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La dolce vita

Drama. Comedia Marcello Rubini es un desencantado periodista romano, en busca de celebridades, que se mueve con insatisfacción por las fiestas nocturnas que celebra la burguesía de la época. Merodea por distintos lugares de Roma, siempre rodeado de todo tipo de personajes, especialmente de la élite de la sociedad italiana. En una de sus salidas se entera de que Sylvia, una célebre diva del mundo del cine, llega a Roma, cree que ésta es una gran ... [+]
Críticas 111
Críticas ordenadas por utilidad
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9
8 de febrero de 2006
9 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Excelente película y acertada revisión de la alta sociedad italiana de aquel entonces.

Nos retrata una burguesía liberal, superficial y despreocupada a través de sonadas fiestas en las que el protagonista,un irresistible Marcello Mastroianni, parece sentirse como pez en el agua hasta que como si despertara de un bonito sueño se da cuenta de lo solo y perdido que está. Poco a poco va ahondando en él, al igual que a muchos de sus ricas amistades, un sentimiento de insatisfacción y una necesidad de encontrarse a si mismo .
Esta película rodada hace ya 45 años nos adelantaba la sociedad decadente, infantil y egocéntrica con la que hoy nos encontramos, de hecho aun hoy podríamos decir que lo expuesto en la película es tan provocador en estos días como lo fue el día de su estreno.
5
26 de diciembre de 2013
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
No se me malinterprete, Fellini sí que lleva cine en sus venas. ¡Y qué cine!: ''Le Notti di Cabiria'', ''La Strada'', ''Lo sceicco bianco'', su episodio en ''Histoires extraordinaires'', ''I Clowns'' y, especialmente, muy especialmente, ''Amacord''. Todas ellas dan cuenta de la habilidad que tuvo este hombre para construir (no, construir no: imaginar) todo un set de piezas estrambóticas que se conjugan de forma preciosa en pos de darle contenido a historias simples y emotivas. En el caso de su episodio de ''Histoires extraordinaires'', antología formidable si las hay, tiene más vívida narrativa que cualquier episodio de ''Breaking Bad''. Lo que trato de decir es que Fellini tiene destreza para esto del cine y no es sólo un nombre como Godard o Malick.

Pero como todo buen director de cine, prolífico si se quiere, tiene su birria cinematográfica. Es curioso que dos de sus películas consideradas obras maestras no son más que una monada vacía, como una caja rosa con ribetes dorados en sus bordes y que expele un perfume atractivo pero que en su interior tiene sendas y gruesas boñigas para el receptor. No he visto ''Giulietta degli Spiriti'', he leído algunas reseñas y viene bien, ni muy exagerada ni muy demoledora la visión general del film.

No obstante, a ''8 1/2'' y ''La Dolce Vita'' sí que las tengo vistas. Y ellas son el producto que se encuentra en la caja. Y es tan potente el perfume Fellini que no se puede apreciar lo deplorable y escurridizo que es el fruto escatológico.

''La Dolce Vita'': Film famoso, que no popular. Tiene a Fellini en el mismo estado fotográfico que ''Le Notti di Cabiria'', su maestría para enhebrar sus elementos en secuencias es exacta y calcada a uno de sus mejores films; sin embargo, la progresión dramática y su poder narrativo decayó setecientos peldaños del reino cinematográfico. Este desganado y autentico ejercicio snob es el ''Sopor: The Motion Picture'', causando estragos en la pulida reputación que tenía del realizador tras ''La Strada''. Unido a su episódico desarrollo, el film marra en todo lo que uno no esperaría (empatía -o siquiera interés- por los personajes, sonrisas ante las acciones, estupefacción de las secuencias) y sólo nos da un tostón de proporciones épicas (una duración similar tiene, por ejemplo, ''Shichinin no samurai'', alentadoramente superior a esta obra que vive de su pasado lejano).

Pero no todo huele a estiércol en esa caja, el genuino perfume de Fellini se da en gotas, a saber:
- La dirección. La puesta en escena es descomunal y vale la pena ver el film sólo por eso.
- Las actuaciones. Son impecables, nada que reprochar en ese apartado, me extraña que no generen empatía.
- La música.
- Las locaciones. Encantadora película sería si de un documental turístico se tratara.
- La escena cúlmine de Steiner, Mastroianni desmenuzando la almohada. Mis dos escenas preferidas, las únicas dos que se plantaron en la retina. ¡Qué fuente ni que nada! Esa escena la recuerdan todos por las tetotas de Ekberg, el verdadero talento humanista de Fellini está en la secuencia de Steiner durmiendo en el sillón y su esposa siendo confundida por una actriz.
- La belleza de las actrices, desde Anouk Aimée hasta la esperanza adolescente del final.

