El fotógrafo del pánico
7.2
7,754
Terror. Thriller
Böhm interpreta a psicópata que fotografía a sus víctimas mientras mueren; es un hombre profundamente perturbado, cuyo desequilibrio hunde sus raíces en la infancia. Su padre, un científico obsesionado por estudiar las reacciones infantiles ante el miedo, destrozó su psique y lo convirtió en un adulto acomplejado y afectado por una demencia demoníaca. El personaje necesita registrar en imágenes el terror que sienten sus víctimas antes ... [+]
1 de octubre de 2012
1 de octubre de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una de esas muchas películas que estaba esperando revisarla para calificarla. Y...
Sorprende el no de la crítica británica en esta década a la crudeza y la misoginia que desprende esta historia, a pesar de no haber ni una gota de sangre. Por otro lado la crítica abrazaba sin reparos a la no menos buena Psicosis del gran Alfred Hitchcock. Dando al traste con la carrera de Michael Powel que acabó retirándose al cine australiano.
Sin embargo la sombra de esta magnífica película es alargada, ya que su influencia ha llegado a muchos y grandes directores como Martin Scorsese o en Blow up (1965) de Antonioni, hasta Tesis (1995), de Amenábar, pasando por el cine de Brian De Palma.
Tal vez a los críticos no les agradó que se les enseñase el día a día de un director de cine tan cruel, tal vez un creador de lo que después se vino a denominar como “snuff movies”.
Con rasgos hitchcockianos, Powell reflexiona sobre el lado oscuro de la persona, el voyeurismo, el fetichismo y la fascinación por la muerte. Al mismo tiempo también lo hace sobre el hecho cinematográfico y la profesión de cineasta.
Carl Boehm es un personaje tan taciturno, huraño, tímido y amanerado como su colega Norman Bates; y es que curiosamente Powell, esta vez en solitario, sin su fiel colaborador Emeric Pressburger, construye un thriller bastante parecido en su trama a “Psicosis”, curiosamente rodada y estrenada casi simultáneamente.
Al final nos queda este film para el culto que debiera ser visionado por todo cinéfilo.
Sorprende el no de la crítica británica en esta década a la crudeza y la misoginia que desprende esta historia, a pesar de no haber ni una gota de sangre. Por otro lado la crítica abrazaba sin reparos a la no menos buena Psicosis del gran Alfred Hitchcock. Dando al traste con la carrera de Michael Powel que acabó retirándose al cine australiano.
Sin embargo la sombra de esta magnífica película es alargada, ya que su influencia ha llegado a muchos y grandes directores como Martin Scorsese o en Blow up (1965) de Antonioni, hasta Tesis (1995), de Amenábar, pasando por el cine de Brian De Palma.
Tal vez a los críticos no les agradó que se les enseñase el día a día de un director de cine tan cruel, tal vez un creador de lo que después se vino a denominar como “snuff movies”.
Con rasgos hitchcockianos, Powell reflexiona sobre el lado oscuro de la persona, el voyeurismo, el fetichismo y la fascinación por la muerte. Al mismo tiempo también lo hace sobre el hecho cinematográfico y la profesión de cineasta.
Carl Boehm es un personaje tan taciturno, huraño, tímido y amanerado como su colega Norman Bates; y es que curiosamente Powell, esta vez en solitario, sin su fiel colaborador Emeric Pressburger, construye un thriller bastante parecido en su trama a “Psicosis”, curiosamente rodada y estrenada casi simultáneamente.
Al final nos queda este film para el culto que debiera ser visionado por todo cinéfilo.
25 de octubre de 2012
25 de octubre de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bajo un extraño montaje colorido se dibuja a un sociópata que debió recorrer más las calles, aunque es verdad que era bastante difícil esconder su cámara, dentro de una profesión hay diferentes intereses y vicios, un tipo raro con un objetivo mayor que genera espectativas y quedan un poco en el aire, proyecciones que intimidan, mira y observa por una infancia complicada, cómo sus víctimas reaccionan ante el miedo, un desequilibrio adquirido por el experimento de su padre y que ahora busca consagrar durante la película.
