Pensar que por culpa de las notas de otros usuarios casi me pierdo está maravilla...

La última de Gareth Evans es una de esas que no gustarán a la mayoría, pero fascinara a los amantes de las emociones fuertes. Con una ambientación perfecta y una mala sangre (nunca mejor dicho) de una brutalidad exquisita que, por momentos, me recordó a partes de Outlast 2, este filme con reminiscencias de obras como Silent Hill o El Ritual va directo a la estantería de los Must.

Nada más que decir que no hagáis caso del trolleo que hay por las redes. Si os gusta el miedo, las historias de ritos y dioses antiguos y no os importan los litros de sangre, debéis verla.

Como película en si, es muy superior a otras que hay del mismo género.

Gareth Evans se une al tren del crap de Netflix y lo hace con todo. Una película sobre sectas la cuál su director parece no tener una puta idea sobre el tema, ni hablar de la fantasía que le mete, supongo está ahí porque no supo cómo desarrollar algo que se le va de las manos minuto a minuto.

Los personajes son todos una mierda y solo están ahí para aburrirte, ninguno tiene un desarrollo digno, me da pena por Michael Sheen que se prestó a semejante paparruchada. Dan Stevens que se mantiene con cara de nada durante todo el metraje tampoco ayuda, su carisma es nulo.

Parece el episodio piloto de una serie pedorra al que se sabe que cancelan de entrada. Dos horas y pico de embole total y mal contada, digna de estar en el catálogo de Netflix.

Si quieren ver pelis sobre sectas y que estén a la altura, recomiendo

The Master (2012)
Rosemary’s Baby (1968)
The Wicker Man (1973)
The Invitation (2015)
The Sacrament (2013)
The Endless (2017)
Martyrs (2008)
Hereditary (2018)

Una misión, un viaje a una isla, y una aldea con una comunidad perturbadora. Punto de partida en una historia que se mantiene con intriga, hasta que comienzan a revelarse los misteriosos secretos de sus habitantes.
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Gareth Evans en su quinto largometraje no pierde la oportunidad de volver a desatar una ola de violencia extrema en su tramo final (tiene dos escenas realmente bestias). La cosa no queda ahí. Plantea el tema de la religión como un arma destructiva para el hombre, y posteriormente una interesante apología sobre la explotación de la naturaleza, a través de elementos sobrenaturales.
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No escatima en movimientos de cámara reconocibles que recuerdan al espectacular díptico 'The Raid' (Redada Asesina), o una gran realización a la hora de emplear sonidos ambientales y un montaje de primer nivel. Curiosa, extraña, y atípica exposición de variedad de géneros. Debo declarar que no me ha dejado indiferente. Volveré a verla.

Al principio, solo está el páramo.
Un páramo no solo de religión y causa, sino de cariño u apoyo familiar también.
En la Inglaterra de principios del S. XX, si lo perdías todo, no te quedaba nada.

Por lo que Thomas Richardson parte a predicar en el desierto: tras la pista de una hermana desaparecida, con la ausencia del amor paterno como única bendición, hacia un lugar donde algunos le exigieron explicaciones a Dios.
El camino es largo y silencioso, incluso escarpado para los menos creyentes, pero se muestra necesario para instalar esa rareza inherente compartida por todas las creencias ajenas, que no comprendemos del todo pero notamos funcionar.
Estamos todo lo lejos de alguna forma de santidad benévola como podríamos estar, es algo que se ve en miradas y rostros carcomidos, o personas que desaparecen al fondo de la esquina.

'El Apóstol', pese a esa apariencia grave, en realidad se acomoda como entretenimiento polivalente: aquí caben el terror, la acción y el misterio, con la separación justa para que nunca llegues a hacer pie en ninguna de sus superficies.
Tan pronto acompañas a Richardson buscando respuestas en territorio hostil, como le ves amenazado por aldeanos que buscan taladrar cabezas cual tapones de corcho cárnico, como notas que hay algo en ese túnel oscuro que no debería ser contemplado por ojos humanos.
El choque multigénero le sentaría mal a otro relato, pero no a este, que pone en boca de sus personajes el amor, el honor y lo ultraterrenal como si fueran conceptos desterrados hace tiempo, escritos en lenguas muertas que ya nunca habremos conocido.

Hay presencias en dicha isla viendo pasar las décadas, por mucho que Thomas solo pensara encontrarse con pobres aldeanos.
La cuestión acaba residiendo en cuánto de eso puede soportar ver él, cuando siendo hombre desposeído de fe acabó creyendo que la única maldad proviene de la codicia y envidia del ser humano: su condición de antiguo hombre santo colonizador, evangelizando salvajes, no le diferencia demasiado de esos dos líderes enfrentados que sacrificarían cualquier pariente por retener el, en el fondo, modesto poder que la omnipotente monarquía les permite conservar en su trozo de tierra.
Una curiosa ironía dispuesta, como si tal cosa, al fondo de este túnel a la inquietud, donde la tortura y la superstición confirman que las raíces podridas son las que más profundo se clavan.

Probablemente esto sea lo que nadie espera de su director, curtido en la yoya tailandesa.
Pero merece la pena dejarse entretener en este relato sobre los estigmas y conveniencias de la fe, como un cómic del siglo pasado que hubiera maladaptado referentes más ilustres.

El sentido de la película discurre en decorados de ultratumba, los actores desquiciados ante el lider del secta le siguen a pie con puntilla hasta el advenimiento de la verdad. Despuntaba algo pero luego se torno oscuro sin sentido. Es una historia de cuento sin verdad ni mentira, leyenda pura donde no hay por donde cogerla. Sin sentido por que no hay un racionamiento el guión, en un principio destaca que hay algo de historia pero luego se vuelve absurda ya que las cosas transcurren sin sentido sobre la secta. Pasas el rato y poco más