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Dolor y gloria

Drama Narra una serie de reencuentros en la vida de Salvador Mallo, un director de cine en su ocaso. Algunos de ellos físicos, y otros recordados, como su infancia en los años 60, cuando emigró con sus padres a Paterna, un pueblo de Valencia, en busca de prosperidad, así como el primer deseo, su primer amor adulto ya en el Madrid de los 80, el dolor de la ruptura de este amor cuando todavía estaba vivo y palpitante, la escritura como única ... [+]
Críticas 293
Críticas ordenadas por utilidad
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8
6 de abril de 2019 1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Logró pasar por la movida y vivió para contarlo. Más allá de las estridencias y las modas pasajeras, había talento verdadero, esa alquimia que permite que un cine sea disfrutado por generaciones. En pleno 2019 nos encontramos con un Pedro Almodóvar más próximo al veterano Carlito Brigante que al visceral Tony Montana. "Dolor y gloria" es una falsa biografía repleta de pistas verdaderas, un juego que hubieran firmado Woody Allen o Federico Fellini.

Desmotándose a sí mismo, el cineasta lanza una aguda reflexión que no resulta pomposo ni excesivamente dramática. Como en un cuento de Chejov, nos lleva por e sendero, mostrando breves pasajes donde los personajes (que tienen un pasado que él bien conoce) muestran bastante de su alma, aunque falten piezas de puzzle.

Antonio Banderas, uno de sus intérpretes fetiche, también se pone en un modo de trabajo más tranquilo del habitual. Es una película sosegada que deja algunos de los más hermosos diálogos de este autor. Hay un reencuentro de amantes, una sonata de invierno entre Argentina y España que está contada de una forma tan deliciosa que apela a cualquier sensibilidad digna de tal nombre.