El cine dentro de cine le favorece en su desarrollo, contagia con mayor facilidad la oportunidad, el laboratorio en casa también suma como escenario principal, aunque lo importante es el rodaje de los crímenes, la expresión de horror resume el intento de meter miedo en el espectador, algo nuevo desde el punto de vista que se trata de una investigación sobre los comportamientos humanos para completar un documental, yo y mi cámara.
Retratar el estado de shock violento, un maníaco y la madre alcohólica y ciega como enlace mediocre, no crea una atmósfera excesiva sino que se centra en retratar la enfermedad, el mirón que nunca grabará el amor, genera la confusión en su resolución tormentosa, no es morbosa ni brillante, pero es una idea que le habrá valido para generar grandes buenas críticas sobre contemplar la propia muerte en una gran despedida.
El cine dentro de cine le favorece en su desarrollo, contagia con mayor facilidad la oportunidad, el laboratorio en casa también suma como escenario principal, aunque lo importante es el rodaje de los crímenes, la expresión de horror resume el intento de meter miedo en el espectador, algo nuevo desde el punto de vista que se trata de una investigación sobre los comportamientos humanos para completar un documental, yo y mi cámara.
Retratar el estado de shock violento, un maníaco y la madre alcohólica y ciega como enlace mediocre, no crea una atmósfera excesiva sino que se centra en retratar la enfermedad, el mirón que nunca grabará el amor, genera la confusión en su resolución tormentosa, no es morbosa ni brillante, pero es una idea que le habrá valido para generar grandes buenas críticas sobre contemplar la propia muerte en una gran despedida.
4 de diciembre de 2014
4 de diciembre de 2014
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El mismo año que Hitchcock revolucionó para siempre el cine de terror con Psicosis y la incorporación de la figura del psycho-killer que tan jugosa fue en el terror de los ochenta; en Gran Bretaña, Michael Powell, director a reivindicar y que junto a Emeric Preusburger, regaló joyas incuestionables y de una calidad cinematográfica indudable como Las zapatillas rojas (1948) o Los cuentos de Hoffman (1951), dirigía en solitario la primera película que subjetivizó al espectador con la figura del asesino y sus actos.
Un clásico reivindicado con el paso del tiempo y que tiene en el uso expresivo del color su mayor atractivo, un elemento marca de la casa de Powell, además de las más que ejemplares escenas de asesinato.
Un notable personaje protagonista, interpretado por Karlheinz Böhm, al que se le añaden justificaciones de su desorden con traumas de su niñez, algo que también sucede con Norman Bates y que les dota de gran profundidad y enigmático atractivo; además del destacado talento de Powell en la cámara y su gusto por la luz y el color, convierten esta cinta en un clásico indiscutible del cine de terror.
Un clásico reivindicado con el paso del tiempo y que tiene en el uso expresivo del color su mayor atractivo, un elemento marca de la casa de Powell, además de las más que ejemplares escenas de asesinato.
Un notable personaje protagonista, interpretado por Karlheinz Böhm, al que se le añaden justificaciones de su desorden con traumas de su niñez, algo que también sucede con Norman Bates y que les dota de gran profundidad y enigmático atractivo; además del destacado talento de Powell en la cámara y su gusto por la luz y el color, convierten esta cinta en un clásico indiscutible del cine de terror.