En fin, caca pseudo-intelectual sobrevalorada de un tipo cuya genialidad se puede ver en otras películas.
7
15 de marzo de 2008
11 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fellini fue un director versátil e imaginativo, agraciado con una abundante creatividad capaz de abordar audazmente diversos registros. Observador, polémico, sensible y desinhibido, destacando con su estilo que mezcla la extravagancia, el realismo, una delicadeza que alcanza cotas inauditas de lirismo, la ironía, el desparpajo, el surrealismo, los momentos oníricos, la crudeza tratada con cierta dosis de compasión y, para resumir, el retrato social pintado con las artes de un maestro. Lo mismo despertaba la nostalgia con el reflejo de un pueblo italiano con su carga de costumbres, personajes característicos y el sentir individual y colectivo de la gente, que nos removía la conciencia con su mirada cruda y compasiva hacia los arrabales romanos o, como en el caso de "La dolce vita", un despliegue delirante de noches locas.
"La dolce vita" es un homenaje espontáneo y visceral a la vida nocturna. Un homenaje duro, chocante, atrayente, repelente y embriagador. Con su ojo curioso y detallista y un guión firmado por varias plumas brillantes, entre ellas la suya, Fellini dejó en libertad a la inspiración basada en la plasmación de lo insustancial, de lo anecdótico y de los delirios de las multitudes, del deambular frenético de los distintos sectores sociales de la ciudad.
Periodistas (como Marcello Mastroianni, vibrante y decadente en su papel) y reporteros fotográficos sin más objetivos que la caza de noticias sensacionalistas y de fotografías impactantes, que se mueven en hordas con ese instinto del depredador que huele a su presa.
Personas de clases acomodadas y de la aristocracia que derrochan sus horas sin propósitos en fiestas que alcanzan elevados niveles de desmadre, donde el alcohol corre en abundancia y diluye las fronteras de la inhibición. El espectáculo está servido, y no resulta fácil de seguir ni de asimilar. Chocante como la vida misma lo es tan a menudo.
Momentos de diálogos bellos desgranados en momentos de reflexiva lucidez.
Música, bailes, mujeres despampanantes, gentes de muy diversa condición que simplemente desean divertirse y ahogar las horas en el acohol.
Muchedumbres fanáticas que se vuelcan a creer en dudosos milagros (casi espeluznante la escena de las supuestas apariciones de la Virgen a unos niños).
Amores-odios tormentosos y violentos (Marcello y su novia), la huida del compromiso, el vivir el momento lisa y llanamente sin pensar apenas en el mañana. Personas casadas que viven un espejismo de ilusoria felicidad, personas divorciadas que se lanzan a disfrutar descocadamente de su recobrada soltería, solteros eternos, artistas y demás personalidades famosas que se han dejado atrapar por la vorágine de las noches excéntricas de Roma...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Marcello, siempre metido en todos los fregados, perpetuamente a la caza del instante, de la celebridad, de la fama veleidosa, de rostros y cuerpos de mujeres hermosas, alérgico a la calma de otra clase de vida... Es el galán perpetuo y superficial, entregado a la locura de esas noches en las que todo y nada puede suceder...
Sucesión de escenas de pura antología, de diálogos descarados y espontáneos y alguno que otro que reflexiona sobre dudas trascendentales, de desvaríos, de ruido, de enervante movimiento de muchedumbres, de discusiones de pareja y mucho más... Todo servido en la singular y variada bandeja felliniana.
Como ya apunté en "Amarcord", "exuberante" sería una palabra que se aproximaría mucho para describir el estilo de Fellini. Irritante, fascinante, irreverente, tierno, crudo, impenitente, irónico... Pero siempre, siempre, sorprendente.
8
17 de enero de 2014
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Supongo que a todos nos atraen los tipos perdidos. Marcello es uno de ellos. Lo demuestra en cada fotograma de la película. Sordo, incomunicado por el ruido.Vagabundeando de fiesta en fiesta (*). Vampirizado por una fría hija de papá. Prendado de la voluptuosidad de una estrella de Hollywood. Incapaz de amar a aquella que le ofrece amor incondicional. Atisbando la belleza incipiente de un pequeño ángel. Pasando de largo de la religión. Observando desde la distancia los errores de un padre, un semidesconocido que parece una proyección futura de si mismo. Envidiando la seguridad de un viejo amigo que resulta un callejón sin salida. Y todo, ¿para qué?. Para desembocar, como los ríos, en el mar. Fellini conoce donde reside el poder de sus imágenes y como estas ganan fuerza cuando se ruedan cerca del Mediterráneo. Lo ha demostrado en todas sus películas, haced memoria, las escenas más intensas y mejor rodadas, las que poseen una luz especial y sostienen el peso dramático de la película, siempre suceden en la orilla del mar. Sin embargo en este caso, como en Truffaut, no hay espacio para la esperanza cerca del agua. El circulo se cierra, de nuevo ruido, incomunicación. Marcello va a tener que esperar para dejar de se un tipo perdido.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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(*) Quizás aquí esté el único fallo que puedo encontrar a la película. En la repetición desmesurada de fiestas que lastra el metraje
8
27 de noviembre de 2011
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras una primera etapa bajo la influencia del neorrealismo y de cierto costumbrismo provinciano con títulos como "El jeque blanco" (1951), "I Vitelloni" (1953), "La strada" (1954), "Almas sin conciencia" (1955) Y "las noches de Cabiria" (1957), Federico Fellini dirige "La dolce vita" (1959), primer intento de sumergirse en las profundas aguas de su desbordante imaginación visual. A ésta, seguirán obras maestras como "Ocho y medio", "Satyricón" y su peculiar visión de "Casanova".

