El muelle de las brumas
7.4
1,997
Drama. Romance. Thriller
Un desertor del ejército francés (Jean Gabin), llega a Le Havre -una ciudad permanentemente envuelta en la niebla-, para huir en barco. Conoce a Nelly (Michèle Morgan) en Casa Panamá, un garito del muelle, y simpatizan de inmediato; ella es una joven de 17 años tiranizada por su tutor, Zabel (Michele Simon), un hombre extraño que mantiene tratos con un grupo de jóvenes que juegan a ser mafiosos. Uno de ellos acosa a Nelly, y Jean lo ... [+]
17 de abril de 2019
17 de abril de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
A medida que escuchamos ese lenguaje coloquial de la pareja Jean-Nelly que intenta -sin lograrlo-jugar a la poesía; al escuchar al joven pintor que desencantado de la vida tomará una buena decisión… y otra que quizás no lo sea; cuando, en el negocio de Panamá, conocemos a esa gente de pueblo solidaria y consecuente con los suyos… y cuando vemos a ese soldado de mediana edad que viaja en un camión hasta llegar a Le Havre, es fácil asociar todo esto con la vida personal del escritor, Pierre Mac Orlan (19-19), quien, en su juventud, intentó escribir poesía; anheló pintar como Toulouse-Lautrec; redactó artículos para el periódico anarquista, Le Libertaire, exaltando la revolución proletaria; y estuvo enrolado en la infantería de marina durante la I Guerra Mundial.
Con estas experiencias, fue que surgió en, Mac Orlan, la idea de la novela, “Quai des Brumes”, que publicara en 1927. En la obra, la historia transcurre alrededor de 1910, en París, y comienza cuando Jean Rabe, un hombre joven, ocioso y sin dinero, llega hasta el Cabaret Au Lapin Agile (punto de encuentro, en la vida real, de artistas como Max Jacob, Pablo Picasso… y el propio escritor) y allí conocerá a Frederic, el solidario guardián, y a la joven y bella bailarina, Nelly, quien le devolverá el apego por la vida.
El guion que escribiera, Jacques Prevert, para la película que dirigió, Marcel Carné, conserva el título, <<EL MUELLE DE LAS BRUMAS>>, pero, tiene las habituales y, esta vez, muy marcadas variaciones. La única explicación que recibimos sobre, por qué, Jean, luce en plan de desertar del ejército, queda deducirla -libremente- de una frase que, éste, dice al camionero que lo transporta hasta Le Havre: “Parece fácil disparar como en las ferias (…), disparas y luego el tipo lanza un grito, con las manos se agarra el vientre, y luego sus manos enrojecen y caen. Se queda uno sin comprender nada de lo ocurrido”.
Pero, ni siquiera el indudable talento interpretativo de Jean Gabin, lo salva de lucir poco adecuado para su personaje que, en la novela es, lógicamente, bastante joven. Aquí, es un hombre de 34 años (mediana edad en su época) que, sin nada que ofrecer –ni siquiera amabilidad-, atrae, hasta el apasionamiento, a la bella jovencita Nelly de 17 años (exactamente la edad de Michèle Morgan al momento del rodaje) y con un perro siempre detrás -que, objetivamente, aquí luce como un estorbo- sostiene un romance que, ¡hay que tragar saliva para creerlo!
Adicionalmente, no vemos a ningún sabueso del ejército que tan siquiera le siga… y lo peor ocurre con la presencia de tres, ya criaditos, aspirantes a gánsteres que, en todo momento, lucirán como pelagatos de comedia.
La película fue prohibida algunos años en Francia, “porque la presentación positiva de un desertor puede tener efectos desmoralizadores en un país ocupado” … y aunque el realismo-poético-social fue un buen intento por parte de Carné, el filme emana ahora un aire ciertamente deslucido y el romance de la huérfana y el desertor comienza a verse bastante desteñido. Razón tuvo, Jean, en el momento en que dijo: “Es horrible enamorarse como un Romeo y tener la cara de un Barba Azul”.
