El monstruo de St. Pauli
2019 

6.5
4,084
Thriller. Terror
Distrito de St. Pauli, Hamburgo, años 70. Un barrio de ambiente nocturno frecuentado por bebedores, prostitutas, adictos al juego y otras almas solitarias. A primera vista, Fritz "Fiete" Honka es un perdedor. El hombre de la cara deformada deambula por las noches buscando mujeres solitarias en el antro del barrio, "El guante dorado". Nadie entre los asiduos sospecha que el aparentemente inofensivo Fiete, es en realidad un monstruo. (FILMAFFINITY) [+]
9 de marzo de 2021
9 de marzo de 2021
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Y la Nave Va.
Como nos sugiere Akin, dar un paseo por el lado salvaje de la vida puede estar más cerca de lo que parece. En este caso El Guante Dorado, a modo de nave catalizadora, va recogiendo todos los despojos de la sociedad del bienestar. En esta nave, cual antesala al primer círculo del infierno de Alighieri, da la bienvenida y recoge a todos aquellos seres ya marginados por la sociedad o por ellos mismos, sin tapujos ni mentiras, con sus maldades y fealdades que son bienvenidos por los patronos de la nave, empresarios que no se perciben ni del olor ni del color del dinero, y cuya clientela compuesta –siempre que paguen los servicios prestados- por los deshechos de la competencia, putas pasadas de vida y de kilos, parados, embriagados, buscavidas, antiguos nazis, adictos, o buscadores de nuevas sensaciones, forman parte del pasaje.
De la realidad paralela → aquesta fina Línea “roja”
“El Guante Dorado” está a pie de calle, y solo basta traspasar las puertas del bar para acceder a un mundo sórdido y real, peligroso y sucio, grotesco y degenerado donde reposan los restos de la sociedad de nuestro estado providencial.
Pero esta realidad está ahí, a la vuelta de la esquina, en el comercio próximo, donde te puedes introducir buscando comida para el alma, o buscando un lugar donde beber o encontrar la otra realidad, como le pasa al chico que entra en ese mundo para echar un vistazo al más allá; seguro que el precio pagado por el pipiolo le hará no volver a meterse en los mundos a los que no pertenece. La novia rozó el filo de la navaja sin darse cuenta, a veces también se tiene suerte. Aunque no se sepa. El resto victimas del desamor y otros males del Estado benefactor.
Como nos sugiere Akin, dar un paseo por el lado salvaje de la vida puede estar más cerca de lo que parece. En este caso El Guante Dorado, a modo de nave catalizadora, va recogiendo todos los despojos de la sociedad del bienestar. En esta nave, cual antesala al primer círculo del infierno de Alighieri, da la bienvenida y recoge a todos aquellos seres ya marginados por la sociedad o por ellos mismos, sin tapujos ni mentiras, con sus maldades y fealdades que son bienvenidos por los patronos de la nave, empresarios que no se perciben ni del olor ni del color del dinero, y cuya clientela compuesta –siempre que paguen los servicios prestados- por los deshechos de la competencia, putas pasadas de vida y de kilos, parados, embriagados, buscavidas, antiguos nazis, adictos, o buscadores de nuevas sensaciones, forman parte del pasaje.
De la realidad paralela → aquesta fina Línea “roja”
“El Guante Dorado” está a pie de calle, y solo basta traspasar las puertas del bar para acceder a un mundo sórdido y real, peligroso y sucio, grotesco y degenerado donde reposan los restos de la sociedad de nuestro estado providencial.
Pero esta realidad está ahí, a la vuelta de la esquina, en el comercio próximo, donde te puedes introducir buscando comida para el alma, o buscando un lugar donde beber o encontrar la otra realidad, como le pasa al chico que entra en ese mundo para echar un vistazo al más allá; seguro que el precio pagado por el pipiolo le hará no volver a meterse en los mundos a los que no pertenece. La novia rozó el filo de la navaja sin darse cuenta, a veces también se tiene suerte. Aunque no se sepa. El resto victimas del desamor y otros males del Estado benefactor.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La experiencia vital de ser humillado en el urinario de bar. Y recordar para lo que quede de vida que a un oficial no se le saluda con la polla en la mano.
