Blancanieves
7.0
21,652
Drama
Versión libre, de carácter gótico, del popular cuento de los hermanos Grimm, que ha sido ambientada en España durante los años 20. Blancanieves es Carmen, una bella joven con una infancia atormentada por su terrible madrastra Encarna. Huyendo de su pasado, Carmen emprenderá un apasionante viaje acompañada por sus nuevos amigos: una troupe de Enanos Toreros. (FILMAFFINITY)
26 de septiembre de 2012
26 de septiembre de 2012
13 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pablo Berger ("Torremolinos 73") se lanza al vacío con un arriesgado y atípico film mudo y en blanco y negro que adapta a tierras andaluzas en los años 20 el cuento de los hermanos Grimm "Blancanieves".
A la sombra del éxito mundial de la producción francesa "The Artist" (que vio la luz mientras "Blancanieves" ya estaba en marcha) y llegando a los cines el mismo año en que desde EEUU lo hacían dos superproducciones adaptando el mismo relato, esta extraña joya del cine español se hace un hueco en las retinas, gusto y corazón de espectadores y crítica con una carácter más que propio y una hipnótica y cuidadísima puesta en escena en la que el virtuosismo visual rinde el arte a sus pies.
En esta adaptación, Blancanieves es Carmen, una niña que tras una infancia marcada por la tragedia sufrirá las vejaciones de su madrastra (interpretada por una Maribel Verdú en estado de gracia transformada en diva de las tinieblas) y que ya alcanzada la madurez (encarnada por una Macarena García que llena la pantalla) buscará su propio camino acompañada de la conocida troupe de enanos, pero que en esta ocasión resultan ser toreros...
Si bien "The Artist" era efectiva homenajeando lejanos tiempos del cine mas mezclando antiguas y nuevas técnicas cinematográficas, "Blancanieves" se presenta más purista retomando el aspecto y puesta en escena más brillante del más artístico cine europeo de la época muda. Si bien las adaptaciones realizadas en los mismos tiempos ("Mirror, Mirror" & "Blancanieves y la leyenda del Cazador") optan por la fábula y caminan en terreno fantástico, esta pisa con fuerza en un realismo, que si bien mágico, es cruelmente veraz.
Es con todo esta "Blancanieves" un tapiz empastado con maestría donde se hilan tanto unas interpretaciones magistrales (desde la llamativa madrastra hasta el último enano torero que acompaña a la protagonista) que despiertan desde el odio a la ternura, como un despliegue técnico donde vestuario, dirección artística y, sobre todo, una impresionante fotografía, que conduce al espectador a un plano de continua fascinación donde el cine se hace arte y la historia vehículo no sólo de entretenimiento sino ejercicio de poesía visual.
Si algo puede jugar en su contra es el uso (y puntual abuso) de factores como la tauromaquia o el flamenco, que pueden no ser del gusto de un amplio espectro de la audiencia y que pueden lastrar alguna de las escenas, mas Pablo Berger ha sabido, con su forma de plasmarlas, sobreponer el fondo a la forma, esquivar polémicas y heridas sensibilidades y hacer de su relato algo universal y sensitivo más que rendido a lo obvio de lo mostrado. Prueba de ello es el éxito cosechado durante su presentación en la 60 edición del Festival de Cine de San Sebastián, donde se enfrentaba a un público no a priori amante de esos ingredientes pero al que aún con ellos supo y pudo conquistar.
Una joya extraña digna de ser visitada y disfrutada con la mente, y sobre todo, los sentidos, abiertos. Interesante.
-Enoch-
A la sombra del éxito mundial de la producción francesa "The Artist" (que vio la luz mientras "Blancanieves" ya estaba en marcha) y llegando a los cines el mismo año en que desde EEUU lo hacían dos superproducciones adaptando el mismo relato, esta extraña joya del cine español se hace un hueco en las retinas, gusto y corazón de espectadores y crítica con una carácter más que propio y una hipnótica y cuidadísima puesta en escena en la que el virtuosismo visual rinde el arte a sus pies.
En esta adaptación, Blancanieves es Carmen, una niña que tras una infancia marcada por la tragedia sufrirá las vejaciones de su madrastra (interpretada por una Maribel Verdú en estado de gracia transformada en diva de las tinieblas) y que ya alcanzada la madurez (encarnada por una Macarena García que llena la pantalla) buscará su propio camino acompañada de la conocida troupe de enanos, pero que en esta ocasión resultan ser toreros...