Con estas experiencias, fue que surgió en, Mac Orlan, la idea de la novela, “Quai des Brumes”, que publicara en 1927. En la obra, la historia transcurre alrededor de 1910, en París, y comienza cuando Jean Rabe, un hombre joven, ocioso y sin dinero, llega hasta el Cabaret Au Lapin Agile (punto de encuentro, en la vida real, de artistas como Max Jacob, Pablo Picasso… y el propio escritor) y allí conocerá a Frederic, el solidario guardián, y a la joven y bella bailarina, Nelly, quien le devolverá el apego por la vida.
El guion que escribiera, Jacques Prevert, para la película que dirigió, Marcel Carné, conserva el título, <<EL MUELLE DE LAS BRUMAS>>, pero, tiene las habituales y, esta vez, muy marcadas variaciones. La única explicación que recibimos sobre, por qué, Jean, luce en plan de desertar del ejército, queda deducirla -libremente- de una frase que, éste, dice al camionero que lo transporta hasta Le Havre: “Parece fácil disparar como en las ferias (…), disparas y luego el tipo lanza un grito, con las manos se agarra el vientre, y luego sus manos enrojecen y caen. Se queda uno sin comprender nada de lo ocurrido”.
Pero, ni siquiera el indudable talento interpretativo de Jean Gabin, lo salva de lucir poco adecuado para su personaje que, en la novela es, lógicamente, bastante joven. Aquí, es un hombre de 34 años (mediana edad en su época) que, sin nada que ofrecer –ni siquiera amabilidad-, atrae, hasta el apasionamiento, a la bella jovencita Nelly de 17 años (exactamente la edad de Michèle Morgan al momento del rodaje) y con un perro siempre detrás -que, objetivamente, aquí luce como un estorbo- sostiene un romance que, ¡hay que tragar saliva para creerlo!
Adicionalmente, no vemos a ningún sabueso del ejército que tan siquiera le siga… y lo peor ocurre con la presencia de tres, ya criaditos, aspirantes a gánsteres que, en todo momento, lucirán como pelagatos de comedia.
La película fue prohibida algunos años en Francia, “porque la presentación positiva de un desertor puede tener efectos desmoralizadores en un país ocupado” … y aunque el realismo-poético-social fue un buen intento por parte de Carné, el filme emana ahora un aire ciertamente deslucido y el romance de la huérfana y el desertor comienza a verse bastante desteñido. Razón tuvo, Jean, en el momento en que dijo: “Es horrible enamorarse como un Romeo y tener la cara de un Barba Azul”.
8 de noviembre de 2020
8 de noviembre de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Marcel Carné nos regala con “El muelle de las brumas” una historia de perdedores hermosísima y desoladora a un tiempo, e inscrita de lleno en el realismo poético francés, corriente cinematográfica dominante en el país vecino durante los años previos a la II Guerra Mundial, de filiación vanguardista —expresionismo alemán, surrealismo— y notable influencia posterior —“noir” americano, “nouvelle vague”—.
A partir de un argumento mínimo —un desertor del ejército colonial espera para embarcarse en un carguero que lo llevará a Venezuela—, Carné pinta un extraordinario retrato del alma humana, con sus luces y sus sombras, más abundantes las segundas. Como es norma en el realismo poético —heredada, seguramente, del naturalismo de Émile Zola—, sus modelos proceden de los estratos más bajos de la sociedad: prostitutas, proxenetas, huérfanos, matones de tres al cuarto, borrachos, perros callejeros y demás parias de la tierra.
La película alterna escenas de estudio y otras en exteriores, con luz natural y localizaciones reales. Es en estas donde la fotografía, a cargo de Eugen Schüfftan, alcanza sus más altas cotas de doliente expresividad, merced a la niebla del título y el efecto evocador que produce al tamizar el de por sí precario alumbrado nocturno, así como el contraste de dichos pasajes con el cegador brillo matutino en las dársenas de El Havre, excesivo incluso para la lente de la cámara.
