La última noche en TremorMiniserie
2024 

6.2
4,004
Serie de TV. Intriga. Thriller
Miniserie de TV (2024). 8 episodios. Un músico y compositor en crisis se recluye en un pueblo costero en el norte de España para terminar su última obra. Sus únicos vecinos en varios kilómetros a la redonda son un matrimonio que vive en la siguiente casa de la playa. Tras un accidente durante una tormenta, el protagonista comienza a sufrir unas espeluznantes visiones sobre sus vecinos.
8 de noviembre de 2024
8 de noviembre de 2024
6 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si hay algo de las series de producción nacional —y de no pocas películas de la moderna filmografía patria— que me saca de mis casillas es la ingente cantidad de metraje malgastada en mostrarnos a sus protagonistas comiendo mientras hablan de chorradas. Desayuno, comida, merienda, cena y, a veces, hasta el resopón, con profusión de invitados de última hora y sus conversaciones inanes, se han convertido en un peaje ineludible para los espectadores. Lo que empezó como estrategia descarada de product placement —me acuerdo, por ejemplo, de «Médico de familia» (1995-1999), cuyos protagonistas pasaban buena parte de su existencia en la cocina para poder así exhibir las correspondientes marcas de alimentación—, ha acabado convertida en engorrosísima seña de identidad de un audiovisual que no extraña tenga tantos detractores, pues no aporta absolutamente nada al desarrollo de las tramas —al contrario, se trata de una rémora ralentizadora y desesperante— y me temo que sólo sirve para encubrir una falta de imaginación —y de talento narrativo— no por generalizada menos alarmante.
«La última noche en Tremor», que se nos vende como un thriller psicológico de notas polanskianas, tarda apenas minutos en engolfarse en la antedicha fijación gastronómica, hasta tal punto que se le dedican ocho episodios de más de una hora a una historia que podría haberse finiquitado perfectamente en los noventa minutos antaño de uso. Porque, dicte lo que dicte el algoritmo de Netflix, no todo es susceptible de serialización; salvo, claro está, que un argumento tan sencillo —y, sin embargo, sugestivo, a priori al menos— como el de un tipo al que le cae un rayo y le queda la secuela de sufrir visiones espeluznantes, se engorde con numerosos pasajes intrascendentes y el sonrojante componente melodramático y costumbrista igualmente muy del gusto de nuestros realizadores: los incordios de un divorcio con hijos —una adolescente redicha y un niño con problemas para cagar a solas, encima eso— y el improbable romance del laureadísimo compositor y la dueña de una pensión atesoran, en la mente de sus responsables, la misma importancia, si no más, que el misterio que vertebra la serie, sirviéndosenos, por ende, prolijamente descritos, para nuestro discutible deleite. Por no hablar de la obscena búsqueda del aplauso fácil que entraña un cuarto episodio absolutamente bochornoso, batiburrillo indigesto con «manada» francesa, «mindfulness» de vía estrecha y sororidad extrema.
Oriol Paulo es conocido por su tramposo, aunque indudablemente eficaz manejo del «plot twist». No obstante, aquí se sabe desde bien pronto el dos de mayo —o el rosario de la aurora— en que va a acabar la función, en concreto durante la primera de las muchas, demasiadas cenitas a las que se nos obliga a asistir. No importa cuántos episodios queden por delante, cuántas idas de olla tenga Javier Rey ni cuántos pitillos culpables se fume —pide perdón cada vez que se enciende uno: a su padre, a su novia, al cosmos; como si todo el peso de una ley antitabaco de alcance orwelliano fuera a caer sobre él—, ni cuántos polvos, incluso en contra del criterio médico, se eche con Ana Polvorosa —y no pretendía ser un juego de palabras—; que aproximadamente en torno al minuto 25 del primer capítulo el desenlace se nos revela ya de modo claro y distinto, por ponerlo en términos cartesianos. Queda, por tanto, la sensación de que «para este viaje no hacían falta alforjas» o, de nuevo en román paladino, que se nos ha hecho perder el tiempo miserable e irreparablemente. De entre tamaño y hypeadísimo despropósito sólo cabe salvar la resurrección —y reinvención— de Guillermo Toledo en un rol de encomiable turbidez, lo cual, en cualquier caso, no justifica ni de lejos las nueve horas, nueve, de nuestro tiempo, más o menos precioso, que demanda de nosotros «La última noche en Tremor».
