Duelo silencioso
1949 

7.3
1,522
Drama. Romance
Kyoji Fujisaki (Mifune), un joven cirujano militar, contrae la sífilis mientras cura a un herido durante la guerra. Acabada la contienda, la enfermedad será motivo de discusión entre el médico y su prometida. Finalmente, él no tendrá más remedio que enfrentarse a un grave dilema: aceptar, en su estado, las responsabilidades de la vida familiar o dedicarse en cuerpo y alma a la medicina. (FILMAFFINITY)
27 de marzo de 2017
27 de marzo de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
54/14(22/03/17) Buen film humanista del maestro Akira Kurosawa, un melodrama agudo que nos habla de la nobleza de la profesión de médico, del sentido del deber, de los sacrificios por amor, del egoísmo, ello en el marco de un relato que bien puede verse como una alegoría del Japón del momento, el de la dura post-guerra, donde la enfermedad de la sífilis puede verse como el padecimiento de una nación a la deriva, la patología como símbolo de las consecuencias de la perdida de la guerra, de cómo afrontar este duro tiempo, bien como lo hace el protagonista, con estoicismo y mucho sacrificio rozando el martirologio, o bien como lo hace el antagonista, con individualismo, con nihilismo, despreocupado e indiferente al dolor de los demás. Cinta basada en una obra de teatral de Kazuo Kikuta, desarrollándose en dos únicos decorados: un hospital de campaña durante la 2ª Guerra Mundial, para el prólogo, y otro hospital, en un entorno urbano para el resto del metraje, esto sirve como metáfora de la claustrofobia anímica que sufría el país nipón, acentuado por el hieratismo introspectivo general de los personajes.
El film comienza en un hospital de campaña japonés, en los últimos momentos de la II Guerra Mundial, allí el cirujano Kyoji Fujisaki (Toshiro Mifune) se infecta de sífilis mientras cura a un soldado, Susumu Nakada (Kenjirô Uemura). Tras la guerra vuelve a la clínica de su padre (Takashi Shimura), y es en este hospital cuando nos enteramos por medio de una enfermera en prácticas, que Kyoji iba a casarse con Misao (Miki Sanjo), pero ha renegado de ella por la enfermedad, pero sin contarle la causa. Tendrá importancia en el relato Rui Minegishi (Noriko Sengoku), una aprendiz de enfermera, y Takiko Nakada (Chieko Nakakita), esposa de Susumu.
Kurosawa como su propio título en castellano nos indica trata del duelo silencioso, el que sufre el protagonista, obligado por su personalidad noble a mantener oculta su enfermedad por temor a la condescendencia de los demás, prefiere sufrir en su interior el sufrimiento, ello conlleva el otro sacrificio, el que se hace por amor puro, el que obliga a dejar lo que más se quiere por no ser un lastre para el ser querido. Esto sirve para tocar el tema humanista de los valores morales, de la solidaridad, de la generosidad, haciéndonos reflexionar sobre que haríamos nosotros en su lugar. Un protagonista estoico que se expresa a través de su decaído rostro de su proceder estoico, cargando sobre sí como una losa su infortunio, desdicha que puede ser vista como una metáfora de lo que sufría Japón por entonces, humillada por haber perdido la guerra y ser un país ocupado por una nación extranjera, bien puede ser la sífilis alegóricamente Estados Unidos, donde los ciudadanos son obligados a múltiples sacrificios por el bien común.
Film que Kurosawa desarrolla de modo intimista un relato que sabe punzarte desde su atractivo inicio, con resonancias expresionistas con el hospital de campaña de guerra asolado en el exterior por una copiosa, y dentro operando con varias palanganas recogiendo las goteras, con el doctor operando mientras suda ostensiblemente calándonos su calor y estrés emocional, magnífico arranque. Y es que el sentido estético visual del realizador japonés para trasladarnos estados de ánimo a través de las imágenes es prodigioso, como el modo en que refleja el paso del tiempo con la bella elipsis de la reja con una enredadera y a través de ella vemos el paso de las estaciones, o el modo en que maneja los fenómenos meteorológicos (lluvia, viento, nieve,...) como paralelismo al estado emocional de los personajes, como generador de dramatismo sutil. Kurosawa sabe imprimir intensidad sentimental en muchos tramos y escenas del metraje, haciéndonos partícipes de las situaciones. Asimismo el realizador incluye dosis de humor desengrasante, sobre todo en el extrovertimiento de la aprendiza de enfermera y también con la sala de hospitalizados, en cómo se habla (políticamente incorrectos) de el “pedo” como elemento curativo, las flatulencias siempre hacen gracia.
