran variedad de formas acompañan constantemente a la película, haciendo uso de vez en cuando de travellings en plano subjetivo para que el espectador se adentre en las historias, y algunas panorámicas para captar el movimiento de los actores en espacios reducidos, con una gran concepción de ellos y utilizando grandes encuadres para que podamos observar la escenografía desde varios puntos de vista. Extreme close-up y planos detalle también son habituales en cuanto plasmar las emociones de los personajes y objetos con gran peso argumental (como son, por ejemplo, las sandalias de La mujer de las nieves o la taza de En la taza de té). La simetría, preciosa visualmente, y acompañada de esa gama de colores, es un deleite ocular que en sus más funciona como pequeño punto de aflojar la tensión del espectador mediante imágenes bellas y, a veces, poéticas.
Con la iluminación Kobayashi pone las cartas sobre la mesa, con cambios impecables que casan a la perfección con las escenas, focos de luz artificial intencionados para reflejar ese carácter teatral de kabuki tradicional, muy habitual en su filmografía y también empleado en Samurai Rebellion (1967), y muchos claroscuros para aumentar una estética plagada de colores térreos y gélidos, salpicada de vivaces generalmente púrpuras y rojos. Con todo ello, el director nos deleita con una ambientación magistral, e indispensable para tratar los cuentos. Los recursos neblinosos son una constante en toda la película y que, lejos de parecer artificiales, aumentan aún más el tono fantástico y dramático, contrastando a la perfección con los decorados, y recordando a películas de corte más clásico como Los Cuentos de la luna pálida (Kenji Mizoguchi, 1953).
Las interpretaciones son impecables en todas las partes, destacando unas cuantas del amplio reparto que tiene. Tatsuya Nakadai, actor fetiche del maestro, haciendo las delicias del público como Minokichi, compenetrado de manera sublime con una fría pero cercana Keiko Kishi haciendo de Yuki en el segundo relato. El legendario Takashi Shimura también tiene sus minutos en pantalla como mentor de Hoichi, este último siendo interpretado por un joven y talentoso Katsuo Nakamura.
En aspectos de sonido es uno de los mejores trabajos del cine, empezando por una edición de sonido abrumadora por parte de Tōru Takemitsu que marca los compases de la acción codeándose con el silencio y acoplándose a las imágenes. Su labor como compositor tampoco se queda atrás haciendo piezas impresionantes y fundamentales para el desarrollo de los episodios, teniendo un peso inexorable en el argumento y gravitando alrededor de la ambientación como si de un ente se tratara.
A nivel fotográfico y aún jugando en su contra por el uso de escenarios artificiales fabricados para la película, Yoshio Miyajima es un avezado sobretodo en el tercer episodio, cambiando en un inicio el tono tenebroso por uno apacible con una fotografía marítima en la introducción de la batalla de los dos clanes, optando más tarde por una más naturalista que oscurece según avanza la trama. En todos los episodios hace un trabajo impecable.
Me quedo muy corto con una obra tan inabarcable como esta, cuyo grado de culminación impacta como un golpe glacial y umbrío en el público. Masaki Kobayashi nos cuenta a su manera el libro de Lafcadio Hearn desenvainando todo su talento. Una obra maestra audiovisual.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Masaki Kobayashi se vuelve a coronar con El más allá, cuatro relatos terroríficos cuya conexión es la imprudencia humana que enfrenta entes fantasmagóricas en el plano terrenal. Es impresionante lo cuidada y, por ende, bien conservada que se ha mantenido a lo largo del tiempo, ya que estamos ante una obra de 1964 que nada envidia a las grandes producciones actuales. Cuatro pequeñas historias que funcionan perfectamente de manera independiente conformadas por El cabello negro, donde un samurái comete la imprudencia de abandonar a su buena esposa solo por subir en la escala social; La mujer de las nieves, con un romance paranormal de por medio y la imprudencia de revelar un secreto; Hoichi, el hombre sin orejas, representando la tradición oral a través de unos acosadores samuráis muertos y la imprudencia de descuidarse a la hora de enfrentarse a ellos y, por último, En la taza de té, representando la tradición escrita y mostrando la imprudencia de un señor feudal que obvia la presencia espiritual dentro de un líquido, decidiendo beberlo, tragándose el alma de un difunto.
Como ya he dicho, la imprudencia es el tema común presente en las cuatro narraciones, cada una desde un prisma diferente, y cómo estas desembocan catástrofes. El alegato de Kobayashi hacia la tradición oral en su tercer capítulo, tan arraigada en las culturas antiguas de todo el mundo, es maravilloso, manteniendo la esencia de que aquello que se olvida, muere del todo, y usando el ámbito artístico (en este caso musical) para guiar esa idea. El cuarto, sin embargo, se centra en la tradición escrita arrojando la duda del por qué ciertos relatos acaban resultando inconclusos, ejemplificándolo con uno de ellos y jugando con diferentes planos de realidad. En los dos primeros la esencia romántica es el punto de conexión que más prevalece, en este caso, la relación terrenal-paranormal, y cómo su ruptura desemboca desastres sistemáticos radicalizados en la falta de respeto hacia lo esotérico; en el primero, faltando el samurái el respeto hacia su entregada mujer, decidiendo reunirse con ella cuando encuentra su vida vacía, pasados muchos años. En el segundo, faltando el respeto a La mujer de las nieves, la cual perdona la vida al joven trabajador motivada por el amor a cambio de mantener su enigma a buen recaudo.