«La última noche en Tremor», que se nos vende como un thriller psicológico de notas polanskianas, tarda apenas minutos en engolfarse en la antedicha fijación gastronómica, hasta tal punto que se le dedican ocho episodios de más de una hora a una historia que podría haberse finiquitado perfectamente en los noventa minutos antaño de uso. Porque, dicte lo que dicte el algoritmo de Netflix, no todo es susceptible de serialización; salvo, claro está, que un argumento tan sencillo —y, sin embargo, sugestivo, a priori al menos— como el de un tipo al que le cae un rayo y le queda la secuela de sufrir visiones espeluznantes, se engorde con numerosos pasajes intrascendentes y el sonrojante componente melodramático y costumbrista igualmente muy del gusto de nuestros realizadores: los incordios de un divorcio con hijos —una adolescente redicha y un niño con problemas para cagar a solas, encima eso— y el improbable romance del laureadísimo compositor y la dueña de una pensión atesoran, en la mente de sus responsables, la misma importancia, si no más, que el misterio que vertebra la serie, sirviéndosenos, por ende, prolijamente descritos, para nuestro discutible deleite. Por no hablar de la obscena búsqueda del aplauso fácil que entraña un cuarto episodio absolutamente bochornoso, batiburrillo indigesto con «manada» francesa, «mindfulness» de vía estrecha y sororidad extrema.
Oriol Paulo es conocido por su tramposo, aunque indudablemente eficaz manejo del «plot twist». No obstante, aquí se sabe desde bien pronto el dos de mayo —o el rosario de la aurora— en que va a acabar la función, en concreto durante la primera de las muchas, demasiadas cenitas a las que se nos obliga a asistir. No importa cuántos episodios queden por delante, cuántas idas de olla tenga Javier Rey ni cuántos pitillos culpables se fume —pide perdón cada vez que se enciende uno: a su padre, a su novia, al cosmos; como si todo el peso de una ley antitabaco de alcance orwelliano fuera a caer sobre él—, ni cuántos polvos, incluso en contra del criterio médico, se eche con Ana Polvorosa —y no pretendía ser un juego de palabras—; que aproximadamente en torno al minuto 25 del primer capítulo el desenlace se nos revela ya de modo claro y distinto, por ponerlo en términos cartesianos. Queda, por tanto, la sensación de que «para este viaje no hacían falta alforjas» o, de nuevo en román paladino, que se nos ha hecho perder el tiempo miserable e irreparablemente. De entre tamaño y hypeadísimo despropósito sólo cabe salvar la resurrección —y reinvención— de Guillermo Toledo en un rol de encomiable turbidez, lo cual, en cualquier caso, no justifica ni de lejos las nueve horas, nueve, de nuestro tiempo, más o menos precioso, que demanda de nosotros «La última noche en Tremor».
18 de noviembre de 2024
18 de noviembre de 2024
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
A menos que quieran aburrirse y perder horas que jamás podrán recuperar, no vean este desperdicio de material audiovisual.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La idea no es mala, pero la ejecución es un espanto.
10 horas desperdiciadas en algo que podía plasmarse perfectamente en unos capítulos de 30 minutos.
El protagonista genera tan poca empatía que me deprimió ver que su muerte solo fue un sueño.
Los únicos que le dieron carisma a esta bazofia fueron Bea y Bruno, ya que los demás personajes eran tan lentos como la fila de ANSES.
Mi momento de felicidad fue cuando le pegaron el escopetazo al protagonista, pero repito, fue solo un sueño.
Judy es enfermera, pero se paralizó al ver a María herida. Inexplicable.
