El amor en la tarde
1972 

7.6
3,168
Romance. Drama
Frederic está felizmente casado y espera su segundo hijo. Da paseos por París y cultiva su imagen de seductor tranquilo. Un día entra en su despacho Chloé, la antigua novia de un amigo suyo que destaca por sus costumbres nada timoratas. Chloé entra y sale continuamente de la oficina y de la vida de Frederic hasta incitar su curiosidad. Frederic encuentra un trabajo para ella y eso es una excusa para visitarla a menudo. Ella decide ... [+]
8 de julio de 2018
8 de julio de 2018
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo que otra película pasaría por alto, pues se centraría como tantas otras en las consecuencias de una infidelidad, esta no. En esta obra Rohmer disecciona la mente de aquel al que se le plantea una. El espectador vive en su día a día, en su reencuentro con una antigua amiga y vive todas las pequeñas y grandes cosas con él, escucha las realistas palabras de un guión que bien podría provenir de conversaciones que podemos escuchar por la calle... y es esa realidad la que hace, como gran parte de las películas de Rohmer, que nos apetezca quedarnos a verla.
18 de enero de 2025
18 de enero de 2025
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El amor intelectual florece a través de la "voz en off" de nuestro protagonista burgués, el treintañero Frederic, felizmente casado, ¿o no? Chloé simboliza el impulso, la vitalidad y la irracionalidad de las que carece Frederic.
Esta ambivalencia dibuja el conflicto en el film y el dilema moral - "seis cuentos morales"-. Constituyendo, la película, la quinta esencia y la síntesis definitiva de esta primera etapa creativa del maestro.
Como siempre, fotografiada por el gran Néstor Almendros y con una escasa música electrónica vanguardista del belga Arie Dzierlatka (colaborador esencial en el cine del suizo Alain Tanner).
Magnífica película, creíble, reveladora y de gran carga poética. Para mí, la mejor de este interesante director.
Esta ambivalencia dibuja el conflicto en el film y el dilema moral - "seis cuentos morales"-. Constituyendo, la película, la quinta esencia y la síntesis definitiva de esta primera etapa creativa del maestro.
Como siempre, fotografiada por el gran Néstor Almendros y con una escasa música electrónica vanguardista del belga Arie Dzierlatka (colaborador esencial en el cine del suizo Alain Tanner).
Magnífica película, creíble, reveladora y de gran carga poética. Para mí, la mejor de este interesante director.
29 de diciembre de 2020
29 de diciembre de 2020
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siempre he sentido aversión hacia el pedantismo francés que caracteriza la mayoría de películas de la Nouvelle Vague. Por lo que sé, Éric Rohmer es uno de los directores que más fama de pedante tiene, cosa que no me parece extraña, juzgando por el contenido y diálogo burgués y egocéntrico que tienen sus personajes. Puede parecer contradictorio lo que diré a continuación, pero creo que es uno de los directores que me hacen disfrutar más del cine, probablemente por ese tono "supraintelectual" que atrapa y deja reflexionando más allá de cuando la película termina, en cierto modo, me veo reflejada dentro de la obra.
En el film que hoy nos ocupa, transcurre el típico cuento de una pareja felizmente casada hasta que llega otra mujer y rompe la pareja. Parece un argumento muy visto, pero la forma que utiliza Rohmer para introducir la obra - una autoetnografía del día a día del personaje principal - ya empieza a romper los esquemas desde el principio. ¿Qué es la felicidad? ¿Cuáles son los deseos de los individuos? ¿Qué tiene que tener una relación para que sea buena y/o normal? ¿Hay algo que garantice la felicidad absoluta? Estas cuestiones florecen dentro de la narrativa con una facilidad (o complejidad, depende como lo veas) acaparadora. Todas las preguntas quedan abiertas al final, dejando a los voyeurs como nosotros no intrigados, sino pensando en nuestras vidas, y en la sociedad donde vivimos.