26 de mayo de 2020
26 de mayo de 2020
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Francamente dura, descarnada, sucia y desagradable película basada en hechos reales, dirigida por Fatih Akin de forma seca y cortante.
Y es que a Akin le interesa no plasmar en imágenes lights los asesinatos y violencia producidos por el atroz protagonista, sino que intenta revolver el estómago del espectador o al menos azorarle de tal manera que salga tocado o quizás hundido del cine.
Y lo logra, francamente.
Y es que es indudable que está muy bien dirigida y tiene un guión propio, adaptando la novela de Heinz Strunt.
Le interesa plasmar la degradación, soledad, pobreza y hambre de parte de la sociedad de la ciudad de Hamburgo en los primeros años setenta, todavía con las terribles consecuencias de la II Guerra Mundial.
"El guante dorado", bar que da título al fllme, es un microcosmos de parte de esa sociedad, compuesta por marginados, mujeres maduras de la vida, borracho/as y gente que no ha podido salir del barrio.
Una película triste, inclemente, con escenas violentas que ponen la piel de gallina, sádicas y excesivas como las del asesinato a botellazos.
Akin logra un filme, en el plano estrictamente cinematográfico, de calidad, no en vano la parte técnica es muy competente, otra cosa es que "guste" al espectador. Es la clásica película que si te pregunta qué tal es pues dices que técnicamente está bien, pero que no la recomiendas pues deja un muy mal cuerpo.
En fin, que es estimable, pero no me ha gustado al mostrar comportamientos humanos abyectos y execrables.
Estupendas interpretaciones, sobre todo de su protagonista, Jonas Dassler y de Margarete Tiesel y loable trabajo de maquillaje.
https://filmsencajatonta.blogspot.com
Y es que a Akin le interesa no plasmar en imágenes lights los asesinatos y violencia producidos por el atroz protagonista, sino que intenta revolver el estómago del espectador o al menos azorarle de tal manera que salga tocado o quizás hundido del cine.
Y lo logra, francamente.
Y es que es indudable que está muy bien dirigida y tiene un guión propio, adaptando la novela de Heinz Strunt.
Le interesa plasmar la degradación, soledad, pobreza y hambre de parte de la sociedad de la ciudad de Hamburgo en los primeros años setenta, todavía con las terribles consecuencias de la II Guerra Mundial.
"El guante dorado", bar que da título al fllme, es un microcosmos de parte de esa sociedad, compuesta por marginados, mujeres maduras de la vida, borracho/as y gente que no ha podido salir del barrio.
Una película triste, inclemente, con escenas violentas que ponen la piel de gallina, sádicas y excesivas como las del asesinato a botellazos.
Akin logra un filme, en el plano estrictamente cinematográfico, de calidad, no en vano la parte técnica es muy competente, otra cosa es que "guste" al espectador. Es la clásica película que si te pregunta qué tal es pues dices que técnicamente está bien, pero que no la recomiendas pues deja un muy mal cuerpo.
En fin, que es estimable, pero no me ha gustado al mostrar comportamientos humanos abyectos y execrables.
Estupendas interpretaciones, sobre todo de su protagonista, Jonas Dassler y de Margarete Tiesel y loable trabajo de maquillaje.
https://filmsencajatonta.blogspot.com
10 de junio de 2020
10 de junio de 2020
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
El monstruo de St. Pauli es una de esas producciones cuyo esmero en reflejar el envilecimiento y la perversidad de una mente enferma la lleva hasta unos extremos tan crudos como sórdidos. Esta película alemana adapta el libro Der goldene Handschuh de Heinz Strunk, best-seller en Alemania que narra los hechos de aterrorizaron Hamburgo en la década de los setenta, donde un asesino y violador, Fritz 'Fiete' Honka, tomaba prostitutas como víctimas para sus enfermizas fantasías.
Faith Akin, director de la cinta natural de la ciudad donde se desarrolla la película, se congratuló en el Festival Internacional de Cine de Venecia en 2009 llevándose el Gran Premio del Jurado y el León de Plata por Soul Kitchen. Siendo oriundo de Hamburgo, la mayoría de sus producciones se trasladan allí buscando un realismo sucio y oscuro que está muy presente en esta obra.
