Haz click aquí para copiar la URL

El mundo sigue

Drama Barrio madrileño de Maravillas. Eloísa es una abnegada esposa y madre eficiente, que vive con su marido, un guardia municipal más autoritario en casa que en la calle y al que a veces se le va la mano. Su hijo es un beato que salió del seminario poco antes de convertirse en sacerdote, y que se pasa la vida estudiando y rezando para expiar los pecados de su familia. Las hijas, dos hermanas, obsesionadas cada una a su manera por la ... [+]
Críticas 66
Críticas ordenadas por utilidad
escribe tu crítica
9
9 de enero de 2012
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta es una de esas películas que había que hacer ver a quienes, categóricamente, niegan al cine español la más mínima credibilidad; a los absolutistas del "todo lo que se hace aquí es una mierda". Nos encontramos ante una fantástica muestra costumbrista y un estudio profundo de estereotipos nacionales durante la larga siesta franquista; de algunos de ellos (el escritor y crítico teatral) se muestra tan sólo la puntita, para no despertar al monstruo de las tijeras.

Los descorazonadores personajes, hijos de su tiempo, que Fernando Fernán Gómez dibuja, aprovechando la novela de Juan Antonio Zunzunegui, conforman un cuadro realista en el que son más vistosas las sombras que las luces.
Imagino al bueno y cabreado Fernando midiendo y calculando cada diálogo y cada plano, para no ofender al censor de turno, buscando una explicación alternativa a supuestas cesiones a la inmoralidad y a sospechosos triunfos del asco, saltando de alegría cuando con sutiles argumentos y algún porrón de vino se sorteaba la cizalla de la autoridad. Demasiados desvelos como para que ahora cualquier pijoterillo, gratuitamente, se permita escatológicos comentarios sobre toda la producción cinematográfica española.

