You must be a loged user to know your affinity with SyckBoy
Críticas ordenadas por utilidad
Movie added to list
Movie removed from list
An error occurred
8
28 de enero de 2008
28 de enero de 2008
227 de 257 usuarios han encontrado esta crítica útil
“4 meses, 3 semanas y 2 días” es una película sobre el derecho al aborto, pero quedarse en solo eso sería limitar el valor de este desasosegante y excepcional film. El ambiente opresivo de la Rumanía de los últimos años de la dictadura de Ceaucescu invita en principio a contar un simple relato de denuncia social (la prohibición del aborto en 1966 elevó los índices de natalidad y llevó a la muerte a más de 500.000 mujeres por abortar ilegalmente). Sin embargo Mungiu utiliza ese contexto para exponer el auténtico tema central del film: el miedo. Ese miedo que flota en el ambiente, que casi se puede tocar, cuyo poder te paraliza y permite al espectador experimentar lo que supone la falta de libertad. Es el miedo a cualquier mirada, a cualquier descuido fatal, un miedo que hace que te sientas atrapado. Elegir la tétrica Bucarest de los 80 como telón de fondo no fue casualidad.
Gran parte de la película está rodada cámara en mano, muy al estilo de los hermanos Dardenne (L’Enfant, Rosetta), lo que sumerge de lleno al espectador en el ambiente de Bucarest y consigue que te identifiques con la protagonista y su particular periplo por la capital rumana. Este recurso se alterna con planos fijos, algunos muy prolongados, que ayudan a crear una sensación de angustia y opresión al más puro estilo Michael Haneke.
El film roza, sin serlo, el melodrama. Se obvian ciertas escenas muy duras, mientras otras se retratan de manera explícita, desagradable y un tanto innecesaria. Se rodó con un presupuesto de 600.000 euros y a marchas forzadas (para llegar a tiempo a Cannes). La protagonista, Anamaria Marinca (una actriz rumana afincada en Londres que se unió al proyecto en el último momento) realiza una actuación sobrecogedora, llevando todo el peso de la película a sus espaldas.
Una película para recordar, de las que te dejan un poco tocado, genial para pasar un magnífico mal rato.
Gran parte de la película está rodada cámara en mano, muy al estilo de los hermanos Dardenne (L’Enfant, Rosetta), lo que sumerge de lleno al espectador en el ambiente de Bucarest y consigue que te identifiques con la protagonista y su particular periplo por la capital rumana. Este recurso se alterna con planos fijos, algunos muy prolongados, que ayudan a crear una sensación de angustia y opresión al más puro estilo Michael Haneke.
El film roza, sin serlo, el melodrama. Se obvian ciertas escenas muy duras, mientras otras se retratan de manera explícita, desagradable y un tanto innecesaria. Se rodó con un presupuesto de 600.000 euros y a marchas forzadas (para llegar a tiempo a Cannes). La protagonista, Anamaria Marinca (una actriz rumana afincada en Londres que se unió al proyecto en el último momento) realiza una actuación sobrecogedora, llevando todo el peso de la película a sus espaldas.
Una película para recordar, de las que te dejan un poco tocado, genial para pasar un magnífico mal rato.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El director, de forma muy inteligente, consigue elevar la tensión del relato en ciertos momentos con pequeños engaños, como cuando Otilia coge la navaja del maletín del señor Bebe, sin que esto influya en la trama posteriormente.
Ciertos momentos del film son dignos de destacar:
-El interminable plano fijo de la cena, las conversaciones, la cara de la chica y sobre todo ese momento en el que suena el teléfono y nadie contesta.
- El periplo final de Otilia intentando rehacerse del feto, con una luz lúgubre, casi negra, que consigue crear una sensación de miedo y tensión brutal.
- Y por último, el plano fijo final: la música y la gente de la fiesta de fondo, en contraste con la imagen de las dos amigas hechas polvo, mientras las luces del tráfico de Bucarest se reflejan sobre Otilia, y ésta, un segundo antes del fundido a negro, parece girarse y mirar al espectador.