Va mucho más allá del género del terror, teniendo un carácter biográfico por el retrato de la vida del asesino serial, así como histórico por la repercusión que tuvieron los atroces hechos y la manera de mostrar una sociedad alemana desolada, cuyo único sustento para sus ciudadanos son los bares mugrosos y las prostitutas del Barrio Rojo. Las formas del director para aposentarse en el alcoholismo, diseccionando la enfermedad con una palidez flagrante plasmada en los trastornos de conducta. El thriller se mantiene por sí mismo sin necesidad de auxiliarlo con recursos propios del género, compenetrado con obviamente el factor del crimen que se sigue a través de la figura de Fritz Honka.
No es una película recomendada para todos, porque no todos pueden soportar un grado tan elevado de crueldad y sadismo plasmado con inusitado realismo en una pantalla. A pesar de que gran parte de las escenas explícitas el director hábilmente las censura con encuadres que las mantienen fuera de campo, la imaginación del espectador suple esa carencia visual a través de aquello que sí deja ver, lo cual puede resultar hasta más traumático. Grosso modo, Akin coge la fórmula de Henry: retrato de un asesino (John McNaughton, 1986) y la ensoberbece hasta su punto más álgido.
Las interpretaciones son una auténtica maravilla, y lo que hace Jonas Dassler como Fritz Honka es inhumano, nunca mejor dicho, reproduciendo las características de un psicópata bajo un trabajo tan exhaustivo de maquillaje. Se merece muchísimas condecoraciones por el titánico trabajo que hace en esta película. Todas las demás están francamente bien. Por otro lado, las labores de efectos visuales y maquillaje son una auténtica delicia, muy cuidadas y expresivas para acompañar la sordidez de la película, auxiliada por un vestuario seleccionado al dedillo que también sirve para hacer un boceto de los movimientos sociales emergentes de la década de 1970.
Akin travesea mucho con la curiosidad y el morbo del público por la reiteración de planos estáticos que dejan fuera de campo gran parte de la acción, dejándonos los hechos a nuestra intuición. El estatismo va a ser una constante durante toda la demencial andada por los recovecos de la maldad, usándola muchas veces como vista subjetiva colocada en partes de la escenografía, generalmente dentro del domicilio de Honka, pareciendo como si nosotros mismos esperásemos a que abriera la puerta, transmitiendo temor con planos cortos próximos al suelo y enfoques directos a una engrandecida figura de Honka. Se pueden distinguir tres fases de acción por medio de los planos empleados; los planos escorzo son habituales, ya que el elemento principal de causalidad son las conversaciones entre el protagonista y los personajes secundarios, prosiguiendo con un dinamismo propio de panorámicas y travellings dorsales, transportando la acción hacia el punto donde se desarrollará y concluirá y, de paso, mostrar la escenografía que recrea Hamburgo para, finalmente, usar planos cortos y medios jugueteando con los encuadres en las escenas de acción escabrosa. Gracias a ello, dentro de la narración, se denota un ritmo basado en capítulos hasta el desenlace.
La estética y la escenografía es uno de los apartados más relevantes, usando una gama de colores térreos y apagados ornamentada con elementos que aumentan la índole de insalubridad palpable en la atmósfera, casi siendo capaz de transmitirnos el mal olor del que tanta mención se hace en la película. Desde la puesta en escena queda clara las ganas de que la clustrofobia fluya directa hacia nosotros, incomodándonos en esos espacios asquerosos y reducidos donde se desarrollan, agobiando también con el posicionamiento de los actores en plano y usando una profundidad de campo casi nula que refuerza ese sentimiento. La iluminación tenue, con predominancia de oscuros, también tiene una gran importancia tanto para suscribir las personalidades de su personaje como la de la ciudad de Hamburgo. El espacio arquitectónico es de suma relevancia, ya que funciona como si fuera un carácter más en esta fábula grotesca. Es curioso pero la película se desarrolla enteramente en tres escenarios: el domicilio de Honka, The Golden Glove y la empresa donde trabaja, cambiando ligeramente la estética entre las dos primeras pero sin perder la esencia, algo que sí pierde con la empresa.
Por último, los diseños de posproducción son impecables, desde la música que juega un papel importante en el filme a manos de FM Einheit hasta el impoluto esmero para la creación realista de unos decorados tan semejantes a los hechos reales perpetrados por el destripador de St. Pauli entre 1970 y 1975 en la asolada Hamburgo.
