La familia Bélier
6.9
17,258
Comedia. Drama
Todos los miembros de la familia Bélier son sordos, excepto Paula, de 16 años. Ella hace de intérprete para sus padres, especialmente en lo que respecta al funcionamiento de la granja familiar. Debido a que a Paula le gusta un chico del instituto, se apunta como él al grupo del coro. Allí descubrirá su talento para el canto... (FILMAFFINITY)
6 de septiembre de 2021
6 de septiembre de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
“La familia Bélier” es una cinta que se desarrolla en un tono de comedia amable y desenfadada, aunque sin concesiones a la cursilería. Al mismo tiempo que describe una familia de sordomudos a excepción de Paula, la hija mayor, se nos presenta a esta última como una adolescente bastante madura para su edad que tiene que realizar tareas muy responsables, como negociar el precio del pienso con los proveedores de su granja, hacer de traductora en las visitas de la madre al ginecólogo o apoyar a su padre en su candidatura en las elecciones municipales. El dilema entre la necesidad de ser útil a su familia y seguir su vocación de cantante es lo que hace que avance narrativamente la película, aunque recuerde en bastantes momentos a “Billy Elliot” y a un cine ya visto sobre superación y fidelidad de la persona a sí misma. Muy agradable en su conjunto, es una película sin complicaciones y que deja buen sabor de boca. Espléndida la banda sonora.
26 de febrero de 2024
26 de febrero de 2024
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay héroes sin capa y películas que, sin grandes méritos técnicos o revolucionarias innovaciones argumentales, hacen tanto por el Cine como la mayor de las obras maestras. Es el caso de “La familia Bélier”, que hace visible como pocas la farsa en la que se han convertido unos Óscar que, después de dejarse su crédito valorando las películas en base al género, al color o las minusvalías de quién dirige o interpreta las películas, va camino del esperpento con decisiones como la de dar los premios, entre otros, de mejor película y guion adaptado al remake (“CODA: los sonidos del silencio”) de esta película francesa. Lo de mejor película huele mal - ¿tanto mejora una película por trasladarla geográficamente a EEUU e interpretarla con actores locales? - pero lo del guion adaptado es, directamente, un puñetero insulto a la inteligencia: ¿¿Han premiado la adaptación del guion francés que sólo cambia los nombres de la gente y las ciudades?? Si estamos ante un ejemplo de que los Óscar se compran y se venden, malo, y si lo que pasa es que tocaba dar el premio a una película de cojos, sordos o ciegos, casi que peor.
En fin. “La familia Bélier” es una comedia dulce y de buen corazón que, más que intentar matar a carcajadas al espectador, trata de emocionar al público utilizando su atmósfera ecofriendly y la superación de problemas médicos con el poder de la familia y el buen rollo. En líneas general, es un buen trato: la historia se desarrolla de manera fluida y agradable, con los conflictos esperables, intrafamiliares y extrafamiliares, entre gente con discapacidad auditiva y con auditividad heteronormativa, muchos de ellos más falsos que los montajes de hijos de expertos que se cuelan en las videoconferencias de Skype mientras son entrevistados en TV como ejemplo de conciliación. Pero cumple con sus expectativas de hacer pasar un rato entretenido, de conmover en los clímax y de demostrar que se puede hacer una película con trasfondo social y apariencia comercial, que no da todo el rato la turra queriendo hacer mejor a la sociedad.
En fin. “La familia Bélier” es una comedia dulce y de buen corazón que, más que intentar matar a carcajadas al espectador, trata de emocionar al público utilizando su atmósfera ecofriendly y la superación de problemas médicos con el poder de la familia y el buen rollo. En líneas general, es un buen trato: la historia se desarrolla de manera fluida y agradable, con los conflictos esperables, intrafamiliares y extrafamiliares, entre gente con discapacidad auditiva y con auditividad heteronormativa, muchos de ellos más falsos que los montajes de hijos de expertos que se cuelan en las videoconferencias de Skype mientras son entrevistados en TV como ejemplo de conciliación. Pero cumple con sus expectativas de hacer pasar un rato entretenido, de conmover en los clímax y de demostrar que se puede hacer una película con trasfondo social y apariencia comercial, que no da todo el rato la turra queriendo hacer mejor a la sociedad.
24 de abril de 2015
24 de abril de 2015
14 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Viernes noche, ha terminado el cole, el insti y cualquier horario laboral. Todo el fin de semana por delante... y como siempre, toca empezarlo con la reunión familiar de rigor. Porque mamá, papá y los hijos se quieren los unos a los otros, pero también porque los adultos no tienen nada mejor que hacer, y porque los más pequeños todavía son peques. Ya menos; cada día menos, pero digamos que todavía lo suficiente como para quedarse en casa sin rechistar... demasiado. A ojos de cualquier forastero, parecería que en el salón se está llevando a cabo una ronda de aquel clásico juego que, a lo largo de su existencia, tantas amistades y, claro, familias, ha destruido. Tres personas sentadas; una permanece de pie. Seis ojos clavados en ésta última, la cual no para de gesticular de forma exagerada. El silencio es absoluto, tanto como la atención puesta en la exhibición de mímica.
