Mediometraje que parte de una concepción ecléctica: western, ciencia-ficción, melodrama, cómic, cine dentro del cine en un contexto de distopía y virtualidad (viajes espacio-tiempo incluidos) para contar una historia de amor de una pareja en crisis que quiere salvar su situación a toda costa. Indudablemente original y no poco arriesgada propuesta, dónde Ros aguanta el envite de no ahogarse entre multitud de influencias (Gillim, Lynch, Truffaut, Ridley Scott, Spielberg) e inquietudes, pues este mediometraje tiene multitud de ideas en sus poco más de cuarenta minutos. Ros crea un mundo abigarrado, extraño pero atractivo, pringosamente fascinante (con influencias del mundo publicitario además de referencias cinéfilas y literarias). Todos los elementos del lenguaje cinematográfico están aportados/engrasados en esta historia quizás demasiado idealista, dónde sobra un final demasiado obvio en su optimismo romántico.
Narrada, pues, a través del subconsciente de los protagonistas, rodada en inglés, con buenos actores foráneos, es un trabajo muy estimable que desbroza un camino claro a un cineasta de gran imaginación y talento para crear con muy notables dotes en lo técnico y que no deja indiferente en lo emocional.

No es fácil que una sala de exhibición programe un corto o un medio metraje por una cuestión comercial...y esto a pesar de que es en esos formatos, donde podemos disfrutar de los primeros pasos de brillantes creadores y de promesas que se cumplen. Gracias a plataformas como FILMIN podemos descubrir pequeñas grandes obras, óperas primas que han supuesto el trabajo y la inversión de locos apasionados por el séptimo arte, deseosos de labrarse un futuro en una industria que, a pesar del momento que vive, no está muy dispuesta a abrir sus puertas a quien se sale de un sistema que, lo digo con tristeza, tiene demasiados recovecos y algunas zancadillas.
El director de Allan Allen ha sacado adelante una gran producción llena de encanto, que emociona y entretiene ofreciendo una bella historia de amor en un entorno fantástico y con unas imágenes que te introducen como en un sueño vívido.
Recomiendo su visionado y el seguimiento de su director, Juan Ros, al que auguro, y deseo, un futuro lleno de éxitos en el que pueda cumplir sus sueños.

Juan Ros deja patente con este filme que sabe realizar excelentes filmaciones con las cámaras y también que monta muy bien las escenas y los efectos especiales.

Ánimo Juan, te deseo lo mejor e intuyo que puedes ser un célebre director en las próximas décadas, tanto como lo fue Sidney Franklin con «Las vírgenes de Wimpole Street» en la década de los treinta del pasado siglo o Peter Fleischmann con «El poder de un dios» a finales de los ochentas también en el siglo XX.

Todos llevamos dentro un maestro de ceremonias, pero Juan Ros lo lleva con lucidez más que segura.