El abogado del diablo

Hay una escena en esta película que es el paradigma de la sarta de despropósitos que constituye el filme al completo. La cuento:

En un momento del juicio se presenta una prueba contra el acusado, una prueba que éste no esperaba. Pues bien, la juez da por terminada la sesión y todo el mundo sale de la sala menos el propio acusado, que se queda ahí sentado, solo y meditabundo; a continuación se levanta tranquilamente y se acerca a la prueba en cuestión, que por supuesto también se ha quedado en la habitación para que cualquiera, incluso él mismo, pueda analizarla, manipularla y hasta destruirla si le place; y como no hay nadie que se lo impida, coge el objeto con sus manitas; no con unas pinzas, ni con unos guantes ni nada... con sus manitas; lo contempla con detenimiento, y finalmente asiente, como diciendo: ajajá, cabroncete, ya sé cómo has llegado hasta aquí.

No es, ni mucho menos, el único momento demencial de la peli pero tal vez sea el más absurdo de todos. A partir de ahí qué nos queda? Pues echar unas risas, admirar la gracia y el glamour con los que Rebecca De Mornay luce modelazos legal fashion a lo Ally McBeal y tomarnos el juicio con el cachondeo y la retranca que se merece.

Y el final no puede ser sino un enorrrme bostezo y un nostálgico recuerdo para el Sidney Lumet que un día encandiló al mundo antes de dedicarse a hacer parodias de su propio cine. Y mira que las historias de Lumet siempre han ido bien cargaditas de trampas, pero hombre, esto ya no es una simple fullería... esto es puro y duro cachondeo. Eso sí, te ríes un montón.

Pero bueno, ¿esto es así? Si no paga al abogado, si éste no tiene confianza en su cliente o cree que es culpable ¿se le obliga a mantener su defensa? ¿Incluso si lo acosa o amenaza? Si es cierto, es para decir aquello de "como está la justicia". Sea como fuere, este thriller judicial con aires de cine negro me dejó un buen recuerdo cuando la vi muchos años atrás, seguramente porque su enrevesado argumento es de los que impactan por más que no tenga demasiado sentido o sea difícil de creer. O tal vez fue la belleza turbia de una Rebecca De Mornay en el papel de letrada defensora de un playboy acusado de la muerte de su mujer.

Claro que con ese título, especialmente en su traducción española, tampoco es que te quieran engañar mucho. Anda que no sospechas enseguida del acusado, David Greenhill (Don Johnson). El personaje carece de esa sutileza que te puede llegar a confundir, lo que siempre se agradece en estos trabajos, me refiero a la sutileza, no a su falta. Lo que podía ser una vuelta tuerca de "Testigo de Cargo" (1957) aparece demasiado evidente desde el primer momento. ¿O no? Nunca se sabe. De todos modos, la película se deja ver por su aceptable intriga y original planteamiento aunque el doblaje por aquella huelga de 1993 es criminal.

He tenido la sensación de estar viendo una de los años 40 o 50. El comportamiento de la abogada con sus temores atragantados sin mucho fundamento resulta absurdo. El protagonista actúa como si fuera una comedia, por lo forzado de las situaciones. Toda la película tiene unas situaciones tan raras y fuera de tono que desagradan porque parecen algo chusco que no puede ocurrir en la vida real. De todas formas lo peor es lo aburrida que es, se estira el metraje sin nada que aportar. Ya fuera del ámbito cinematográfico, la justicia norteamericana si de verdad es como en las películas resulta vomitiva: Una especie de teatro (literal) de acusación y defensa apelando continuamente a las buenas intenciones y bajos instintos del jurado.

Casi siempre hay un momento en la carrera laboral de una persona en la que parece que el cielo se te cae encima, y esta película lo representa con algo de exceso.

Una temática interesante pero un guión poco creíble, con unos detalles que te asombran, que te hacen dudar de su veracidad. Creo que el guión no está cuidado al detalle.

Una manera de filmar que te recuerda las películas antiguas, y no las del año 90, sino las del 40 o 50, las hitchcocknianas pero sin el tipismo de aquella época. En general se hace lenta y pienso que es una mala adaptación de Lumet.

Un Don Johnson poco convincente, aunque a veces su personaje da miedo.

En esta película una abogada brillante e igualmente hermosa, Jennifer Haines, decide defender a David Greenhill, un gigoló perverso y peligroso acusado asesinar a su esposa, una acaudalada mujer. Jennifer cae inicialmente rendida a los encantos de David, pero pronto descubrirá la cara oscura de su cliente.
Resulta un poco difícil entender cómo Sidney Lumet, con toda una aquilatada carrera cinematográfica desde los años cincuenta, siendo un reconocido experto en temas judiciales, se avino a dirigir este film que, por empezar, tiene un guión bastante mediocre y absolutamente previsible desde el comienzo de la historia, guión de Larry Cohen. Es, por tanto, una de las peores películas de Lumet, una especie de folletín policial, un Thriller menor.
En cuanto al reparto yo diría de destacar a Rebecca De Mornay, Don Johnson y Jack Warden como puntales principales de la obra. Rebeca de Mornay está estupenda y no ha sido una actriz suficientemente valorada, desde mi punto de vista; capaz de mostrar una causticidad y una cara de malas ideas que no se ve en las actrices actuales. El papel del psicópata David Greenhill no es para un actor de segunda como Don Johnson. Y excelente trabajo de un brillante Jack Warden. El resto del reparto es desde mi modo de ver, de mediana calidad.
Quisiera apuntar algunas cosas positivas. Lo primero es que la con este guión, si la película la hubiera realizado otro director diferente a Lumet, la cinta habría sido realmente infumable. La segunda cosa es que la película tiene interés y atracción por el tema judicial y el suspense, pasando por el romance amoroso de los dos principales protagonistas.