Afuera se estaban matando a tiros, pero NADIE hizo más qie quedarse tiesos, loco, un mínimo de reacción les pido.
Si crees que tu vida es muy monótona y aburrida, poné esta serie para así poder ver que te podés aburrir más.
10 horas desperdiciadas en algo que podía plasmarse perfectamente en unos capítulos de 30 minutos.
El protagonista genera tan poca empatía que me deprimió ver que su muerte solo fue un sueño.
Los únicos que le dieron carisma a esta bazofia fueron Bea y Bruno, ya que los demás personajes eran tan lentos como la fila de ANSES.
Mi momento de felicidad fue cuando le pegaron el escopetazo al protagonista, pero repito, fue solo un sueño.
Judy es enfermera, pero se paralizó al ver a María herida. Inexplicable.
Afuera se estaban matando a tiros, pero NADIE hizo más qie quedarse tiesos, loco, un mínimo de reacción les pido.
Si crees que tu vida es muy monótona y aburrida, poné esta serie para así poder ver que te podés aburrir más.
7 de enero de 2025
7 de enero de 2025
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lástima que una serie que tiene un buen argumento y buenas interpretaciones resulte pesada por su duración exagerada y los insoportables susurros que se han convertido en el lenguaje característico del cine español -cuando se quiere dotar a las escenas de un carácter intimista o reflexivo-. ¡Nadie habla así tanto tiempo!, lo que puede obligar a activar los subtitulos para poder entender los diálogos y, sobre todo, los abundantes monólogos o "pensamientos en voz alta" de Rey (en este caso).
27 de enero de 2025
27 de enero de 2025
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al principio sí que es verdad que te deja un poco la cabeza loca. Pero cuando ves los dos/tres primeros capítulos y te adentras en la cabeza del protagonista... No podrás dejar de verla hasta el final.
A mí me ha tenido loca hasta el final. Me ha hecho sentir miedo, locura, paranoia, alegría, amor, asco, rabia, ira, nostalgia, amistad, hermandad, sororidad.... Un mix de sentimientos que últimamente me cuesta ver en las series.
Cierto es que es una serie muy muy rara, que son 8 capítulos y parecen 2 temporadas de 10 cada una, pero merece la pena.
Ya gustaría a muchas series de 5 temporadas hacer lo que ha hecho esta dirección y producción en 8 capítulos.
Cuando veía que terminaba... Me echaba las manos a la cabeza con un mix diciendo NO PUEDE SER y QUIERO MAS.
A mí me ha tenido loca hasta el final. Me ha hecho sentir miedo, locura, paranoia, alegría, amor, asco, rabia, ira, nostalgia, amistad, hermandad, sororidad.... Un mix de sentimientos que últimamente me cuesta ver en las series.
Cierto es que es una serie muy muy rara, que son 8 capítulos y parecen 2 temporadas de 10 cada una, pero merece la pena.
Ya gustaría a muchas series de 5 temporadas hacer lo que ha hecho esta dirección y producción en 8 capítulos.
Cuando veía que terminaba... Me echaba las manos a la cabeza con un mix diciendo NO PUEDE SER y QUIERO MAS.
19 de febrero de 2025
19 de febrero de 2025
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con una ambientación sobresaliente y una trama que engancha desde el principio, "La última noche en Tremor" es una miniserie que sorprende muy gratamente en todos los aspectos. Javier Rey es un protagonista que desarrolla excelentemente el personaje principal, y los secundarios están sobresalientes, destacando Ana Polvorosa, Pilar Castro, un pequeño papel muy destacado por Nora Navas o, sobre todo, Guillermo Toledo. Es un thriller casi de terror que empieza, se desarrolla y termina de forma más que notable y en el que todos los personajes aportan. Oriol Paulo demuestra una maestría visual y estética espectacular en la dirección, y en mi opinión, la fotografía es lo mejor de una miniserie excelente que te mantiene pegado a la pantalla y en tensión hasta el final.
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