Merece mucho la pena aunque sea darle una oportunidad a esta increíble producción franco-germana gracias a la cual podrás mantener una tendida meditación acerca de la depravación humana en una travesía guiada por Faith Akin y capitaneada por Jonas Dassler, tendiendo la mano al degenerado Fritz Honka.
Faith Akin, director de la cinta natural de la ciudad donde se desarrolla la película, se congratuló en el Festival Internacional de Cine de Venecia en 2009 llevándose el Gran Premio del Jurado y el León de Plata por Soul Kitchen. Siendo oriundo de Hamburgo, la mayoría de sus producciones se trasladan allí buscando un realismo sucio y oscuro que está muy presente en esta obra.
Va mucho más allá del género del terror, teniendo un carácter biográfico por el retrato de la vida del asesino serial, así como histórico por la repercusión que tuvieron los atroces hechos y la manera de mostrar una sociedad alemana desolada, cuyo único sustento para sus ciudadanos son los bares mugrosos y las prostitutas del Barrio Rojo. Las formas del director para aposentarse en el alcoholismo, diseccionando la enfermedad con una palidez flagrante plasmada en los trastornos de conducta. El thriller se mantiene por sí mismo sin necesidad de auxiliarlo con recursos propios del género, compenetrado con obviamente el factor del crimen que se sigue a través de la figura de Fritz Honka.
No es una película recomendada para todos, porque no todos pueden soportar un grado tan elevado de crueldad y sadismo plasmado con inusitado realismo en una pantalla. A pesar de que gran parte de las escenas explícitas el director hábilmente las censura con encuadres que las mantienen fuera de campo, la imaginación del espectador suple esa carencia visual a través de aquello que sí deja ver, lo cual puede resultar hasta más traumático. Grosso modo, Akin coge la fórmula de Henry: retrato de un asesino (John McNaughton, 1986) y la ensoberbece hasta su punto más álgido.
Las interpretaciones son una auténtica maravilla, y lo que hace Jonas Dassler como Fritz Honka es inhumano, nunca mejor dicho, reproduciendo las características de un psicópata bajo un trabajo tan exhaustivo de maquillaje. Se merece muchísimas condecoraciones por el titánico trabajo que hace en esta película. Todas las demás están francamente bien. Por otro lado, las labores de efectos visuales y maquillaje son una auténtica delicia, muy cuidadas y expresivas para acompañar la sordidez de la película, auxiliada por un vestuario seleccionado al dedillo que también sirve para hacer un boceto de los movimientos sociales emergentes de la década de 1970.
Akin travesea mucho con la curiosidad y el morbo del público por la reiteración de planos estáticos que dejan fuera de campo gran parte de la acción, dejándonos los hechos a nuestra intuición. El estatismo va a ser una constante durante toda la demencial andada por los recovecos de la maldad, usándola muchas veces como vista subjetiva colocada en partes de la escenografía, generalmente dentro del domicilio de Honka, pareciendo como si nosotros mismos esperásemos a que abriera la puerta, transmitiendo temor con planos cortos próximos al suelo y enfoques directos a una engrandecida figura de Honka. Se pueden distinguir tres fases de acción por medio de los planos empleados; los planos escorzo son habituales, ya que el elemento principal de causalidad son las conversaciones entre el protagonista y los personajes secundarios, prosiguiendo con un dinamismo propio de panorámicas y travellings dorsales, transportando la acción hacia el punto donde se desarrollará y concluirá y, de paso, mostrar la escenografía que recrea Hamburgo para, finalmente, usar planos cortos y medios jugueteando con los encuadres en las escenas de acción escabrosa. Gracias a ello, dentro de la narración, se denota un ritmo basado en capítulos hasta el desenlace.