Si bien "The Artist" era efectiva homenajeando lejanos tiempos del cine mas mezclando antiguas y nuevas técnicas cinematográficas, "Blancanieves" se presenta más purista retomando el aspecto y puesta en escena más brillante del más artístico cine europeo de la época muda. Si bien las adaptaciones realizadas en los mismos tiempos ("Mirror, Mirror" & "Blancanieves y la leyenda del Cazador") optan por la fábula y caminan en terreno fantástico, esta pisa con fuerza en un realismo, que si bien mágico, es cruelmente veraz.
Es con todo esta "Blancanieves" un tapiz empastado con maestría donde se hilan tanto unas interpretaciones magistrales (desde la llamativa madrastra hasta el último enano torero que acompaña a la protagonista) que despiertan desde el odio a la ternura, como un despliegue técnico donde vestuario, dirección artística y, sobre todo, una impresionante fotografía, que conduce al espectador a un plano de continua fascinación donde el cine se hace arte y la historia vehículo no sólo de entretenimiento sino ejercicio de poesía visual.
Si algo puede jugar en su contra es el uso (y puntual abuso) de factores como la tauromaquia o el flamenco, que pueden no ser del gusto de un amplio espectro de la audiencia y que pueden lastrar alguna de las escenas, mas Pablo Berger ha sabido, con su forma de plasmarlas, sobreponer el fondo a la forma, esquivar polémicas y heridas sensibilidades y hacer de su relato algo universal y sensitivo más que rendido a lo obvio de lo mostrado. Prueba de ello es el éxito cosechado durante su presentación en la 60 edición del Festival de Cine de San Sebastián, donde se enfrentaba a un público no a priori amante de esos ingredientes pero al que aún con ellos supo y pudo conquistar.
Una joya extraña digna de ser visitada y disfrutada con la mente, y sobre todo, los sentidos, abiertos. Interesante.
-Enoch-
5 de octubre de 2012
5 de octubre de 2012
13 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Olvídense del cuento original porque esta "Blancanieves" es otra cosa. Y no me refiero a que sea una película muda y en blanco y negro. Es otra cosa porque su director y guionista, Pablo Berger, se arrima y se arriesga, como los buenos toreros.
Por sus múltiples capas, tanto en su fondo como en su forma, la película camina siempre por el filo de la navaja. El guión funciona como un reloj, sorprendiendo al espectador en cada secuencia y creando un extraño tono a medio camino entre el melodrama desatado, la comedia negra y el cuento gótico. En este apasionante collage se mezclan el esperpento ibérico, la españolada y el folletín con las formas del cine mudo, transmitiendo verdad y emoción, creando un mundo único a base de retales de otros ya conocidos.
Los más cinéfilos disfrutarán con las continuas alusiones al lenguaje del cine mudo europeo (primeros planos "a lo Eisenstein" o momentos de montaje “alocado” que recuerdan a Vertov o a Gance) y sentirán el aliento de los "Freaks" de Todd Browning, del "Amanecer" de Murnau, de la Juana de Arco de Dreyer o del "Sunset Boulevard" de Wilder.
Con todo ello, "Blancanieves" es una película que mira al pasado pero hecha ahora y para el público de hoy. Las interpretaciones son mucho más estilizadas de lo que podría esperarse, con una Maribel Verdú inmensa en su rol de madrastra y dos Blancanieves absolutamente inolvidables. El trabajo de montaje es tremendamente ágil y su la banda sonora, que es la voz de la película, se aleja de las formas clásicas fundiéndose con cada fotograma y dinamizando la acción.
Para redondear la faena Berger nos regala un transgresor e insólito giro final, un desenlace abierto que se aleja del género fantástico. Uno puede pensar, o no, que luego sucede un milagro, como el de una virgen que de vez en cuando suelta una lágrima.
Por sus múltiples capas, tanto en su fondo como en su forma, la película camina siempre por el filo de la navaja. El guión funciona como un reloj, sorprendiendo al espectador en cada secuencia y creando un extraño tono a medio camino entre el melodrama desatado, la comedia negra y el cuento gótico. En este apasionante collage se mezclan el esperpento ibérico, la españolada y el folletín con las formas del cine mudo, transmitiendo verdad y emoción, creando un mundo único a base de retales de otros ya conocidos.
