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El seductor

Drama. Romance Guerra Civil norteamericana (1861-1865). John Mc Burney (Clint Eastwood), un soldado yanki malherido es rescatado por una jovencita de una escuela de señoritas del Sur. Se las arregla para llevarle a la escuela, aunque al principio todas las mujeres están aterrorizadas. Cuando empieza a recuperarse, una a una las irá conquistando a todas, y así el ambiente se irá enrareciendo a causa de los celos. (FILMAFFINITY)
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9
16 de octubre de 2017 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un buen día una oveja se escondió en el interior de un hoyo resguardado por la oscuridad, un hoyo plagado de bondadosas salamandras que prometieron ayudarla a cobijarse de los lobos grises de Hokkaido.
Pero entonces, llegada la noche, la oveja se deshizo de su piel, que asimismo cubría a un lobo, quien se proclamaba orgulloso de su engaño...pero aquellas salamandras eran en realidad voraces serpientes que, vengativas, se abalanzaron sobre su cuello...

Es un pequeño cuento de origen japonés que se les narra a los niños para evitar que mientan y sobre todo para que tengan cuidado con los mentirosos, y puede presentarse en múltiples formas en todas las culturas del Mundo; es también uno de los temas principales de "A Painted Devil" (luego titulada "The Beguiled"), la primera y más conocida novela del autor y dramaturgo Thomas Cullinan, y que pasaría a manos de Clint Eastwood durante el rodaje de "Dos Mulas y una Mujer". Momento sin duda de auténtico e inesperado vuelco; en esa época el actor era una de las mayores figuras de acción y sobre todo del "western" y su carrera se atisbaba muy prometedora.
Nadie se equivocó, pero de seguro el productor Jennings Lang y los mandamases de Universal creyeron que su buena racha había acabado cuando aquél les propuso adaptar dicho libro; la ilusión de ver desbordándose la taquilla se deshizo muy rápido pero aun así dieron luz verde al proyecto. No obstante, si alguien creyó en ello desde el principio, incluso más que el de San Francisco, fue Don Siegel, quien vio en todo esto un desafío, la oportunidad de hacer algo diferente en su longeva carrera y el deseo de que su reciente compañero de fatigas (con quien iba a embarcarse en su tercera colaboración) formara parte de ello, pensando que incluso le beneficiaría como actor.

Y a fe de asegurarlo, tampoco se equivocó, pues si algo demostró el cineasta en sus más de tres décadas ejerciendo el oficio fue sabiduría e intuición. Esta historia viene a situarse en plena Guerra Civil americana, y unas imágenes en terrosos tonos sepia nos muestra la guerra en todo su horrendo aspecto, una guerra que como podemos ver es cosa de hombres, que se matan los unos a los otros sin importar el uniforme; Siegel no tarda en volver a sacar a la luz ese cinismo lúcido que tanto ha caracterizado sus obras. Por su parte, Eastwood se introduce en la historia del mismo modo que otros tantos personajes de su carrera.
Aparece en ella cual espectro, como un muerto que por obra y gracia de Dios ha vuelto a la vida, y ya ofreciendo un aspecto totalmente demacrado y fruto del martirio, sirviendo de presagio. La niña que lo encuentra (Amy, una genial Pamelyn Ferdin) recibe, como agradecimiento y sin previo aviso, un largo beso en los labios, secuencia inexistente en el guión que la pequeña actriz no esperaba en absoluto y que deja escapar (ya nada más empezar el film) la condición manipuladora y depravada de este personaje misterioso; pronto es conducido al escenario único del cual se sirve la trama, pues su desarrollo se dará casi exclusivamente en interiores.

Este internado situado en la zona de Mississippi es un buen refugio para todas las señoritas, jóvenes y adultas, que moran en él; McBurney, que pertenece al ejército unionista, es un extraño que amenaza con destruir la discordia. Siegel no tarda en zurcir los pliegues de una atmósfera que se percibe agobiante hasta la extenuación; un cuervo en el lugar sirve también de símbolo de muerte (sin embargo su ala rota y la pierna herida del visitante se conectan en una alegoría de poderosa dominación femenina, aunque bien disimulada por el momento).
Las emociones chocan y somos absorbidos en este clima de angustia que rezuma ansiedad. El visitante en el centro de todo ello; Eastwood, a base de matices y sutilezas, consigue dotarle de una malicia corrosiva que quizás nunca estuvo tan presente en sus personajes: hace de él un galán repulsivo, un depredador encantador, de hombría triunfante pese a su impedimento, alguien a quien no resultaría difícil detestar. Pero Siegel ejecuta una maniobra ingeniosa; desdibuja a su protagonista, utiliza la ambigüedad que le ha otorgado el actor, y entonces lo delata ante nosotros con pequeños "flashbacks" que contradicen sus historias sobre su participación en la guerra...

