He visto la quinta temporada de... Fargo...
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Un 7. Quizás algo generoso, pero es que la gran mayoría de la temporada se lo merecía.

Cada temporada es una historia independiente, así que, se puede ver sin haber visto ninguna previa.

Me ha gustado, porque la protagonista es uno de los tipos de personaje que me hace disfrutar un montón: Una mujer menuda, que, en base a su astucia y buen hacer, se convierte en un ser letal.

Parte importante es la lucha contra un modelo patriarcal exacerbado, plasmado en el principal enemigo de la protagonista, así que, puede que haga las delicias del sector más feminista. Aunque para mi gusto, hay un par de detalles en los que se pasan un poco.

A mí me ha enganchado, entretenido, y, también, aburrido en algún momento, pero ha sido poco y en algún capítulo específico. La mayoría del tiempo me ha tenido encantado, disfrutando lo que que me mostraban.

De hecho, no recuerdo que ninguna de las temporadas anteriores me hayan hecho disfrutar más que ésta.

La serie ha recuperado el nivel de las dos primeras temporadas. Hawley ha asimilado el cine de los Coen, que se hace palpable en personajes, situaciones y diálogos. Localiza la intriga en la era Trump, poblada de masculinidades tóxicas, hombres infantilizados, comportamientos groseros; un clima volátil, irrespirable. Juno Temple exhibe su valía haciendo de esa ama de casa perseguida por su pasado. Jon Hamm nunca se había lucido tanto desde "Mad Men"; da miedo. Y Jennifer Jason Leigh demuestra una vez más lo increíble actriz que es.

Fargo V coquetea con el terror, realiza un ejercicio de estilo, enfrenta continuamente la luz y la oscuridad. También nos acerca a la terrible realidad de las mujeres maltratadas. Hasta convierte a la figura habitual del pistolero solitario en un ser mitológico, triste, trágico, inmortal, necesitado de un poco de amor. Como todos.

Para mí, la más decepcionante de las temporadas.

Nada que ver con la vibrante vertiginosa y delirante temporada I que ya desde el primer plano nos prometía dejarnos sin aliento.

Fargo en estado puro

Tras una temporada más floja de lo habitual, Noah Hawley vuelve a brillar en lo visual, vuelve a atrapar con lo narrativo y vuelve a regalarnos una historia intensa, hilarante y emotiva. No es tan fresca como las primeras, le falta un poco la sensación de caos y a sus personajes les falta estupidez, pero yo la pondría al mismo nivel por un detalle clave: el final de esta temporada es el mejor de toda la serie, atípico, un capítulo que te provoca una sonrisa y una lágrima.

La trama se aleja un poco del tema mafioso, o más bien lo presenta de forma diferente, pues la organización criminal está construida bajo el amparo de la ley. No falta la supervivencia del tigre y otras metáforas animales. No falta el asesino a sueldo estrambótico, las personas comunes, la investigación policial. La temática invierte un poco el mensaje clásico de Fargo y nos habla no de lo emocionante que es romper la ley, sino de la satisfacción que produce llevar una vida normal, la rutina diaria de una familia. Me ha gustado eso de que los pecados de una vida pueden ser curados con una simple muestra de amor y de que tus malos actos no tienen por qué condenarte a una vida de sufrimiento. Si es que a veces la felicidad se encuentra a un pequeño bocado de distancia.

El reparto destaca por sus buenas interpretaciones y hay dos que muestran un grandísimo nivel: Juno Temple y Sam Spruell, magnéticos. Tampoco lo hace mal Jon Hamm como villano.

La recomiendo.

Tintes del mejor Fargo: Personajes extravagantes, diálogos sorprendentes, estética retro, fotografía de calidad...

Pero todo queda empañado, reducido, cubierto por la lona del progresismo. Lo más importante es que todas las mujeres se vean empoderadas y los hombres caricaturizados (como poco).

Una pena que no se centraran en la gran serie que estaban creando, iban camino del sobresaliente. Pero es la realidad que nos ha tocado vivir.