Los más cinéfilos disfrutarán con las continuas alusiones al lenguaje del cine mudo europeo (primeros planos "a lo Eisenstein" o momentos de montaje “alocado” que recuerdan a Vertov o a Gance) y sentirán el aliento de los "Freaks" de Todd Browning, del "Amanecer" de Murnau, de la Juana de Arco de Dreyer o del "Sunset Boulevard" de Wilder.
Con todo ello, "Blancanieves" es una película que mira al pasado pero hecha ahora y para el público de hoy. Las interpretaciones son mucho más estilizadas de lo que podría esperarse, con una Maribel Verdú inmensa en su rol de madrastra y dos Blancanieves absolutamente inolvidables. El trabajo de montaje es tremendamente ágil y su la banda sonora, que es la voz de la película, se aleja de las formas clásicas fundiéndose con cada fotograma y dinamizando la acción.
Para redondear la faena Berger nos regala un transgresor e insólito giro final, un desenlace abierto que se aleja del género fantástico. Uno puede pensar, o no, que luego sucede un milagro, como el de una virgen que de vez en cuando suelta una lágrima.
24 de octubre de 2012
24 de octubre de 2012
11 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si estuviese interesado en el mundo del toreo, miraria esto con otros ojos. No soy partidario de la fiesta nacional aunque supongo que habrá que respetar los gustos del personal. Hablar de esto sería otro debate. Dejándolo a un lado, es una película muda más, pero realizada fuera de su época, lo que debería llamarnos la atención si no fuera porque The Artist ya lo hizo el año pasado. No veo nada destacabale realmente en esta película, amén de una bellísima fotografía en blanco y negro, unas geniales interpretaciones y una ambietanción, vestuario etc. muy cuidados. Pero la verdad, los años del cine mudo ya pasaron. Hacer un homenaje a la época es bonito y puede que nostálgico para algunos, intentar subirse al carro y hacer una película muda más sin ningún tipo de aliciente ya es tener la cara un poco dura. Hasta las de Murnau innnovaban más que esta. Es bonito que nos cuenten una historia a base de imágenes y música subrayadora de emociones, dejando a un lado que en algunas secuencias el uso de intertítulos es excesivo para mi gusto, pero creo que en pleno 2012 deberíamos pedir algo más. Deberíamos pedir que llevasen otra a los Oscar. No me sorprende, aunque no es mala, pero esperaba mucho más.
27 de septiembre de 2012
27 de septiembre de 2012
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ahora sí que sí. Este viernes va a celebrarse la última clase de esa asignatura a la que el cine nos ha sometido, sin que nosotros lo acabáramos de pedir. El título: "Blancanieves 2012 I" (siempre hay más partes en toda fábrica de créditos universitarios que se precie). Quien haya hecho los deberes a lo largo del año, recibirá el título prometido de Doctor en el cuento de los hermanos Grimm -faltaría más- y podrá contestar, a modo de cuestionario, a una pregunta que obviamente estará planteada tipo test, por aquello de ahorrarle tiempo al pobre corrector. Dirá así: "¿Cuál ha sido la película de Blancanieves estrenada en el año 2012 que más le ha gustado? a)- 'Blancanieves (Mirror, Mirror)', de Tarsem Singh. b)- 'Blancanieves y la leyenda del cazador', de Rupert Sanders. c)'Blancanies', de Pablo Berger. d)- Ninguna de las anteriores."
A sabiendas que para gustos, los colores, la concesión del certificado no estará condicionada a la respuesta del encuestado. Pero ya que estamos analizando, servidor tiene clarísima su preferencia. No la de Tarsem Singh. No la de de Rupert Sanders. La de Pablo Berger. La mejor. De largo. Antes de ir a la sala de cine, dos handicaps de los más fuertes. Injustos -e injustificables dirán otros-, sí, pero innegables. El primero, la estela de premios y aplausos que "un tal" Michel Hazanavicius conquistó hará poco menos de un año con una propuesta estéticamente (en negrita mejor) muy similar. Lo nuevo, aunque en realidad sea tan viejo como el cinematógrafo, gusta. Lo viejo, aunque sea tan "nuevo" como, por ejemplo, el 3D, gusta. Lo viejo, si tiene apariencia de antiguo, echa para atrás. Hasta aquí la pelota mental.
