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Bon appétit

Drama. Comedia Esta es una historia de amigos que se atreven a cruzar esa delgada línea que separa la amistad del amor y que cambia la vida para siempre. Daniel, un joven y ambicioso chef español, acaba de conseguir su sueño: una plaza en el prestigioso restaurante de Thomas Wackerle en Zurich. Su extraordinario talento como chef le servirá para progresar en la exigente cocina de Wackerle, pero no podrá conseguir que su relación con Hanna, la ... [+]
Críticas 58
Críticas ordenadas por utilidad
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7
21 de julio de 2012 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comedia romántica con un toque sencillo que ha conseguido conmoverme, Hanna sin lugar a dudas es encantandora, atractiva en todos los sentidos. Lo mejor de la película es la búsqueda de los personajes por encontrar su lugar en el mundo, su inspiración, su felicidad,… el momento en el que Hanna canta “strange thing will happen” de “The Radio Dept” transmite un optimismo contagioso y sin lugar a dudas, la escena en la playa, Daniel me transmite nostalgia, tristeza, arrepentimiento,... pero a la vez una sensación de optimismo y de que todo cambiará, difícil de conseguir.
7
31 de mayo de 2013 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El mundo de los sentimientos es complejo, no estando exento de frecuentes confusiones entre sus diversos grados, incertidumbres que suelen acarrear un profundo dolor. La relación entre los personajes interpretados por Nora Tschirner y Unax Ugalde fluctúa entre ese binomio, cristalizándose al final de manera un tanto agridulce.
Nora Tschirner, una actriz alemana políglota -habla ruso, alemán, inglés y español- es, sin duda, una de las mejores actrices del cine europeo, su rol en esta ópera prima de David Pinillos es notable. No comprendo cómo no ha figurado aún en el reparto de alguna película americana, sino sólo exclusivamente en películas europeas.
Capítulo aparte merece la BSO de la película; en particular para mí supuso el descubrimiento del grupo escandinavo The Radio Dept, cuyo tema "Strange Things Will Happen" suena en la famosa escena del coche, camino del País Vasco.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Esa escena del coche, cuando el personaje de Nora Tschirner, mientras escucha la canción en el walkman, la canta en voz alta, cómo la mira el personaje de Unax Ugalde, e incluso la propia letra de la canción evoca en cierta manera la historia que ellos mismos están viviendo.
La otra escena que más me cautivó es el final, en la playa, cuando nuestro protagonista masculino abre el libro y se encuentra con una dedicatoria especial que subraya el valor de la amistad.
3
12 de mayo de 2011
6 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bon Apetit es un plato bien decorado, bien presentado y bien servido, pero si te atreves a probarlo es posible que te produzca salmonelosis (o algo peor).
La ambientación no lo es todo, está visto, y desde luego esta película, pecando ya per se de seudo-progresismo cosmopolita, lo más enaltecedor que nos ofrece es una tediosidad equiparable al más remoto drama histórico con la obvia carencia de originalidad en el guión.
Nos están contando una "historia" de un personaje guay que se dedica a la originalísima y apolítica profesión de la cocina minimalista, pero mientras tanto vas descubriendo que cualquier chef de segunda categoría podría haberte preparado mejor esta sopa de sobre. Que conste que soy un gran amante de la gastronomía, sin embargo tras aguantar hora y media de semejante basura interminable lo primero que se me vino a la cabeza fue un bocadillo de tortilla de patatas.
Los diálogos no sólo son lentos, sino que además son insulsos, siendo característica la sutileza emocional de los distintos personajes mas una serie de cambios bruscos que están más cerca de la comedia esperpéntica que del guión vasco imprevisible.
Si es que muchos vamos al cine a probar unas lentejas innovadoras, bien hechas y deliciosas y lo que acabamos por encontrarnos es un foie-grass denso, superficial y aburrido que pretende ser austero y profesional pero que no deja de ser más que una pamplina "europeoide", procurando ser un referente cultural y convirtiéndose entre vinagres de módena caramelizados en una "perfección técnica" puramente parcial que encuadra un guión que no se sustenta ni en los planos unipersonales eternos con cara de "mamá, quiero ser un artista de vanguardia".
Sí, con tanto plato y chiringuito en la costa del Mar Cantábrico me han entrado ganas de ir al baño a vomitar uno de los almuerzos minimalistas más absurdos que he tenido la oportunidad de contemplar en mi vida.
7
14 de noviembre de 2010
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
A pesar del doblaje, me ha gustado. Tiene buen ritmo, desde el principio, sin rodeos innecesarios ni artimañas baratas, y una historia romántica que, sin llegar a empalagar, te habla de la evolución de los personajes sin dártelo todo hecho.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Me sobra (al menos tal y como está construido) el personaje de Hugo, el italiano. Perfecto (hasta lo artificial) en todos los sentidos, a veces parece que sólo está ahí a modo de comodín para que ciertas cosas sean verosímiles o la historia fluya.
7
27 de diciembre de 2010 3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Historia de amigos que se besan” reza el título de esta producción española, primer largometraje de David Pinillos. Desde luego, si algo había en esta película eran besos, pero no busquen más allá. La posmodernidad es expuesta como única forma de vida posible. No han transcurrido ni diez minutos cuando recibimos el primer mensaje sesentayochista:“el amor solo es química”. Es Daniel quien firma esta sentencia. Las relaciones son solo sexo, y la atracción se acaba a los 3 años, viene a decirnos nuestro protagonista. Tanto Hanna como Hugo, están de acuerdo. Los encuentros entre Thomas y Hanna son únicamente eróticos (aunque esta se diga enamorada de su jefe), Daniel solo consigue obtener besos de Hanna, y Hugo va de flor en flor teniendo como diversión el placer.

