Realmente es, sin lugar a dudas, y si nos alejamos de la dificultad que supone el acercarse a un cine mucho más invisible e inabarcable que el que puebla la accesible cartelera comercial actual, una joya indiscutible esta película de un Miguel Gomes que, con una puesta en escena donde se combina el cine mudo con el narrativo en primera persona, logra un largomentraje sobresaliente. Si se supera la complicada primera hora inicial, uno se sumerge en una película inmensamente lírica, un extraño suceso fílmico que no veía el cine desde hace mucho tiempo. El realizador funde con habilidad el cine romántico, donde un pasado que deja ver las huellas de un tiempo perdido y nunca recobrado y la postal en blanco y negro, donde cada fotograma se viste de fotografías arañadas por una "saudade" que hace que el que decida aventurarse a esta historia, el lograr recobrar un poso de tristeza que permanece en el tiempo.

Fantástica película, que nos lleva a otras épocas para ver cine, cine del bueno, cine con mayúscula, y que nos mantiene en la butaca pendientes de lo que pueda pasar a los protagonistas. Primero, en la actualidad, esa señora mayor, casi anciana, con su sirvienta negra y la vecina, tan religiosa ella queriendo ayudar, y una hija ausente de la que hablan continuamente. La segunda parte, contada por un anciano, el Sr. Ventura, nos transporta al África colonial, y a una historia de amor y de aventuras. La cinta, además de rodada en blanco y negro y sin diálogos en su segunda parte, está envejecida, como si realmente los espectadores estuviéramos viendo una de Charlot, los Hermanos Marx, o cualquiera de nuestros viejos ídolos.
¡Ah! y atención al principio, con unas escenas subrrealistas geniales.