14 de mayo de 2020
14 de mayo de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
129/14(12/05/20) Film de culto que en su estreno fue vilipendiado por la prensa, pero que con el paso de los años ha ido elevándose al nivel de gran película. Un thriller de suspense, intriga y dosis de terror psicológico británico dirigido por Michael Powell (en su segunda realización en solitario, lejos del binomio con Emeric Pressburger), con guion basado en su propia historia de Leo Marks, gira en torno a un asesino en serie que asesina a mujeres mientras usa una cámara de súper 8 portátil para grabar sus expresiones moribundas de terror. La cinta levantó en su estreno gran controversia por el tratamiento de sus temas de voyeurismo, abuso infantil, pornografía, sadomasoquismo, y los asesinatos de prostitutas en subjetivo (fue la primera película en presentar los asesinatos en el POV del asesino). Pero lo que subyace es un abordaje freudiano de la complicada psique humana, donde el origen de nuestras patologías adultas está en nuestros traumas de la infancia, encauzándolo en el voyeurismo, el placer de contemplar, y con ello se nos emparenta con el propio criminal, al hacernos co-partícipes de su fetichismo, nosotros somos también entusiastas morbosos ‘espías’ de la pantalla, diciéndonos que ver una película nos convierte en potenciales escopofílicos, siendo en este sentido una llamada de atención, donde el uso de la cámara (hoy día aún más popularizada hasta extremos enfermizos con los Smart-phones y las redes sociales) se llega a convertir en un acto de vampirización. Powell nos ofrece un film inquietante, turbador, subyugante, elaborando un clima opresivo que te va calando en su malsano ambiente cargado de tensión latente, donde como la mencionada hitchcockiana “Psycho” sugiere más que muestra, pero lo hace tan bien que parece hayas visto algo que solo ha sucedido fuera de campo. El British Film Institute la nombró la 78a mejor película británica de todos los tiempos, y en 2017 una encuesta de 150 actores, directores, escritores, productores y críticos de la revista Time Out la ubicó en la 27a mejor película británica de la historia. El término 'Peeping Tom' es en el argot inglés sinónimo de mirón/voyeur.
Tiene un inicio donde el director deja patente su maestría y originalidad. Primero vemos un plano fijo que parece sacado (influenciado) en la obra pictórica del estadounidense Edward Hopper. Estamos de noche en un callejón, vemos a una prostituta en el Soho londinense (reminiscencias al victoriano asesino Jack el Destripador), alguien en la oscuridad la filma con su cámara portátil de 16mm, se acerca a ella y los dos vana la habitación de trabajo de ella, todo lo vemos en primera persona, el ‘cliente’ saca su cámara que permanecía escondida, y entonces vemos el rostro horrorizado de la meretriz. Tras lo que vemos al criminal en su habitación oscura rememorando en su grabación los hechos, y vemos el rostro del tipo, con lo que sabemos no vamos a jugar al ‘whodonit’. Marcando el carácter del protagonista y de la atmósfera de la película. Powell coloca al propio cine en una agresión sexual que termina en asesinato, nos hace cómplices de su excitación patológica, donde la simbología es notoria la cámara se convierte en un falo violador.
Powell tiene la complicada tarea (y exitosa) de poner de protagonista a un asesino, un retrato de personalidad donde nos lo deconstruye y psicoanaliza de forma sensacional con jugosas píldoras sobre su pasado, donde las obsesiones sobre el miedo provienen de su padre que gustaba de grabarlo mientras le asustaba, esto introducido orgánicamente fluido en varios proyecciones (donde el director Michael Powell jugando al metacine es la figura del padre y el niño es su hijo) lo cual hace empaticemos con él, y a la vez hace que nos sintamos incómodos, nos muestra a Mark como un tipo de apariencia tímida, frágil, educado, sensible, alejado de la imagen del Monstruo que lleva dentro. Mark tiene dos trabajos, maneja una gran cámara en un estudio de cine británico, y es fotógrafo especializado en pornografía, es un tipo introvertido y solitario, solo parece tener la permanente compañía de su cámara Bell & Howell. Ser que al utilizarla ha ido incubando y retorciendo los sádicos ‘experimentos’ que su padre científico (AN Lewis, célebre científico y autor del multivolumen "El miedo y el sistema nervioso") realizó sobre él cual conejillo de indias, hasta derivarlo en goce sexual con el rostro de terror de sus víctimas y esto además se redobla cuando puede volver a revivirlo esa desencajada expresión en celuloide, está obsesionado con congelar el temor, ese segundo antes de que sus víctimas saben que van a morir. El actor germano Karlheinz Böhm da una actuación estupenda como el desequilibrado Psycho-killer, le dota de mundo interior expresivo, de vulnerabilidad, su expresividad se modula de modo brillante en cada situación, impregna a su actuación de elegancia con esa omnipresente trenka (propiedad de Michael Powell), ademanes educados, pero transmitiendo una gran capacidad de que conectemos con sus traumas.
