Lo mejor de mi vida
2015 

6.0
3,200
Drama
Historia de la relación entre un padre y su hija a lo largo de 25 años. Todo comienza en Nueva York en la década de los 80, donde Jake Davis, novelista ganador del Pulitzer y viudo reciente tras la muerte de su esposa, lucha contra una enfermedad mental al tiempo que intenta criar a Katie, su hija pequeña. (FILMAFFINITY)
15 de enero de 2016
15 de enero de 2016
10 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
De Padres a Hijas se resume muy bien con la imagen que he puesto de la peli. Así, como la foto, os transmite lo mismo, una diabetes de campeonato. Dramón largo y tedioso sobre una niña que perdió a su madre y que, cuidada por su padre, Russell Crowe, que se comía su comida y la de la pobre niña, quedó escuálida y autodestructiva cayendo de hombre a hombre y follo porque me toca, mientras añora la vida de niña con su papaito que la quería mucho pero que estaba como un cencerro. A mi suegra seguro que le gusta, o quizás la encuentre lenta, pero es de los temas que le van, novelescos, de telefilm dominguero. Da pena ver a un puñado de buenos actores enfrentándose a un guión tramposo y sentimentaloide. Si la veis ojo con los niveles de glucosa en sangre.
28 de enero de 2016
28 de enero de 2016
5 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creo firmemente en la convicción de que Russell Crowe es uno de los mejores actores de nuestro tiempo, y a pesar de las críticas no muy merecidas de este metraje, lo demuestra una vez más. Hace unos cuantos años ya, demostró al mundo y a la crítica mundial (como ya había hecho Jack Nicholson en 'One flew over the Cuckoo's nest' y el propio Crowe en 'A beautiful mind') que se pueden llevar a la gran pantalla, personajes tan grandiosos como sus patologías mentales.
De nuevo, lo vuelve a hacer, considerando -como mera espectadora- que los brotes psicóticos en forma de crisis convulsivas que sufre, están increíblemente logrados. Puede que la objetividad no sea la mayor de mis virtudes, pero pocas veces me ha costado defender su buen hacer, aunque esta vez no sea una de sus mejores obras.
Podría desmenuzar esta película toma a toma, escena a escena, podría, pero es algo que no haré. Explicaré el por qué. En todo su largo y ancho, se suceden una serie de escenas que crean ganas de saber más, pero también desconcierto. Siempre he sido una gran admiradora de dos cosas en el séptimo arte: las voces en off, y los flashbacks.
De nuevo, lo vuelve a hacer, considerando -como mera espectadora- que los brotes psicóticos en forma de crisis convulsivas que sufre, están increíblemente logrados. Puede que la objetividad no sea la mayor de mis virtudes, pero pocas veces me ha costado defender su buen hacer, aunque esta vez no sea una de sus mejores obras.
Podría desmenuzar esta película toma a toma, escena a escena, podría, pero es algo que no haré. Explicaré el por qué. En todo su largo y ancho, se suceden una serie de escenas que crean ganas de saber más, pero también desconcierto. Siempre he sido una gran admiradora de dos cosas en el séptimo arte: las voces en off, y los flashbacks.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Pues bien, llega un punto en el que los flashbacks parece que dejan de tener sentido, que se pierde el hilo del argumento, en el que se desdibuja el motivo, lo que se pretende contar. Entiendo que 'Fathers and Daughters' habla de las relaciones paternales que se crean, de cómo amar y dejar ser amado. Incluso del miedo a ser abandonado por aquellos que te quieren, pero sinceramente, no me convence. Entiendo que Katie, interpretada por Amanda Seyfried, supla su falta de amor y de confianza acostándose con chicos para todos los gustos, por aquello de que es una niña perdida. Sin embargo, me llega a parecer incoherente que otras facetas de su vida estén completamente intactas, como el hecho de que es capaz de ayudar a una niña a amar y confiar, cuando ni siquiera ella misma es capaz. Por otro lado, me resulta chocante que ella, que tanto ha sufrido por la pérdida de sus padres, sea una Psicóloga en ciernes, que ama su trabajo y que además, se le da francamente bien. Llega a resultar contradictorio con su forma de vida.
En cuanto a Amanda Seyfried, considero que está sobreactuada la mayor parte del tiempo, que no encaja en el rol de chica promiscua y perdida, incapaz de amar. Me ha llamado la atención también, la forma de conocer el amor, de la intensidad de una relación que acaba de comenzar, del rápido pasar de las escenas y los sentimientos entre la pareja formada por Aaron Paul y Amanda Seyfried. Y no precisamente por estar bien contado, sino por la rapidez inadecuada de su historia de amor.
