A ver... no es una mala película. Lo que pasa es que no es un musical de esos que dejan huella si lo comparas con la época dorada de los años 50 en el cine musical. Cantando bajo la lluvia y Un americano en Paris son infinitamente mejores que Un día en Nueva York. Los números musicales no son nada del otro mundo y Frank Sinatra tampoco es que deslumbre mucho. Vaya, que así como la canción inicial es magnífica, la canción en el museo me parece un pelín aburrida y sosa.

No obstante, la película se desenvuelve con buen ritmo y es en su mayor parte refrescante y divertida. Está bien para pasar un rato entretenido pero no va más allá. Aun no siendo de las mejores, este musical no decepciona, pero tampoco llena. Hay que tener en cuenta que esta película es del año 1949, por lo que los grandes musicales, a mi juicio, aún estaban por llegar. Este es el inicio de lo que iba a ser una época de florecimiento del cine musical.

No me refiero a un hombre y una mujer, si no a Gene Kelly y Frank Sinatra, que trabajaron juntos y aquí vuelven, con la novedad que Kelly también codirigió la película también.

Curiosidades como que Kelly insistió muchísimo en rodar en la ciudad de Nueva York, y antes, era algo muy costoso, y al final consiguieron rodar en 3 sitios en tan sólo 9 días.

Vera-Ellen, fue casi su primera película en ser protagonista, y realmente tiene un parecido con Ginger Rogers, la pareja por excelencia de Fred Staire.

Una película en color, y sólo tuvo un millón y medio de presupuesto, muy bajo para ser una película en color. Fue todo un éxito en taquilla y ganó el cariño del público, de la crítica y también de algún premio.

Vista ahora es la típica película musical de principios de cine, donde la música es muy clásica y los bailes son muy iguales todos.

Tres marineros disfrutan de un único día de permiso en Nueva York. Y lo aprovechan bien.
No saben por donde empezar. Hay quien ha hecho una lista de monumentos a visitar, otro prefiere ligar ... La realidad saldrá a su encuentro para felicidad del trío.
Encantador musical a mayor gloria de Kelly y Sinatra que, significativamente, son los rostros que aparecen en el cartel junto a los de Garret y Miller. Mientras Munshin y Ellen quedan un poco en segundo plano, pese a que la actuación de los seis es igual de sobresaliente. También hay galones en Hollywood.
Un excelente guion nos lleva por la ciudad en una romántica y apresurada visita turística.
Realización a todo ritmo con bailes y canciones hasta la extenuación. Gimnasia en Nueva York. Bellas coreografías donde contrasta el blanco inmaculado del uniforme de los marinos con los vestidos de las muchachas con los colores de los semáforos.
Tres marineros en varados en tierra por un día como lo estuvo aquel primer Alberti, popular e intimista, anclado en las montañas de Guadarrama donde nos dejó aquella suerte de cancionero tradicional.
Pese a la sobrecarga de canciones y bailes, sigue siendo uno de los grandes musicales de la historia del cine.
Imprescindible.

"Un día en Nueva York" supuso para sus dos directores, Gene Kelly y Stanley Donen, el paso decisivo de llegar a dirigir un largometraje, y para ambos supuso (aunque Kelly había dirigido un mediometraje para la Marina de los EE.UU. en 1945) el comienzo de una carrera como directores que a veces desempeñaron juntos y otras veces por separado.

La película iba sobre seguro, pues no era sino la traslación al cine de un famoso musical de Betty Comden y Adolph Green, pareja que igualmente escribió el guión que traducía al cine su libreto. Se ha escrito mucho, creo, sobre la trascendencia de este film en cuanto a la historia y evolución del género musical en el cine de Hollywood, y por eso creo que no merece la pena extenderme en eso. Sí es importante destacar las abundantes citas, que dan un jocoso tono irónico a los diálogos, y cómo los números musicales están insertados en la trama, sirviendo para hacer avanzar la narración y para profundizar en los distintos personajes. El atrevido número "Prehistoric Man", por ejemplo, es el que permite conocer a la antropóloga encarnada por Ann Miller y al marinero interpretado por Jules Munshin, que forman la pareja más marginada de las tres que componen los protagonistas.

Por lo demás, hay que destacar a la genial Vera-Ellen en todas sus apariciones, aquí en un papel con algo de Cenicienta moderna; y luego sobresale mucho una parte en la que Gabey (Gene Kelly), solo y melancólico, ve un cartel de un musical y, a partir de ahí, imagina cómo sería ese musical, por supuesto con él como protagonista, y con otros actores sustituyendo a Frank Sinatra, Munshin, Miller y Betty Garrett, pues en esa parte del film no hay diálogos e importa sólo la danza, por lo que los verdaderos bailarines, como Kelly y Vera-Ellen, tenían todas las de ganar y podían lucirse a placer. Destacan aquí el uso del color (un aspecto que será muy importante en el cine musical de Hollywood de los años 50) y una coreografía que busca la poesía a través de los cuerpos en movimiento dentro de un entorno íntimo y estilizado, así como un curioso sentido onírico, algo lógico pues estamos ante una ensoñación, una imaginativa proyección de un deseo de reencuentro.

Es una pena que con ese reparto, no supieran hacer algo más creíble, a pesar que la película tiene buenos momentos. La banda sonora está bastante bien,y algunos números de baile, pero le falta un buen guión. No es de las mejores de Gene Kelly, eso está claro. Aunque se deja ver de manera desenfadada.