Juventud
2015 

7.0
21,824
Drama. Comedia
Fred Ballinger (Michael Caine), un gran director de orquesta, pasa unas vacaciones en un hotel de los Alpes con su hija Lena y su amigo Mick, un director de cine al que le cuesta acabar su última película. Fred hace tiempo que ha renunciado a su carrera musical, pero hay alguien que quiere que vuelva a trabajar; desde Londres llega un emisario de la reina Isabel, que debe convencerlo para dirigir un concierto en el Palacio de ... [+]
13 de febrero de 2016
13 de febrero de 2016
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nadie sabe bien de qué va esta película. Para muestra, las críticas del resto de espectadores, que no tienen clara la historia. Creo que ni Paolo sabe bien qué quería contar. Un rollazo monumental de dos horas para contar que un jubilado está de retiro en Suiza y pensando lo de dirigir una orquesta para la reina. Nada más. Luego hay otros actores que dicen cosas y rellenan los 118 minutos de un guión que no va a ninguna parte. 118 minutos esperando a que pase algo. 118 minutos de "venga, que empiece ya la peli". Pero no pasa nada.
Eso sí: le casco un 8 porque ver en un cine la escena de la piazza di San Marco en Venezia es sólo equiparable a echar un polvo o comerse el mejor helado de frambuesas del mundo. Yo, que soy marica, me quedé boquiabierto con las enormes y preciosas tetas que cruzan a Michael Caine en una simpática fantasía donde ambos se encuentran en una inundada piazza di San Marco en Venezia, vestida por la oscuridad y una infinidad de luces. Es una escena que hay que ver antes de morirse, porque es de las más bonitas que he visto en el cine en toda mi vida.
Más adelante hay otras escenas perfectamente vestidas que sólo un italiano es capaz de rodar. La película tiene la habilidad de no contar absolutamente nada, pero dejarte clavado en la butaca observando las montañas suizas, tetas maravillosas y violines, como ningún yanqui es capaz de mostrártelo.
Eso sí: le casco un 8 porque ver en un cine la escena de la piazza di San Marco en Venezia es sólo equiparable a echar un polvo o comerse el mejor helado de frambuesas del mundo. Yo, que soy marica, me quedé boquiabierto con las enormes y preciosas tetas que cruzan a Michael Caine en una simpática fantasía donde ambos se encuentran en una inundada piazza di San Marco en Venezia, vestida por la oscuridad y una infinidad de luces. Es una escena que hay que ver antes de morirse, porque es de las más bonitas que he visto en el cine en toda mi vida.
Más adelante hay otras escenas perfectamente vestidas que sólo un italiano es capaz de rodar. La película tiene la habilidad de no contar absolutamente nada, pero dejarte clavado en la butaca observando las montañas suizas, tetas maravillosas y violines, como ningún yanqui es capaz de mostrártelo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Luego esas tetas vuelven a aparecer y son aún más magníficas, pero es al final de la película y tal vez, si no te gustan las tetas, no te merece estar en la sala otra hora y media sólo para verlas. Pero son una obra maestra de la naturaleza.
13 de febrero de 2016
13 de febrero de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tres años después de la soberbia La gran belleza llega a las pantallas españolas la nueva obra del realizador napolitano Sorrentino, esta vez de la mano de un reparto internacional y en un ambiente más recogido e íntimo, pero con idénticas preocupaciones temáticas; el paso del tiempo, las heridas del pasado, la vejez, la juventud, la familia y la felicidad. Menos felliniano esta vez, pero igualmente preciosista en el apartado visual, La juventud es una interesante y disfrutable película soberbiamente interpretada por Michael Caine, pero no logra emular la experiencia inmersiva y reflexiva de su predecesora.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Tres años después de la soberbia La gran belleza llega a las pantallas españolas la nueva obra del realizador napolitano Sorrentino, esta vez de la mano de un reparto internacional y en un ambiente más recogido e íntimo, pero con idénticas preocupaciones temáticas; el paso del tiempo, las heridas del pasado, la vejez, la juventud, la familia y la felicidad. Menos felliniano esta vez, pero igualmente preciosista en el apartado visual, La juventud es una interesante y disfrutable película soberbiamente interpretada por Michael Caine, pero no logra emular la experiencia submersiva y reflexiva de su predecesora.
Un compositor y un cineasta octogenarios se reúnen en un balneario alpino para descansar, reflexionar retrospectivamente sobre su vida y esperar con reposo a que se suceda su parte de vida restante. Son sólo dos inquilinos más de un escenario idílico que permanece aislado del tiempo y del espacio cual oasis de introspección en el que deambulan buscando respuestas todo tipo de personalidades y personajes extravagantes del mundo de la cultura y el deporte. Todos ellos hombres y mujeres en pausa que se encontrarán a sí mismos durante el transcurso del filme, y que se reconciliarán con su pasado familiar y personal a la vez que hallan una solución óptima para encarar satisfactoriamente su momento presente y sus respectivos testamentos laborales. Todo ello acompañado con hermosos paisajes suizos, humor absurdo, hermosa fotografía y montajes sonoros o musicales que combinados con su argumento principal invitan a reflexiones trascendentales diversamente acertadas.