Ciertos momentos del film son dignos de destacar:
-El interminable plano fijo de la cena, las conversaciones, la cara de la chica y sobre todo ese momento en el que suena el teléfono y nadie contesta.
- El periplo final de Otilia intentando rehacerse del feto, con una luz lúgubre, casi negra, que consigue crear una sensación de miedo y tensión brutal.
- Y por último, el plano fijo final: la música y la gente de la fiesta de fondo, en contraste con la imagen de las dos amigas hechas polvo, mientras las luces del tráfico de Bucarest se reflejan sobre Otilia, y ésta, un segundo antes del fundido a negro, parece girarse y mirar al espectador.

7.8
44,858
8
2 de noviembre de 2007
2 de noviembre de 2007
159 de 181 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Persépolis” es una pequeña y curiosa joya de esas que se encuentra uno muy de vez en cuando en la cartelera. Llevar al cine el afamado cómic no era empresa fácil, pero los resultados son más que notables.
La película consigue mezclar lo cómico y lo atroz, emociona, entretiene y está cargada de realismo, tiene magia. Se mantiene la esencia del cómic dotándolo de un magnífico lenguaje cinematográfico que consigue un relato ágil, que fluye con facilidad en la pantalla. Se mantiene el blanco y negro original y la simpleza en los dibujos, narrando la historia mediante flash back. La música es una pieza básica en la película, uno sus grandes aciertos, al igual que las voces de Chiara Mastroiani y Catherine Deneuve.
El film encierra una profunda sabiduría envuelta por una capa simple y sencilla, lo que le da valor y consigue un relato universal, seguramente la clave de su éxito. Un recorrido apasionante por el Irán de los años 80 y principios de los 90, visto por los ojos de una niña que se hace adulta a marchas forzadas en un contexto muy complicado. Por si fuera poco es didáctica, ya que supone una lección de historia para los que desconozcan, como yo, la reciente historia iraní.
Satrapi, creadora del famoso cómic autobiográfico y ahora codirectora de la adaptación cinematográfica de Persépolis, rechazó numerosas y suculentas ofertas llegadas desde Hollywood a raíz del éxito de su obra para llevarla al cine en Estados Unidos. La iraní prefirió llevarla a cabo en Francia, su segunda casa, para así conseguir una adaptación al celuloide más fiel, para tener total libertad y no ver desvirtuada su obra. Como dice de la protagonista de Persépolis: “La liberté a toujours un prix” (La libertad siempre tiene un precio…).
La película consigue mezclar lo cómico y lo atroz, emociona, entretiene y está cargada de realismo, tiene magia. Se mantiene la esencia del cómic dotándolo de un magnífico lenguaje cinematográfico que consigue un relato ágil, que fluye con facilidad en la pantalla. Se mantiene el blanco y negro original y la simpleza en los dibujos, narrando la historia mediante flash back. La música es una pieza básica en la película, uno sus grandes aciertos, al igual que las voces de Chiara Mastroiani y Catherine Deneuve.
El film encierra una profunda sabiduría envuelta por una capa simple y sencilla, lo que le da valor y consigue un relato universal, seguramente la clave de su éxito. Un recorrido apasionante por el Irán de los años 80 y principios de los 90, visto por los ojos de una niña que se hace adulta a marchas forzadas en un contexto muy complicado. Por si fuera poco es didáctica, ya que supone una lección de historia para los que desconozcan, como yo, la reciente historia iraní.
Satrapi, creadora del famoso cómic autobiográfico y ahora codirectora de la adaptación cinematográfica de Persépolis, rechazó numerosas y suculentas ofertas llegadas desde Hollywood a raíz del éxito de su obra para llevarla al cine en Estados Unidos. La iraní prefirió llevarla a cabo en Francia, su segunda casa, para así conseguir una adaptación al celuloide más fiel, para tener total libertad y no ver desvirtuada su obra. Como dice de la protagonista de Persépolis: “La liberté a toujours un prix” (La libertad siempre tiene un precio…).