Siempre he creído que Diane Kruger, además de ser un bellezón, no es mala actriz. Llevo años deseando verla en un papel de 'mala' y, sin ser perfecta, tampoco resulta descafeinada. Quvenzhané -nombre impronunciable, de paso sea dicho- está correcta en su rol, siempre quedando en un segundo plano.
No puedo dejar de nombrar la aparición estelar de Jane Fonda, que aunque breve, nunca da lugar a la crítica.
Para dejar un poco de lado lo que considero no incorrecto, pero sí potencialmente discutible en este largometraje, tengo que ensalzar ciertos aspectos. A pesar de todo, o a su favor, la industria del cine no tiene por qué seguir las reglas de lo coherente y previamente establecido, por eso declaro que esta es única y exclusivamente una opinión personal. Creo también, que cumple su función: entretener y emocionar al espectador, que hasta yo, norteña de corazón pétreo, he podido vislumbrar en la mezcla de iones y agua que corría por mis mejillas en ciertos momentos.
El final feliz es indiscutiblemente merecido. Resulta agradable ver, como después de todo lo sufrido, Katie consigue recordar a través de la última obra de su padre y del amor ajeno -y propio-, que el mundo puede ser un lugar feliz en el que vivir, donde sentir y sufrir está bien, donde por encima de todo, estos sentimientos nos hacen más fuertes en lugar de matarnos.
En cuanto a Amanda Seyfried, considero que está sobreactuada la mayor parte del tiempo, que no encaja en el rol de chica promiscua y perdida, incapaz de amar. Me ha llamado la atención también, la forma de conocer el amor, de la intensidad de una relación que acaba de comenzar, del rápido pasar de las escenas y los sentimientos entre la pareja formada por Aaron Paul y Amanda Seyfried. Y no precisamente por estar bien contado, sino por la rapidez inadecuada de su historia de amor.
Siempre he creído que Diane Kruger, además de ser un bellezón, no es mala actriz. Llevo años deseando verla en un papel de 'mala' y, sin ser perfecta, tampoco resulta descafeinada. Quvenzhané -nombre impronunciable, de paso sea dicho- está correcta en su rol, siempre quedando en un segundo plano.
No puedo dejar de nombrar la aparición estelar de Jane Fonda, que aunque breve, nunca da lugar a la crítica.
Para dejar un poco de lado lo que considero no incorrecto, pero sí potencialmente discutible en este largometraje, tengo que ensalzar ciertos aspectos. A pesar de todo, o a su favor, la industria del cine no tiene por qué seguir las reglas de lo coherente y previamente establecido, por eso declaro que esta es única y exclusivamente una opinión personal. Creo también, que cumple su función: entretener y emocionar al espectador, que hasta yo, norteña de corazón pétreo, he podido vislumbrar en la mezcla de iones y agua que corría por mis mejillas en ciertos momentos.
El final feliz es indiscutiblemente merecido. Resulta agradable ver, como después de todo lo sufrido, Katie consigue recordar a través de la última obra de su padre y del amor ajeno -y propio-, que el mundo puede ser un lugar feliz en el que vivir, donde sentir y sufrir está bien, donde por encima de todo, estos sentimientos nos hacen más fuertes en lugar de matarnos.
14 de febrero de 2016
14 de febrero de 2016
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Tengo una hija que criar”, aunque me cueste la vida.
La transición de papatica, mía y de nadie más, a Katie, adulta y de nadie, te mantiene pegada a la pantalla, el por qué de ese desorden psicológico que le lleva a ayudar a los demás pero a herirse a si misma, incapacidad de amar y permitir ser amada como fruto de ese desierto duro, áspero y seco que es por dentro y cuyo origen se encuentra en esa infancia feliz que, aún no se sabe cuándo, cómo ni por qué derivó a una angustia anímica y agudizado dolor a ser abandonada y un miedo constante a no dejar de sufrir.
Sólo que, tan revelador misterio de raíz y causa no parece estar a la altura de lo esperado, el desenlace de tan cautivador y tierno juego, entre pasado y presente, cubre para dar razón de todo el teatro visionado pero no deja de ser ligeramente endeble para tanta espera, seducción, sencillez y dulzura de performance.
Trágica historia, hiriente y culpable, con ese aroma dulce, comprensible y cariñoso que arropa tanta dolencia y que envuelve el ambiente con estima y placer, un drama no resuelto, que se regodea en sus flashback temporales, con gotas hipnóticas de amor, dicha y alegría que abrazan y sugestionan sin levantar gran arrebato, pero con la justa eficiencia para no despegar el interés del libreto.