Las relaciones líquidas son las únicas posibles, no existe nada verdadero en el amor digno de ser buscado. Claro que los problemas ante esta exaltación del sentir y ausencia de la voluntad y la razón no tardan en presentarse. Hanna queda embarazada de Thomas, y Daniel es incapaz tanto de amar a la que hasta ese momento era su novia como de obtener el amor completo y verdadero de la primera, aquel que afirmaba que no existía y cada vez con mayor urgencia necesita.

El choque con la cruda realidad los sume en la consternación. Y la salida a la que optan no es a través del otro, pues no se asume el error cometido hasta ahora, que es precisamente la falta de alteridad, sino la evasión. Daniel, Hanna y Hugo comienzan un viaje en el que se entregarán a las salidas nocturnas, donde el alcohol y las discotecas son la medicina perfecta para escapar al desastre.

Es aquí cuando se hace patente otro elemento posmoderno: la ausencia del padre. Tanto el de Daniel, pues se marchó a vivir con otra mujer, como el de la hija de Hanna, ya que Thomas no se hará cargo del pequeño para no ser descubierto; se trata de un irresponsable que no ha tenido en cuenta las repercusiones de sus actos en la vida de los demás, su único interés es conservar las cinco estrellas de su restaurante.

En esta oscuridad la única luz nos llega cercana al final. Hugo rechaza seguir trabajando en el restaurante. Se da cuenta de sus faltas y deja de lado su propio yo para darse a Hanna. Esta es tal vez la única salida del narcisismo imperante en toda la película. Sin embargo, su intención cae en saco roto. Hanna acepta su amistad, pero no comparte su amor. La inutilidad de comportamientos más nobles y verdaderos queda patente en la última escena, en la que Daniel aparece sentado sólo en la playa leyendo una carta de Hanna en la que le agradece todo su esfuerzo. Su mirada lo dice todo: de nada han servido mis esfuerzos por algo verdadero, sigo inmerso en la soledad. Una soledad que solo puede ser combatida con narcotizantes como el alcohol y el éxito, y donde la otreidad queda totalmente relegada. David Pinillos reconoce que esta forma de vivir la existencia no nos hace felices, pero es la única que él conoce.
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