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El último caballo

Comedia Después de terminar la mili en el cuerpo de caballería, Fernando decide comprar a Bucéfalo, el caballo que ha sido su compañero durante ese tiempo y regresa a Madrid con el animal. Pero la ciudad se ha transformado tanto que ni siquiera encuentra una cuadra ni tiene tiempo para atenderlo. Así las cosas, tendrá que buscar alguna solución. (FILMAFFINITY)
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Críticas 26
Críticas ordenadas por utilidad
31 de octubre de 2018
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
¡¡qué peli más bonita por favor!! Y mira que yo más bien pensaba que no me gustaban las pelis así, antiguas, actuadas con entonación de teatro. Tuve la suerte de verla en pantalla grande en el cine Chantal de la Filmoteca Popular de Madrid (lugar que recomiendo muchísimo a todxs lxs amantes del cine), y fue una hora de coro de risas y oooes, una empatía que trasciende época y formato. Porque la historia que cuenta esta película es importante, mucho. Y luego, accesoriamente, la emoción (y la extrañeza) que produce ver el retrato vivo de ese Madrid no tan antiguo, el vértigo del abismo de este mundo moderno que Fernando finalmente no ha podido evitar.
quepeiltehasmontao
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8 de febrero de 2017
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras licenciarse en el cuerpo de caballería, un soldado decide destinar sus ahorros a la compra de su caballo Bucéfalo, pues el ejército va a ser motorizado y venderá estos animales a las plazas de toros.

Fernando Fernán Gómez se mete en la piel de un personaje quijotesco en pos de una utopía, nada menos que detener el progreso del mundo moderno, en esta fábula ecologista que abriría una tendencia en el cine español de entonces aunando neorrealismo, humor y crítica social. Uno de los clásicos del gran Edgar Neville.



"Con gente buena, que no falta, venceremos al materialismo y al motor."
CINECLUB
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1 de abril de 2022
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
"El último caballo", como decir "El último mohicano" o "Los últimos de Filipinas", traslada al espectador a un final de ciclo, a algo que muere para dar paso a una nueva situación.
Es lo que ocurre cuando un regimiento de Caballería pasa a ser motorizado. Sobran los caballos y el Ejército los vende como montura de picadores en las corridas de toros. O sea, son condenados a una muerte segura.
Pero Fernando (Fernán Gómez) no se resigna e invierte todo el dinero que tenía ahorrado para casarse en adquirir a Bucéfalo, el caballo que le ha servido de montura durante todo el servicio militar. Ahí viene el problema, que Madrid donde trabaja de oficinista no tiene espacio para caballos, "Ya no hay más que camionetas". Y la vida está muy cara, 20 pesetas diarias cuesta la pensión y otras 20 le piden por mantener el caballo en un picadero. Imposible para un chupatintas.
Ahí está el planteamiento de la trama que se irá desmigajando en un bellísimo guion que alterna escenas cómicas y dramáticas en el mejor estilo chaplinesco. Por un momento Bucéfalo semeja a "El Chico" del maestro del bombín y del bastón, solos, sin un hogar donde morar y perseguidos, el uno por el contratista de caballos de las Ventas y el otro por la frialdad de los servicios sociales.
Director, guionista y productor de la cinta, Neville comunica a su obra ese tono agridulce tan característico de los grandes maestros.
¿No tiene acaso un tono cervantino la salida desde Alcalá, precisamente Alcalá de Henares, de Fernando bien trajeado y a lomos de Rocinante, digo Bucéfalo, camino de Madrid donde le esperan las calles pobladas de gigantes, digo de coches y de camiones? ¿No tiene acaso Fernán Gómez un parar quijotesco como demostrará posteriormente en otro de sus grandes papeles?
¿Y su antiguo compañero de armas ahora bombero, Simón (Ozores), no es acaso una suerte de buen Sancho que lo ayuda y sigue fielmente para salvar a Bucéfalo? Incluso nos atrevemos a comparar a la bondadosa Isabel (Montes) con una Dulcinea floristera, frente al egoísmo de Elvirita y de la Maritornes de su madre (Lajos).
Bucéfalo, "El último caballo", en este caso representa a esa parte de la sociedad que ha dejado de ser útil y por lo tanto sobra y hay que quitar de en medio sin contemplaciones. Son los "Tiempos modernos" ante los que no se resigna a sucumbir este entrañable grupo humano. "Un labrador, un bombero, un oficinista y una florista, unidos contra el mundo moderno".
Auténtica ecología. Y estamos en 1950. Nada que ver con el ecologismo actual de aire acondicionado.
No es nostalgia del "Mundo antiguo cuando todo lo que se movía tenía sangre caliente". Es la absoluta convicción que modernidad no significa precisamente felicidad, al menos "Antes a la gente le quedaba la peseta sobrante con la que compraba la alegría".
Una gran película, con una dirección que alterna magistralmente momentos dramáticos con otros cómicos. Impagable la escena del plantón del novio el día de su presentación oficial, como las "cabalgadas" entre los coches de Fernando por la Gran Vía madrileña.
Buena asimismo la escena del veterinario que atiende la infección de Bucéfalo para la que requiere penicilina que hay que comprar muy cara en el mercado de estraperlo, mientras despacha sin contemplaciones el coma etílico del calesero (Aguirre) a base de inhalaciones de amoniaco y aplicación de compresas de agua fría en la frente.
En resumen, no se pierdan esta variante de "El hombre que susurraba a los caballos", una cinta más que notable que recomendamos.
Lo dicho, "¡Abajo los camiones!"
Lafuente Estefanía
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3 de agosto de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las vueltas que da el mundo. Esta película de hace 70 años, con esa defensa del amor a los animales, en este caso un caballo, y una crítica de la contaminación urbana debería gustar a ecologistas y naturalistas de ahora.
Porque esa era la intención del guión de Neville, maravillosamente servido por quizá los dos actores mejores de aquellos años y de después: Fernán Gómez y J.L. Ozores.
La trama es sencilla y ya ha sido contada aquí. Las escenas del caballo por la calle Alcalá son para mostrar el contraste entre lo natural y lo artificial. Ganará, como es lógico, lo urbano, pero el último caballo queda como un símbolo de lo que podría haber sido de otro modo.
Neville equipara lo moderno al materialismo... Razón no le falta, aunque es un asunto que se las trae.
yoparam
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21 de marzo de 2020
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entrañable comedia que invita a reflexionar sobre la velocidad a la que va la sociedad y el poco sentido que tiene todo esto a lo que llamamos progreso
.
Curioso escuchar diálogos de hace 70 años, que siguen totalmente vigentes, en los que uno se puede sentir identificado sobre la ridiculez de sociedad que hemos creado. Muy recomendable.
g00nie
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