Los diálogos, firmados por el poeta surrealista Jacques Prévert, revisten la exigua trama de un aliento lírico que conjuga cinismo y tragedia en perfecta armonía, y que a su vez se encarnan en el irrepetible Jean Gabin, gran estrella del cine francés antes y después de la Guerra, héroe condecorado él mismo, cuyo ademán duro, pero atravesado de piedad proletaria, constituye un ejemplo ilustrativo de aquel “pathos” subyacente. El peculiar score compuesto por Maurice Jaubert, otro habitual del realismo poético y al que la guerra se llevó por delante a los 40 años, no hace sino ahondar en todo lo anterior.
A partir de un argumento mínimo —un desertor del ejército colonial espera para embarcarse en un carguero que lo llevará a Venezuela—, Carné pinta un extraordinario retrato del alma humana, con sus luces y sus sombras, más abundantes las segundas. Como es norma en el realismo poético —heredada, seguramente, del naturalismo de Émile Zola—, sus modelos proceden de los estratos más bajos de la sociedad: prostitutas, proxenetas, huérfanos, matones de tres al cuarto, borrachos, perros callejeros y demás parias de la tierra.
La película alterna escenas de estudio y otras en exteriores, con luz natural y localizaciones reales. Es en estas donde la fotografía, a cargo de Eugen Schüfftan, alcanza sus más altas cotas de doliente expresividad, merced a la niebla del título y el efecto evocador que produce al tamizar el de por sí precario alumbrado nocturno, así como el contraste de dichos pasajes con el cegador brillo matutino en las dársenas de El Havre, excesivo incluso para la lente de la cámara.
Los diálogos, firmados por el poeta surrealista Jacques Prévert, revisten la exigua trama de un aliento lírico que conjuga cinismo y tragedia en perfecta armonía, y que a su vez se encarnan en el irrepetible Jean Gabin, gran estrella del cine francés antes y después de la Guerra, héroe condecorado él mismo, cuyo ademán duro, pero atravesado de piedad proletaria, constituye un ejemplo ilustrativo de aquel “pathos” subyacente. El peculiar score compuesto por Maurice Jaubert, otro habitual del realismo poético y al que la guerra se llevó por delante a los 40 años, no hace sino ahondar en todo lo anterior.
2 de diciembre de 2023
2 de diciembre de 2023
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La mejor y más gloriosa película del realismo poético francés.
El patetismo insoslayable de todos los personajes del film, configuran una "Casablanca" a la francesa. Sólo un personaje escapa a su fatal destino: el perro.
Una historia de insondable poesía, gravedad, sordidez y lirismo que confiere al genial guión de Prévert, tras el trabajo mayúsculo de dirección de Carné, un lugar en la cumbre del cine.
No se la pierda.
El patetismo insoslayable de todos los personajes del film, configuran una "Casablanca" a la francesa. Sólo un personaje escapa a su fatal destino: el perro.
Una historia de insondable poesía, gravedad, sordidez y lirismo que confiere al genial guión de Prévert, tras el trabajo mayúsculo de dirección de Carné, un lugar en la cumbre del cine.
No se la pierda.
16 de enero de 2024
16 de enero de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Viendo “El muelle de las brumas” se entiende por qué afirman los expertos que Marcel Carné fue el precursor del cine negro norteamericano de los años 40. Resulta obvio que buena parte de sus códigos ya aparecen esbozados en este film de 1938. Desde una misantropía ineludible hasta un fatalismo inevitable, pasando por un pesimismo imposible de soslayar y unas diferencias de clase que se remarcaban más y más, en una época donde se presentía el advenimiento de los fascismos y la sociedad se descomponía ante los ojos anonadados de sus ciudadanos, quizás algo que pudiera resultarnos familiar en la actualidad, donde igualmente resulta imposible sostener ningún tipo de felicidad inteligente.
Como es norma de la casa en el cine del director francés, el guión corre a cargo de Jacques Prévert, en esta ocasión adaptando la novela de Pierre Dumarchais donde el drama romántico, el thriller y la expresión estética del realismo poético francés se mezclan para dar lugar a una cinta brumosa y peculiar que deja impronta en el cine posterior.
