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A propósito de Llewyn Davis

Drama Nueva York, 1961. Llewyn Davis (Oscar Isaac) es un joven cantante de folk que vive de mala manera en el Greenwich Village. Durante un gélido invierno, con su guitarra a cuestas, sin casa fija y sin apenas dinero lucha por ganarse la vida como músico. Sobrevive cantando en pequeños garitos, pero, sobre todo, gracias a la ayuda de algunos amigos que le prestan su sofá para pasar las frías noches. De repente, decide viajar a Chicago para ... [+]
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9
28 de enero de 2018 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El arte y la frustración han ido de la mano inumerables veces a lo largo de la historia. Me viene a la cabeza ese sentimiento humano tan frustrado que expresó Franz Kafka, extremadamente sentido y doloroso. Los hermanos Coen (maestros del guión, la dirección y la creación de ambientes sublímes) nos trasladan al New York de los años 60 acompañados de una una historia llena de música, sarcasmo y melodrama.

Llewyn Davis (Oscar Isaac) es un joven desaprensivo que intenta buscarse un hueco en el mundo del folk aunque no tenga un hueco dónde dormir por las noches. Una vida apasionantemente romántica (en el sentido más artístico del adjetivo) mezclada con una inseguridad asfixiante, ya que cada noche debe jugársela, arriesgarse y probar suerte para encontrar una cama, sofá o espacio para dormir.

La maestría de los Coen nos regala una de sus cintas más delicadas, dónde se notan las pinzeladas delicadas de los cineastas. La columna vertebral es una actuación magistral de Oscar Isaac a veces acompañado de un travieso gato llamado Ulises. Las vértebras de esa colomna son un reguero de canciones, una banda sonora de folk, con un broche de oro: una canción de Bob Dylan en los créditos.

Los ojos del protagonista son el reflejo de la verdadera alma del film. Un par de iris que gritan de dolor mientras sus labios articulan desdén, apatía e incluso un sufrimiento querido. “Te gusta restregarte en la mierda” le llegan a decir. No sin razón.

“Inside Llewyn Davis” nos muestra el subterráneo mundo de los clubs nocturnos y la frustración vital de alguien que no encuentra su lugar en el mundo, sólo huecos en sofás ajenos.

La fotografía de Bruno Delbonnel, que no suele estar en muchas obras cinematográficas, es de una gran belleza, dejándonos ver algunas pinceladas majestuosas como los largos pasillos de los edificios dónde debe dormir Davis; los noctámbulos y oscuros locales dónde debe tocar o incluso la carretera asfaltada que debe emprender para ir a Chicago.

No cabe duda que los directores quieren ponernos en la piel del protagonista, que sufre en silencio y vive una frustración permanente. Nos flagelamos con él y empatizamos con el “odio a los pobres” que recibe en un país de “las más bellas oportunidades”. En una cinta de los Coen no pueden faltar los sarcasmos, las ironias y las satirizaciones.

El papel secundario de John Goodman, ya habitual con los Coen, es extraño pero sensacional. Aunque para momento cómico: la grabación del tema entre los personajes de Oscar Isaac, Justin Timberlake y Adam Driver. No deja indiferente a nadie.