(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)

Gozando de unas virtudes técnicas y un reparto excelentes (Jo Ann Harris, Geraldine Page y Elizabeth Hartman se baten en un duelo interpretativo sin parangón), Eastwood y Siegel tuvieron que luchar a brazo partido contra los ejecutivos de Universal para hacer el film que querían. No obstante éstos apostaron por una estrategia terrible de marketing y ello repercutió en el resultado.
"The Beguiled" fracasó estrepitosamente, pero el tiempo la ha sabido colocar en su lugar. Sobrevive como uno de los dramas psicológicos de mayor complejidad y fuerza del cine de su época y como la obra más extraña y atípica de las respectivas carreras de su director y actor; su potencia onírica y su atmósfera siguen conservando a día de hoy esa misma fuerza.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
No hay duda de que el arma más eficaz de este McBurney así como de la intriga es la farsa y la confusión, donde la trampa para el espectador es idéntica a la que caen buena parte de los personajes femeninos.
Por el contrario, si el director desdibuja a aquél y lo rodea de claroscuros e intenciones nada fiables, prefiere definir cuidadosamente a las mujeres que moran en el lugar y quienes no tardan en sucumbir a sus encantos y galanterías, mujeres marcadas también por una fuerte simbología: la directora Martha es la sexualidad reprimida y la añoranza, Edwina el amor profundo y la pureza, Amy la sorpresa de un posible primer romance, Carol el impulso carnal salvaje...

Pero al tratarse de un entorno dominado por el forzado puritanismo, se empieza a interpenetrar en los sentimientos de todas ellas, y lo que descubrimos es un espectro psicológico abocado a los celos y las pulsiones, así como heridas emocionales muy ligadas a la infidelidad, el abandono, incluso el deseo incestuoso; emerge la debilidad femenina, subyugada al poder masculino, pero también un orgullo fácil de herir más peligroso que el de cualquier hombre. Al igual que no hace distinciones entre los miembros de un bando y de otro (unionistas y confederados asesinan y son asesinados), tampoco en lo respectivo a la fragilidad del hombre y la mujer.
Ni mucho menos en su demostración de poder; frente a las señoritas blancas que permiten dejarse embaucar, destaca la carismática presencia de la esclava Hallie (una magistral Mae Mercer), la única que el soldado trata de igual a igual por su condición de seres atrapados y "domesticados". Bruce Surtees, en su primer film, ya demuestra un talento innato para envolver a los personajes en unas tinieblas que lejos de ocultarles logran revelar sus más oscuras emociones y deseos; destaca en ese sentido, y asimismo como los instantes de mayor fuerza en la filmografía del director, esas secuencias que traspasan la línea entre la realidad y lo onírico.

Aprovechando los tonos apagados y ásperos de la fotografía de su operador, Siegel se esmera en modelar atmósferas que expongan la psicología de los protagonistas, que los sumerjan en caliginosas esferas donde pierden la identidad y sucumben a la confusión y a la pasión sexual, hasta hacer su moral añicos, hasta pecar contra los principios sagrados impuestos por la religión (el trío que forman McBurney, Martha y Edwina, figurando la "Pietà" en un oculto deseo de martirologio masculino). Realmente nunca estuvo tan cerca el nativo de Chicago de una obra puramente artística como en esta ocasión.
Su minuciosidad por el retrato psicológico, los climas angustiosos y opresivos, las metáforas sobre la sexualidad y esa apuesta por la provocación lo acerca a las obras más intimistas de Aldrich, quizás Cassavetes y Polanski, tal vez de Lumet o Brooks; incluso el estilo de Bava, tan ligado al terror gótico, tiene cabida llegado ese punto de inflexión que deja a Tennessee Williams y nos sumerge en los mundos escabrosos de Poe. La pérdida de la pierna del soldado, castración masculina en su forma más directa y horrible; a partir de aquí el sueño morboso se transforma en desasosegante pesadilla y así como el lobo no tardó en deshacerse de su piel de oveja, las zorras también se desprenden de su disfraz de corderas.