Es un film donde el dilema personal sobrevuela a varios personajes y con el tema del sacrifico personal: El protagonista doctor Kyoji termina por explotar en la duda de si su actitud flemática es la correcta o debe rebelarse; Rui tiene la duda de si debería tener su bebe o abortar, si tal como estaba el país era bueno dar a luz; La prometida, Misao, de Kyoji duda de si cortar amarras con el doctor o seguir intentando recuperarle.
Kyoji es la cara del Japón del momento, fuerte emocionalmente, sólido en sus convicciones, sereno ante los reproches de los demás que no entienden su actitud, pero recto en sus ideales humanistas, seguro que es el alter ego que Kurosawa quería para su nación. Y todo lo malo lo edifica alrededor de la cruz, el personaje del egoísta y arrogante Susumu, libertino, borracho, violento, el reflejo de las lacras que podrían llevar a la nación a su descomposición moral y por ende física. También le sirve a Kurosawa para demostrar que la actitud rígida y disciplinada de Kyoji es la correcta, al mismo tiempo que el espectador percibe los males de esta enfermedad, que al parecer en Japón era cuasi-epidemia.
Me gusta mucho el modo en que uno de los personajes va creciendo gradualmente en importancia, su arco de desarrollo es incisivo, me refiero a Rui, comienza como un elemento muy al fondo, con comentarios radicales, extremistas, con un comportamiento sibilino, pero a medida que avanzan los minutos la vemos con más peso, esto potenciado por las notables interacciones con Kyoji, humanizando a un personaje que parecía un cliché, progresivamente notamos como se enamora dulcemente del doctor, surgiendo entre los dos una cariñosa química platónica que te toca la fibra por la naturalidad con que evoluciona.
El film comienza en un hospital de campaña japonés, en los últimos momentos de la II Guerra Mundial, allí el cirujano Kyoji Fujisaki (Toshiro Mifune) se infecta de sífilis mientras cura a un soldado, Susumu Nakada (Kenjirô Uemura). Tras la guerra vuelve a la clínica de su padre (Takashi Shimura), y es en este hospital cuando nos enteramos por medio de una enfermera en prácticas, que Kyoji iba a casarse con Misao (Miki Sanjo), pero ha renegado de ella por la enfermedad, pero sin contarle la causa. Tendrá importancia en el relato Rui Minegishi (Noriko Sengoku), una aprendiz de enfermera, y Takiko Nakada (Chieko Nakakita), esposa de Susumu.
Kurosawa como su propio título en castellano nos indica trata del duelo silencioso, el que sufre el protagonista, obligado por su personalidad noble a mantener oculta su enfermedad por temor a la condescendencia de los demás, prefiere sufrir en su interior el sufrimiento, ello conlleva el otro sacrificio, el que se hace por amor puro, el que obliga a dejar lo que más se quiere por no ser un lastre para el ser querido. Esto sirve para tocar el tema humanista de los valores morales, de la solidaridad, de la generosidad, haciéndonos reflexionar sobre que haríamos nosotros en su lugar. Un protagonista estoico que se expresa a través de su decaído rostro de su proceder estoico, cargando sobre sí como una losa su infortunio, desdicha que puede ser vista como una metáfora de lo que sufría Japón por entonces, humillada por haber perdido la guerra y ser un país ocupado por una nación extranjera, bien puede ser la sífilis alegóricamente Estados Unidos, donde los ciudadanos son obligados a múltiples sacrificios por el bien común.