Hay durante el metraje una singular dosificación de humor negro (Ese tipo que al comienzo va a la tienda a comprar revistas ‘picantes’ y no se atreve a decirlo claramente por vergüenza, siendo ‘sorprendido’ por una niña; los encuentros con las modelos que van a ser fotografiadas por Mark; las escenas en el set de filmación); mezclado con un romance que juega el elemento redentor con Helen Stephens (demasiado frágil Anna Massey), el que puede hacer cambiar al protagonista, sacarlo de su caparazón enfermizo: todo ello en un análisis del morbo de atrapar el temor y la belleza, siendo extraño el momento en que Mark en una sesión fotográfica descubre a una joven hermosa de perfil y al mostrarse de frente ve su labio deformado, ye esta imperfección lo magnetiza y turba; En esta ambigüedad de la imagen resulta sugestivo el personaje de la madre del interés romántico de Mark,una mujer ciega (gran Maxine Audley),...(sigo en spoiler)
Tiene un inicio donde el director deja patente su maestría y originalidad. Primero vemos un plano fijo que parece sacado (influenciado) en la obra pictórica del estadounidense Edward Hopper. Estamos de noche en un callejón, vemos a una prostituta en el Soho londinense (reminiscencias al victoriano asesino Jack el Destripador), alguien en la oscuridad la filma con su cámara portátil de 16mm, se acerca a ella y los dos vana la habitación de trabajo de ella, todo lo vemos en primera persona, el ‘cliente’ saca su cámara que permanecía escondida, y entonces vemos el rostro horrorizado de la meretriz. Tras lo que vemos al criminal en su habitación oscura rememorando en su grabación los hechos, y vemos el rostro del tipo, con lo que sabemos no vamos a jugar al ‘whodonit’. Marcando el carácter del protagonista y de la atmósfera de la película. Powell coloca al propio cine en una agresión sexual que termina en asesinato, nos hace cómplices de su excitación patológica, donde la simbología es notoria la cámara se convierte en un falo violador.
Powell tiene la complicada tarea (y exitosa) de poner de protagonista a un asesino, un retrato de personalidad donde nos lo deconstruye y psicoanaliza de forma sensacional con jugosas píldoras sobre su pasado, donde las obsesiones sobre el miedo provienen de su padre que gustaba de grabarlo mientras le asustaba, esto introducido orgánicamente fluido en varios proyecciones (donde el director Michael Powell jugando al metacine es la figura del padre y el niño es su hijo) lo cual hace empaticemos con él, y a la vez hace que nos sintamos incómodos, nos muestra a Mark como un tipo de apariencia tímida, frágil, educado, sensible, alejado de la imagen del Monstruo que lleva dentro. Mark tiene dos trabajos, maneja una gran cámara en un estudio de cine británico, y es fotógrafo especializado en pornografía, es un tipo introvertido y solitario, solo parece tener la permanente compañía de su cámara Bell & Howell. Ser que al utilizarla ha ido incubando y retorciendo los sádicos ‘experimentos’ que su padre científico (AN Lewis, célebre científico y autor del multivolumen "El miedo y el sistema nervioso") realizó sobre él cual conejillo de indias, hasta derivarlo en goce sexual con el rostro de terror de sus víctimas y esto además se redobla cuando puede volver a revivirlo esa desencajada expresión en celuloide, está obsesionado con congelar el temor, ese segundo antes de que sus víctimas saben que van a morir. El actor germano Karlheinz Böhm da una actuación estupenda como el desequilibrado Psycho-killer, le dota de mundo interior expresivo, de vulnerabilidad, su expresividad se modula de modo brillante en cada situación, impregna a su actuación de elegancia con esa omnipresente trenka (propiedad de Michael Powell), ademanes educados, pero transmitiendo una gran capacidad de que conectemos con sus traumas.