La nostalgia, el dolor, la música como canalizadora de frustraciones. El cigarro que se consume en la boca de Llewyn Davis, al igual que su música y su historia. Que buenos son los Coen, pardiez.
7
13 de mayo de 2018 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un relato crudo del fracaso. Una denuncia de la mezquindad de la mayoría de los seres humanos, para los que tanto tienes, tanto vales. Un testimonio de como la vida nos va venciendo a través de su inexorable realidad, mientras se esfuman nuestros sueños. Película lenta que logra engancharte a través del sufrimiento de su personaje. Una banda sonora maravillosa, que vuelve a resaltar el gusto de lo Coen por la música folk como en Oh Brother. Y como en esta última película, vuelven a contar con Ulises trasmutado en felino y con la actuación del grandísimo John Goodman. De lo mejor de estos grandes directores.
7
11 de noviembre de 2019 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
A veces hay canciones que hablan de puertas cerradas. De obstáculos que superar y que se hacen enormes al acercarte. Y, sin embargo, tus pasos siempre te llevan a ellos, como si ese fuera tu destino. Como si, a pesar de todos los golpes, estuvieras seguro de que si un lazo acariciara tu cuello a medio metro del techo, la cuerda se acabaría rompiendo. De saber que no hay más remedio que mirar hacia adelante y tratar de encontrar algo de luz. Y entonces te cierran una nueva puerta y vuelves a la oscuridad más absoluta. A veces hay canciones de las que no hay salida.
Una de estas canciones la escribieron los hermanos Coen en el Greenwich Village de Nueva York en los años sesenta. Tiene alma de folk y a un protagonista que es el mayor de los perdedores, aquel que intenta triunfar con su música a pesar de saber que nunca conseguirá más dinero que el que pueda reunir en su gorra tras un concierto en bares llenos de humo y melancolía. Incapaz de abandonar su sueño aunque quisiera, malvive en sofás de conocidos mientras huye del frío de la ciudad. Es lo malo de vivir en callejones sin salida, que no puedes abandonar uno sin caer en otro. 'A propósito de Llewyn Davis' es una foto fija de apenas una semana en la existencia de un cantante que busca su hueco en una industria que le da la espalda. Oscar Isaac es quien se viste con este traje, y le queda tan a la medida que es con una guitarra en los brazos y un micrófono delante cuando más se entiende que su desesperación no acabará nunca. Porque la música es su vida.
Los Coen se libran del peso de elaborar una trama para centrarse en pulir a su protagonista. Es a través de Llewyn Davis, de los rechazos que acumula, de su angustia de no saber dónde dormirá la siguiente noche, con el que se nos contará una historia tan universal como el regreso de Troya de Ulises. Y todo enmarcado en una lograda ambientación y una serie de canciones folk que envuelven como un guante la profundidad del personaje.
El necesario oxígeno para sobrevivir a tan profundo buceo emocional lleva también el sello característico de los Coen. Su humor surrealista lo encarna un John Goodman con una faceta cómica que roza lo divino. Un personaje de casi tanto carisma como el Walter Sobchak de 'El gran Lebowski', pero que los Coen solo bocetan para que la cámara no se despegue de Isaac. El actor de origen guatemalteco entendió a la perfección las intenciones de los directores y plasma sin reproches el drama existencial de tener que cargar con una maleta repleta de derrotas. Por si fuera poco, tiene secundarios inmensos que lo acompañan.
El filme es duro y sombrío, y llega adentro si el espectador se sienta en una de las sillas de los tugurios donde Davis despliega su magia. Pero será difícil de ver para los que busquen una historia con desenlace. Les puedo contar el final sin problemas, porque es algo que el ser humano ha vivido desde el inicio de los tiempos. Uno sale al escenario con su guitarra y comienza a tocar. E inevitablemente el primer acorde dará paso al segundo. Y no habrá más remedio que recorrer el camino a Ítaca. Empezando por terminar la canción.

Diario de Navarra / La séptima mirada
7
24 de septiembre de 2020 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Los hermanos Coen nos sorprenden con una película de artistas. Desarrollan fielmente la vida de tantas y tantas personas en todo el mundo. Su tragedia cómica vital por poder ganarse la vida con su arte. Un Film interesante y tenue que vaga por los rincones más cerrados de un personaje perfectamente interpretado por el gran Oscar Isaac."

Instagram: @Cine.TuAmigoCultureta
8
11 de enero de 2021 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando todo tu mundo cabe en una mochila, el pasado no puede lastrar tu futuro.

Vida dura y sacrificada para un cantante de música folk en Nueva York a principios de la década de los años 60, el frio, el hambre, los garitos poco abarrotados y una vieja cartera con unos billetes de un dólar no son garantía de éxito.

Joel y Ethan Coen siempre se han distinguido por hacer un cine diferente y en esta ocasión tampoco defraudan, la película ambientada en una época en la que los vinilos giraban sin parar en los tocadiscos de medio mundo es una oda a los bohemios, a todos aquellos que intentaron alcanzar la fama sin conseguirlo.

Oscar Isaac protagoniza esta historia newyorkina con auténtica naturalidad y frescura, es fácil para el espectador empatizar con alguien con mucha voluntad pero pocos recursos.

Buena película especialmente para los amantes del folk ya que disfrutarán de algunos temas de calidad.
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