El cinismo de Siegel y su firmeza a la hora de desnudar la maldad humana es tan efectivo como una amputación, y la venganza e hipocresía femenina más potente que la misoginia, ahora dolida hombría, que acorralada se revela y revuelve sin hallar vías de escape; el protagonista, distinguido por su malicia, ni siquiera puede optar a la promesa de un futuro redentor, ni las mujeres librarse de su gran culpa.
Todos terminan como asesinos, cobardes y abominables que intentarán ocultarse en una falsa pureza o absorber el pecado en la indiferencia (basta recordar la frialdad con que ellas hablan ante el muerto, otra víctima de la guerra a ojos de la Historia).
9
8 de agosto de 2019 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
112/21(30/07/19) Brillante drama gótico-sureño realizado por Don Siegel, una obra de culto que se te pega a la piel emocionalmente, una fábula intensa que analiza con punzón toxico de setas venenosas el empoderamiento femenino, la sororidad, los deseos reprimidos, los celos, las ansias de dominio del hombre sobre la mujer, el anti belicismo, ello en un marco de ambientación oscura cual cuento de hadas de terror, ello en un increscendo de tensión subyugante. Guión del Black’s List Albert Maltz se basa en la novela de 1966 escrita por Thomas P. Cullinan, originalmente titulada A Painted Devil. Dirección que mezcla con inteligencia la ensoñación, ayudan sobreimpresiones, fotografía, música con romanticismo, enclaustrado en mansión solariega sureña, rodeados de bosques, con guerra latente en su periferia, y la residencia parece lugar bucólico, con varias mujeres y jovencitas con sus propios caracteres (la veterana, la puritana, la lolita, la niñita,…), y en medio un hombre intentando dominar la situación en su beneficio utilizando sus armas de hombre. Film valiente y adelantado a su tiempo, pues se atreve a mostrar a las mujeres como seres impulsivos con el deseo sexual, esto era propio de los hombres, pero al invertir los roles se da un prisma nuevo al mostrar a las féminas con sus propios anhelos de instintos básicos. La cinta está protagonizada por un extraordinario Clint Eastwood, en un rol atípico para él, máxime en época donde rodaba westerns de tipo duro lacónico misógino, no fue de extrañar la cinta fuera fracaso comercial, asimismo a su lado está una gran Geraldine Paige como mujer de mediana edad insatisfecha.

La película tiene inicio excelente marca a fuego el tono de la historia, primero con créditos iníciales con sobreimpresiones de fotografías (sepia) de la Guerra Civil Americana, adornado por música marcial de redoble de tambores, se oye de fondo ruidos de batallas, hasta que terminan los créditos y de modo sereno entra el color en pantalla sobre idílico bosque digno de cuento de hadas (en contraste con el belicismo pretérito), en el una inocente niña, Amy (Pamelyn Ferdin), busca setas pero encuentra a un soldado yanqui (McBurney encarnado por Clint Eastwood) malherido, y él le pregunta a ella la edad que tiene, ella responde “13 en septiembre”, entonces él viendo su turbación le dice, “Lo suficiente mayor para besos”, y le da un beso en los labios, ello con la manipuladora intención de que una patrulla sudista que pasa cerca no los descubra. Ante esta actitud cariñosa (de serpiente del paraíso) le ayuda a ir con ella al internado femenino donde reside, provocando un shock en la residencia; Este inicio marca el sino de la historia, primero con un protagonista masculino que no duda en acercarse a la pedofilia con tal de sobrevivir, y por otro lado el género femenino turbado por la presencia masculina.

Y es que el relato se mueve entre dos climas con respecto a la mujer. Por un lado está el temor de las féminas en la residencia a ser violadas (la podredumbre moral de los hombres, ya sea por los nordistas, como por los sudistas, todos son hombres), por otro lado está la hipocresía de que las mujeres deben ocultar sus impulsos sexuales, pero los bajos instintos inherentes al ser humano existen y salen a flote, el impulso sexual, que termina por hacer competir a todas por el “trofeo”, todas con sus diferentes personalidades, generando celos y envidias entre ellas. Esto lo intentará manejar el cabo mediante artimañas sutiles (ya desde que es recogido en la residencia y les dice a todas “son las confederadas más bonitas”), creyendo poder dominarlas, pero llegada la catarsis le explotará todo.