El relato gusta, las escenas seducen y el juego incógnita funciona lo suficiente para no perder estela de lo narrado, aún anticipando su camino y desenlace; nada importa, Russel Crowe, simpático y sobrecogedor, es el papá héroe que lo dará todo por su querida retoña, amada bendición que le inspira para escribir y le da fuerzas para resistir las embestidas de la vida; Kylie Rogers, maravillosa, conquista los corazones de la audiencia como chispita de papa que todavía no conoce su porvenir fatídico, más una atractiva, hundida y desarmada Amanda Seyfried que induce a mantener la atención y saber de ella pues, al igual que la requerida tiende una mano a quien inocentemente lo necesita, tú te quedas a su lado oyendo y observando por tristeza, afecto, preocupación y predilección voluntaria por conocer de su vida y descubrir su gran tormento.
No dejo de apuntar que es todo un clásico que sigue los pasos esperados sin saltarse una coma, que es emotividad cliché usada para establecer esa conexión bonita, grata y sensible con el público pero, lo realiza con soltura, naturalidad y vocación de acompañarles sin lamento; es estándar pero ¡qué más da! si disfrutas del cuento, de sus emociones y de la conexión afectiva, doliente y entusiasmada que se establece entre los actores y con su concurrencia expectante.
La familia y sus desgarradores y espléndidos momentos, la enfermedad mental, la ineptitud de querencia, el miedo al desamparo, la frustración de una herencia impuesta, la valentía de seguir, de solucionar y hablar por fin de esos sentimientos que se permiten ser, estar y vivir; no es complicada, es enormemente sencilla y acoplada al pedido consumista, su fondo no aporta novedad, su estética es correcta, su música más excelsa..., y todos los reparos condicionantes que se quieran pero el vidente la acoge, abraza y baila con ella, con la misma facilidad, franqueza y modestia que ella expresa lo ya dicho y visto antes.
De padres a hijas, de hijas a recuerdos de padres, la ausencia del mismo, el encuentro del amor, la inestabilidad emocional de ello, la herencia pesa, el legado no es el más apropiado, los tormentos, la desazón y los pesares no cesan pero no hay que rendirse, hay que continuar tramo a tramo, y tú la escoltas con satisfacción, deleite y empeño; repito..., ¡qué más da que ya se sepa, o resulte familiar y conocido! Lo has pasado bien ¿no? Es lo que cuenta.
A veces hay que decir te quiero, te echaré de menos, adiós; duele, pero es lo correcto.
Lo mejor; sus actores intérpretes, que dan alma y candor a su recepción.
Lo peor; no es una gran historia, únicamente un testimonio más.
lulupalomitasrojas.blogspot.com.es
La transición de papatica, mía y de nadie más, a Katie, adulta y de nadie, te mantiene pegada a la pantalla, el por qué de ese desorden psicológico que le lleva a ayudar a los demás pero a herirse a si misma, incapacidad de amar y permitir ser amada como fruto de ese desierto duro, áspero y seco que es por dentro y cuyo origen se encuentra en esa infancia feliz que, aún no se sabe cuándo, cómo ni por qué derivó a una angustia anímica y agudizado dolor a ser abandonada y un miedo constante a no dejar de sufrir.
Sólo que, tan revelador misterio de raíz y causa no parece estar a la altura de lo esperado, el desenlace de tan cautivador y tierno juego, entre pasado y presente, cubre para dar razón de todo el teatro visionado pero no deja de ser ligeramente endeble para tanta espera, seducción, sencillez y dulzura de performance.
Trágica historia, hiriente y culpable, con ese aroma dulce, comprensible y cariñoso que arropa tanta dolencia y que envuelve el ambiente con estima y placer, un drama no resuelto, que se regodea en sus flashback temporales, con gotas hipnóticas de amor, dicha y alegría que abrazan y sugestionan sin levantar gran arrebato, pero con la justa eficiencia para no despegar el interés del libreto.
El relato gusta, las escenas seducen y el juego incógnita funciona lo suficiente para no perder estela de lo narrado, aún anticipando su camino y desenlace; nada importa, Russel Crowe, simpático y sobrecogedor, es el papá héroe que lo dará todo por su querida retoña, amada bendición que le inspira para escribir y le da fuerzas para resistir las embestidas de la vida; Kylie Rogers, maravillosa, conquista los corazones de la audiencia como chispita de papa que todavía no conoce su porvenir fatídico, más una atractiva, hundida y desarmada Amanda Seyfried que induce a mantener la atención y saber de ella pues, al igual que la requerida tiende una mano a quien inocentemente lo necesita, tú te quedas a su lado oyendo y observando por tristeza, afecto, preocupación y predilección voluntaria por conocer de su vida y descubrir su gran tormento.
