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The Kings of Summer

Comedia. Drama Tres jóvenes amigos, Joe (Nick Robinson), Patrick (Gabriel Basso) y el excéntrico Biaggio (Moises Arias), hartos de la sobreprotección de sus padres, deciden independizarse y empezar una vida salvaje sin adultos al margen de la sociedad. Deciden vivir en una cabaña perdida en el bosque, según sus normas, acorde con sus principios y en plena libertad. (FILMAFFINITY)
Críticas 39
Críticas ordenadas por utilidad
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7
9 de septiembre de 2014 4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hubo un tiempo en el que éramos felices. Un tiempo de ingenuidad, de tardes estivales sin demasiado que hacer. Un tiempo en el que creías tener todo el tiempo por delante, que el mundo se arrodillaba ante tus pies, que todo era posible si luchabas por ello. Un tiempo donde todo se vivía por primera vez, en el que todo resultaba excitante. Un tiempo en el que jugabas sin parar y charlabas con tu mejor amigo hasta la salida del sol. Un tiempo que a lo mejor no vivimos en su momento, pero que ahora intentamos rescatar del baúl de los recuerdos. Y uno no sabe si recuerda lo que quiere o lo que puede, si inconscientemente adapta esos recuerdos a las conveniencias del presente o si en realidad idealizamos aquello que los mayores llamaban 'edad del pavo' y que para nosotros era, sencillamente, 'adolescencia'. Dicen que cualquier tiempo pasado fue mejor. Tal vez eso sucede porque, en el presente, nunca somos conscientes de lo que tenemos, así que sólo valoramos las cosas cuando las perdemos. Puede, además, que tener 15 años no sea nada excitante, pero todavía es menos excitante dejar de ser joven. Y sobre todo, nos gusta pensar que alguna vez fuimos los reyes del verano.

También hubo un tiempo en el que íbamos al cine en familia. Las películas infantiles contenían mensajes muy adultos. Las aventuras de los protagonistas escondían una defensa de la camaradería, del 'la fuerza hace la unión', del 'uno para todos y todos para uno'. Los personajes eran solidarios y se ayudaban. No había ordenadores ni teléfonos móviles de por medio. La imaginación campaba a sus anchas y todo resultaba cercano sin necesidad de gafas 3D. Tiempos analógicos y ochenteros que el cine, vete a saber por qué, no ha sabido o no ha querido recuperar nunca más. A cada tiempo le pertoca un tipo de cine, un perfil diferente de historias. Cambia el medio, pero sobre todo cambian los gustos y las sensibilidades de la audiencia. Y por encima de todo, cambia nuestra mirada. Eso aunque todavía nos guste revisar las películas que veíamos de pequeños. Porque, bien pensado, lo que verdaderamente deseamos recuperar son los ojos limpios y despreocupados con los que mirábamos esas películas hace tropocientos años.

Por eso sorprende que en pleno siglo XXI alguien se atreva a dirigir, escribir y defender The Kings of Summer, una película que es pura tradición y que a la vez propone una interesante variación de la comedia indie norteamericana de nuevo cuño. Tiene ironía y humor blanco. Un poco de maldad. Una pizca de inocencia. Algún toque Disney mezclado con unas gotas de Solondz. Contadas esencias de Reitman o Apatow unidas al buen rollo de los 80. Una película sin dobleces. Directa, amena, sincera, transparente. Épica pero cercana. Y sobre todo, pura nostalgia. Nostalgia de un tiempo que ya se fue y de un cine que ya no existe. The Kings of Summer es la película que nos hubiese gustado protagonizar en el pasado. Y ahora, es la película que nos lleva a un estado idílico y veraniego, que nos permite rememorar aquello que fuimos y que nos insta a recuperar la pureza que perdimos por el camino. Una obra que reconforta, que rejuvenece. Una de esos films que no se racionalizan: se viven y se sienten. Uno de esos títulos que no figurará en ningún top de lo mejor del año, pero que se gana nuestro corazón con mucha facilidad. Una cinta pequeña y a su manera muy grande. Hubo un tiempo en el que soñábamos con ser los reyes del verano... gracias, Jordan Vogt-Roberts, por recordárnoslo.

@Xavicinoscar, Cinoscar & Rarities
7
12 de mayo de 2015 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creo que casi todo el mundo ha pensado alguna vez abandonar el hogar familiar en plan rabieta, especialmente por no querer soportar más a los padres, tengan o no ellos la razón. Para un adolescente los padres nunca la tienen, claro. Si les castigan es porque son unos padres malos, no piensan que es por su bien ni nada de eso. Aunque padres también los hay de todos los colores. Sea como sea, por lo general, ese pensamiento nunca se realiza. Se queda en un simple "sueño".

Pero los protagonistas de la cinta no se quedan en ese sueño. Montan una casucha de madera medio en condiciones y "¡A la aventura! Desde luego el sueño de todo adolescente. Hasta que llega la falta de comida, la falta de higiene, la falta del cariño (lo quieran o no) familiar, la falta de todo tipo de comodidades.
7
24 de diciembre de 2016 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Es Kings of the summer una versión actualizada de Stand by me? Sant by me, después de haber leído mucho de ella, la vi hace meses y la verdad me decepcionó bastante. Por el contrario, esta película la vi sin tener noticias previas de ella y la verdad me ha sorprendido bastante lo visto y para bien.
La película es altamente recomendable y para resumir en pocas palabras lo bueno de la película: han pasado varios meses desde que la viera y puedo haber olvidado detalles de la trama pero hay algo de la película que queda, y es el descubrimiento por parte de sus protagonistas de una nueva etapa. El ver cómo crecen y como se hacen adultos, el ver cómo se descubren a sí mismos y como aprender a vivir y a querer.