Hay durante el metraje una singular dosificación de humor negro (Ese tipo que al comienzo va a la tienda a comprar revistas ‘picantes’ y no se atreve a decirlo claramente por vergüenza, siendo ‘sorprendido’ por una niña; los encuentros con las modelos que van a ser fotografiadas por Mark; las escenas en el set de filmación); mezclado con un romance que juega el elemento redentor con Helen Stephens (demasiado frágil Anna Massey), el que puede hacer cambiar al protagonista, sacarlo de su caparazón enfermizo: todo ello en un análisis del morbo de atrapar el temor y la belleza, siendo extraño el momento en que Mark en una sesión fotográfica descubre a una joven hermosa de perfil y al mostrarse de frente ve su labio deformado, ye esta imperfección lo magnetiza y turba; En esta ambigüedad de la imagen resulta sugestivo el personaje de la madre del interés romántico de Mark,una mujer ciega (gran Maxine Audley),...(sigo en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
...a la que el guión confiere un sexto sentido para ver lo que no se ve, cual objetivo subliminal de una cámara, capaz de captar el mundo interior convulso de Mark, con el que mantiene un neurálgico encuentro en su cuarto ‘oscuro’, duelo donde la actriz resulta brillante manejando la tensa situación.
Powell despliega espléndido sentido estético en la puesta en escena, ayudado por la fascinante cinematografía del checo Otto Heller (“El quinteto de la muerte”), influenciado (como ya he mencionado) por Edward Hopper, experimentado con las tomas POV que nos ponen en el lugar de Mark Lewis, con un juego cromático fulgente que hace que el rojo (pasión y sangre) desborde la pantalla, aportando dramatismo a través de la oscuridad, las penumbras, los focos (epítome el cuarto oscuro de Mark Lewis), proyectando sensaciones turbias, manejando la iluminación de forma muy expresiva para objetivar y oscurecer a la vez, creando en la miscelánea de muchos momentos nivel de pesadilla, como esa toma en primer plano de un reflejo avernal deformado. Sensacional labor; La partitura musical fue escrita por Brian Easdale (“Las zapatillas rojas”) e interpretada por el virtuoso australiano Gordon Watson,s amolda a los momentos de intensidad sin ser intrusiva.
Spoiler:
Momentos recordables (aparte de los ya mencionados); El bajo mi punto de vista el mejor tramo del film es toda la secuencia en que Mark queda con una actriz, Vivian (estupenda Moira Shearer) para grabarla en un set de cine, todo una danza de movimientos de Mark alrededor de ella, jugando con sus ganas de gustar, moviendo la iluminación, midiendo el raccord, todo muy elegante, hasta que Mark la filma en primer plano sacando el cuchillo de la pata de su trípode, y oyéndose con ello un grito desesperado de miedo; La reveladora charla de Mark con el psicólogo Rosen (notable Martin Miller), donde Mark descubre que su patología podría haberse curado en pocas semanas, su expresión resulta desoladora;
El guionista Leo Marks basó partes de la película en su experiencia al crecer como hijo de Benjamin Marks, propietario de la librería Marks & Co en Londres; elementos de Peeping Tom se basan en sus observaciones de los residentes del centro de la ciudad que frecuentaban la tienda de su padre. La prostituta, Dora, asesinada en la escena de apertura de la película, se basó en una prostituta de la vida real que era mecenas habitual de la librería Marks & Co. Mientras escribía el guión, Marks creía que las motivaciones detrás del asesinato de Lewis eran completamente sexuales, aunque afirmaría en retrospectiva que sentía que la compulsión psicológica del personaje era menos sexual de lo que era inconsciente. Antes de escribir el guión, Marks, un polímata, había trabajado como criptógrafo durante la Segunda Guerra Mundial.
Pamela Green, entonces una conocida modelo de glamour en Londres, fue elegida para el papel de Milly, una de las víctimas de Lewis, que aparece desnuda en la pantalla en los momentos previos a su escena de asesinato. La aparición de Green marcó la primera escena en el cine británico en presentar desnudez frontal.
Martin Scorsese, que durante mucho tiempo ha sido un admirador de las obras de Powell, ha declarado que esta película, junto con las 8½ de Federico Fellini, contiene todo lo que se puede decir sobre la dirección: Siempre he sentido que Peeping Tom y 8½ dicen todo lo que se puede decir sobre el cine, sobre el proceso de lidiar con el cine, la objetividad y subjetividad del mismo y la confusión entre los dos. 8½ captura el glamour y el disfrute de la realización de películas, mientras que Peeping Tom muestra la agresión de esto, cómo la cámara viola ... Al estudiarlas puedes descubrir todo sobre las personas que hacen películas, o al menos las personas que se expresan a través de las películas.
