Concursante
6.4
15,316
Drama. Comedia
Ácida sátira de la sociedad actual. Martín Circo Martín, el afortunado ganador del mayor concurso de la historia de la televisión, recibe un premio valorado en tres millones de euros. Sin embargo, el golpe de suerte de Martín dará un vuelco a su vida convirtiéndola en una auténtica pesadilla. “Un golpe de suerte… puede arruinar tu vida”. (FILMAFFINITY)
4 de octubre de 2010
4 de octubre de 2010
18 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hola,
He visto esta película y el corto 15 días antes de ir a ver Buried.
Me temo que me ha despertado dudas. Película demagógica en la que se sirve del acento argentino para alargar monólogo tras monólogo que exponen algunas verdades y muchas exageradas críticas a no se sabe bien qué.
No es cierto que ganar ese premio sea un problema y no son ciertas las explicaciones que se dan sobre la financiación y la usura. Si sabes de economía, vas a quedar perplejo con las conclusiones del protagonista. Lo obvio es real, lo deducido es completamente cuestionable. Las actuaciones secundarias muy flojitas.
La grabación a mí no me disgusta, los cambios de plano son interesantes y sólo me molesta que empiece de forma interesante y de repente entra en una agonía estúpida que no sabe cómo terminar, así que la deja ahí, en el aire.
He visto esta película y el corto 15 días antes de ir a ver Buried.
Me temo que me ha despertado dudas. Película demagógica en la que se sirve del acento argentino para alargar monólogo tras monólogo que exponen algunas verdades y muchas exageradas críticas a no se sabe bien qué.
No es cierto que ganar ese premio sea un problema y no son ciertas las explicaciones que se dan sobre la financiación y la usura. Si sabes de economía, vas a quedar perplejo con las conclusiones del protagonista. Lo obvio es real, lo deducido es completamente cuestionable. Las actuaciones secundarias muy flojitas.
La grabación a mí no me disgusta, los cambios de plano son interesantes y sólo me molesta que empiece de forma interesante y de repente entra en una agonía estúpida que no sabe cómo terminar, así que la deja ahí, en el aire.
11 de abril de 2009
11 de abril de 2009
16 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
A menudo escribo desde el cachondeo, pero este panfleto me pide otra cosa. Esta parábola de la sociedad capitalista no es más que una gran demagogia para regocijo de aprioristas convencidos, puro activo tóxico. El director sólo nos deja ver las estrellas que a él le interesan. Gran montaje y dominio de los mecanismos propagandísticos, por eso le doy un 6.
El ejemplo de las moneditas y el interés, del que se vale para explicar el funcionamiento de la economía, es demencial. No sé si esta gente habrá oído hablar de la creación de riqueza, de incremento de la producción, y, por lo tanto, de la masa monetaria. De no haber existido crecimiento económico REAL, seguiríamos viviendo en el neolítico. Pretender que una sociedad y una economía como las actuales pueden explicarse de modo tan burdo, es de analfabetos económicos, o de manipuladores impresentables. Aunque una cosa no excluye a la otra. El mundo empezó a salir del atraso cuando los instrumentos de crédito fueron haciéndose más complejos y facilitaron el crecimiento a través de la inversión. Eso se tradujo en libertad individual, en desarrollo técnico y científico, en creciente bienestar y en la progresiva ruptura de la sociedad estamental. La base para cualquier actividad económica desarrollada es la confianza, la esencia del crédito. Ahora los bancos se enfrentan a una pérdida de credibilidad, de ahí que se haya restringido el crédito. Este sistema no es perfecto y no está a salvo de corruptos, especuladores e ineptos: una política crediticia alocada es uno de los factores que nos ha llevado a la actual crisis, que ha arrastrado a muchos bancos (y los que quedan), aunque a sus responsables se los haya blindado de modo indigno. Y, por cierto, la cantidad de oro en el mercado ha variado enormemente a lo largo de la historia, al igual que su valor de mercado. Además, el patrón oro se abandonó en tiempos de Nixon. Hay que ponerse al día.
Las mentiras manipuladoras de la película parecen sacadas de “Zeitgeist”: “Cuando el banco presta un millón lo que hace es imprimir un millón”. Menuda sandez; ningún banco, excepto el central de cada país, o el BCE, tiene potestad para hacerlo. “Éramos inmoral e indecentemente ricos”. Eso está en la base de la moral más reaccionaria; era lo defendido por el catolicismo más ultra, a menudo el más corrupto.
Tiene cojones que gran parte de la financiación de la película la hayamos facilitado nosotros, a través de los impuestos (“mecanismos de transferencia de riqueza, desde los que mantienen la sociedad, hacia los ricos”) y las subvenciones. Hace falta tener cara. Lo más triste es que algunas de estas absurdas teorías se pueden escuchar en alguna que otra facultad y también a ciertos columnistas y políticos. Así nos va.