Film que Kurosawa desarrolla de modo intimista un relato que sabe punzarte desde su atractivo inicio, con resonancias expresionistas con el hospital de campaña de guerra asolado en el exterior por una copiosa, y dentro operando con varias palanganas recogiendo las goteras, con el doctor operando mientras suda ostensiblemente calándonos su calor y estrés emocional, magnífico arranque. Y es que el sentido estético visual del realizador japonés para trasladarnos estados de ánimo a través de las imágenes es prodigioso, como el modo en que refleja el paso del tiempo con la bella elipsis de la reja con una enredadera y a través de ella vemos el paso de las estaciones, o el modo en que maneja los fenómenos meteorológicos (lluvia, viento, nieve,...) como paralelismo al estado emocional de los personajes, como generador de dramatismo sutil. Kurosawa sabe imprimir intensidad sentimental en muchos tramos y escenas del metraje, haciéndonos partícipes de las situaciones. Asimismo el realizador incluye dosis de humor desengrasante, sobre todo en el extrovertimiento de la aprendiza de enfermera y también con la sala de hospitalizados, en cómo se habla (políticamente incorrectos) de el “pedo” como elemento curativo, las flatulencias siempre hacen gracia.
Es un film donde el dilema personal sobrevuela a varios personajes y con el tema del sacrifico personal: El protagonista doctor Kyoji termina por explotar en la duda de si su actitud flemática es la correcta o debe rebelarse; Rui tiene la duda de si debería tener su bebe o abortar, si tal como estaba el país era bueno dar a luz; La prometida, Misao, de Kyoji duda de si cortar amarras con el doctor o seguir intentando recuperarle.
Kyoji es la cara del Japón del momento, fuerte emocionalmente, sólido en sus convicciones, sereno ante los reproches de los demás que no entienden su actitud, pero recto en sus ideales humanistas, seguro que es el alter ego que Kurosawa quería para su nación. Y todo lo malo lo edifica alrededor de la cruz, el personaje del egoísta y arrogante Susumu, libertino, borracho, violento, el reflejo de las lacras que podrían llevar a la nación a su descomposición moral y por ende física. También le sirve a Kurosawa para demostrar que la actitud rígida y disciplinada de Kyoji es la correcta, al mismo tiempo que el espectador percibe los males de esta enfermedad, que al parecer en Japón era cuasi-epidemia.
Me gusta mucho el modo en que uno de los personajes va creciendo gradualmente en importancia, su arco de desarrollo es incisivo, me refiero a Rui, comienza como un elemento muy al fondo, con comentarios radicales, extremistas, con un comportamiento sibilino, pero a medida que avanzan los minutos la vemos con más peso, esto potenciado por las notables interacciones con Kyoji, humanizando a un personaje que parecía un cliché, progresivamente notamos como se enamora dulcemente del doctor, surgiendo entre los dos una cariñosa química platónica que te toca la fibra por la naturalidad con que evoluciona.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
En su debe está cierta redundancia en su corazón, le cuesta avanzar, se atasca un poco, y es que la cerrazón del protagonista en ocultar su enfermedad se denota un tanto chirriante, no se entiende no se lo hubiera dicho a su padre, como queda un tanto condescendiente que no se lo diga a la prometida y que fuera ella la que decidiera si seguir con él o no, por cierto, en ese tiempo ya existían los preservativos, con lo que la lógica sed sexual podría fogarla. La cinta además discurre sin un rumbo definido, como queda remarcado en un final abierto sin clímax. Tampoco su raíz, que un médico operando se haga una herida y siga su labor me queda creíble.
La puesta en escena resulta notable para crear el estado de ánimo melancólico-ambiental en los personajes, con una estupenda dirección artística de Koichi Imai, primero con el deprimente hospital de campaña y luego con el decadente hospital vecinal, esto filtrado por la fotografía en glorioso b/n de Sôichi Aisaka, dotando de profundidad de campo los fotogramas, dando más sensación de soledad, jugando con el estilo expresionista, sobre todo en su primer tramo, haciendo tomas a través de objetos para proyectar presión psicológica sobre el protagonista.