Despiadado retrato de una sociedad en descomposición, pero llena de vida, "La dolce vita" gira en torno a un periodista, Marcello Rubini, que vive en una Roma decadente, cínica, depredadora. A través de una serie de episodios (la estructura de la película es fragmentaria, enlazada por la figura de Marcello), Fellini disecciona tanto a la aristocracia, que se mostró encantada de alquilar sus palacios y mansiomes e, incluso, de colaborar como extras, para luego escandalizarse por la imágen que el director da de ellos en la película, como el resto de clases sociales.
"La dolce vita" empieza con una escena demoledora, una gigantesca estatua de Cristo Obrero, colgada de un helicóptero, sobrevolando la ciudad de Roma camino de la Plaza de San Pedro. Un grupo de turistas en bikini la saludan, primer indicio de la banalización de la simbología religiosa. No será la única. Más adelante veremos cómo dod niños afirman que en las afueras de la ciudad se les ha aparecido la Virgen. Los enfermos y los menesterosos acuden en masa para presenciar un milagro. La retransmisión televisiva del supuesto milagro mariano revela el fanatismo, la ignorancia y el oportunismo de las clases populares.

La visita de Marcello a su amigo Steiner, intelectual casado y con dos hijos, sirve al director para hacer una (efectista) denuncia del nihilismo imperante. Steiner, asqueado por la vulgaridad del entorno, la bajeza moral del mundo en que estos personajes deambulan sin rumbo, se suicida, pero antes asesina a ... sus dos hijos. El espejo donde el periodista se miraba con envidia se resquebraja y deja en evidencia la locura.
Marcello consigue ser invitado a una fiesta en un castillo. La escena de una orgía nocturna entre los las ruinas y las telas de araña, se transforma en una metáfora descarnada de una aristocracia agonizante, cuyos herederos son meros fantasmas, sombras de un pasado esplendoroso.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Las relaciones de Marcello con las mujeres merecen una reseña especial. Trasunto del propio Fellini, el personaje interpretado por Marcello Mastroianni, tiene una compleja y variopinta vida amorosa. Su novia, Emma (Yvonne Fourneaux), le ofrece la posibilidad de una relación pragmática, cotidiana, de la que el protagonista desconfía y huye. Sylvia, la actriz norteamericana que interpreta la sueca Anita Ekberg es su contrapunto. De una belleza excitante y salvaje, pero distante, inconquistable, es la personificación del ideal femenino de Fellini, y deviene por esta razón, apariencia fantasmagórica de los deseos eróticos del director. Magdalena (Anouk Aimée) es la amante ocasional, que le procura una satisfacción peregrina y le provoca a la vez una repugnancia visceral, por la hipocresía de la que hace gala al representar a una clase social que se pretende heredera de una autoridad extinta. La adolescente rubia y virginal, Paola (Valeria Cingolottini), es la imágen de la inocencia en un mundo caracterizado por el vacío existencial y la pobreza espiritual.
El descubrimiento de un pez monstruoso en la playa es el símbolo final de la "monstruosidad" social que la mirada ácida, profundamente personal de Fellini, pone ante los ojos del espectador en una obra indispensable del cine europeo de todos los tiempos, un alarde de la portentosa imaginación de director de Rímini, acaso demasiado larga y morosa, pero de una vigencia aterradora.
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