¿No es acaso eso el verano ideal que todos hubiéramos querido para nosotros?
4
25 de mayo de 2019 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Trata de ser una obra fruto de la inspiración de Cuenta Conmigo pero a los chicos les falta el carisma de aquella maravillosa cinta ochentera.
La idea no está absolutamente nada mal pero me ha faltado algo para darle un mísero aprobado.

Es de esas películas que tendré que ver de nuevo más adelante quizá para valorarla un poco más pero en mi primer visionado no me ha llegado tanto como esperaba.
7
4 de julio de 2014 3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La fantasía y la ensoñación constituyen uno de los principales pilar cognitivo de la infancia, que llegada la adolescencia se centran en el irrefrenable deseo de emancipación, de vida bajo reglas propias y no ajenas, si bien llegado el momento de dar dicho paso, rito de pasaje, de evolución lógica de la línea vital, el lidiar con el desengaño de dicho enfrentamiento directo con la realidad supone el mayor desafío de cara a la madurez. Con estos ingredientes de base, en el marco de una gran escuela, la del cine indie, con un discurso, tono y temática tan definidos y reconocibles, especialmente referentes a dicho conflicto troncal y a todos los que le suelen rodear (dialécticas paterno-filiales, orfandad parcial, desencanto amoroso adolescente), director y guionista, debutantes en el largometraje, copan el primer acto con todos estos tópicos del cine "made in Sundance" para, precisamente, construir ese marco coyuntural del que los protagonistas desean y deciden escapar, huyendo hacia lo salvaje y construyendo allí su particular microcosmos de libertad y anarquía, pero, eso sí, con los insalvables límites de un relato cuya naturaleza no responde ni a lo fantástico ni a lo épico.

Precisamente en dicha inflexión, dentro de lo realista, reside el carácter genuino e irrepetible de la enésima pequeña gran joya de la factoría apadrinada por Robert Redford, que vuela como una mariposa sobre el desfile de tramas ya digeridas para picar como una abeja con sus elementos únicos y definitorios. Esta suerte de amago suburbano de El Señor de las Moscas convierte por ende las inevitables contradicciones del proyecto emancipador de los protagonistas en el mejor soporte y cauce para la reflexión. Esa fantasía de la liberación en un microcosmos sin reglas, regresando a las esencias de la naturaleza, pronto choca, a los primeros eslabones de la evolución, pronto choca con los verdaderos gajes de la supervivencia salvaje y sus peores efectos, que obligan a recurrir a una civilización técnicamente avanzada, de la cual, afortunadamente para ellos, no se han ido tan lejos. Y al mismo tiempo, como llave además del tercer acto, la aplastante evidencia de que el más dañino de los fantasmas internos de estos adolescentes, en pleno desarrollo de su propia identidad, no sea la abrumadora autoridad y sobreprotección paterna sino ataduras emocionales de las no se desprenden ni en la "selva".

Lo que llega a convertirse en pesadilla empieza básicamente como un juego, una aventura que, en su fase iniciática, bien podrían protagonizar Los Cinco de Enid Blyton. Lo lúdico está presente en todo el metraje, desde los videojuegos (alusivo e intencional anacronismo de ver a dos chavales de estos días jugando al Street Fighter clásico) hasta el recurrente Monopoly, pasando por la danza de espadas a lo samurái. Y en dicho factor lúdico se encuentra, por un lado, otra capa de esas contradicciones de su particular proyecto comunero, en el que pretenden ser 'ronin', guerrero sin casta ni amo, y al mismo tiempo jugar al más salvaje de los capitalismos, el inmobiliario. Por el otro, en una dimensión más estilística, identificamos un logrado eclecticismo de referencias a la cultura popular, primordialmente visuales, que evocan, a su vez, diferentes géneros cinematográficos en un espacio minúsculo, pues se trata precisamente de la única fuente del mundo "real", fuera del cascarón de la comodidad del hogar medio, en la que se pueden inspirar estos adolescentes cuando se lanzan a esta aventura emancipadora e introspectiva, cuya incongruencia destapa los límites de los protagonistas y de la naturaleza humana, por extensión.

No se acaban aquí naturalmente las virtudes del guión, hábil y elegante como pata concentrar la progresión de varios conflictos en una serpiente, previamente anticipada, como metáfora final del desafío del hombre ante una naturaleza a la que modificó precisamente para protegerse. Ese onirismo desnudo, tan característico de la escuela indie, que aquí no deja de estar presente, encuentra ulteriormente su vuelta de tuerca surrealista, rozando lo oscuro y lo siniestro, con el personaje de Biaggio, extremadamente logrado e enriquecedor del relato por otra parte, a su vez anticipado (y posteriormente confrontado) por el heterodoxo policía interpretado por Thomas Middletich (Silicon Valley). Al mismo tiempo, el film resuelve con pericia su triángulo amoroso, alejado de los tópicos de ambos extremos de una respuesta maniquea, y el inherente conflicto 'friendzone', supuesto y controvertido talón de Aquiles discursivo de la factoría Sundance en su representación del género femenino.

En resumen, una magnética, honesta y consistente película que nos puede servir para reflexionar en la época estival (en concordancia con su tiempo diégetico), la cual se presta especialmente para ello aunque nos queramos convencer de lo contrario.
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