La señorita Martha Farnsworth de mediana edad es la directora de la escuela, enseña virtudes femeninas, el cabo ve la grieta emocional en la pérdida del “hermano”, intentará mostrarse como posible ayudante en la residencia, además de lisonjearla. Geraldine Page la encarna con enorme carisma, raza, visceralidad, mostrando ambigüedad nos hace dudar de las motivaciones reales de algunas acciones, maravillosa; Edwina Dabney es joven de 22 años, maestra virginal, sucesora de Martha en su labor. Su dulzura y rigidez ante los hombres es socavada con habilidad por el cabo, viendo sus debilidades. Elizabeth Hartman le da vida con delicadeza trémula, se mimetiza con el papel de modo incisivo; Carol es una adolescente con picores sexuales rebosantes, la más picarona y desinhibida, va directa al grano en su promiscuidad. Jo Ann Harris la encarna con sensualidad excelsa, una seductora femme fatale, electrizantemente lujuriosa; Amelia es una preadolescente se siente cautivada cuasi-paternalmente por el cabo, él ve en ella una tierna fruta a la que corromper ya desde que la ve y la besa. Pamelyn Ferdin le da vida con enternecedora bisoñez cándida; la cínica Hallie, criada esclava negra, brillante rol deja no se deja engatusar, se sabe esclava por dos motivos, por ser negra y por ser mujer, la esclava le dice al cabo “Los hombres blancos son iguales en todo el mundo”, y él cínicamente le espeta “Deberías decir que todos los hombres son iguales, sin importar el color”, emparejando machismo a racismo en un paralelismo que da a la reflexión.

La cinta tiene una primera parte imbuida de suspense e intriga, donde el cabo maneja los resortes con inteligencia, moviendo los hilos de forma sutil, presentando Siegel con gran capacidad de síntesis a los personajes, emitiendo claustrofobia atmosférica, dando sensación de ser la residencia una isla en medio de la nada, pero llegados a un punto crítico la historia torna en cine de terror, donde se da el duelo puritanismo vs lujuria, exponiendo los peligros de juega con “gatas” puedes terminar algo más que arañado, saliendo a relucir lo peor de la condición masculina,… (sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
... emborrachándose, amenazando con violarlas, matando a una mascota, etc, el Edén-Harem en el que se sentía el Premio el cabo se ha tornado en Averno, ello por mor de sentirse castrado simbólicamente. Hasta que todo desemboca en un final estremecedor, coronado por un epílogo de un cuento de hadas escalofriante en su crudeza naturalista.

Llama la atención la valentía en mostrar de modo gráfico el deseo transgresor de las mujeres de la residencia, sus fantasías ocultas, en este sentido es remarcable la ensoñación lésbica de la Sra. Farnsworth con la Srta. Dabney, enmarcada esto en un ménage à trois con el cabo; En contraposición a estos delirios eróticos está su vertiente puritana-religiosa, pues el mensaje de la película podría leerse como que el libertinaje es tóxico y malo, esta alegoría cristiana se maximiza con esa reproducción de La Piedad (1492) de Sandro Botticelli, ejerciendo el cabo John McBurney de pseudo-Jesucristo; Es mencionable el modo de manejar las voces en off como pensamientos de las mujeres acerca de la tentación que supone el cabo McBurney, como ese de la directora Martha, "Si esta guerra continúa por mucho más tiempo, me olvidaré de que alguna vez fui mujer", ayudando este recurso a componer la mentalidad compleja de estas mujeres.

La cinta posee un subtexto antibélico que subyace rascando un poquito, patente desde la canción tradicional estadounidense de los créditos iniciales y finales, de Dove Sheis a Pretty Bird, cantada por Eastwood, tonada profundamente irónica invita a hombres no se conviertan en soldados para se queden con sus mujeres, ya que estas pueden ser tan letales como la misma guerra, ello con claro paralelismo con la historia del film.