El guión de Yôko Mizuki presenta todos los episodios de manera que el móvil principal de sus personajes lo deja a la vista desde el inicio del planteamiento, creando en torno al mismo diferentes relatos cuya mejor baza son las interacciones entre los vivos y los muertos. La capacidad de convivencia entre ambos mundos también se hae palpable en todas desarrollando un gran abanico de personajes con personalidades diversas, y con perspectivas diferentes en cuanto a lo esotérico. Por ejemplo, empieza con una imposible convivencia por el carácter vengativo de la esposa del samurái, herida por la inhumanidad de su esposo, para seguir con una posible convivencia en el segundo capítulo basada en la confidencialidad y el respeto, que se quebranta cuando ambos desaparecen. En la tercera narración, la convivencia también es posible, sustentada por un corazón amable y la incapacidad de ver la muerte, ya que Hoichi es ciego y, por lo tanto, no sentir temor. Con En la taza de té, el miedo hacia lo que no se comprende se torna en agresividad y hostilidad, carácter muy humano, fracturando la posible coexistencia de ambas personalidades: el señor feudal y el fantasma.
Como ya he dicho, la imprudencia es el tema común presente en las cuatro narraciones, cada una desde un prisma diferente, y cómo estas desembocan catástrofes. El alegato de Kobayashi hacia la tradición oral en su tercer capítulo, tan arraigada en las culturas antiguas de todo el mundo, es maravilloso, manteniendo la esencia de que aquello que se olvida, muere del todo, y usando el ámbito artístico (en este caso musical) para guiar esa idea. El cuarto, sin embargo, se centra en la tradición escrita arrojando la duda del por qué ciertos relatos acaban resultando inconclusos, ejemplificándolo con uno de ellos y jugando con diferentes planos de realidad. En los dos primeros la esencia romántica es el punto de conexión que más prevalece, en este caso, la relación terrenal-paranormal, y cómo su ruptura desemboca desastres sistemáticos radicalizados en la falta de respeto hacia lo esotérico; en el primero, faltando el samurái el respeto hacia su entregada mujer, decidiendo reunirse con ella cuando encuentra su vida vacía, pasados muchos años. En el segundo, faltando el respeto a La mujer de las nieves, la cual perdona la vida al joven trabajador motivada por el amor a cambio de mantener su enigma a buen recaudo.
El guión de Yôko Mizuki presenta todos los episodios de manera que el móvil principal de sus personajes lo deja a la vista desde el inicio del planteamiento, creando en torno al mismo diferentes relatos cuya mejor baza son las interacciones entre los vivos y los muertos. La capacidad de convivencia entre ambos mundos también se hae palpable en todas desarrollando un gran abanico de personajes con personalidades diversas, y con perspectivas diferentes en cuanto a lo esotérico. Por ejemplo, empieza con una imposible convivencia por el carácter vengativo de la esposa del samurái, herida por la inhumanidad de su esposo, para seguir con una posible convivencia en el segundo capítulo basada en la confidencialidad y el respeto, que se quebranta cuando ambos desaparecen. En la tercera narración, la convivencia también es posible, sustentada por un corazón amable y la incapacidad de ver la muerte, ya que Hoichi es ciego y, por lo tanto, no sentir temor. Con En la taza de té, el miedo hacia lo que no se comprende se torna en agresividad y hostilidad, carácter muy humano, fracturando la posible coexistencia de ambas personalidades: el señor feudal y el fantasma.
10 de octubre de 2020
10 de octubre de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde luego todo un estupendo ejercicio visual y de diseño de producción, incluso cuando se notan trucos como el mate paint, funciona temáticamente. Lenta si, pero sus historias de fantasmas son bastante fascinantes y también se puede ver la influencia en películas mas modernas. Genial obra.
12 de marzo de 2025
12 de marzo de 2025
Sé el primero en valorar esta crítica
Buena cinta, irregular en cuanto a entretenimiento, pero sabia en cuanto a valores cinematográficos.
Sobre todo destaca el uso del color, realmente primoroso, con unas tonalidades que refuerzan la belleza de los bonitos decorados.