Notable film de terror psicológico, de los que recuerdas con satisfacción en el modo de hacerte reflexionar sobre nuestro inherente voyeurismo. Fuerza y honor!!!
Powell despliega espléndido sentido estético en la puesta en escena, ayudado por la fascinante cinematografía del checo Otto Heller (“El quinteto de la muerte”), influenciado (como ya he mencionado) por Edward Hopper, experimentado con las tomas POV que nos ponen en el lugar de Mark Lewis, con un juego cromático fulgente que hace que el rojo (pasión y sangre) desborde la pantalla, aportando dramatismo a través de la oscuridad, las penumbras, los focos (epítome el cuarto oscuro de Mark Lewis), proyectando sensaciones turbias, manejando la iluminación de forma muy expresiva para objetivar y oscurecer a la vez, creando en la miscelánea de muchos momentos nivel de pesadilla, como esa toma en primer plano de un reflejo avernal deformado. Sensacional labor; La partitura musical fue escrita por Brian Easdale (“Las zapatillas rojas”) e interpretada por el virtuoso australiano Gordon Watson,s amolda a los momentos de intensidad sin ser intrusiva.
Spoiler:
Momentos recordables (aparte de los ya mencionados); El bajo mi punto de vista el mejor tramo del film es toda la secuencia en que Mark queda con una actriz, Vivian (estupenda Moira Shearer) para grabarla en un set de cine, todo una danza de movimientos de Mark alrededor de ella, jugando con sus ganas de gustar, moviendo la iluminación, midiendo el raccord, todo muy elegante, hasta que Mark la filma en primer plano sacando el cuchillo de la pata de su trípode, y oyéndose con ello un grito desesperado de miedo; La reveladora charla de Mark con el psicólogo Rosen (notable Martin Miller), donde Mark descubre que su patología podría haberse curado en pocas semanas, su expresión resulta desoladora;
El guionista Leo Marks basó partes de la película en su experiencia al crecer como hijo de Benjamin Marks, propietario de la librería Marks & Co en Londres; elementos de Peeping Tom se basan en sus observaciones de los residentes del centro de la ciudad que frecuentaban la tienda de su padre. La prostituta, Dora, asesinada en la escena de apertura de la película, se basó en una prostituta de la vida real que era mecenas habitual de la librería Marks & Co. Mientras escribía el guión, Marks creía que las motivaciones detrás del asesinato de Lewis eran completamente sexuales, aunque afirmaría en retrospectiva que sentía que la compulsión psicológica del personaje era menos sexual de lo que era inconsciente. Antes de escribir el guión, Marks, un polímata, había trabajado como criptógrafo durante la Segunda Guerra Mundial.
Pamela Green, entonces una conocida modelo de glamour en Londres, fue elegida para el papel de Milly, una de las víctimas de Lewis, que aparece desnuda en la pantalla en los momentos previos a su escena de asesinato. La aparición de Green marcó la primera escena en el cine británico en presentar desnudez frontal.
Martin Scorsese, que durante mucho tiempo ha sido un admirador de las obras de Powell, ha declarado que esta película, junto con las 8½ de Federico Fellini, contiene todo lo que se puede decir sobre la dirección: Siempre he sentido que Peeping Tom y 8½ dicen todo lo que se puede decir sobre el cine, sobre el proceso de lidiar con el cine, la objetividad y subjetividad del mismo y la confusión entre los dos. 8½ captura el glamour y el disfrute de la realización de películas, mientras que Peeping Tom muestra la agresión de esto, cómo la cámara viola ... Al estudiarlas puedes descubrir todo sobre las personas que hacen películas, o al menos las personas que se expresan a través de las películas.
Notable film de terror psicológico, de los que recuerdas con satisfacción en el modo de hacerte reflexionar sobre nuestro inherente voyeurismo. Fuerza y honor!!!