En el film que hoy nos ocupa, transcurre el típico cuento de una pareja felizmente casada hasta que llega otra mujer y rompe la pareja. Parece un argumento muy visto, pero la forma que utiliza Rohmer para introducir la obra - una autoetnografía del día a día del personaje principal - ya empieza a romper los esquemas desde el principio. ¿Qué es la felicidad? ¿Cuáles son los deseos de los individuos? ¿Qué tiene que tener una relación para que sea buena y/o normal? ¿Hay algo que garantice la felicidad absoluta? Estas cuestiones florecen dentro de la narrativa con una facilidad (o complejidad, depende como lo veas) acaparadora. Todas las preguntas quedan abiertas al final, dejando a los voyeurs como nosotros no intrigados, sino pensando en nuestras vidas, y en la sociedad donde vivimos.
28 de marzo de 2025
28 de marzo de 2025
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
(8'75/10)
Al fin le doy una oportunidad al cine de Éric Rohmer, un director francés que aportó su visión característica de las relaciones sentimentales al movimiento de la Nouvelle Vague. Y después de ver uno de sus trabajos más aclamados, comprendo su entendimiento de las complejidades sentimentales más primitivas.
El amor después del mediodía (1972) es un ejercicio propio de un filósofo, de un orfebre del pensamiento y cuestionamiento de lo que le rodea, ya sea corpóreo o etéreo. Esta obra encapsula la delicadeza de las relaciones, de cómo el ser humano es, en muchas ocasiones, un individuo delineado por la debilidad y la tentación.
Rohmer presenta a un hombre casado, Paul, que se ve atraído y tentado por una joven, Claire, con quien invertirá el tiempo suficiente como para replantearse sus propios principios con respecto al amor y la lealtad. Leyendo esta sucinta premisa, uno podría pensar que la cinta emana dramatismo, pero una de sus virtudes es la completa ausencia de sensacionalismo; la acción se da con la cotidianidad propia de los días, con la mera interacción entre los personajes y sus reflexiones, siendo suficiente para transmitir un mensaje.
El francés dilata los diálogos con líneas cargadas de una sensibilidad, universalidad y naturalidad abrumadoras. Logras entender a cada uno de los personajes a pesar de sus evidentes defectos. Y los entiendes sin que el guion los juzgue o los justifique. Rohmer se mantiene alejado de sentencias baladís; él prefiere exponer la complejidad de los dilemas y las motivaciones de cada personaje. Es quirúrgico a la hora de configurar el esqueleto de su obra.
Ahondando más en la periferia temática de la cinta, la moralidad juega un papel clave, ya que se presenta como un valor necesario, pero subjetivo. No responde a una unilateralidad impuesta, sino que Rohmer la entiende como algo íntimo, personalísimo.
Por otro lado, existe un estudio de la soledad, de una soledad que no es evidente, es invisible, pero acecha latente en la vida de Paul, ya que este se siente distanciado emocionalmente de su mujer, circunstancia que le incita, por la propia inercia de su infelicidad, a explorar más allá de los límites morales establecidos por la sociedad. Pero resulta pragmático cómo esos diálogos entre Paul y Claire se entienden más como una terapia simbiótica que un mero proceso de atracción superficial.
Rohmer realiza un grandísimo trabajo sobre la naturaleza humana con diálogos exquisitos y con silencios atronadores. Es la antítesis de las películas románticas por una narrativa plagada de sutilezas y por un ritmo intrínsecamente introspectivo, pero aún así, sigue siendo bella en su ánimo de hacer reflexionar.
Al fin le doy una oportunidad al cine de Éric Rohmer, un director francés que aportó su visión característica de las relaciones sentimentales al movimiento de la Nouvelle Vague. Y después de ver uno de sus trabajos más aclamados, comprendo su entendimiento de las complejidades sentimentales más primitivas.
El amor después del mediodía (1972) es un ejercicio propio de un filósofo, de un orfebre del pensamiento y cuestionamiento de lo que le rodea, ya sea corpóreo o etéreo. Esta obra encapsula la delicadeza de las relaciones, de cómo el ser humano es, en muchas ocasiones, un individuo delineado por la debilidad y la tentación.