7.0
15,757
5
18 de enero de 2009
18 de enero de 2009
111 de 130 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando, en alguna entrevista, se le preguntaba a Wilder sobre esta película solía contestar con su inconfubible acento centroeuropeo: "Nunca me gustó". Y razón no le faltaba. La verdad es que, si se la compara con otras comedias de Wilder, "La tentación vive arriba" sale muy mal parada. El guión parte de una obra teatro de George Axelrod ("Desayuno con diamantes"), fiel reflejo de la América obsesionada por el sexo tras los años de la censura. El principal problema del texto radica en la articulación del mismo mediante monólogos en voz alta, que resultan algo forzados. Aún así, el ingenio de Wilder consigue asomar incluso a través de la desafortunada presencia de Tom Ewell (protagonista también en la obra teatral) que no llega en ningún momento a las capas más profundas del guión. Es una pena que el estudio se negara a aprobar la primera elección de Wilder para el papel protagonista, un joven actor desconocido llamado Walter Matthau. Si uno imagina la dupla Matthau-Monroe, es fácil ver que la película habría sido muy diferente.
A pesar de todo resulta innegablemente atractivo contemplar la avalancha de sensualidad que acompaña a la "inocente" chica encarnada por Marilyn Monroe. Y, por supuesto, está el momento que se haría legendario. Caminando con Ewell por la calles de Nueva York, tras haber visto en un cine "La mujer y el monstruo" (Jack Arnold, 1954), Marilyn Monroe se refresca sobre una reja de ventilación del metro. Su vestido blanco se eleva y nace una de las imágines más simbólicas de la historia del cine. (Habría que decir que el aire que sale de las rejas de ventilación del metro suele ser más bien caliente, y por tanto poco refrescante, pero bueno, lo pasaremos por alto). Fuera de encuadre había miles de neoyorquinos curiosos, entre los que se incluía el marido de Merilyn, Joe DiMaggio (famoso jugador de beisbol), que susurró algo al oído de su esposa y se fue a casa enfadado. Wilder lo explicaba así en una entrevisa con el director Cameron Crow: -"¿La salida de DiMaggio le estropeó el humor a Monroe?" - "No. Le encantaban las multitudes. Se llevó el dedo a los labios, todos se callaron, y seguimos rodando."
A pesar de todo resulta innegablemente atractivo contemplar la avalancha de sensualidad que acompaña a la "inocente" chica encarnada por Marilyn Monroe. Y, por supuesto, está el momento que se haría legendario. Caminando con Ewell por la calles de Nueva York, tras haber visto en un cine "La mujer y el monstruo" (Jack Arnold, 1954), Marilyn Monroe se refresca sobre una reja de ventilación del metro. Su vestido blanco se eleva y nace una de las imágines más simbólicas de la historia del cine. (Habría que decir que el aire que sale de las rejas de ventilación del metro suele ser más bien caliente, y por tanto poco refrescante, pero bueno, lo pasaremos por alto). Fuera de encuadre había miles de neoyorquinos curiosos, entre los que se incluía el marido de Merilyn, Joe DiMaggio (famoso jugador de beisbol), que susurró algo al oído de su esposa y se fue a casa enfadado. Wilder lo explicaba así en una entrevisa con el director Cameron Crow: -"¿La salida de DiMaggio le estropeó el humor a Monroe?" - "No. Le encantaban las multitudes. Se llevó el dedo a los labios, todos se callaron, y seguimos rodando."

5.8
12,709
6
22 de septiembre de 2008
22 de septiembre de 2008
106 de 120 usuarios han encontrado esta crítica útil
Brad Anderson, director de la magnética “El maquinista” y responsable de varios capítulos en series como “The Shield” o “The Wire”, se adentra en su sexto film en las gélidas tierras rusas para narrar el accidentado viaje de un joven matrimonio estadounidense a bordo del mítico Transiberiano.