Segundo prejuicio: a estas alturas el mítico relato de los Grimm, ya de por sí imprimido a fuego en la cultura popular, sin necesidad de película alguna, ya está más sobado que las excusas económicas de nuestro gobierno. Una vez más, con las historias que ya sabemos, preferimos no tener que pasar por el peaje para que nos las cuenten. Con las historias nuevas sucede justamente lo contrario: nos matamos los unos a los otros si hace falta con tal de descubrir nuevas fórmulas; nuevas sensaciones. Es mentira podrida. Pero a base de mentiras funcionamos... no hay que mirar el Congreso de los Diputados. Ya lo dejo. El caso es que si consigue sacarse de encima todos estos absurdos y contraproducentes prejuicios, el espectador (de cualquier edad; con cualquier gusto) descubrirá un prodigio. Una maravilla.
Una razón para seguir creyendo en ese séptimo arte que tantos palos nos da... pero que de vez en cuando sabe recompensar nuestra fe. Y ahí está. La pobre huérfana (atentos a Macarena García), la madrastra (estupenda Maribel Verdú), el castillo, los siete enanitos, la manzana, el cazador (de talentos)... todos estos elementos desde hace siglos instaurados en el imaginario colectivo se trasladan a la Andalucía de principios del siglo XX. Se nos presentan todos los factores en un blanco y negro que quita el hipo, y tan mudos como el presidente de nuestro gobierno cuando realmente se necesita que dé la cara. Ésta ha sido la última, lo prometo. La pantalla del cine vuelve a los orígenes, adoptando su forma cuadrada original, para narrarnos por enésima vez una historia fundamental a la hora de originar nuestra cultura. En este marco tan fundamental; tan original, si se permite, todo es posible.
Es posible que el toreo sirva para presentar a la familia de la heroína. Es posible que el flamenco se use como fondo dramático. Es posible que la provocación sexual se encarne en la villana de la función. Es posible que el legendario castillo se convierta en un mausoleo dedicado a tiempos pasados, y símbolo del muy nuestro latifundismo. Dicho esto, el factor pereza ante estas características no debería existir, sobre todo gracias a (ya ahora es cuando el inconveniente debería transformarse en incentivo) aquella joya titulada 'The Artist' que cautivó a medio mundo. Por si todavía persistiera, servidor se ve con la obligación moral de hacerse pesado, e insistir en que los rumores que nos llegaron del Festival de Cine de Toronto hace unos días (y que posteriormente se harían más fuertes en San Sebastián) no eran falsos.
'Blancanieves' realmente es el prodigio que nos han vendido. Es la enésima muestra de que no hay nada más universal que el cine silente bien hecho. No hay nada más disfrutable que reconocer en la misma proyección a genios de la talla de Fritz lang, F.W. Murnau, Tod Browning, Charles Chaplin... y sí, incluso al Billy Wilder de 'El crepúsculo de los dioses'. Pablo Berger, un loco -bendita locura- que después de filmar la deliciosa 'Torremolinos 73' (también muy nuestra... y muy exportable), decidió embarcarse en una misión imposible que, tras mucho sudor y muchas más carambolas -así se dan los milagros-, se convirtió no sólo en una de las mejores cintas recientes de nuestra filmografía, sino también de todo el mundo. 'Blancanieves', que pasa por ser seguramente la mejor interpretación del clásico de los hermanos Grimm de todos los tiempos, son toneladas de cine en estado puro concentradas poco más de hora y media de metraje. Es una mezcla (solamente posible cuando se celebra el arte llevado a su máxima esencia), de comicidad, tristeza, terror y mucho, mucho duende. Una obra inmensa, que huele a premios a la legua. Ojalá. Una película tan perenne como el cine original. ¡Olé!
A sabiendas que para gustos, los colores, la concesión del certificado no estará condicionada a la respuesta del encuestado. Pero ya que estamos analizando, servidor tiene clarísima su preferencia. No la de Tarsem Singh. No la de de Rupert Sanders. La de Pablo Berger. La mejor. De largo. Antes de ir a la sala de cine, dos handicaps de los más fuertes. Injustos -e injustificables dirán otros-, sí, pero innegables. El primero, la estela de premios y aplausos que "un tal" Michel Hazanavicius conquistó hará poco menos de un año con una propuesta estéticamente (en negrita mejor) muy similar. Lo nuevo, aunque en realidad sea tan viejo como el cinematógrafo, gusta. Lo viejo, aunque sea tan "nuevo" como, por ejemplo, el 3D, gusta. Lo viejo, si tiene apariencia de antiguo, echa para atrás. Hasta aquí la pelota mental.