También destaca la puesta en escena de las subyugantes historias que, si bien no tienen la misma intensidad (la tercera, que es la más larga, es la menos emocionante para el espectador), sí es cierto que contienen numerosos apuntes inteligentes y una forma de ver el cine y la vida realmente distinta de los occidentales.
https://filmsencajatonta2.blogspot.com/
Sobre todo destaca el uso del color, realmente primoroso, con unas tonalidades que refuerzan la belleza de los bonitos decorados.
También destaca la puesta en escena de las subyugantes historias que, si bien no tienen la misma intensidad (la tercera, que es la más larga, es la menos emocionante para el espectador), sí es cierto que contienen numerosos apuntes inteligentes y una forma de ver el cine y la vida realmente distinta de los occidentales.
https://filmsencajatonta2.blogspot.com/
25 de septiembre de 2017
25 de septiembre de 2017
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si tenemos en cuenta que el Kwaidan recopila unos veinte cuentos en menos de doscientas páginas y que esta película necesita tres horas para contar sólo cuatro, se nos desvelará su principal defecto: el gigantismo, la falta de ligereza narrativa, la incapacidad para la síntesis. La atmósfera exageradamente artificial, con esas iluminaciones y decorados tan teatrales, colabora a conseguir algunos de los mejores y más expresivos planos, aunque también proporciona un toque amanerado que a muchos puede resultar empalagoso. En la utilización dramática de la música, la película puede aspirar a ser de las mejores de la historia: los acordes de flauta en el cuento de la dama de la nieve son sencillamente espeluznantes y la historia del bardo ciego resulta muy enriquecida con esas hipnóticas canciones que muy bien podrían llamarse cante jondo japonés. Mis historias favoritas son precisamente éstas, la segunda y la tercera, aunque lo más valioso es la inmersión general en ese mundo numinoso-teatral que el autor nos proporciona, ayudado, claro, por las impresionantes historias fantasmales típicas de la cultura oriental, donde el más allá se mezcla de tal manera con la vida corriente que a veces el personaje no se da cuenta hasta mucho después de que ha estado con un espíritu. ¿Y si el tipo con el que tomé unas cañas ayer en realidad ha muerto hace un año o dos?
23 de junio de 2016
23 de junio de 2016
4 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Doy por hecho que para ellos estas historias serán conocidas y no se chocara nada, yo la mitad de la película tenía que estar pensando que me quería contar. Si bien es cierto que yo soy muy analítico y cuando las cosas son abstractas me pierdo un poco. Pero esta película para mí es muy abstracta y eso me saca.
Por último diría que no me parece que sea mala como otras películas, está hecha en serio, pero sus ingredientes no me gustan. Por eso para mi gusto no la apruebo.
Por último diría que no me parece que sea mala como otras películas, está hecha en serio, pero sus ingredientes no me gustan. Por eso para mi gusto no la apruebo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Esto es lo que me pregunte cuando termine de ver la película. Es una paranoia del director o soy yo el que se ha hecho un lio tal que se me he perdido. Estas viendo la película y no sabes si es que esta tan mal hecho aposta para que parezca teatro o es que no supieron hacerlo mejor, pero si fuese así, debería haber sido todo así, no solo una parte de la historia. Imagino que al ser cine japonés, no entenderé sus formas de ver las cosas, sus historias, sus tiempos, porque eso si, como siempre este cine, no es que sea lento, es que no conoce la palabra elipsis. Un vestuario fantástico eso si, como siempre y unos actores, también como siempre sobreactuados, habrá a quien le encante, a mi me resulta pesado.
Si no fuese porque se pasa y llega a parecer teatro, la fotografía sería muy bonita, pero al pasarse, pasa a ser teatro, el problema es que estamos viendo cine. Es como la dirección, por suerte no es una suma de planos rápidos, pero una suma de generales tampoco dice mucho.
Doy por hecho que para ellos estas historias serán conocidas y no se chocara nada, yo la mitad de la película tenía que estar pensando que me quería contar. Si bien es cierto que yo soy muy analítico y cuando las cosas son abstractas me pierdo un poco. Pero esta película para mí es muy abstracta y eso me saca.
Por último diría que no me parece que sea mala como otras películas, está hecha en serio, pero sus ingredientes no me gustan. Por eso para mi gusto no la apruebo.
Si no fuese porque se pasa y llega a parecer teatro, la fotografía sería muy bonita, pero al pasarse, pasa a ser teatro, el problema es que estamos viendo cine. Es como la dirección, por suerte no es una suma de planos rápidos, pero una suma de generales tampoco dice mucho.
Doy por hecho que para ellos estas historias serán conocidas y no se chocara nada, yo la mitad de la película tenía que estar pensando que me quería contar. Si bien es cierto que yo soy muy analítico y cuando las cosas son abstractas me pierdo un poco. Pero esta película para mí es muy abstracta y eso me saca.
Por último diría que no me parece que sea mala como otras películas, está hecha en serio, pero sus ingredientes no me gustan. Por eso para mi gusto no la apruebo.
Cancelar
Limpiar
Aplicar
Filters & Sorts
You can change filter options and sorts from here