La estética y la escenografía es uno de los apartados más relevantes, usando una gama de colores térreos y apagados ornamentada con elementos que aumentan la índole de insalubridad palpable en la atmósfera, casi siendo capaz de transmitirnos el mal olor del que tanta mención se hace en la película. Desde la puesta en escena queda clara las ganas de que la clustrofobia fluya directa hacia nosotros, incomodándonos en esos espacios asquerosos y reducidos donde se desarrollan, agobiando también con el posicionamiento de los actores en plano y usando una profundidad de campo casi nula que refuerza ese sentimiento. La iluminación tenue, con predominancia de oscuros, también tiene una gran importancia tanto para suscribir las personalidades de su personaje como la de la ciudad de Hamburgo. El espacio arquitectónico es de suma relevancia, ya que funciona como si fuera un carácter más en esta fábula grotesca. Es curioso pero la película se desarrolla enteramente en tres escenarios: el domicilio de Honka, The Golden Glove y la empresa donde trabaja, cambiando ligeramente la estética entre las dos primeras pero sin perder la esencia, algo que sí pierde con la empresa.
Por último, los diseños de posproducción son impecables, desde la música que juega un papel importante en el filme a manos de FM Einheit hasta el impoluto esmero para la creación realista de unos decorados tan semejantes a los hechos reales perpetrados por el destripador de St. Pauli entre 1970 y 1975 en la asolada Hamburgo.
Merece mucho la pena aunque sea darle una oportunidad a esta increíble producción franco-germana gracias a la cual podrás mantener una tendida meditación acerca de la depravación humana en una travesía guiada por Faith Akin y capitaneada por Jonas Dassler, tendiendo la mano al degenerado Fritz Honka.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La necesidad de la crítica social, aún sopesando todas las anteriores cualidades, está latente desde el planteamiento de la película. El maquinal de Akin se presenta en forma de un período en la Alemania Occidental donde la inflación hizo trizas a los eslabones menos pudientes de la sociedad. A través de esa idea, el director construye unos personajes hundidos en la miseria cuyos únicos intereses son el alcohol, sumergiéndolos más en el lodo representado mediante la pobreza y la suciedad de las que son portadores la mayoría de sus personajes. Obviando ese segundo plano y gracias a la apariencia y personalidad de Honka se lanza una pregunta al público: ¿naces siendo un monstruo o el rechazo de la sociedad te convierte en uno? De vez en cuando, el director alemán presenta la figura de Dios como salvavidas para las las personas perdidas, las ovejas descarriadas, personificado con los personajes de Gerda Voss (Margarethe Tiesel) y la mujer trajeada que entra en The Golden Glove.
La planificación del argumento es brutal, presentádonos al protagonista desde el inicio de la película con una puesta en escena que define su construcción psicológica sin la necesidad de requerir a los diálogos. A partir de ese momento, la narración sigue una línea regular repasando la cotidianidad del asesino a ritmo de aguardiente, brutalidad y música popular alemana de la década. Aparte, el director crea una línea mucho más pequeña para mostrar un par de personajes y las interacciones que mantienen estos, complementando el tema principal llevado por Honka. Estos personajes son Rosi Schulz (Greta Sophie Schmidt), una atractiva joven y Willi (Tristan Göbel), una metáfora de la juventud de Honka: chico discriminado y rechazado al que Rosi da refugio, con el que casualmente se asemeja en fisionomía. La casualidad es un término que se presenta durante el resto de la película, y cómo a raíz de encontronazos aparentemente inofensivos puede cambiarte la vida para siempre.
Este cambio sirve para reforzar el cambio dramático que ensaya Honka en su personalidad, dejando la bebida tratando de comenzar una nueva y formal vida, algo con lo que hasta nosotros, como espectadores, nos esperanzamos y solidarizamos. Con esto Akin arroja su segunda cuestión: ¿se puede reinsertar en la sociedad a una persona que ha producido actos tan viscerales?
La planificación del argumento es brutal, presentádonos al protagonista desde el inicio de la película con una puesta en escena que define su construcción psicológica sin la necesidad de requerir a los diálogos. A partir de ese momento, la narración sigue una línea regular repasando la cotidianidad del asesino a ritmo de aguardiente, brutalidad y música popular alemana de la década. Aparte, el director crea una línea mucho más pequeña para mostrar un par de personajes y las interacciones que mantienen estos, complementando el tema principal llevado por Honka. Estos personajes son Rosi Schulz (Greta Sophie Schmidt), una atractiva joven y Willi (Tristan Göbel), una metáfora de la juventud de Honka: chico discriminado y rechazado al que Rosi da refugio, con el que casualmente se asemeja en fisionomía. La casualidad es un término que se presenta durante el resto de la película, y cómo a raíz de encontronazos aparentemente inofensivos puede cambiarte la vida para siempre.
