Sere breve.
El planteamiento inicial me resulta interesante, incluso el desarrollo medio de los hechos.
Ahora, no me llega el desenlace, me resulta forzado y rompe con el leiv motiv de la historia.
Algo así, como si no supiera cerrarla y optase por algo convencional y manido.

El narrarla con pocos diálogos es una de sus fuertes bazas y sello de la casa K-K-D.
La relación entre el preso y la mujer sin aliento, te la puedes hasta llegar a creer, echándole imaginación.

Ella da la impresión de estar hastiada de su vida y él, ni que decir tiene.
Esto podría ser un leiv motiv, personajes abocados a su destrucción.
Con el mínimo aliento para seguir viviendo.

En un presidio coreano, un condenado a muerte recibe la visita de una joven mujer casada que reclama verlo, asegurando que fue su novia. Le permiten el encuentro, porque una autoridad ¿compasiva? ¿curiosa? que controla todo desde un monitor conectado a una cámara de video, permite su ingreso. Poco a poco, se entabla una relación creciente de acercamiento entre ambos, y la mujer le lleva sus canciones y evocaciones de la primavera y el otoño, acompañada de un pequeño aparato de audio. Por último, todo desemboca en un intento de acercamiento físico. El preso tiene colegas privados de la libertad que, aparentemente por celos, le arrebatan pequeños recuerdos que la visitante le entrega, como fotografías. Hay una relación compleja entre ellos, de agresiones y ayudas mutuas. Por supuesto, todo ésto le producirá por fin problemas de índole conyugal a la mujer que tiene marido e hija. Con buenas actuaciones, suspenso y un ritmo razonable, con linda música se despliega un guión francamente entretenido e interesante, una de las mejores películas que vi últimamente.

Sentir la muerte a pesar de estar viva parece ser el debate interno de la protagonista. La infidelidad del marido la hace explorar el mundo de la muerte, el cual ya lleva dentro por la misma infidelidad. Una familia que se puede destruir la lleva a explorar un mundo que le conduce por el camino de la muerte. Una secuencia de imágines marvillosas con muy poco diálogo y sin casi sonido. Este film de Kim Ki-Duk nos hace reflexionar entre vivir la vida en familia o decidirse por alejajarse con traición de ésta. Presenta una visión moalista entre lo que para el autor debe ser y lo que no debe ser la familia. Para no mencionar la letra de la canción final y dejar la inquietud al nuevo expectador, la podemos interpretar así: cuando le haces el mal a alguien cercano, así sea jugando, la situación no te deja oir los gritos de dolor de tu ser querido, sino que solo oyes las consecuencias del mal hecho. Excelente película digna de ver y analizar. Quizás algo inferior a la primavera, el verano......pero muy buena y, sobre todo, de autor.

Cuatro estaciones del año para cuatro encuentros es la nueva propuesta del surcoreano Kim Ki-duk en una película que continúa pisando el terreno del drama visto desde una perspectiva colorista y naïf. La historia no deja de ser original e interesante: una mujer decide vengarse del adulterio de su marido, seduciendo a un condenado a muerte en una serie de sucesivas visitas en la cárcel. Ki-duk narra la película como en él es habitual, sin apenas diálogos, dejando que el espectador viva la historia a través de las miradas y los gestos de los personajes y aunque uno puede seguir el hilo de la trama sin mayores dificultades no puede evitar una vez finalizada que se le han escapado aspectos fundamentales para acabar de entenderla.

Es notable por otra parte el trabajo de los actores, del que destacaría a Zia, perfecta en un papel tan difícil como desconcertante. De su mano nos vemos sumergidos en una poética visión sobre la fuerza del amor y la pasión por encima de las convenciones, de la frágil linea que separa la vida y la muerte, del aliento que en definitiva puede deparar el destino cuando la soledad ha hecho perder toda esperanza.

Una película típica del cine que nos llega del lejano Oriente, original, personal, extraña y creativa pero también difícil de digerir.

Lo mejor: los encuentros en la cárcel.

Lo peor: su hermetismo.