Toshioro Mifune en su segunda colaboración con Kurosawa derrocha mundo interior, sensibilidad (que no sensiblería), compostura, mesura, ternura, sobriedad, y ello asimismo sirve para dotar de más impacto el momento que explota, haciéndonos emocionar en su sufrimiento silencioso. Takashi Shimura demuestra el enorme carisma y la gran personalidad que irradia, una actuación regia que se maximiza con la química que tiene con Mifune, formidable la escena en que el hijo le confiesa su enfermedad. Miki Sanjo encarna a la prometida en un rol dulce pero carente de hondura, abnegada pero sin dimensión. Noriko Sengoku está magnífica en el rol que más evoluciona (ya lo he comentado), sabe imprimir a cada escena un nivel gradual de transformación, excelente, como curiosidad en la versión española la auxiliar de enfermería en un momento se hace llamar “bailarina” cuando en la versión original se reconoce prostituta. . Kenjirô Uemura es el “villano” del film, el reverso del protagonista, un tanto superficial en su perfidia.
Momentos recordables: La introducción en el hospital de campaña militar, con una operación, la intensidad es densa. Hay una tormenta en el exterior, en el techo hay varias goteras, las moscas y la humedad consiguen transmitirnos el agobio; Cuando el protagonista cuenta a su padre su enfermedad, primero el pater se lo recrimina acusándolo de vida licenciosa, pero Kyoji le cuenta como fue contagiado y el progenitor se viene abajo, e ingeniosamente para dar humanidad el realizador lo desdramatiza con cigarrillos y encendedores; El emocional tramo en que Kyoji implosiona y todos sus demonios que tenía controlados salen al exterior con furia y frustración; Cuando la ex de Kyoji, Misao va a comunicarle que se va a casar al día siguiente, y este siente la tentación de besarla y al final se echa atrás su cabeza se impone a su corazón, estremecedor; El conmovedor tramo en que Rui le abre su corazón a Kyoji para decirle que le ama, y que si quiere puede desahogarse (se supone que sexualmente) con ella, que por él no le importa sacrificarse, él hace como si no hubiera escuchado y pasa a otro tema; El lírico final en una terraza del hospital decenas de vendas están puestas en una cuerda para secarse con el aire que las mece.
Los censores USA bloquearon el rodaje del guión original en el que el médico se vuelve loco al final, por lo que la concepción original preveía que Kyoji se volviera demente, pero que las autoridades de ocupación no se lo permitieron.
En conjunto una apreciable propuesta humanista, del gran humanista Kurosawa que seguía creciendo para llegar a las obras maestras que ya empezarían a brotar en la década de los 50. Fuerza y honor!!!
La puesta en escena resulta notable para crear el estado de ánimo melancólico-ambiental en los personajes, con una estupenda dirección artística de Koichi Imai, primero con el deprimente hospital de campaña y luego con el decadente hospital vecinal, esto filtrado por la fotografía en glorioso b/n de Sôichi Aisaka, dotando de profundidad de campo los fotogramas, dando más sensación de soledad, jugando con el estilo expresionista, sobre todo en su primer tramo, haciendo tomas a través de objetos para proyectar presión psicológica sobre el protagonista.
Toshioro Mifune en su segunda colaboración con Kurosawa derrocha mundo interior, sensibilidad (que no sensiblería), compostura, mesura, ternura, sobriedad, y ello asimismo sirve para dotar de más impacto el momento que explota, haciéndonos emocionar en su sufrimiento silencioso. Takashi Shimura demuestra el enorme carisma y la gran personalidad que irradia, una actuación regia que se maximiza con la química que tiene con Mifune, formidable la escena en que el hijo le confiesa su enfermedad. Miki Sanjo encarna a la prometida en un rol dulce pero carente de hondura, abnegada pero sin dimensión. Noriko Sengoku está magnífica en el rol que más evoluciona (ya lo he comentado), sabe imprimir a cada escena un nivel gradual de transformación, excelente, como curiosidad en la versión española la auxiliar de enfermería en un momento se hace llamar “bailarina” cuando en la versión original se reconoce prostituta. . Kenjirô Uemura es el “villano” del film, el reverso del protagonista, un tanto superficial en su perfidia.