Este cambio sirve para reforzar el cambio dramático que ensaya Honka en su personalidad, dejando la bebida tratando de comenzar una nueva y formal vida, algo con lo que hasta nosotros, como espectadores, nos esperanzamos y solidarizamos. Con esto Akin arroja su segunda cuestión: ¿se puede reinsertar en la sociedad a una persona que ha producido actos tan viscerales?
2 de marzo de 2019
2 de marzo de 2019
12 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película es una pedazo de sorpresa ni el trailer ni el póster te dan suficiente información o atractivo para verla, pero si puedes verla, hazlo. Der Goldene Handschuh es una película de terror situada en los 70 en el barrio rojo de Hamburgo, a partir de aquí es donde Akin desarrolla una historia cruda y grotesca que bien podría considerarse un canto a la fealdad.
Realmente la película es un retrato de una sociedad deprimida donde "pecar" es lo normal y la soledad de los personajes es absoluta. El guión está brillantemente trabajado construyendo personajes extraordinarios que los actores defienden realmente bien, remarcaremos la actuación de Dassler que se transforma en un monstruo terrorífico que defiende a la perfección (preocupante para sus vecinos dada la edad del chaval).
Realmente la película es un retrato de una sociedad deprimida donde "pecar" es lo normal y la soledad de los personajes es absoluta. El guión está brillantemente trabajado construyendo personajes extraordinarios que los actores defienden realmente bien, remarcaremos la actuación de Dassler que se transforma en un monstruo terrorífico que defiende a la perfección (preocupante para sus vecinos dada la edad del chaval).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La violencia extrema que ejerce el protagonista se enmarca en una sociedad igualmente cruel en la que, por ejemplo, Akin nos enseña como en la RFA los antiguos Nazis vivían con absoluta impunidad.
Es una historia real, así que poco spoiler que no encuentres en Wikipedia se puede hacer.
LE PILLAN COÑO.
Es una historia real, así que poco spoiler que no encuentres en Wikipedia se puede hacer.
LE PILLAN COÑO.
2 de mayo de 2021
2 de mayo de 2021
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
No quería hablar sobre esta peli, de verdad, al final me he rendido después de tenerla en la cabeza durante semanas.
¿Para qué sirve el cine? Vaya pregunta de mierda, lo sé… El cine sirve para contar historias; a través de imágenes y sonidos nos cuentan historias del mundo y de las personas. Casi siempre, como espectadores, tenemos que conectar -y empatizar- con el protagonista o los personajes representados… El protagonista al que le pasan muchas cosas y al final consigue todo lo que desea, todo termina bien y salimos felices de la oscura sala de cine (cuando antes íbamos al cine). «No lo quiero pasar mal, no me cuentes dramas que ya tengo yo con mi vida cómo para pasarlo mal viendo la vida de otro». Quiero sentirme a gusto en la comodidad de mi sofá, y cuando terminen las dos horas de película, me olvidaré de todo y pasaré a otra cosa; me levantaré del sofá para ir hasta la cocina y sacaré una pizza congelada y la meteré en horno, y mañana será lunes… Pero,¿ y si el film que acabamos de ver nos ha removido tanto que ahora es imposible sacárnoslo de la cabeza y durante un largo tiempo nos va a estar acompañando? Puede que para siempre, como suele ser con las pelis que nos remueven, que nos descolocan y se meten en nuestras cabezas para trastear con los cables de nuestra mente. Películas que nos provocan algo, que hacen que uno sienta cosas; y lo difícil que es eso. Reaccionar ante una película, ¿en estos tiempos? -Pero qué locura-.
`El monstruo de St. Pauli’ es la película que jamás recomendaría en un corrillo de colegas alrededor de un café, no sería tan mala persona como para decirte que la tienes que ver, con tu pareja, o en familia, todos alrededor del fuego en el calor de tu hogar. ¿Pero por qué estoy escribiendo sobre una película que me ha dejado tan mal cuerpo y que, además, la vi ya hace un mes?