Puesta en escena espléndida en su función dramática de transmitir emociones y un estado de ánimo adecuado a su relato, empezando por su fenomenal diseño de producción de Ted Haworth (“El día más largo”), se filma en una finca de antes de la guerra cerca de Baton Rouge (Louisiana), en la parroquia de Ascension: la plantación Ashland-Belle Helene, una casa histórica construida en 1841, finca de plantación y hogar de Duncan Farrar Kenner, partes de los interiores filmadas en Universal Studios; esto enaltecido por la sensacional cinematografía del debutante en la materia en un largometraje Bruse Surtees (“Harry el sucio”), creando impresión cuasi-onírica, con tonalidades sepia, con mucha luz natural en interiores de velas, con subjetivos en plano bajo del cabo para emitir inquietud ante las mujeres, todo en un carácter gótico-expresionista, con mucho de simbolismo, ello en un trabajo exquisito; ayudado por una edición estupenda de Carl Pingitore (“Harry el sucio”) con superposiciones de fotogramas que sugieren ensoñaciones, con distorsiones, con la intrusión de flash-backs irónicos; La música es obra del argentino Lalo Schifrin (“Misión Imposible”), potenciando con sus melodías la tensión ambiental, con sonidos turbadores.

El guión maneja dos sibaritas metáforas sexuales emparejadas al hombre y el animal. Está el comentario de la criada Hallie que dice que con la llegada del cabo las gallinas que estaban tiempo sin poner huevos lo han vuelto a hacer, símbolo del macho que ha entrado en el gallinero; La otra alegoría tiene que ver con el cuervo que vemos amarrado en la baranda del balcón, ello mientras le curan la herida (claramente es el cabo), y al final termina colgado y muerto (lo dicho, es el cabo!).

Obra adelantada a su tiempo, fascinante relato de los que te atrapa en sus malsanas redes con una fábula cargada de mordacidad arrolladora. Fuerza y honor!!!

PD. Al final no me queda claro si el cabo John McBurney muere por la ingestión de setas venenosas, o por un ataque al corazón por creer estar siendo envenenado. Amy dice en el epílogo que las setas no eran venenosas, pero esto era cierto o mentira?

Para leer más sobre el film ir a: https://conloslumiereempezo.blogspot.com/2019/07/el-seductor.html
5
11 de diciembre de 2009
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quizá sea este largometraje uno de los menos conocidos de Clint Eastwood, claustrofóbico y esotérico, por momentos, en el que queda marcada la época en la que se realizo, no en la que se basa el film, donde lo que parece ser el cielo se convierte en el peor de los infiernos, hasta el punto de llegar a la mas grande de las tragedias, convirtiéndose los ángeles (las chicas de esta peculiar escuela) en los mismos demonios.
Puede ser también, que notemos a Clint Eastwood, sobreactuando un poco mas de la cuenta. Pasable película en la que no todo es como parece o como se cuenta.
8
20 de febrero de 2010 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La mejor película de Siegel es esta claustrofóbica visión de la llegada de un macho a un corral donde va a sublevar a todas sus habitantes. El conflicto expuesto en trazos gruesos se abre a múltiples sugerencias de todo tipo y se desarrolla mediante un guion excelente y una realización esplendorosa que alcanza sus mejores momentos en las secuencias de la elección de cama o en la terrible de la amputación-castración.

El director Clint Eastwood, muy sobrevalorado en mi opinión, debió de aprender mucho aquí de su maestro Siegel, por contra bastante minusvalorado.
7
11 de noviembre de 2017 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cine de autor de calidad el que nos muestra Don Siegel quizás en su obra más personal, más introspectiva, más sensual y más oscura.

Ambientada en la guerra de Secesión americana, aunque lo único que tiene que ver con ella es la presencia de un herido y la seguridad de que sus enemigos patrullan todos los días por la puerta de una institución escolar de señoritas, con tres adultas, una de ellas esclava negra, y media docena de chicas de diferentes edades, cobijan y curan a un soldado unionista herido.

A los fuertes convencionalismos sociales y religiosos de los sureños, se une un ambiente de sexualidad reprimida que está latente durante toda la cinta y es uno de sus grandes atractivos, donde Siegel le marca el camino a un inteligente soldado, Eastwood, que lo único que pretende es sobrevivir, y que sabe jugar con su indudable encanto y la atracción que todas las féminas sienten hacia él, desde la directora a la más tierna joven, presentándonos de forma clara y palpable los diferentes grados de amor que se pueden dar en una relación heterosexual, y donde se puede pasar del amor/atracción al odio en un fotograma.

Notable, 7.
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