Momentos recordables: La introducción en el hospital de campaña militar, con una operación, la intensidad es densa. Hay una tormenta en el exterior, en el techo hay varias goteras, las moscas y la humedad consiguen transmitirnos el agobio; Cuando el protagonista cuenta a su padre su enfermedad, primero el pater se lo recrimina acusándolo de vida licenciosa, pero Kyoji le cuenta como fue contagiado y el progenitor se viene abajo, e ingeniosamente para dar humanidad el realizador lo desdramatiza con cigarrillos y encendedores; El emocional tramo en que Kyoji implosiona y todos sus demonios que tenía controlados salen al exterior con furia y frustración; Cuando la ex de Kyoji, Misao va a comunicarle que se va a casar al día siguiente, y este siente la tentación de besarla y al final se echa atrás su cabeza se impone a su corazón, estremecedor; El conmovedor tramo en que Rui le abre su corazón a Kyoji para decirle que le ama, y que si quiere puede desahogarse (se supone que sexualmente) con ella, que por él no le importa sacrificarse, él hace como si no hubiera escuchado y pasa a otro tema; El lírico final en una terraza del hospital decenas de vendas están puestas en una cuerda para secarse con el aire que las mece.
Los censores USA bloquearon el rodaje del guión original en el que el médico se vuelve loco al final, por lo que la concepción original preveía que Kyoji se volviera demente, pero que las autoridades de ocupación no se lo permitieron.
En conjunto una apreciable propuesta humanista, del gran humanista Kurosawa que seguía creciendo para llegar a las obras maestras que ya empezarían a brotar en la década de los 50. Fuerza y honor!!!
21 de febrero de 2018
21 de febrero de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primeriza y magistral cinta de Kurosawa, director que retrató las contradicciones de la sociedad japonesa, anclada entre una tradición feudal y su difícil adaptación a la modernidad tras la derrota en la Segunda Guerra Mundial, uno de los temas de este "duelo silencioso". El mismo Kurosawa era descendientes de samuráis, y ese código de honor que llevaba impreso en su adn se ve en toda su muy notable filmografía.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Un doctor (excelente, soberbio Mifune) se contagia de la sífilis operando en un hospital de campaña al final de la segunda guerra mundial. De vuelta a su hogar, su estricta moralidad le impide decirle la verdad a su prometida, prefiriendo, pese al amor que ambos se profesan, la ruptura. Vive entonces entregado a los demás, a su ciencia, pero corroído por las dudas, el arrepentimiento y el deseo carnal. Encuentro ecos en este poderoso melodrama de Dostoievski, al que nuestro autor llevó a la pantalla en "El idiota" y de "La peste", de Camus. Se nos presenta, como ya han señalado por aquí, la situación de Japón en la inmediata posguerra, donde vemos que siguen imperando los códigos morales más rancios. Nuestro doctor, un humanista, duda y sufre pero su honor masculino no le permite flaquear...estamos ante una de las primeras obras maestras de Kurosawa, un intenso melodrama con el honor y el peso de la tradición como estandarte.
www.missabadosdecine.blogspot.com
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3 de junio de 2020
3 de junio de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Acostumbrados a tanto barroquismo como ha venido después, con la parafernalia de los efectos especiales, volver a ver a Kurosawa es una medicina y un suave licor.
Una historia sencilla, llevada magistralmente, con unos actores que lo bordan, en especial ese genio que fue Mifune.
Pocas palabras. Elocuentes escenas en imágenes. Contención, sobre todo. Pocas palabras y mucha interioridad.
Un sentido profundo de la honradez personal que contrasta también con tanto cinismo y superficialidad de muchas de las películas comerciales de antes y de ahora.
En definitiva, una maravilla.
Una historia sencilla, llevada magistralmente, con unos actores que lo bordan, en especial ese genio que fue Mifune.