No dejo de apuntar que es todo un clásico que sigue los pasos esperados sin saltarse una coma, que es emotividad cliché usada para establecer esa conexión bonita, grata y sensible con el público pero, lo realiza con soltura, naturalidad y vocación de acompañarles sin lamento; es estándar pero ¡qué más da! si disfrutas del cuento, de sus emociones y de la conexión afectiva, doliente y entusiasmada que se establece entre los actores y con su concurrencia expectante.
La familia y sus desgarradores y espléndidos momentos, la enfermedad mental, la ineptitud de querencia, el miedo al desamparo, la frustración de una herencia impuesta, la valentía de seguir, de solucionar y hablar por fin de esos sentimientos que se permiten ser, estar y vivir; no es complicada, es enormemente sencilla y acoplada al pedido consumista, su fondo no aporta novedad, su estética es correcta, su música más excelsa..., y todos los reparos condicionantes que se quieran pero el vidente la acoge, abraza y baila con ella, con la misma facilidad, franqueza y modestia que ella expresa lo ya dicho y visto antes.
De padres a hijas, de hijas a recuerdos de padres, la ausencia del mismo, el encuentro del amor, la inestabilidad emocional de ello, la herencia pesa, el legado no es el más apropiado, los tormentos, la desazón y los pesares no cesan pero no hay que rendirse, hay que continuar tramo a tramo, y tú la escoltas con satisfacción, deleite y empeño; repito..., ¡qué más da que ya se sepa, o resulte familiar y conocido! Lo has pasado bien ¿no? Es lo que cuenta.
A veces hay que decir te quiero, te echaré de menos, adiós; duele, pero es lo correcto.
Lo mejor; sus actores intérpretes, que dan alma y candor a su recepción.
Lo peor; no es una gran historia, únicamente un testimonio más.
lulupalomitasrojas.blogspot.com.es
8 de agosto de 2016
8 de agosto de 2016
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Katie, una exagerada Amanda Seyfried, tiene la desgracia de perder a la madre y después al padre a corta edad, pero eso no es excusa para su comportamiento de depresiva ninfómana, unos episodios absurdos que desentonan en una película por lo demás melosa y algo ñoña.
Russell Crowe hace lo que puede con un personaje inconsistente y sin nervio. Se pasa media película escribiendo novelas y la otra media con unos ataques, psicóticos, dicen, no muy bien explicados.
Ella, la Katie, encontrará el amor. Lo que no sé si el tal Cameron la podrá aguantar más de unos meses seguidos,
En resumen, psicología barata.
Uno de los finales más planos, y menos coherente con toda la historia, que he visto en mi vida.
Russell Crowe hace lo que puede con un personaje inconsistente y sin nervio. Se pasa media película escribiendo novelas y la otra media con unos ataques, psicóticos, dicen, no muy bien explicados.
Ella, la Katie, encontrará el amor. Lo que no sé si el tal Cameron la podrá aguantar más de unos meses seguidos,
En resumen, psicología barata.
Uno de los finales más planos, y menos coherente con toda la historia, que he visto en mi vida.
3 de diciembre de 2016
3 de diciembre de 2016
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Veo en DVD "De padres a hijas" el drama italo-norteamericano acerca del abandono y la pérdida, que dirige Gabriele Muccino y protagonizan Russell Crowe, Amanda Seyfried, Aaron Paul y Diane Kruger. A pesar de que me ha encantado ver a dos estupendas actrices secundarias como son Jane Fonda y Octavia Spencer, de que el guión no es ajeno a la realidad (un escritor viudo lucha contra una enfermedad mental al tiempo que intenta criar a su hija de cinco años) y de que cuenta con una bonita fotografía, he de decir que no me ha gustado nada el montaje (a pesar de que son lo que verdaderamente da sentido a la trama, los innumerables saltos temporales me confunden unas cuantas veces), la sobreactuación de Russell Crowe cuando le dan los ataques ni la falta de química entre los jóvenes protagonistas, sin que consiga entender por qué una psicóloga va a terapia, ni por qué el realizador no se ha esforzado más en abandonar tanto tópico en búsqueda de la emotividad fácil del espectador.
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