¿Para qué sirve el cine? Vaya pregunta de mierda, lo sé… El cine sirve para contar historias; a través de imágenes y sonidos nos cuentan historias del mundo y de las personas. Casi siempre, como espectadores, tenemos que conectar -y empatizar- con el protagonista o los personajes representados… El protagonista al que le pasan muchas cosas y al final consigue todo lo que desea, todo termina bien y salimos felices de la oscura sala de cine (cuando antes íbamos al cine). «No lo quiero pasar mal, no me cuentes dramas que ya tengo yo con mi vida cómo para pasarlo mal viendo la vida de otro». Quiero sentirme a gusto en la comodidad de mi sofá, y cuando terminen las dos horas de película, me olvidaré de todo y pasaré a otra cosa; me levantaré del sofá para ir hasta la cocina y sacaré una pizza congelada y la meteré en horno, y mañana será lunes… Pero,¿ y si el film que acabamos de ver nos ha removido tanto que ahora es imposible sacárnoslo de la cabeza y durante un largo tiempo nos va a estar acompañando? Puede que para siempre, como suele ser con las pelis que nos remueven, que nos descolocan y se meten en nuestras cabezas para trastear con los cables de nuestra mente. Películas que nos provocan algo, que hacen que uno sienta cosas; y lo difícil que es eso. Reaccionar ante una película, ¿en estos tiempos? -Pero qué locura-.
`El monstruo de St. Pauli’ es la película que jamás recomendaría en un corrillo de colegas alrededor de un café, no sería tan mala persona como para decirte que la tienes que ver, con tu pareja, o en familia, todos alrededor del fuego en el calor de tu hogar. ¿Pero por qué estoy escribiendo sobre una película que me ha dejado tan mal cuerpo y que, además, la vi ya hace un mes?
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
`El monstruo de St. Pauli’ con todos sus spoilers. Oye, pero no me la cuentes…¿Qué no te cuente el qué? Supongo que ya habrás visto otras películas de «asesinos en serie». Está claro que has visto un millón de thrillers oscuros con detectives en la mierda, que llevaban gabardinas y durante la peli no paraba de llover, y todo era inquietante y la música era de puta madre, y los detectives siempre iban un paso por detrás del asesino… Has visto cuerpos abiertos, destripados, cosidos, podridos, enterrados, cubiertos de mierda, de sangre y de vomito. Has visto todo tipo de cadáveres: en descomposición, en la morgue; saliendo de una nevera con una etiqueta atada en el dedo gordo del pie; cuerpos azules, labios lila, pelo fino, ojos sin vida, hojarasca pegada, magulladuras en las costillas, marcas de cuerdas y ataduras…en definitiva (cómo odio cerrar algo escribiendo «en definitiva»); el cine de ficción nos ha mostrado y nos ha enseñado a asesinar; desde Hitchcock hasta Tobe Hooper; desde Brian de Palma hasta Tarantino. Los asesinos representados en el cine siempre son más interesantes. John Lithgow siempre será recordado por sus papeles de asesino, nadie te recordará que también fue el actor de aquella comedia simpática con un bigfoot. Y lo mismo pasa con Anthony Perkins. ¿Alguien se acuerda de Perkins haciendo otra cosa? En cuanto a lo que se refiere «al matar», el cine nos ha “educado” bastante bien.
Seguro que estás esperando que te recomiende ver `El monstruo de St. Pauli’ -vale, de verdad, no lo pienso hacer-. No la veas, lo vas a pasar mal, te va joder vivo; acabará con tu paciencia, te quitará las ganas de comer, de vivir, te joderá tu fin de semana y empezarás la semana con mal cuerpo.
El cine (casi) siempre nos han enseñado a los asesinos en serie de forma sexy : (Zac Efron-Ted Bundy, Christian Bale-American Psycho, Sharon Stone-Instinto básico); dejándonos a los espectadores en una posición cómoda, sabiendo que nuestro actor preferido le estaba dando vida al peor ser humano posible, al monstruo. Al final siempre acaban atrapando al asesino; los polis dan con él, llegan hasta su casa y tiran la puerta abajo. Al final el malo siempre pierde; después de asesinar a mucha gente inocente le dan caza (todos podemos escribir nuestra propia peli).
