Guapis

«Guapis» el drama preadolescente disponible en Netflix prepara la primera sorpresa con una de sus protagonistas al verla bailar y contonearse en el arranque del filme, lo que devela una trama que podría no ser fácil para aquellos que negados a los cambios del comportamiento en la niñez de hace 20 o 30 años y el acelere por abandonarla y la permisión de los adultos para que así suceda.

Con el transcurrir del tiempo han llegado los dispositivos y con ellos para estás generaciones las redes sociales —una ventana les genera cierta adicción—, herramientas propicias para empatar y pertenecer a grupos sociales, con los que se aspira la aceptación a través de like y los comentarios positivos.

Amy de religión musulmana y residente en Francia, tiene un choque ideológico entre los usos y costumbres en casa y las percibidas en el exterior con niñas de su edad, quienes han entrado en una etapa de previa adolescencia y con ciertas metas en fijo, tratarán de cumplirlas en conjunto para lograr ese reconocimiento anhelado entre adultos y compañeros.

Pero Amy —el personaje central—, no encaja en algo por su educación y sobre todo por cuestiones de la ideosincracia familiar, que a su vez vive su drama, por lo que recurrirá a una autoexploración de sus alcances que la motivará a tener el sentido de pertenencia que ciertamente el baile le da a ella y al grupo un sentido de goce y posibilidades de trascendencia

Sin mayor pretensión que mostrar el desenvolvimiento de la niña por zonas un tanto espinosas, el director sólo muestra a través de la cámara una aceleración por dejar la niñez y pertenecer a costa del desencaje familiar, que a pesar de la rigidez del islamismo nunca hay ese regocijo de las consecuencias por las decisiones de la joven.

Cine de análisis, reflejo de realidades.

Amy (la extraordinaria debutante Fathia Youssouf) es una chica de 11 años recién mudada con su familia musulmana de origen senegalés a un departamento en una ciudad francesa. Su familia está conformada por su madre, una tía abuela y dos hermanos menores y un padre que está por arribar próximamente. En el colegio se vincula con cuatro compañeras (una de ellas vecina del edificio donde vive) y comienza a practicar con ellas para participar en un concurso de baile de lo que sería el equivalente del reguetón.

La directora Maïmouna Doucouré nos muestra en su opera prima el derrotero de Amy, quien por un lado se rebela contra los mandatos familiares y religiosos y, por el otro, busca integrarse al mundo de sus nuevas amigas (integración no exenta de choques) y que representaría lo opuesto a ellos y lograr su aceptación haciendo suyos otros mandatos, básicamente los relacionados con una sexualización prematura de su imagen como uno de los modos para trascender en las redes sociales. Amy se mira en el espejo de su madre y sabe que no quiere eso para ella e intenta con otros.

La película nos presenta con mucho acierto (y como un problema) el fenómeno de la interrupción brusca de parte de la niñez femenina con la irrupción de una imagen de sexualización precoz, con púberes empoderadas que juegan a verse (sólo a verse) y ser vistas como mujeres, en un juego que por otro lado las excede y que en el caso de la solitaria Amy actúa como vía de rebelión, fuga y posible integración. Ambas miradas, el "verse" y el "ser vistas" son las necesaria y acertadamente registradas por la cámara de Doucouré.
Sin embargo, el punto de vista de la película es el de Amy, quien a veces desafía mediante algunos de sus actos nuestra empatía.

Sin dudas que habrá mucha gente (los mismos torquemadas que la condenaron sin haberla visto) que no entenderá la cuestión de las miradas y seguirá censurando -a la defensiva- una película que pinta con enorme sensibilidad (y con algo de humor e incluso poesía) este fenómeno de las guapis (desafortunado título en castellano; en francés mignonne es bella o mona) y que culmina con un final maravilloso.

Esto es culpa de las feministas, de mee-too, de los movimientos como "Black Lives Matters", del famoso "regueton" o como se escriba, si es culpa de toda esa basura y excremento que hoy en día merodean el mundo, que asco. Lo admito, la vi solo por morbo pero aún así salí asqueado, no puede ser que la sexualización de los niños este permitida con tanta indiferencia.