El ejemplo de las moneditas y el interés, del que se vale para explicar el funcionamiento de la economía, es demencial. No sé si esta gente habrá oído hablar de la creación de riqueza, de incremento de la producción, y, por lo tanto, de la masa monetaria. De no haber existido crecimiento económico REAL, seguiríamos viviendo en el neolítico. Pretender que una sociedad y una economía como las actuales pueden explicarse de modo tan burdo, es de analfabetos económicos, o de manipuladores impresentables. Aunque una cosa no excluye a la otra. El mundo empezó a salir del atraso cuando los instrumentos de crédito fueron haciéndose más complejos y facilitaron el crecimiento a través de la inversión. Eso se tradujo en libertad individual, en desarrollo técnico y científico, en creciente bienestar y en la progresiva ruptura de la sociedad estamental. La base para cualquier actividad económica desarrollada es la confianza, la esencia del crédito. Ahora los bancos se enfrentan a una pérdida de credibilidad, de ahí que se haya restringido el crédito. Este sistema no es perfecto y no está a salvo de corruptos, especuladores e ineptos: una política crediticia alocada es uno de los factores que nos ha llevado a la actual crisis, que ha arrastrado a muchos bancos (y los que quedan), aunque a sus responsables se los haya blindado de modo indigno. Y, por cierto, la cantidad de oro en el mercado ha variado enormemente a lo largo de la historia, al igual que su valor de mercado. Además, el patrón oro se abandonó en tiempos de Nixon. Hay que ponerse al día.
Las mentiras manipuladoras de la película parecen sacadas de “Zeitgeist”: “Cuando el banco presta un millón lo que hace es imprimir un millón”. Menuda sandez; ningún banco, excepto el central de cada país, o el BCE, tiene potestad para hacerlo. “Éramos inmoral e indecentemente ricos”. Eso está en la base de la moral más reaccionaria; era lo defendido por el catolicismo más ultra, a menudo el más corrupto.
Tiene cojones que gran parte de la financiación de la película la hayamos facilitado nosotros, a través de los impuestos (“mecanismos de transferencia de riqueza, desde los que mantienen la sociedad, hacia los ricos”) y las subvenciones. Hace falta tener cara. Lo más triste es que algunas de estas absurdas teorías se pueden escuchar en alguna que otra facultad y también a ciertos columnistas y políticos. Así nos va.
12 de enero de 2009
12 de enero de 2009
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tiene un poco de todo, pero hilado de tal forma, que sólo podremos apreciar la impacable y creativa factura de su conjunto.
Es una película que pasea por cada género, con ingenio y suma habilidad, y que a pesar de eso, no deja de ser endiabladamente entretenida, y por eso, y por que es una obra rica y brillante, resulta difícil copremder su mediocre funcionamiento en taquilla. Quizás, un mal juego de marketing.
Es, Concursante, una película endiablada, gracias al nóvel Rodrigo Cortés, un director de infernal habilidad y desparpajo desatado y el versatil Sbaraglia, que le acompaña excéntrico y apasionado, junto a una paleta de actores igual de acertada.
Es una película que pasea por cada género, con ingenio y suma habilidad, y que a pesar de eso, no deja de ser endiabladamente entretenida, y por eso, y por que es una obra rica y brillante, resulta difícil copremder su mediocre funcionamiento en taquilla. Quizás, un mal juego de marketing.
Es, Concursante, una película endiablada, gracias al nóvel Rodrigo Cortés, un director de infernal habilidad y desparpajo desatado y el versatil Sbaraglia, que le acompaña excéntrico y apasionado, junto a una paleta de actores igual de acertada.
22 de enero de 2009
22 de enero de 2009
10 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nos enfrentamos al universo de Martín, la subida a los cielos y el batacazo al infierno personal de este hombre que decide vender su vida, sin saberlo, por un puñado de regalos, para mayor exactitud 500 millones de pesetas en regalos de todo tipo...¿un lujo, o una futura sepultura social?
Pobre Martín... y qué suerte para Leonardo Sbaraglia, que se sale por los extremos de la realidad, hace un papel espectacular, qué divertido en sus buenos momento, qué claustrofóbico en los peores, un experto para pasar de un extremo a otro sin notar el punto de
inflexión.
Y qué gran ayuda para esto el director, que desmontando la historia y engranándola a su propio gusto, ha hecho que a mi, particularmente, me parezca un trabajo muy limpio, bien estructurado, al ver la consecución de imágenes que formaban parte de este espectáculo se podía ver que el director tenía totalmente claro lo que quería filmar en cada momento.
Director y actor han hecho que el resto de personajes sean eso, relleno para soportar la historia, pero no para desviarla, sí, desviarla pese a su esencia, porque esto es claramente un desorden de los que cuando alguien quiere ordenarlo, es necesario decir: ¡quieto! ¡que
así sé dónde está todo!
Tal vez si se contara la historia tal cual, todos en general nos habríamos aburrido, quién no sabe lo caros que son los regalos de los concursos... pero tal y como se hizo, todo parecen verdades absolutas, como son las matemáticas, todo depende de cómo se mire, y como dice Martín, hay millones de estrellas en el cielo, sólo somos capaces de ver unas pocas, y esa noche estaba nublado...