Dos hermanas irreconciliables (Lina Canalejas y Gemma Cuervo), como las dos Españas de siempre, no perderán ocasión de hacerse daño, envidiarse y restregar el rostro de la otra con supuestas virtudes y principios irrenunciables que cada una de ellas dice atesorar.
Imprescindible. Amarga. A la misma altura que algunas de las grandes obras del neorrealismo italiano.
7
19 de julio de 2015
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desaforado melodrama atrozmente explícito y deliberado. Casi un ejercicio de sadismo perpetrado sobre sus penosas criaturas.
"¿Qué fue de Babe Jane?" a la española (de hecho, se da la extraña casualidad de que las dos novelas, la de Farrell y Zunzunegui, en las que están basadas ambas películas, la de Aldrich y la de Gómez, son del mismo año, 1960; de ahí se podría deducir que se respiraba en el ambiente la saña femenina y el odio fraternal; como rencor legendario fue el que se tuvieron durante décadas las maravillosas hermanas de Havilland, Olivia y Joan -se la conocía por el apellido Fontaine-, increíblemente longevas; Olivia sigue viva, va para los cien; como si la terquedad vital hubiera sido alimentada por el mutuo desprecio e inquina, a ver quién era la guapa que aguantaba más).
Naturalismo psicologista pero exaltado, feroz, distorsionado por pasiones ulcerosas, sarnosas, a pura muerte; con un lenguaje rico, popular, castizo, lleno de términos y expresiones llenas de enjundia, gracia y brutalidad; sucia poesía esencial, de la calle, y de la casa, un arsenal verbal que, lástima, se ha ido perdiendo y que supone un jolgorio escucharlo en estos tiempos tan parcos, romos y mansos.
Una moral asfixiante y reinante que impide a la gente vivir en paz. El trío protagonista se encuentra dominado por el ansia económica y las hermanas, más concretamente, por el yugo/instrumento sexual.
El conflicto principal, la tesis, el asunto visceral, se podría situar en el, según lo que vemos e intuimos, ominoso choque de trenes entre los nuevos tiempos que llegaban (el desarrollismo y el aperturismo franquistas que se estaba produciendo desde finales de los cincuenta con un gran cambio económico y social, con la irrupción del turismo y el relajo de las costumbres, con la llegada, todavía tibia pero emergente, de la clase media al poder y con la incorporación de los signos/símbolos del capitalismo más aplastante -el dinero, aparece hasta un próspero banquero, como gran obsesión, único valor y fin de todo, y su hijo más querido, el coche, la gran vaca sagrada, como máxima aspiración y sinónimo de triunfo, estatus y felicidad-, sin despreciar asuntos tan frívolos como los concursos de belleza u otros tan universales como el fútbol, se ve al Madrid de Di Stéfano, que pronto marcarían buena parte del ocio y el sueño y el horizonte del ciudadano medio) y los viejos que todavía no se querían ir (los resabios de la vieja España, la de las sotanas -el hijo beato casi que se convierte en un bufón, cada vez que abre la boca es ridiculizado y negado-, la autoridad policial -padre al que, pese a su violencia de fantoche y su actitud de redomado zote con honores y medallas, la mujer y la hija le tratan como al pelele interesado que realmente es-, la moral más histérica y pacata -el sexo como virulenta vara de medir, rasero grotesco en su importancia hinchada y su puritanismo cerril-, y el chisme constante -el mundo como una gigantesca corrala de pavorosas comadres; Eloísa se entera del devenir alpujarreño de su marido debido a las inocentes palabras de una buena samaritana que la aborda en medio de la calle). Entre la espada y la pared; de un pasado lleno de miserias y austeridad pacata a un presente-futuro persiguiendo el becerro de oro con la sangre espesa y la mente enajenada. Cruce de caminos y corrimiento de tierras que pilla a los protagonistas sin defensa ni remedio ni criterio, al albur de fuerzas que ni controlan ni entienden; pobres seres devorados por la vida, por el mundo, que sigue, como siempre, hasta que de una vez por todas se acabe.
Pero eso sí, con el fútbol (y las quinielas, por supuesto) y los toros como banderas, innegociables señas de identidad; y, faltaría más, el bar como centro de operaciones, reunión y esparcimiento; con densidad máxima de gañanes en celo, dinero apetecible y lustroso intercambio de humillaciones.
Una película sorprendente por su rabiosa sinceridad y su imponente fuerza narrativa; valiente ejercicio de realismo esperpéntico, un tanto desequilibrado, excesivo y atormentado, pero siempre interesante y curioso. Sirve como documento y como drama.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La una, Luisa, se pasa de libérrima (sus padres nunca lo nombran explícitamente, su hermana sí, aunque hacen mil alusiones para comentar que ejerce... sí, justo ese oficio tan conocido, denostado y antiguo), la otra, Eloísa, de escrupulosa; las dos llegan a las manos cada vez que se ven, zarandeadas por un encono blasfemo, pulverizador.
Faustino, Fernán Goméz (demuestra su -buen- talante al otorgarse el papel de un tipo tan despreciable y perdedor; nada que ver con los Redford, Eastwood, Costner y demás directores USA que cuando se dirigen suelen regalarse héroes sin mácula no más), es un desgraciado, en todos los sentidos; cobarde, golfo y un sinfín de gruesas miserias que le acompañan como moscas con el olfato muy afilado.
Juguetes rotos que se chocan entre sí, como títeres descabezados, sonámbulos, suicidas.
Los padres son más llevaderos, la madre sobre todo (el marido es un cafre de cuerpo entero), aunque también tienen lo suyo. La, para mí, mejor escena de la película consiste en la conversación que tienen los dos con el difícil fin de asimilar la nefanda actividad venérea de su hija dentro de la estricta moral familiar y social ("el ten con ten" -que recuerda poderosamente al del clasicazo de nuestras letras, "La Regenta", esa obra maestra apabullante que aludía a tan vidrioso concepto para hacer entender a la pobre Ana cómo debía manejarse, nadar y guardar la ropa, en las procelosas aguas-mareas del amor, el deseo y el interés-, que me permita tener buena relación con mi hija sin menoscabo de mi honor y buen nombre, dice el padre; o, más tarde, que propicie el sano y justo lavado del dinero, ya que lo que importa no es su origen o procedencia, sino el modo en que se emplea, su poderío y capacidad adquisitiva); un diálogo genial, repleto de cinismo, humor y comprensión; una hipocresía tan rotunda y lógica que provoca ternura y da risa.
El retrato de la España de la época es tremendo, con un paisanaje abominable, agresivo y malencarado, salido y reprimido.
La mirada de Fernán Gómez es clara y directa; se ve todo sin disimulos ni medias tintas; hasta recurre al monólogo interior en su afán de mostrar, sin elipsis ni sutilezas, el alma torturada de sus personajes.
El único personaje completamente positivo es el del escritor (seguramente no sea casualidad al provenir de una novela, sería algo así como un álter ego): enamorado, bueno y ascético.
El final es inesperado y salvaje; coherente y muy arriesgado: la hermana más capaz vence a la débil; la perdida a la santa, la cualquiera a la mujer de su casa; ideas maniqueas y groseras que sirven para una, quizás, denuncia, muy moralista y desquiciada, de la situación, en la que la moraleja sería que es mucho mejor, más conveniente ser puta que honrada ya que los valores se han pervertido del todo, por lo tanto, si nos quedamos solo con este aspecto, sería un lamento por lo nuevo, una añoranza de lo perdido, pero hay elementos suficientes para pensar que en realidad lo que se plantea es que no hay salida ni paraísos perdidos, ni buenos ni malos tiempos, solo una especie de fatalismo esencial que tiene más que ver con lo íntimo, con los secretos y las entrañas, con la llamada enloquecida de ciertos atavismos muy primarios y muy oscuros que con cuestiones más vagas o generales. Posiblemente.
Pero al final todos pierden.
9
15 de octubre de 2009
16 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta Eloísa…Maldita sea su estampa. Voto a Cristo que un día…Y no se trata de reniegos o porvidas, no. Se trata de dejar vivir a las personas tranquilas, demonios. Yo entiendo que hay que criar a los hijos y darles una educación. Sino qué van a ser en el mundo. Pero que se ocupe la Eloísa que para eso los ha parido ¿no? Bastante tengo yo con aguantar a esos mequetrefes del bar. Ese Don Gerbasio me saca de mis casillas. Sin duda hay perros de muchas clases pero éste…Una estocada le daba al fulano que lo dejaba seco.