Un ejercicio de metaficción inteligente y emotivo, una obra que las personas que estudien su cine guardarán como oro en paño.
8
17 de abril de 2019 1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Otra vez ante una película de Almodóvar, después de tanto tiempo. Lleva su sello reconocible. La decoración de las casas y el gusto por el color y el detalle, por ejemplo. Todo el mundo querría estar en un entorno así, no solo porque es elegante y amplio, sino porque juega con lo llamativo y lo sugerente. Cuadros, alfombras, cocinas, menaje, luces. Cualquier detalle donde pongamos la vista es original y arriesgado. Otro sello de la casa: las referencias cinematográficas. Las dolencias del protagonista, un cineasta en crisis, quedan recogidas a modo de imagen gráfica, como si se tratara de un documental divulgativo. Luego el personaje recuerda cómo era el cine de su infancia, en el que en seguida aparecía el agua (mares, torrentes, lagos, ríos, cataratas) (como una metáfora de la pasión carnal, creo yo). Y, claro, hablando de cine con agua, no podía faltar el rostro explosivo de Marilyn en Niágara. Se nombra a esta actriz y se cita también a Liz, aparte del guiño del cartel de La gata sobre el tejado de zinc, colgado en la pared. Quién no se va a acordar de estas mujeres, insignias del cine clásico, del puro cine. Otro sello de la casa: la conversación como terapia, que está en toda su obra, incluso en los títulos de las películas (Hable con ella). Sobre todo la conversación de las mujeres, y la relación materno-filial. Las frases y consejos de esas madres de pueblo de hace años, con ese instinto para la vida, para lo terrenal. Si en La flor de mi secreto la madre le decía a su hija (Marisa Paderes) que una mujer sin hombre es como vaca sin cencerro, aquí la madre ajusta las cuentas con su hijo, con el que le hubiera gustado compartir más tiempo. Esa madre que te da consejos también te enseña la mortaja con que quiere ser enterrada como si te hablara de cómo preparar un potaje. Poderío. Salvando las distancias, Almodóvar comparte con el cine de W. Allen las ganas de retratar los conflictos amorosos, las pasiones, las conversaciones de las mujeres que provocan que la vida sea más intensa, problemática y, por tanto, más divertida. Porque el caos es más avivado que el orden. En su cine los hombres están ahí, trabajan, construyen, pero son más monocordes. A su lado está ese magma de sentimientos, emociones, conversaciones, anécdotas, o sea, el mundo de las mujeres, donde todo cabe y va haciéndose sobre la marcha, como un gran puzzle infinito y colorido. A y WA, ambos neuróticos, ambos creando un mundo propio como válvula de escape, en el que las mujeres campan a sus anchas. Los que no ven nunca películas de Almodóvar y se quedan tan anchos y piensan que eso les honra habría que diagnosticarlos. Porque el cine, como cualquier arte, es difícil, está lleno de intertextualidades, de matices, como la literatura. Negar la obra de A (o la de WA) es ignorar una parte importante de nuestra cultura cinematográfica. Hay quien alega que no todas las películas del cineasta valen la pena. ¡Faltaría más! No vivimos en un mundo sublime en que la gente va creando obras maestras a diestro y siniestro (no sería humano). De todos modos, los que más reclaman son siempre los más cretinos. Lo dice muy bien Jules Renard (aunque él se refiere a la literatura) cuando apunta que la actividad es complicada: uno tiene que estar siempre demostrando su talento a gente que carece de él. Almodóvar es un gran cineasta porque ha hecho aportaciones inolvidables, se ha arriesgado y, al hacerlo, ha creado un estilo propio. Aquí no fuerza nada y le sale un drama con notas de comedia, que es el género que él domina. Es un filme digno que te reconcilia con su mundo, con las relaciones humanas, con los dolores del cuerpo y del alma, con la medicina y hasta con la vida. Siempre lo hace el buen cine.
8
14 de julio de 2019 1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es el ejercicio más honesto que he visto en mucho tiempo de exorcismo salvaje. Abrir la caja de Pandora y dejar salir todos los demonios. Eso es “Dolor y gloria”. Abarca tantos temas vitales que se convierte en la gran película holística de Almodóvar. Es fetichismo, el del agua, que el protagonista asocia al placer como un fenómeno proustiano. Es drogas, legales e ilegales, como ausencia de dolor y como motor creativo. Es el éxito, reverso del fracaso, siendo ambas cosas mucho más difíciles de distinguir de lo que la sociedad nos propone. Es miedo, el que paraliza porque no tiene nombre ni rostro. Es vivir, que significa observar, sentir, amar, oler y aprender a despedirse continuamente. Es cine dentro del cine, abordado mediante un espléndido montaje que transporta al espectador por dos vidas paralelas, la real y la representada. Y, ante todo, es honesta sinceridad de un creador que se descubre, evidenciando que los recuerdos de uno mismo son un conjunto de elementos construidos sobre nuestras vivencias con los mimbres del deseo y la frustración. Porque el creador inventa, adorna, oculta, exagera y se engaña para dar forma a historias que a todos parecerán reales.
Fernando Garín.
8
30 de julio de 2019 1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comulgar con el universo que Almodóvar propone con cada nueva película supone el aceptar de antemano ese mundo que parece anclado en los ya lejanos ochenta, donde sus sufridos protagonistas conviven con los oscuros residuos propios de la Movida madrileña. En sus films, el director muestra toda una amalgama de la cultura popular de aquellos movidos tiempos, donde se convivía con la heroína, droga que sesgó a buena parte de la juventud de la época, y la liberación sexual que supuso los primeros compases de la tan deseada democracia. Aún alejándose de sus primeras producciones (cintas reaccionarias completamente subyugadas al Madrid de los 80), Almodóvar siempre se reserva ese pequeño rincón en sus creaciones para dirigir nuevamente su mirada hacia ese pasado que hizo mella en el director.

Se ha repetido hasta la saciedad que nos encontramos ante su film más biográfico, inclusive ante su propia historia. Siendo esta aseveración, más o menos, cierta, es verdad que el director suele dejar destellos de sus propias vivencias en sus películas, retratando a muchos de los personajes que se ha ido encontrando a lo largo de su transcurso vital, siendo éstos referente directo de muchos de sus personajes. Por ejemplo, no es difícil discernir las experiencias escolares del director manchego en "La mala Educación", o sin duda, ver esos estrambóticos personajes, que seguramente lo rodeaban en esos locos tiempos, cobrar vida en pantalla (como el personaje de Antonia San Juan en "Todo sobre mi madre"), o esa vuelta a sus orígenes que supuso "Volver".