Pobre Martín... y qué suerte para Leonardo Sbaraglia, que se sale por los extremos de la realidad, hace un papel espectacular, qué divertido en sus buenos momento, qué claustrofóbico en los peores, un experto para pasar de un extremo a otro sin notar el punto de
inflexión.
Y qué gran ayuda para esto el director, que desmontando la historia y engranándola a su propio gusto, ha hecho que a mi, particularmente, me parezca un trabajo muy limpio, bien estructurado, al ver la consecución de imágenes que formaban parte de este espectáculo se podía ver que el director tenía totalmente claro lo que quería filmar en cada momento.
Director y actor han hecho que el resto de personajes sean eso, relleno para soportar la historia, pero no para desviarla, sí, desviarla pese a su esencia, porque esto es claramente un desorden de los que cuando alguien quiere ordenarlo, es necesario decir: ¡quieto! ¡que
así sé dónde está todo!
Tal vez si se contara la historia tal cual, todos en general nos habríamos aburrido, quién no sabe lo caros que son los regalos de los concursos... pero tal y como se hizo, todo parecen verdades absolutas, como son las matemáticas, todo depende de cómo se mire, y como dice Martín, hay millones de estrellas en el cielo, sólo somos capaces de ver unas pocas, y esa noche estaba nublado...
6 de diciembre de 2013
6 de diciembre de 2013
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque conscientemente peque de pedante es muy interesante de ver sobre todo si te interesan los asuntos económicos. En cierta forma constituye un intento de hacernos ver lo "difícil" o "triste" que puede llegar a ser el ser rico, y por ende una forma de reivindicar lo que usualmente conocemos como pobreza. Lo que me lleva al siguiente punto:
El mayor problema del film es que la excusa que monta para poder desarrollar su discurso es bastante floja. El problema del protagonista no es volverse rico, sino volverse idiota. Su vida no se cae a pedazos a causa de la riqueza que adquiere sino de lo mal que él la ejecuta, ilógicamente ya que es un genio de la economía.
Pasando al lado cinematográfico. El film es visualmente diferente, no necesariamente efectivo. Si bien la fotografía es bastante acertada y los movimientos bruscos de cámara son necesarios para contagiar el frenetismo, es el montaje el que falla pese a su atrevido estilo, no sólo porque su tempo es irónicamente atemporal y confuso (esto producto también del guión), sino porque a veces se torna innecesariamente videoclipero.
El hecho de que todo lo que vemos es un relato interior (del subconsciente) del protagonista parece haber sido la excusa de Cortés para dibujar unos personajes más absurdos y con reacciones más inexplicables que superan al mismísimo David Lynch (véanse la madre del economista y su adicción a la TV, o la loca de la silla de ruedas, y el peor de todos: el padrastro zombie del prota). Y parafraseando al propio Martín Circo Martín (curioso nombre, de hecho), esto nos vuelve a colocar al principio de la cuestión ya que es esa constante inexplicabilidad en las actitudes extremistas de los personajes las que generan las situaciones tan surrealistas que se suceden en el film.
Por ende, es una película que entretiene, que puede ser didáctica aunque no tenga todas las verdades, pero que sólo se justifica su visionado por el interés que uno pueda tener en conocer las teorías aquí propuestas, por el resto la verdad que aporta bien poco.
El mayor problema del film es que la excusa que monta para poder desarrollar su discurso es bastante floja. El problema del protagonista no es volverse rico, sino volverse idiota. Su vida no se cae a pedazos a causa de la riqueza que adquiere sino de lo mal que él la ejecuta, ilógicamente ya que es un genio de la economía.
Pasando al lado cinematográfico. El film es visualmente diferente, no necesariamente efectivo. Si bien la fotografía es bastante acertada y los movimientos bruscos de cámara son necesarios para contagiar el frenetismo, es el montaje el que falla pese a su atrevido estilo, no sólo porque su tempo es irónicamente atemporal y confuso (esto producto también del guión), sino porque a veces se torna innecesariamente videoclipero.
El hecho de que todo lo que vemos es un relato interior (del subconsciente) del protagonista parece haber sido la excusa de Cortés para dibujar unos personajes más absurdos y con reacciones más inexplicables que superan al mismísimo David Lynch (véanse la madre del economista y su adicción a la TV, o la loca de la silla de ruedas, y el peor de todos: el padrastro zombie del prota). Y parafraseando al propio Martín Circo Martín (curioso nombre, de hecho), esto nos vuelve a colocar al principio de la cuestión ya que es esa constante inexplicabilidad en las actitudes extremistas de los personajes las que generan las situaciones tan surrealistas que se suceden en el film.
Por ende, es una película que entretiene, que puede ser didáctica aunque no tenga todas las verdades, pero que sólo se justifica su visionado por el interés que uno pueda tener en conocer las teorías aquí propuestas, por el resto la verdad que aporta bien poco.
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