Segundo prejuicio: a estas alturas el mítico relato de los Grimm, ya de por sí imprimido a fuego en la cultura popular, sin necesidad de película alguna, ya está más sobado que las excusas económicas de nuestro gobierno. Una vez más, con las historias que ya sabemos, preferimos no tener que pasar por el peaje para que nos las cuenten. Con las historias nuevas sucede justamente lo contrario: nos matamos los unos a los otros si hace falta con tal de descubrir nuevas fórmulas; nuevas sensaciones. Es mentira podrida. Pero a base de mentiras funcionamos... no hay que mirar el Congreso de los Diputados. Ya lo dejo. El caso es que si consigue sacarse de encima todos estos absurdos y contraproducentes prejuicios, el espectador (de cualquier edad; con cualquier gusto) descubrirá un prodigio. Una maravilla.
Una razón para seguir creyendo en ese séptimo arte que tantos palos nos da... pero que de vez en cuando sabe recompensar nuestra fe. Y ahí está. La pobre huérfana (atentos a Macarena García), la madrastra (estupenda Maribel Verdú), el castillo, los siete enanitos, la manzana, el cazador (de talentos)... todos estos elementos desde hace siglos instaurados en el imaginario colectivo se trasladan a la Andalucía de principios del siglo XX. Se nos presentan todos los factores en un blanco y negro que quita el hipo, y tan mudos como el presidente de nuestro gobierno cuando realmente se necesita que dé la cara. Ésta ha sido la última, lo prometo. La pantalla del cine vuelve a los orígenes, adoptando su forma cuadrada original, para narrarnos por enésima vez una historia fundamental a la hora de originar nuestra cultura. En este marco tan fundamental; tan original, si se permite, todo es posible.
Es posible que el toreo sirva para presentar a la familia de la heroína. Es posible que el flamenco se use como fondo dramático. Es posible que la provocación sexual se encarne en la villana de la función. Es posible que el legendario castillo se convierta en un mausoleo dedicado a tiempos pasados, y símbolo del muy nuestro latifundismo. Dicho esto, el factor pereza ante estas características no debería existir, sobre todo gracias a (ya ahora es cuando el inconveniente debería transformarse en incentivo) aquella joya titulada 'The Artist' que cautivó a medio mundo. Por si todavía persistiera, servidor se ve con la obligación moral de hacerse pesado, e insistir en que los rumores que nos llegaron del Festival de Cine de Toronto hace unos días (y que posteriormente se harían más fuertes en San Sebastián) no eran falsos.
'Blancanieves' realmente es el prodigio que nos han vendido. Es la enésima muestra de que no hay nada más universal que el cine silente bien hecho. No hay nada más disfrutable que reconocer en la misma proyección a genios de la talla de Fritz lang, F.W. Murnau, Tod Browning, Charles Chaplin... y sí, incluso al Billy Wilder de 'El crepúsculo de los dioses'. Pablo Berger, un loco -bendita locura- que después de filmar la deliciosa 'Torremolinos 73' (también muy nuestra... y muy exportable), decidió embarcarse en una misión imposible que, tras mucho sudor y muchas más carambolas -así se dan los milagros-, se convirtió no sólo en una de las mejores cintas recientes de nuestra filmografía, sino también de todo el mundo. 'Blancanieves', que pasa por ser seguramente la mejor interpretación del clásico de los hermanos Grimm de todos los tiempos, son toneladas de cine en estado puro concentradas poco más de hora y media de metraje. Es una mezcla (solamente posible cuando se celebra el arte llevado a su máxima esencia), de comicidad, tristeza, terror y mucho, mucho duende. Una obra inmensa, que huele a premios a la legua. Ojalá. Una película tan perenne como el cine original. ¡Olé!
10 de enero de 2014
10 de enero de 2014
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Unos cuantos me han dicho que no parezco de mi tierra. El flamenco me gusta más bien poco y soy anti-tauromaquia (y ya que estamos, incluiré el deporte nacional, el fútbol, que también he detestado desde que tengo memoria).