Rohmer presenta a un hombre casado, Paul, que se ve atraído y tentado por una joven, Claire, con quien invertirá el tiempo suficiente como para replantearse sus propios principios con respecto al amor y la lealtad. Leyendo esta sucinta premisa, uno podría pensar que la cinta emana dramatismo, pero una de sus virtudes es la completa ausencia de sensacionalismo; la acción se da con la cotidianidad propia de los días, con la mera interacción entre los personajes y sus reflexiones, siendo suficiente para transmitir un mensaje.
El francés dilata los diálogos con líneas cargadas de una sensibilidad, universalidad y naturalidad abrumadoras. Logras entender a cada uno de los personajes a pesar de sus evidentes defectos. Y los entiendes sin que el guion los juzgue o los justifique. Rohmer se mantiene alejado de sentencias baladís; él prefiere exponer la complejidad de los dilemas y las motivaciones de cada personaje. Es quirúrgico a la hora de configurar el esqueleto de su obra.
Ahondando más en la periferia temática de la cinta, la moralidad juega un papel clave, ya que se presenta como un valor necesario, pero subjetivo. No responde a una unilateralidad impuesta, sino que Rohmer la entiende como algo íntimo, personalísimo.
Por otro lado, existe un estudio de la soledad, de una soledad que no es evidente, es invisible, pero acecha latente en la vida de Paul, ya que este se siente distanciado emocionalmente de su mujer, circunstancia que le incita, por la propia inercia de su infelicidad, a explorar más allá de los límites morales establecidos por la sociedad. Pero resulta pragmático cómo esos diálogos entre Paul y Claire se entienden más como una terapia simbiótica que un mero proceso de atracción superficial.
Rohmer realiza un grandísimo trabajo sobre la naturaleza humana con diálogos exquisitos y con silencios atronadores. Es la antítesis de las películas románticas por una narrativa plagada de sutilezas y por un ritmo intrínsecamente introspectivo, pero aún así, sigue siendo bella en su ánimo de hacer reflexionar.
15 de octubre de 2016
15 de octubre de 2016
4 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine francés tiene algo que es único, esa forma y elegancia que la distingue de cualquier otro tipo de cine, sea de otra región geográfica u época. Este cine tiene un acento que la hace especial(y no lo digo solo por el idioma), para algunos repelente o pretenciosa, para mí es simplemente acertada, por lo que se suele contar, lo personal, lo que nadie dice pero piensa(y hace).
Absorto desde el primer minuto, con ese lirismo hipnótico y ese tono machista en apariencias, esta pequeña obra maestra, casi infravalorada(apenas he visto alguna reseña o crítica por ahí) es un trabajo cuasi perfecto de la narración audiovisual, como una novela en movimiento, con tiempos perfectos, actuaciones soberbias y un control magistral de dirección, todo está en su sitio, los sentimientos contradictorios de su protagonista también. Pero en esta obra nada es lo que pretende parecer, y como decía al principio, pese a su "tono machista" es una obra en el que la fuerza de la mujer está más presente que nunca, una mujer moderna, sin ataduras culturales, caótica, caprichosa, pero libre, mientras que el "perfecto burgués" pierde poco a poco cada uno de los valores que representa. Ella sabe lo que quiere, él, no.
Absorto desde el primer minuto, con ese lirismo hipnótico y ese tono machista en apariencias, esta pequeña obra maestra, casi infravalorada(apenas he visto alguna reseña o crítica por ahí) es un trabajo cuasi perfecto de la narración audiovisual, como una novela en movimiento, con tiempos perfectos, actuaciones soberbias y un control magistral de dirección, todo está en su sitio, los sentimientos contradictorios de su protagonista también. Pero en esta obra nada es lo que pretende parecer, y como decía al principio, pese a su "tono machista" es una obra en el que la fuerza de la mujer está más presente que nunca, una mujer moderna, sin ataduras culturales, caótica, caprichosa, pero libre, mientras que el "perfecto burgués" pierde poco a poco cada uno de los valores que representa. Ella sabe lo que quiere, él, no.
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