Pero la abundancia de líneas narrativas y el desaprovechamiento del resto de intérpretes del reparto provoca que todo acabe siendo menos de lo que pretende, quedándose en la superficie y ofreciendo una experiencia gratificante para el espectador pero no deslumbrante ni especialmente memorable. Múltiples escenas se tornan rutinarias por mera repetición. Se reflexiona sobre la música pero nos quedamos con ganas de conocer más de la carrera de Fred, o de las películas de Mick. Rachel Weisz ofrece sugerentes pinceladas de una desencantada hija de la que sabremos menos de lo que desearíamos. Y, en última instancia, la banda sonora del filme y su realización se muestra solvente pero sin abandonar una poco arriesgada zona de confort, que incluso diriase desganada en esta ocasión. Ya sabíamos que Sorrentino es uno de los grandes de nuestros días; sabiendo de nuestro conocimiento, en esta ocasión ha decidido hacernos sonreír, en lugar de volver a enamorarnos.
Michael Caine, su forma y su temática hacen de esta una película ilustre y gratificante, muy recomendable de ver y analizar. Pero su hechizo nos hará quedarnos, por esta vez, con ganas de más.
Un compositor y un cineasta octogenarios se reúnen en un balneario alpino para descansar, reflexionar retrospectivamente sobre su vida y esperar con reposo a que se suceda su parte de vida restante. Son sólo dos inquilinos más de un escenario idílico que permanece aislado del tiempo y del espacio cual oasis de introspección en el que deambulan buscando respuestas todo tipo de personalidades y personajes extravagantes del mundo de la cultura y el deporte. Todos ellos hombres y mujeres en pausa que se encontrarán a sí mismos durante el transcurso del filme, y que se reconciliarán con su pasado familiar y personal a la vez que hallan una solución óptima para encarar satisfactoriamente su momento presente y sus respectivos testamentos laborales. Todo ello acompañado con hermosos paisajes suizos, humor absurdo, hermosa fotografía y montajes sonoros o musicales que combinados con su argumento principal invitan a reflexiones trascendentales diversamente acertadas.
Pero la abundancia de líneas narrativas y el desaprovechamiento del resto de intérpretes del reparto provoca que todo acabe siendo menos de lo que pretende, quedándose en la superficie y ofreciendo una experiencia gratificante para el espectador pero no deslumbrante ni especialmente memorable. Múltiples escenas se tornan rutinarias por mera repetición. Se reflexiona sobre la música pero nos quedamos con ganas de conocer más de la carrera de Fred, o de las películas de Mick. Rachel Weisz ofrece sugerentes pinceladas de una desencantada hija de la que sabremos menos de lo que desearíamos. Y, en última instancia, la banda sonora del filme y su realización se muestra solvente pero sin abandonar una poco arriesgada zona de confort, que incluso diriase desganada en esta ocasión. Ya sabíamos que Sorrentino es uno de los grandes de nuestros días; sabiendo de nuestro conocimiento, en esta ocasión ha decidido hacernos sonreír, en lugar de volver a enamorarnos.
Michael Caine, su forma y su temática hacen de esta una película ilustre y gratificante, muy recomendable de ver y analizar. Pero su hechizo nos hará quedarnos, por esta vez, con ganas de más.
26 de septiembre de 2016
26 de septiembre de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sucesión de reflexiones sobre la vida de dos amigos en su senectud. En un entorno idílico, rodeado de personajes extravagantes y con el subconsciente presente en todo momento. Conatos de Fellini con una propuesta estética a lo Wes Anderson. Película emotiva y visualmente bonita.
28 de septiembre de 2016
28 de septiembre de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras ver "La gran belleza" muchos pensamos que Paolo Sorrentino sería una respetable persona entrada en años, un cineasta italiana de larga trayectoria que había hecho una especie de testamento maravilloso de recuerdos para el celuloide. Pero resulta que no, es un director singular y a quien le queda, por fortuna, mucho por contar. A veces, podríamos decir que su buen gusto por la estética puede llegar a provocar empacho; sin embargo, lo que asusta es la hermosura de la que reviste alguna de sus escenas.