El espectador, que se cree más listo de lo que realmente es, lo tiene claro, e intenta adivinar el título de la película... hasta que empieza a sospechar que tal vez no sea tan inteligente como sus ideas preconcebidas le habían inducido a pensar. De modo que se traga el orgullo (porque no le queda otra), y tras unos segundos de breve autoevaluación mental, decide prestar -verdadera- atención a la escena... solo para darse cuenta de que lo que aparentaba ser un juego, a fin de cuentas es una realidad ante la cual no pueden hacerse bromas. ¿O quizás sí? Pues sí, claro, ¿o acaso éste no es un país libre? Adelante, pues, con las risas. Y con las lágrimas, y con las broncas, y con las reconciliaciones, y con los abrazos, y con los besos... y con esas últimas sonrisas que sin mediar palabra, tanto explican. Éstas son, efectivamente, las vivencias de una familia cualquiera... solo que esta familia tiene algo que la distingue de las demás. (¿Y cuál no?)
Todos sus componentes, excepto uno, son sordomudos. Son los Bélier, entrañable conjunto de entrañables personas en una no menos entrañable localidad de provincias francesa. La gente de dicha comunidad, tan bonachona como ignorante (con todo lo bueno y lo malo que esto último implica) ha sabido encontrar, con el tiempo, un espacio propio ideal para que dicha ''anomalía'' tenga cabida en su muy pacífico (e igualmente anodino) día a día. Todo en orden; todo paz y harmonía, hasta que... sucede lo inevitable. Es casi una cuestión de gravedad: tarde o temprano, el outsider tiene que dejar claros sus rasgos distintivos; todo aquello que le distingue de lo(s) demás, y claro, la reivindicación suele saldarse en un choque de trenes en el que, como era de esperar, hay víctimas más o menos mortales. Pues en este mismo cruce de vías se sitúa Eric Lartigau para su última película.
Después de perpetuar uno de los peores crímenes que el cine europeo haya infringido hacia sus espectadores ('Los infieles', así se tituló aquella aberración), el cineasta parisino vuelve a la dirección en solitario para reivindicar de nuevo una marca propia que, visto lo visto, tardará en recuperarse. El problema de 'La familia Bélier' no está en ese humor (tan típicamente francés, por cierto) que tan a menudo confunde la irreverencia con el mal gusto más ofensivo (véase en el caso que ahora nos concierne, y a modo de ejemplo, el trabajo de una Karin Viard empeñada en hacer del lenguaje de signos y de la gilipollez un mismo gesto), si no en la demasiado inconsistente gestión del material con el que trabaja. Es como si quien mueve los hilos se hubiera dado cuenta de todas las posibilidades que proporciona el punto de partida... mucho después de que éste se haya abandonado. Porque como sucedía en aquella escena con la que nos hemos topado al principio, el conjunto de apariencias, simplemente simpáticas, encierran un contenido que parece ir en contra de la naturaleza de un producto asentado en las bases del crowd-pleaser. No todo es tan bobo como parece... solo que al final, sí. Para entendernos, Lartigau filma un coming of age que pretende ahondar en los problemas de comunicación de icha etapa vital en el seno de cualquier familia que se precie, solo que por el camino queda irónicamente retratado en la certeza de que no hay peor sordo que aquel que no quiere escuchar. Los malabarismos entre la libertad del individuo y las jaulas de la colectividad (representados en una muy atractiva concatenación de conflictos cuyos contendientes van cambiando constantemente de rol) se convierten, a la larga, en una tópica sucesión de chistes de sobremesa (la carrera política del padre de familia) y golpes de efecto de un trasfondo emocional demasiado elemental (ese número musical de clausura). Hora y media después, y como casi siempre en estos casos, nos quedamos mudos (por puro aburrimiento, o indiferencia, o rabia, o terror...), pues una vez más, se nos ha intentado hacer creer que con la misma superficie de siempre, basta para a llegar hasta unas profundidades que existen, pero como si no.
El espectador, que se cree más listo de lo que realmente es, lo tiene claro, e intenta adivinar el título de la película... hasta que empieza a sospechar que tal vez no sea tan inteligente como sus ideas preconcebidas le habían inducido a pensar. De modo que se traga el orgullo (porque no le queda otra), y tras unos segundos de breve autoevaluación mental, decide prestar -verdadera- atención a la escena... solo para darse cuenta de que lo que aparentaba ser un juego, a fin de cuentas es una realidad ante la cual no pueden hacerse bromas. ¿O quizás sí? Pues sí, claro, ¿o acaso éste no es un país libre? Adelante, pues, con las risas. Y con las lágrimas, y con las broncas, y con las reconciliaciones, y con los abrazos, y con los besos... y con esas últimas sonrisas que sin mediar palabra, tanto explican. Éstas son, efectivamente, las vivencias de una familia cualquiera... solo que esta familia tiene algo que la distingue de las demás. (¿Y cuál no?)