1 de enero de 2021
1 de enero de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al igual que le ocurrió a Hitchcock, no fue hasta pasados unos años que el cine de "los arqueros" (nombre de su productora) fue reconocido como autoral e imprescindible en la filmografía británica del pasado siglo. Michael Powell, esta vez sin su indisoluble socio húngaro Pressburger abandona su zona de confort y sin perder sus señas de identidad arriesga con este thriller psicológico estrenado unos pocos meses antes que "Psicosis" sobre una historia del criptógrafo inglés Leo Marks reconvertido en escritor, dramaturgo y guionista después de la IIGM. "Psicosis" fue una gran éxito. "Peeping Tom" ( El mirón), fue considerada "malvada y pornográfica" y supuso diez años de ostracismo para "los arqueros" hasta que Martin Scorsese la reestreno en el 71 en Nueva York alabando todas sus virtudes.
En la película sigue estando presente la exquisitez formal de Powell y su innegable y autoral tratamiento del color que enmarca dramáticamente a la perfección la historia de un hombre que arrastra un trauma infantil indeleble al que Carl Boehm sabe sacarle partido a su rostro angelical y reflejar en su mirada su infierno interior. Un estudio psicológico de personaje que quedó sepultado por un hipócrita conservadurismo moral que apenas unos años después se resquebrajaba como seña de identidad de la década de los 60. Powell se adelantó un poco, lo suficiente para pagar un precio elevado en su hasta la fecha exitosa carrera popular.
Obviamente para los estándares actuales el horror y la violencia presentes en la cinta se nos antojan casi pueriles, pero el desasosiego sigue estando ahí y las escenas en las que el protagonista es torturado en su infancia dejan una huella difícil de olvidar que probablemente va directa a los miedos conscientes o inconsciente que nos asaltan en nuestra propia infancia y cuyas secuelas son imprevisibles.
Y por supuesto, en paralelo o por encima de ello está la reflexión que nos provoca Powell sobre el propio cine en tanto en cuanto nos convierte a todos en mirones donde enjuagar nuestras propias psiquis. Dice mucho de la personalidad de los directores en función de lo que ruedan y como lo ruedan y Powell entra en un juego de metaficción no exento de humor sobre la experiencia de filmar. Muy interesante el apunte que hace TOM REGAN en su comentario sobre la película en filmaffinity en torno a la madre ciega que es capaz de ver aquello que no se ve a simple vista, como hace el buen cine.
¿Quien, cuando Lady Godiva cabalga desnuda, bajo pacto de que sus ciudadanos se encierren en su casas para no incomodarla, no siente la tentación de mirar por el ojo de la cerradura, para contemplar lo prohibido, convirtiéndose en peeping Tom?.
cineziete.wordpress.com
En la película sigue estando presente la exquisitez formal de Powell y su innegable y autoral tratamiento del color que enmarca dramáticamente a la perfección la historia de un hombre que arrastra un trauma infantil indeleble al que Carl Boehm sabe sacarle partido a su rostro angelical y reflejar en su mirada su infierno interior. Un estudio psicológico de personaje que quedó sepultado por un hipócrita conservadurismo moral que apenas unos años después se resquebrajaba como seña de identidad de la década de los 60. Powell se adelantó un poco, lo suficiente para pagar un precio elevado en su hasta la fecha exitosa carrera popular.
Obviamente para los estándares actuales el horror y la violencia presentes en la cinta se nos antojan casi pueriles, pero el desasosiego sigue estando ahí y las escenas en las que el protagonista es torturado en su infancia dejan una huella difícil de olvidar que probablemente va directa a los miedos conscientes o inconsciente que nos asaltan en nuestra propia infancia y cuyas secuelas son imprevisibles.
Y por supuesto, en paralelo o por encima de ello está la reflexión que nos provoca Powell sobre el propio cine en tanto en cuanto nos convierte a todos en mirones donde enjuagar nuestras propias psiquis. Dice mucho de la personalidad de los directores en función de lo que ruedan y como lo ruedan y Powell entra en un juego de metaficción no exento de humor sobre la experiencia de filmar. Muy interesante el apunte que hace TOM REGAN en su comentario sobre la película en filmaffinity en torno a la madre ciega que es capaz de ver aquello que no se ve a simple vista, como hace el buen cine.
¿Quien, cuando Lady Godiva cabalga desnuda, bajo pacto de que sus ciudadanos se encierren en su casas para no incomodarla, no siente la tentación de mirar por el ojo de la cerradura, para contemplar lo prohibido, convirtiéndose en peeping Tom?.
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