Pocas palabras. Elocuentes escenas en imágenes. Contención, sobre todo. Pocas palabras y mucha interioridad.
Un sentido profundo de la honradez personal que contrasta también con tanto cinismo y superficialidad de muchas de las películas comerciales de antes y de ahora.
En definitiva, una maravilla.
29 de abril de 2023
29 de abril de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Preciosa. Tiene setenta años y sigue siendo una película muy interesante. Probablemente un clásico entre las películas de "médicos" que no componen en sí un género pero que seguro que puede crearse.
Sus películas son muy visuales, muy gráficas, tremendamente plásticas, con temáticas muy fuertes, profundas, de gran emotividad.
Toshiro Mifune está jovencísimo. Su actor fetiche.
Me ha parecido magnífica. En realidad todas las suyas. Antes este tipo de cine, el de Bergman, Rossellini... no me gustaba, pero ahora he cambiado mi perspectiva, quizá no mis gustos, pero sí mi forma de ver las cosas.
En Kurosawa siempre he apreciado dos cosas. Que en todas sus películas llueve, siempre. Y que siempre hay una pausa, una tranquilidad, una sensación de serenidad comprometida, paz en la batalla, algo va a pasar pero no sabes qué ni cuando. Es tensión en estado puro.
Sus películas son muy visuales, muy gráficas, tremendamente plásticas, con temáticas muy fuertes, profundas, de gran emotividad.
Toshiro Mifune está jovencísimo. Su actor fetiche.
Me ha parecido magnífica. En realidad todas las suyas. Antes este tipo de cine, el de Bergman, Rossellini... no me gustaba, pero ahora he cambiado mi perspectiva, quizá no mis gustos, pero sí mi forma de ver las cosas.
En Kurosawa siempre he apreciado dos cosas. Que en todas sus películas llueve, siempre. Y que siempre hay una pausa, una tranquilidad, una sensación de serenidad comprometida, paz en la batalla, algo va a pasar pero no sabes qué ni cuando. Es tensión en estado puro.
3 de julio de 2023
3 de julio de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Interesante drama (dramón más bien) del gran Akira Kurosawa, en uno de sus primeros trabajos, y por ende, merecedor no sólo de respeto sino también de verdadera consideración.
Quizás no tenga el acabado perfecto de obras posteriores pero la historia, un verdadero docudrama, en manos de Kurosawa se convierte en una aguda y muy triste reflexión sobre el silencioso sufrimiento humano, y lo que ello conlleva para con los que le quieren y aman.
El sacrificio, el amor puro, el respeto a la profesión, la lucha interna entre el honor y el respeto a sí mismo y los demás y la pasión carnal, con un final creíble y realista, que ensalza el valor cinematográfico de esta cinta.
Puede que el ritmo sea algo lento o mejor parsimonioso, además de ser algo teatral en algunos aspectos, pues para comenzar casi todas las escenas son en interiores, pero el interés no decae e invita a la reflexión.
Estupendas interpretaciones y aparentemente sencilla realización de Kurosawa, que con sólo una pequeña verja nos muestra el inexorable paso del tiempo.
https://filmsencajatonta.blogspot.com/
Quizás no tenga el acabado perfecto de obras posteriores pero la historia, un verdadero docudrama, en manos de Kurosawa se convierte en una aguda y muy triste reflexión sobre el silencioso sufrimiento humano, y lo que ello conlleva para con los que le quieren y aman.
El sacrificio, el amor puro, el respeto a la profesión, la lucha interna entre el honor y el respeto a sí mismo y los demás y la pasión carnal, con un final creíble y realista, que ensalza el valor cinematográfico de esta cinta.
Puede que el ritmo sea algo lento o mejor parsimonioso, además de ser algo teatral en algunos aspectos, pues para comenzar casi todas las escenas son en interiores, pero el interés no decae e invita a la reflexión.
Estupendas interpretaciones y aparentemente sencilla realización de Kurosawa, que con sólo una pequeña verja nos muestra el inexorable paso del tiempo.
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