Todos sus componentes, excepto uno, son sordomudos. Son los Bélier, entrañable conjunto de entrañables personas en una no menos entrañable localidad de provincias francesa. La gente de dicha comunidad, tan bonachona como ignorante (con todo lo bueno y lo malo que esto último implica) ha sabido encontrar, con el tiempo, un espacio propio ideal para que dicha ''anomalía'' tenga cabida en su muy pacífico (e igualmente anodino) día a día. Todo en orden; todo paz y harmonía, hasta que... sucede lo inevitable. Es casi una cuestión de gravedad: tarde o temprano, el outsider tiene que dejar claros sus rasgos distintivos; todo aquello que le distingue de lo(s) demás, y claro, la reivindicación suele saldarse en un choque de trenes en el que, como era de esperar, hay víctimas más o menos mortales. Pues en este mismo cruce de vías se sitúa Eric Lartigau para su última película.
Después de perpetuar uno de los peores crímenes que el cine europeo haya infringido hacia sus espectadores ('Los infieles', así se tituló aquella aberración), el cineasta parisino vuelve a la dirección en solitario para reivindicar de nuevo una marca propia que, visto lo visto, tardará en recuperarse. El problema de 'La familia Bélier' no está en ese humor (tan típicamente francés, por cierto) que tan a menudo confunde la irreverencia con el mal gusto más ofensivo (véase en el caso que ahora nos concierne, y a modo de ejemplo, el trabajo de una Karin Viard empeñada en hacer del lenguaje de signos y de la gilipollez un mismo gesto), si no en la demasiado inconsistente gestión del material con el que trabaja. Es como si quien mueve los hilos se hubiera dado cuenta de todas las posibilidades que proporciona el punto de partida... mucho después de que éste se haya abandonado. Porque como sucedía en aquella escena con la que nos hemos topado al principio, el conjunto de apariencias, simplemente simpáticas, encierran un contenido que parece ir en contra de la naturaleza de un producto asentado en las bases del crowd-pleaser. No todo es tan bobo como parece... solo que al final, sí. Para entendernos, Lartigau filma un coming of age que pretende ahondar en los problemas de comunicación de icha etapa vital en el seno de cualquier familia que se precie, solo que por el camino queda irónicamente retratado en la certeza de que no hay peor sordo que aquel que no quiere escuchar. Los malabarismos entre la libertad del individuo y las jaulas de la colectividad (representados en una muy atractiva concatenación de conflictos cuyos contendientes van cambiando constantemente de rol) se convierten, a la larga, en una tópica sucesión de chistes de sobremesa (la carrera política del padre de familia) y golpes de efecto de un trasfondo emocional demasiado elemental (ese número musical de clausura). Hora y media después, y como casi siempre en estos casos, nos quedamos mudos (por puro aburrimiento, o indiferencia, o rabia, o terror...), pues una vez más, se nos ha intentado hacer creer que con la misma superficie de siempre, basta para a llegar hasta unas profundidades que existen, pero como si no.
12 de mayo de 2015
12 de mayo de 2015
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antes de explicar mi calificación a esta película, conviene avisar de que no vas a reírte demasiado cuando la veas. De hecho, "La familia Bélier (significa carnero)" es más la historia sobre la realidad que vive la protagonista, que una comedia que aproveche la sordomudez para efectistas golpes de humor.
Dicho esto, el mayor acierto de este melodrama francés es que sorprendentemente aporta mucho más desde el punto de vista musical que los mismísimos "chicos del coro". Además, está muy bien narrada y refleja fielmente la problemática a la que se enfrentan unas personas que tienen dificultades para valerse por su disfunción (que no discapacidad), así como logra transmitir sensaciones como el miedo al aislamiento o la soledad.
No obstante, un par de defectillos que detallo en spoiler.
Mi nota: 6,6
Dicho esto, el mayor acierto de este melodrama francés es que sorprendentemente aporta mucho más desde el punto de vista musical que los mismísimos "chicos del coro". Además, está muy bien narrada y refleja fielmente la problemática a la que se enfrentan unas personas que tienen dificultades para valerse por su disfunción (que no discapacidad), así como logra transmitir sensaciones como el miedo al aislamiento o la soledad.
No obstante, un par de defectillos que detallo en spoiler.
Mi nota: 6,6
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
- ¿Qué pasa con las elecciones? ¿Quién las gana?
- Si en España en una función escolar se canta una canción que incluye la palabra "puta", a saber qué dirían algunos políticos.
- Si en España en una función escolar se canta una canción que incluye la palabra "puta", a saber qué dirían algunos políticos.
15 de mayo de 2015
15 de mayo de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me ha parecido una comedia familiar, simpática a ratos. “La niña del coro” lo hace bien, quiere volar pero siente la rémora de la familia.
Desde una vena comercial, deja caer el mensaje sobre la discriminación de los sordos y sobre la necesidad de los jóvenes a independizarse en un momento dado.
Desde una vena comercial, deja caer el mensaje sobre la discriminación de los sordos y sobre la necesidad de los jóvenes a independizarse en un momento dado.
Cancelar
Limpiar
Aplicar
Filters & Sorts
You can change filter options and sorts from here