No es común en el cine ver al «asesino en serie» en un entorno social “normal”, interactuando y llevando una aparente “vida normal”; vida familiar, trabajo, colegas del bar. `El monstruo de St. Pauli’ hace todas estas cosas; no se oculta, sale de casa, visita su bar de siempre, “se divierte” con otras personas, bebe, come, trabaja,folla. Hace todas estas cosas, pero no digo que las haga bien.
Como espectador, en el film no hay nada que me apetezca ver; no me gusta, siento asco, incomodidad, no me gusta nada de lo que está pasando; todo es crudo, sucio, desagradable y asqueroso. No puedo controlar nada de lo que estoy viendo y me siento superado. Pero también sé que eso es lo que propone el film, lo que muestra, lo que representa. Gracias al magistral maquillaje y al trabajo de su joven protagonista, junto con todo el reparto (increíble trabajo de casting), el film va creciendo cada vez más, provocando también una extraña fascinación. Como espectador, intento buscar refugio sabiendo que estoy delante de una película, que es ficción y que los actores los están dando -absolutamente todo-. El humor negro se cuela en algún momento, pero no como alivio, no para rebajar nada. ¿Es `El monstruo de St. Pauli’ el retrato más crudo y desagradable que haya visto en una película? ¿Me estoy haciendo mayor y mi estomago ya no aguanta según que cosas? ¿O como espectador me he acomodado y lo único que quiero ver son cosas bonitas y fantasiosas? El monstruo es un film quizá demasiado realista, con la sensación de que estoy viendo una exposición de fotoperiodismo: todo el retrato que nos muestran sobre esa «gentuza de bar», esos parias abandonados; borrachos, perdedores y prostitutas.
Seguro que estás esperando que te recomiende ver `El monstruo de St. Pauli’ -vale, de verdad, no lo pienso hacer-. No la veas, lo vas a pasar mal, te va joder vivo; acabará con tu paciencia, te quitará las ganas de comer, de vivir, te joderá tu fin de semana y empezarás la semana con mal cuerpo.
El cine (casi) siempre nos han enseñado a los asesinos en serie de forma sexy : (Zac Efron-Ted Bundy, Christian Bale-American Psycho, Sharon Stone-Instinto básico); dejándonos a los espectadores en una posición cómoda, sabiendo que nuestro actor preferido le estaba dando vida al peor ser humano posible, al monstruo. Al final siempre acaban atrapando al asesino; los polis dan con él, llegan hasta su casa y tiran la puerta abajo. Al final el malo siempre pierde; después de asesinar a mucha gente inocente le dan caza (todos podemos escribir nuestra propia peli).
No es común en el cine ver al «asesino en serie» en un entorno social “normal”, interactuando y llevando una aparente “vida normal”; vida familiar, trabajo, colegas del bar. `El monstruo de St. Pauli’ hace todas estas cosas; no se oculta, sale de casa, visita su bar de siempre, “se divierte” con otras personas, bebe, come, trabaja,folla. Hace todas estas cosas, pero no digo que las haga bien.
Como espectador, en el film no hay nada que me apetezca ver; no me gusta, siento asco, incomodidad, no me gusta nada de lo que está pasando; todo es crudo, sucio, desagradable y asqueroso. No puedo controlar nada de lo que estoy viendo y me siento superado. Pero también sé que eso es lo que propone el film, lo que muestra, lo que representa. Gracias al magistral maquillaje y al trabajo de su joven protagonista, junto con todo el reparto (increíble trabajo de casting), el film va creciendo cada vez más, provocando también una extraña fascinación. Como espectador, intento buscar refugio sabiendo que estoy delante de una película, que es ficción y que los actores los están dando -absolutamente todo-. El humor negro se cuela en algún momento, pero no como alivio, no para rebajar nada. ¿Es `El monstruo de St. Pauli’ el retrato más crudo y desagradable que haya visto en una película? ¿Me estoy haciendo mayor y mi estomago ya no aguanta según que cosas? ¿O como espectador me he acomodado y lo único que quiero ver son cosas bonitas y fantasiosas? El monstruo es un film quizá demasiado realista, con la sensación de que estoy viendo una exposición de fotoperiodismo: todo el retrato que nos muestran sobre esa «gentuza de bar», esos parias abandonados; borrachos, perdedores y prostitutas.
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