Su elenco actoral resulta espléndido, desde el desertor del ejército que protagoniza Jean Gabin hasta la bellísima joven de la que se enamora en el lugar al que acude a refugiarse, una exótica “Casa Panamá”, donde esta heroína encarnada por Michèle Morgan nos enamorará para siempre (su permanente boina y gabardina marcan una línea femenina de vestimenta a seguir), pasando por el confuso y oscuro personaje interpretado por Michel Simon y un gran elenco de secundarios, entre los que destaca el pintor suicida, cuyos diálogos sobre la vida y la condición humana no tienen desperdicio. Pero, qué duda cabe, quizás el personaje que más perdura en la memoria del espectador es el perro, auténtico protagonista en la sombra del film, que sigue al protagonista en todas sus desventuras de principio a fin.
Resulta espléndida la fotografía en un blanco y negro siempre brumoso de Eugen Schüfftan y con la funcionalidad estridente propia de la época la música de Maurice Jaubert.
Como es norma de la casa en el cine del director francés, el guión corre a cargo de Jacques Prévert, en esta ocasión adaptando la novela de Pierre Dumarchais donde el drama romántico, el thriller y la expresión estética del realismo poético francés se mezclan para dar lugar a una cinta brumosa y peculiar que deja impronta en el cine posterior.
Su elenco actoral resulta espléndido, desde el desertor del ejército que protagoniza Jean Gabin hasta la bellísima joven de la que se enamora en el lugar al que acude a refugiarse, una exótica “Casa Panamá”, donde esta heroína encarnada por Michèle Morgan nos enamorará para siempre (su permanente boina y gabardina marcan una línea femenina de vestimenta a seguir), pasando por el confuso y oscuro personaje interpretado por Michel Simon y un gran elenco de secundarios, entre los que destaca el pintor suicida, cuyos diálogos sobre la vida y la condición humana no tienen desperdicio. Pero, qué duda cabe, quizás el personaje que más perdura en la memoria del espectador es el perro, auténtico protagonista en la sombra del film, que sigue al protagonista en todas sus desventuras de principio a fin.
Resulta espléndida la fotografía en un blanco y negro siempre brumoso de Eugen Schüfftan y con la funcionalidad estridente propia de la época la música de Maurice Jaubert.
11 de marzo de 2020
11 de marzo de 2020
6 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
La vi por primera vez el 14 de septiembre de 2011 y le di 2 puntos. 2 de 19 usuarios encontraron útil mi primera crítica. La ponía a parir: muy aburrida y sosa. No encontraba coherente algunos diálogos, como al principio donde había un diálogo muy atropellado (nunca mejor dicho) donde iban en un coche e iban a atropellar a un perro y da un volantazo el prota para no atropellarlo. Y también veía forzado los personajes, muy diferentes entre ellos metidos con calzador en las escenas.
Vista ahora, en su versión original (quizás en su día, el doblaje me tiró para atrás), me ha gustado un poco más, le subo 2 puntos. Jean Gabin sigue sin gustarme demasiado, tiene un aire muy machista donde trata a la mujer (al principio) demasiado despreciable, en cambio a ella le gusta. Es la parte que me chirría.
También tengo que decir, que leí la sipnosis antes de verla (no lo suelo hacer) para aclarar algunos conceptos de la película, para ver si así la entendía mejor, y sí, así fue.
Vista ahora, en su versión original (quizás en su día, el doblaje me tiró para atrás), me ha gustado un poco más, le subo 2 puntos. Jean Gabin sigue sin gustarme demasiado, tiene un aire muy machista donde trata a la mujer (al principio) demasiado despreciable, en cambio a ella le gusta. Es la parte que me chirría.
También tengo que decir, que leí la sipnosis antes de verla (no lo suelo hacer) para aclarar algunos conceptos de la película, para ver si así la entendía mejor, y sí, así fue.
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