Anderson se disfraza de Hitchcock volviendo a demostrar su innata capacidad para crear atmósferas malsanas y trasmitir con intensidad sensaciones como la angustia y el pánico. Consigue dotar de fuerza y agilidad a una historia de suspense que, a pesar de ser un tanto simple y previsible, tiene explosiones sorprendentes de buen cine de género y una facilidad pasmosa para atrapar al espectador. Sin embargo la dirección flojea un poco en momentos puntuales al subrayar en exceso ciertas situaciones.
En el apartado interpretativo destacan sobre el resto una notable Emily Mortimer (vista en Match Point) y el actor con uno de los caretos con más personalidad, expresividad y versatilidad que haya dado el séptimo arte: sir Ben Kingsley. Ya sea como detective ruso, militar iraní o líder pacifista el actor inglés siempre resulta creíble, siempre cumple con nota.
La frase de Tennessee Williams que menciona la protagonista ("Mata a mis demonios y puede que mis ángeles también mueran") resume perfectamente un film al que hay que perdonarle ciertos defectos ya que consigue algo poco habitual en los tiempos que corren: crear una buena película de suspense con cierto aire clásico. Una especie en peligro de extinción.
Anderson se disfraza de Hitchcock volviendo a demostrar su innata capacidad para crear atmósferas malsanas y trasmitir con intensidad sensaciones como la angustia y el pánico. Consigue dotar de fuerza y agilidad a una historia de suspense que, a pesar de ser un tanto simple y previsible, tiene explosiones sorprendentes de buen cine de género y una facilidad pasmosa para atrapar al espectador. Sin embargo la dirección flojea un poco en momentos puntuales al subrayar en exceso ciertas situaciones.
En el apartado interpretativo destacan sobre el resto una notable Emily Mortimer (vista en Match Point) y el actor con uno de los caretos con más personalidad, expresividad y versatilidad que haya dado el séptimo arte: sir Ben Kingsley. Ya sea como detective ruso, militar iraní o líder pacifista el actor inglés siempre resulta creíble, siempre cumple con nota.
La frase de Tennessee Williams que menciona la protagonista ("Mata a mis demonios y puede que mis ángeles también mueran") resume perfectamente un film al que hay que perdonarle ciertos defectos ya que consigue algo poco habitual en los tiempos que corren: crear una buena película de suspense con cierto aire clásico. Una especie en peligro de extinción.

8.4
35,308
10
4 de enero de 2008
4 de enero de 2008
98 de 108 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Perdición” es para mí mucho más que una película ya que marcó mi afición al cine, me descubrió el cine clásico americano, el cine negro y al maestro Wilder. Me marcó profundamente y es (y lo será siempre) mi película favorita.
En “Double indemnity” confluyen multitud de elementos que hacen que sea un film capital en la historia del cine y que la convierte en el modelo ideal de “film noir”:
- La historia es muy arriesgada, totalmente macabra, rompedora para la época y contraria a la moral puritana, por lo que fue dura e injustamente castigada en los Oscar de aquel año (en los que triunfó la ramplona historia de un cura bonachón llamada “Siguiendo mi camino”). Wilder se enamoró de la novela creada por James M. Cain y junto al mítico escritor de novela negra Raymond Chandler (“El sueño eterno”) escribió la adaptación cinematográfica. La relación entre ambos fue dura, se llevaron mal, pero de ella surgieron algunos de los mejores diálogos de la historia del cine.
- La fotografía, a cargo de John F. Seitz, marcó una época y un género. La luz entrando a través de las persianas venecianas, reflejándose como barrotes de una celda sobre el salón de la casa de los Dietrickson y sobre los protagonistas….
- En cuanto a la dirección, Wilder ofrece una clase magistral de cómo utilizar dos recursos cinematográficos: el “flashback” y la “voz en off”. Con el primero articula la historia contándonos el final en el minuto 5 (“I did it for the money, and for a woman, and I don`t get the money, and I don`t get the woman…”), lo que sumerge en la amargura al resto del relato; y con el segundo nos introduce en los pensamientos, sentimientos y reflexiones más profundos del protagonista. Son para enmarcar el primer encuentro de los protagonistas, cargado de erotismo, la tensa escena de la puerta y los pequeños detalles, como la pulsera del tobillo de la Stanwyck, el enano infalible o las cerillas.