Quizás el director se encontraba en el punto de necesitar enfrentarse a sus propios fantasmas, a través de la catarsis que suponía plasmarlo en papel e imagen, y así hacer partícipe al espectador, dando a conocer no sólo todos sus miedos y frustraciones, sino también aquellos puntos de su biografía que lo marcaron y, de forma indirecta, elaboraron todo ese material que ocuparía gran parte de sus pensamientos futuros.

En primer lugar, hay que agradecerle a Almodóvar la franqueza y sinceridad con la que se expone, abriendo su corazón a través de los personajes que pueblan su film. Su álter ego, interpretado magistralmente por Banderas, rememora su pasado a través de su infancia (donde se perfila esa sed por la cultura folclórica así como sus primeros deseos sexuales, reflejados en el personaje del albañil), reflexiona sobre la estrecha relación que mantuvo con su madre (mostrando sin lugar a dudas verídicas conversaciones entre ambos y, reconociendo el pesar no superado por la pérdida de ésta), se sincera con relaciones pasadas, tanto amorosas como laborales y ofrece toda una declaración de intenciones de su actual estado (esa supuesta crisis artística que desemboca en el film que nos ocupa).

Almodóvar nos muestra el pasado para entender el presente. Acaso buscando que nos olvidemos del personaje que supone la figura del director para entrar en terrenos más privados y ocultos, al menos para el gran público, en todo un ejercicio de humildad y, a la vez, de autoconsciencia. Otra cosa es que nos lleguemos a plantear donde acaba la pretendida verdad para transformarse en pura ficción, como el mismo anticipa en sus propias declaraciones.

Lo mejor; Antonio Banderas (más Pedro que nunca, mimetizando sus gestos y miradas, todas ellas contenidas y subyacentes).

Lo peor; El acabado formal del film, a pesar del cuidado otorgado, se revela artificial y demasiado autoreferencial, restándole naturalidad al conjunto.
5
3 de agosto de 2019 1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un pasito más, pero más de lo mismo.

Pasa directamente al spoliler, si te interesa....
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Insisto:
7,9 para Ben-Hur. 9 para El Padrino. 9 para La vida es Bella ... Y 8,9,10 para Dolor y Gloria. Esto Huele raro.

Un pasito más, pero más de lo mismo.

Es un terrible defecto sobrevalorar muy por encima de sus posibilidades cualquier película, incluso si ésta es de Almodovar. Dolor y Gloria puede gustar más o menos, a mi entender, en un marco cinéfilo que cuadre las esquinas sensitivas de la gente pasada de fechas y acontecimientos históricos. Me refiero a esos falsos sufridores de la tan manida y a su vez aprovechada persecución sexual que sufrieron los antecesores, hasta la década de los 70s, 80s, gays y lesbianas que hoy, con el devenir de los tiempos se manifiestan muy obscenamente y libres ya del insulto o el desprecio de una sociedad despreocupada y permisiva como la actual.

En una hora y media de ficción, el cine Almodovar puede incluso allanar el camino de los deseos prohibidos, detalles harto vistos, como incluir aquí escenas con miembro viril y gónadas al sol, mostrando para quienes lo reclaman esos brillos naturales de una desnudez masculina forzada, maniqueista y viciosilla. Sí, eso puede mostrar el cine y mucho más, pero indudablemente está fuera de lugar la inclusión de los menores. Puede parecer que tal escena de baño con barreño, acompañada de imagen religiosa al fondo, es la inocencia virginal de un guión dirigido por un nobel Almodovar, egocéntrico y repetitivo, pero sí cuela, cuela, porque el cine puede lograr grandes proezas sensoriales y emociones, así como preparar al espectador, y engatusarle sibilinamente hacia un adoctrinamiento progresivo que, en un periodo de suave "convencimiento" y por detrás, perdón, quería decir por la espalda, el público va aceptando que esa progresión libertadora de tanta sexualidad, actualmente ya nada "reprimida", algún día, fotograma a fotograma, se alcance la meta de la pedofilia como algo ya normalizado. Tiempo al tiempo.

Y pasa que ya no cuela, así de sencillo. No era necesaria la incorporación de un menor en una escena erótica flas-back falsamente natural a la vez que anacrónica.

Salva la película el buen hacer del elenco de actores, especialmente Antonio Banderas y Asier. Cruz, como siempre, pone su naturaleza vivaz y desenvuelta.
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