Ya sabemos que a Hollywood le chifla lo typical Spanish. Le pones un par de escenitas de toros, dos o tres guitarreos con una cantaora y trajes de flamenca y ya están más "españolizados" que una servidora.
Por fortuna, detrás de todo lo del toreo y del flamenco y a pesar de algunos momentos cutrecillos, Pablo Berger ha presentado una adaptación libre, más bonita y sensible de lo que me temía, del famoso cuento. En Sevilla nace una niña muy gafe y con muy mala estrella, como es de rigor en los cuentos tradicionales. Es raro aquél en el que no sale una chica, ya sea plebeya o princesa, que las pasa canutas (cómo debía de gustarle al respetable escuchar que aquellas infelices lo pasaban tan mal o peor que él). Y casi todas son inocentes y sumisas jovencitas que soportan carros y carretas con resignación, sin rebelarse, una auténtica apología del estoicismo.
Ojalá Blancanieves le hubiera hecho una cara nueva a su adorable madrastra y le hubiera soltado a su negligente padre las cuatro verdades del barquero. El cuento sería satisfactoriamente diferente.
Pero en fin, la esencia la han respetado. Esta pobre niña lo tiene muy negro.
En esta nueva resurrección del cine mudo, el primoroso trabajo de fotografía en blanco y negro, la banda sonora que sustituye al sonido y la estética de principios del siglo veinte contribuyen a darle ese toque de encanto añejo a la par que un poco atemporal, con sabor a los comienzos del cine y a radiografía algo satírica de esta sociedad hipócrita de culto al dinero y al morbo.
La pequeña actriz, Sofía Oria, sencillamente fantástica, la que más me ha gustado con esos ojazos y esa tremenda expresividad sin oírle una sola palabra. Verdú, la encarnación ideal de la madrastra de las pesadillas de todo niño.
Hay magia sin que aparezcan brujas (al menos no las verrugosas con escoba que preparan pociones), espejos mágicos, encantamientos ni príncipes azules.
Pero vamos, que a mí no me la comparen con "The Artist", porque opino que la francesa le da veinte vueltas a la española.
Ya sabemos que a Hollywood le chifla lo typical Spanish. Le pones un par de escenitas de toros, dos o tres guitarreos con una cantaora y trajes de flamenca y ya están más "españolizados" que una servidora.
Por fortuna, detrás de todo lo del toreo y del flamenco y a pesar de algunos momentos cutrecillos, Pablo Berger ha presentado una adaptación libre, más bonita y sensible de lo que me temía, del famoso cuento. En Sevilla nace una niña muy gafe y con muy mala estrella, como es de rigor en los cuentos tradicionales. Es raro aquél en el que no sale una chica, ya sea plebeya o princesa, que las pasa canutas (cómo debía de gustarle al respetable escuchar que aquellas infelices lo pasaban tan mal o peor que él). Y casi todas son inocentes y sumisas jovencitas que soportan carros y carretas con resignación, sin rebelarse, una auténtica apología del estoicismo.
Ojalá Blancanieves le hubiera hecho una cara nueva a su adorable madrastra y le hubiera soltado a su negligente padre las cuatro verdades del barquero. El cuento sería satisfactoriamente diferente.
Pero en fin, la esencia la han respetado. Esta pobre niña lo tiene muy negro.
En esta nueva resurrección del cine mudo, el primoroso trabajo de fotografía en blanco y negro, la banda sonora que sustituye al sonido y la estética de principios del siglo veinte contribuyen a darle ese toque de encanto añejo a la par que un poco atemporal, con sabor a los comienzos del cine y a radiografía algo satírica de esta sociedad hipócrita de culto al dinero y al morbo.
La pequeña actriz, Sofía Oria, sencillamente fantástica, la que más me ha gustado con esos ojazos y esa tremenda expresividad sin oírle una sola palabra. Verdú, la encarnación ideal de la madrastra de las pesadillas de todo niño.
Hay magia sin que aparezcan brujas (al menos no las verrugosas con escoba que preparan pociones), espejos mágicos, encantamientos ni príncipes azules.
Pero vamos, que a mí no me la comparen con "The Artist", porque opino que la francesa le da veinte vueltas a la española.
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