- En los papeles protagonistas, dos actores que dejan atrás sus registros habituales, que jamás habían hecho papeles dramáticos similares: Barbara Stanwyck que marcó para siempre con su actuación lo que debe ser una perfecta “femme fatale”, y Fred McMurray, magnífico en su rol de vendedor de seguros que se deja arrastrar al abismo. Y para completar la terna, Edgard G. Robinson, uno de los mejores y menos reconocidos actores del cine clásico americano, que aquí lo borda.
- Por último, la música de Miklos Rozsa envuelve el relato ayudando a crear esa atmósfera cargada y malsana.
Todo esto es “Perdicón”, el magnfico clásico de Billy Wilder que marcó la estética del cine negro e hizo un poco más grande al séptimo arte.
En “Double indemnity” confluyen multitud de elementos que hacen que sea un film capital en la historia del cine y que la convierte en el modelo ideal de “film noir”:
- La historia es muy arriesgada, totalmente macabra, rompedora para la época y contraria a la moral puritana, por lo que fue dura e injustamente castigada en los Oscar de aquel año (en los que triunfó la ramplona historia de un cura bonachón llamada “Siguiendo mi camino”). Wilder se enamoró de la novela creada por James M. Cain y junto al mítico escritor de novela negra Raymond Chandler (“El sueño eterno”) escribió la adaptación cinematográfica. La relación entre ambos fue dura, se llevaron mal, pero de ella surgieron algunos de los mejores diálogos de la historia del cine.
- La fotografía, a cargo de John F. Seitz, marcó una época y un género. La luz entrando a través de las persianas venecianas, reflejándose como barrotes de una celda sobre el salón de la casa de los Dietrickson y sobre los protagonistas….
- En cuanto a la dirección, Wilder ofrece una clase magistral de cómo utilizar dos recursos cinematográficos: el “flashback” y la “voz en off”. Con el primero articula la historia contándonos el final en el minuto 5 (“I did it for the money, and for a woman, and I don`t get the money, and I don`t get the woman…”), lo que sumerge en la amargura al resto del relato; y con el segundo nos introduce en los pensamientos, sentimientos y reflexiones más profundos del protagonista. Son para enmarcar el primer encuentro de los protagonistas, cargado de erotismo, la tensa escena de la puerta y los pequeños detalles, como la pulsera del tobillo de la Stanwyck, el enano infalible o las cerillas.
- En los papeles protagonistas, dos actores que dejan atrás sus registros habituales, que jamás habían hecho papeles dramáticos similares: Barbara Stanwyck que marcó para siempre con su actuación lo que debe ser una perfecta “femme fatale”, y Fred McMurray, magnífico en su rol de vendedor de seguros que se deja arrastrar al abismo. Y para completar la terna, Edgard G. Robinson, uno de los mejores y menos reconocidos actores del cine clásico americano, que aquí lo borda.
- Por último, la música de Miklos Rozsa envuelve el relato ayudando a crear esa atmósfera cargada y malsana.
Todo esto es “Perdicón”, el magnfico clásico de Billy Wilder que marcó la estética del cine negro e hizo un poco más grande al séptimo arte.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Como curiosidad, se llegó a rodar un final alternativo en el que el protagonista es conducido a la cámara de gas del cuál sólo de conservan algunos fotogramas. Este final le pareció demasiado moralista a Wilder que afortunadamente optó por algo más poético, el protagonista arrastrándose hasta el umbral de la puerta, donde se da por vencido y busca, pero no encuentra, una cerilla que finalmente le ofrece su amigo…
Más sobre SyckBoy
Cancelar
Limpiar
Aplicar
Filters & Sorts
You can change filter options and sorts from here