Las buenas críticas que cosechó esta comedia en su estreno despertaron en mí ganas de verla, más si cabe al venir avalada por el protagonismo del ex estudiante Erasmus más famoso del cine y de esa mujer que hace unos años, justo antes de conocer al lanzador de cuchillos con el que viviría uno de los romances más originales de los últimos tiempos, deseó arrojarse desde lo alto de un puente.

Pensé que dichos intérpretes no se dejarían engatusar fácilmente y rechazarían un guión simplón, arquetípico hasta el hartazgo en descripción de personajes y situaciones, arrítmico en su parte central y decepcionante en su desenlace. Anhelé una obra que viniera a aportar algo novedoso, o cuando menos refrescante, a uno de los géneros más maltratados por la cinematografía últimamente. Intuí que se alejaría de productos como “El juego de los idiotas” o “Un engaño de lujo” –por poner dos ejemplos de la misma nacionalidad-, comedias de las que, ingenuamente, también esperé algo más.

Es obvio que me equivoqué.

Comedia francesa dirigida por Pascal Chaumeil, en la que el protagonista, Alex (Romain Duris) es un tipo que utiliza sus dotes seductoras como forma de vida. No como gigoló, sinó que su trabajo, con la ayuda de su hermana y su cuñado, es separar parejas. Pero no cualquier pareja, sino que Alex y su equipo mantienen una especie de código deontológico, al negarse a separar a parejas que realmente se quieren y no enamorarse nunca.

Claro que acuciado por las deudas, se ve obligado a aceptar el trabajito de conseguir evitar la boda de la atractiva Juliette Van der Becq (Vanessa Paradís), pese a que parece evidente que está enamorada de su futuro marido, encargado por el padre de ésta. Y por el camino irán cayendo más normas del código.

El film de Chaumeil es entretenido, tiene ritmo, agilidad, está bien estructurado, con un prólogo en el que vemos al equipo de Alex en acción, y sabiendo tirar de algunas situaciones hasta rozar incluso la parodia, o la autoparodia. Chaumeil nos ofrece un buen puñado de escenas decentes que son el vivo exponente de lo que aquí conocemos como "comedia francesa", y además no sólo cuenta con eficientes secuendarios que aportan su pequeño granito de arena en la función, sinó que también hay una buena química entre Romain Duris, que interpreta a un simpático granuja, y Vanessa Paradís que da perfectamente con la tecla de borderia y ternura que requería su personaje.

Así y todo, pese a estos buenos aciertos, el principal problema de esta película es la sensación que tenemos de algo ya visto. Por un lado, el personaje de Alex lo tenemos muy visto, Duris le aporta algún matiz de su cosecha pero en esencia no es muy diferente de otros amables estafadores con corazón propio. Por otro lado, Chaumeil ha buscado en su comedia francesa un estilo excesivamente americano. Esto se hace muy evidente al elegir un lugar tan glamouroso como Montecarlo para situar gran parte de la acción, y ciertas situaciones que nos remiten casi directamente al film de Soderbergh.

Quizás Chaumeil se fija demasiado en el modelo americano, con el añadido que su trama no no ofrece grandes sorpresas, ni su desarrollo va más allá de aportaciones similares. Aún así, se trata de un film simpático, sin excesivas pretensiones más que las de ofrecer entretenimiento y agradable de ver. Lo malo es que también es fàcil de olvidar.

La comedia funciona, la película no. La sonrisa mellada de Vanessa Paradis no es seductora, sus gustos de quinceañera tampoco. ¿Dirty dancing? Buff, no, no y no. Los personajes tienden a la caricatura, y a ratos son solo eso. EL protagonista se salva... y poco más.

Por si fuera poco, la película podría (y debería) haberse acabado en los primeros 20minutos, cuando Paradis les paga los 50.000 que necesitan simplemente por marcharse. ¿Por qué seguir tratando de seducirla, contraviniendo sus propias reglas del negocio, cuando ya tienen el dinero que necesitan en la mano?

NO funciona. Definitivamente no.

Esperaba una comedia romántica diferente, por lo visto pedía demasiado. No solo no es diferente, y por tanto completamente previsible, sino que hay momento que rozan excesivamente la absurdez.

Es una película carente de argumento, sin sentido, y bastante aburrida. Lo mejor, si es que hay algo, el escuchar la magnifica banda sonora de Dirty Dancing, aunque lo único que te apetece es precisamente apagar la película y ponerte a ver ésta para ver un buen baile, y no una copia barata, de Patrick Sawyze y Jennifer Grey.

En esta manida comedia romántica se produce una dicotomía desde el primer minuto: él seduce; ella no. El protagonista consigue ese equilibrio entre lo patético y lo encantador que nos trae recuerdos de los galanes de antaño (tan elegante como Cary Grant no, pero lo intenta) y acaba cayéndote bien. Pero la protagonista no encaja en el papel por muy flaca que esté y mucho lujo que la rodee. Esa descompensación consigue estropear la magia desde el principio.
Algo parecido pero al revés ocurre con la pareja de secundarios, donde la chica tiene luz propia y eclipsa el trabajo de su compañero.
Por lo demás es lo de siempre: chico conoce chica, chico se enamora de chica....Pero con un distinguido toque francés que siempre se agradece.
Y ya para terminar una observación: Vanessa Paradis ha hecho un pacto con el diablo y no envejece nunca. Es ultrajante....jeje