Por ejemplo, pensemos en "La juventud", donde nos lleva a un balneario de gente muy pudiente que vive alejada del mundanal ruido. Una cura de descanso. Un idílico lugar que permite al artista explotar varias de sus obsesiones. Una de ellas es muy napolitana: Diego Armando Maradona. Aunque no se diga en el film, es fácil identificar a la oronda figura con Marx tatuado en la espalda, una especie de alter ego del genial 10 argentino. En una de las escenas, el ex futbolista está siendo tratado de sus maltrechos pies por su pareja, en un balcón mientras su cabeza se puebla de recuerdos de glorias deportivas. "¿En qué piensas?", inquiere ella. "En el futuro", responde él con la tristeza de quien es consciente de que sus mejores momentos ya han pasado.
Así hay multitud de postales de exquisito gusto. Con una pareja de oro formada por Michael Caine y Harvey Keitel, Sorrentino explora algunas de sus obsesiones, no pocas de ellas relacionadas con el envejecimiento y las pasiones que nunca mueren. Carlito Brigante dejó dicho que no cambiamos, solamente perdemos impulso. Este músico y cineasta que coinciden en el utópico balneario hubieran hecho buenas migas con el personaje interpretado por Al Pacino.
Hay que tener el paladar con hambre y sed de sabores nuevos para disfrutar "Youth" en todo lo que vale. Eso sí, si se logra, la experiencia es inmejorable.
Por ejemplo, pensemos en "La juventud", donde nos lleva a un balneario de gente muy pudiente que vive alejada del mundanal ruido. Una cura de descanso. Un idílico lugar que permite al artista explotar varias de sus obsesiones. Una de ellas es muy napolitana: Diego Armando Maradona. Aunque no se diga en el film, es fácil identificar a la oronda figura con Marx tatuado en la espalda, una especie de alter ego del genial 10 argentino. En una de las escenas, el ex futbolista está siendo tratado de sus maltrechos pies por su pareja, en un balcón mientras su cabeza se puebla de recuerdos de glorias deportivas. "¿En qué piensas?", inquiere ella. "En el futuro", responde él con la tristeza de quien es consciente de que sus mejores momentos ya han pasado.
Así hay multitud de postales de exquisito gusto. Con una pareja de oro formada por Michael Caine y Harvey Keitel, Sorrentino explora algunas de sus obsesiones, no pocas de ellas relacionadas con el envejecimiento y las pasiones que nunca mueren. Carlito Brigante dejó dicho que no cambiamos, solamente perdemos impulso. Este músico y cineasta que coinciden en el utópico balneario hubieran hecho buenas migas con el personaje interpretado por Al Pacino.
Hay que tener el paladar con hambre y sed de sabores nuevos para disfrutar "Youth" en todo lo que vale. Eso sí, si se logra, la experiencia es inmejorable.
16 de octubre de 2017
16 de octubre de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
No tiene edad Paolo Sorrentino, anda por los 47, para escribir y plasmar con certeza la mirada filosófica de los viejos sobre la juventud; experiencia que casi siempre versaría sobre las ocasiones perdidas, las decisiones equivocadas, la pérdida de ilusión, enfermedades varias y el vacío existencial. Por eso sobrevuela las conversaciones y recuerdos de dos amigos artistas que coinciden en un balneario intentando plancharse las arrugas del alma. Fred se considera amortizado, sin nada más que ofrecer tras la muerte de la que era destinataria única de su música. Mick, sin embargo, rodeado de colaboradores noveles se niega a abandonar la dirección y a reconocer que nunca conseguirá mejorar lo ya conseguido; un Peter Pan de 80 años.
Sorrentino vuelve a construir esas atmósferas con realidades de ensueño, en las que la vida pasa y oxida de manera irreparable, pero aprovecha para romper tópicos que la perezosa intelectualidad da por inamovibles. Nos cuenta que la belleza no está reñida con la inteligencia, que los prejuicios casi siempre son erróneos, que los años no garantizan la madurez y que la franqueza puede causar más violencia que paz interior.
Con esa triste dulzura de lo irremediable, una vez más, el bueno de Paolo, abrazado a dos monstruos de la interpretación (Michael Caine y Harvey Keitel), nos habla de la reparación dolorosa (relación paterno-filial) y de la ruptura amorosa (amistad sin concesiones).
Sorrentino vuelve a construir esas atmósferas con realidades de ensueño, en las que la vida pasa y oxida de manera irreparable, pero aprovecha para romper tópicos que la perezosa intelectualidad da por inamovibles. Nos cuenta que la belleza no está reñida con la inteligencia, que los prejuicios casi siempre son erróneos, que los años no garantizan la madurez y que la franqueza puede causar más violencia que paz interior.
Con esa triste dulzura de lo irremediable, una vez más, el bueno de Paolo, abrazado a dos monstruos de la interpretación (Michael Caine y Harvey Keitel), nos habla de la reparación dolorosa (relación paterno-filial) y de la ruptura amorosa (amistad sin concesiones).
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