Pero bueno yo a lo mío, que estos barullos me engolfan, me ponen de mala sangre. Y luego pues pasa lo que pasa. Mira que me lo dijo el Euta: “Faustino que el Atleti gana, Faustino que el Atleti gana”. Y yo nada. Un uno al Elche y doscientas pesetas. Pero, ¿qué hago yo con doscientas pesetas? Pero esta semana es la mía. Tengo a la suerte cogida por los cuernos. Ya lo estoy viendo: un coche, un piso en la Castellana, unas alhajas para la Elo. Bueno y dejar una buena parte para jugar la semana que viene claro. Porque los españoles no sabemos mucho de casi nada, pero de toros y fútbol…De eso gastamos parla como nadie. Y el que no se quiera aprovechar del asunto es que es un pardillo. Además, así de camino la Elo le da en las orejas al tontolaba de su padre. Bueno y al pendón de la Luisita. Sí, sí, la Luisita. Porque esa es otra. ¡Menuda está hecha! Le pone los dientes largos a la mía y luego viene la ignorante a darme la monserga. Y que pasa: pues la quiniela a la mierda. Ojo. Y que yo a la Luisita me la trajinaba ¡eh! Que no veas que trapío luce desde que es rica. Pero cada uno tiene su sombra y la de ella nunca me gustó.

En fin. Y mañana me voy con los de la peña a ver al Madrid en la Copa de Europa. A Francia ni más ni menos. Estaré entrampao un mes pero que le vamos a hacer. Ya se sabe: en raras ocasiones la musa y el comer caliente son compatibles. Eso sí, que no cunda el desánimo que esta semana…
8
23 de enero de 2010
13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Melodrama intenso, desgarrador como la vida misma, con un final de los que no se olvidan y unas interpretaciones llenas de fuerza y rabia.

La dirección es magistral, muy moderna para la época si tenemos en cuenta algunos de los artificios de montaje usados como son los flashbacks o la forma en que están filmadas esas maravillosas escaleras comunitarias.

Su idea central: para todo hay que valer en esta vida, tanto para lo bueno como para lo malo. A Faustino (Fernando Fernán-Gómez) le faltaban agallas para defender a su esposa (Lina Canalejas) de las burlas de los clientes del bar donde trabajaba, de la misma forma en que ésta era incapaz de emular a su hermana (Gemma Cuervo) dejándose llevar por una vida de dudosa reputación que le proporcionara dinero fácil; un dinero que necesitaba para dar de comer a sus hijos, y que su marido no traía a casa porque el poco que ganaba se lo gastaba en quinielas...

Al final, pase lo que pase, por muchas penurias que sufra uno y por trágico que pueda ser el desenlace, sólo hay una cosa cierta: el mundo sigue, así es... Buena cuenta de ello se da en este trabajo.

¡Pero qué grande es Fernán-Gómez!... De obligado visionado. Una de las obras magnas del cine español.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El final es antológico, muy triste, pero antológico. Esa música que suena en la radio del coche, ajena a todo el dolor de afuera, es de un poder dramático impresionante. Han de verlo.
9
21 de octubre de 2010
13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Historia triste que me recuerda otras historias de cine neorrealista, como aquella terrible de "La terra trema", pero que también me recuerda una realidad tristemente vivida en el pasado no tan lejano de nuestro país, cuando ser mujer era mucho más duro que ahora y ser pobre no significaba no ir a esquiar sino carecer de todo, hasta de dignidad.

Los actores son excelsos, desde la joven Lina Canalejas hasta la fugaz Pilar Bardem -haciendo de modelo de moralidad dudosa-, y la historia, basada en la novela de Zunzunegui, no tiene desperdicio, porque está a la altura de cualquier tragedia griega: cainismo, violencia de género, violencia doméstica, crítica feroz a toda la sociedad, incluida la franja formada por los literatos y los críticos teatrales del tres al cuarto.

También son destacables los planos en picado y la ambientación, tanto de las casas de proletarios como de las casas con posibles.

Creo que hacía mucho tiempo que no veía una película española con tan buenos actores -José Calvo, José María Caffarel, Gemma Cuervo, Fernando Guillén, Agustín González,... todos buenísimos- y con un guión tan conseguido.
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow
    Bienvenido al nuevo buscador de FA: permite buscar incluso con errores ortográficos
    hacer búsquedas múltiples (Ej: De Niro Pacino) y búsquedas coloquiales (Ej: Spiderman de Tom Holland)
    Se muestran resultados para
    Sin resultados para