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La gran apuesta

Drama. Comedia Tres años antes de la crisis mundial del 2008 originada por las hipotecas subprime que hundió prácticamente el sistema financiero global, cuatro tipos fuera del sistema fueron los únicos que vislumbraron que todo el mercado hipotecario iba a quebrar. Decidieron entonces hacer algo insólito: apostar contra el mercado de la vivienda a la baja, en contra de cualquier criterio lógico en aquella época... Adaptación del libro “La gran ... [+]
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7
8 de febrero de 2016 Sé el primero en valorar esta crítica
En 2006 la policía detuvo en el centro de Londres a un señor que portaba una pancarta con el mensaje: “En una época de engaño universal, decir la verdad es un acto revolucionario”. Se lo acusó de transgredir la reciente ley que prohíbe llevar a cabo protestas políticas a menos de 500 metros del parlamento sin autorización. La Ley Mordaza silenciando a Orwell. Sobrecoge la ironía de los tiempos que nos ha tocado vivir.

El eslogan orwelliano también podría ser el de La gran apuesta, película dirigida por Adam McKay, adaptación del libro homónimo de Michael Lewis. Se trata de la historia real de algunas de las personas que lograron prever el colapso inmobiliario de 2007 en EEUU, dando lugar a la crisis económica mundial, y que decidieron apostar contra el sistema, ganando mucho dinero. Los personajes en la ficción parten de diversos lugares dentro del sistema, sus motivaciones son diferentes, y atravesando el lodazal de corrupción y necedad que es el sistema financiero llegarán a conclusiones dispares.

Pero antes, un aperitivo de lo que es la especulación financiera.

¿Alguien se acuerda de Alessio Rastani? Probablemente no. En 2011, durante una entrevista en la BBC, este agente de bolsa – trader – independiente, expresó una verdad que rara vez alguien de su sector admite en público. Lo hizo, no como un acto revolucionario o una confesión, sino jactándose del negocio que se trae entre manos: “Soy un trader (…) si veo una oportunidad de ganar dinero, voy a por ella. A los traders no nos preocupa que la economía se arregle. Nuestro trabajo es ganar dinero con eso”.

Esta es la clase de tipos que se topa Mark Baum, personaje interpretado con gran talento por Steve Carell, en La gran apuesta. El propio Baum pertenece al gremio, en un fondo de inversiones, pero desde el inicio es la voz descreída con el sistema que va guiando al espectador por el itinerario de la crisis desde su gestación, un par de años antes. La otra voz, a veces en off, que narra los hechos es la de Ryan Goslin, en el papel del antihéroe entre los antihéroes. Un empleado del Deutsche Bank que apuesta contra sus patronos. Una especie de Jordan Beltfore (El lobo de Wall Street y la vida real) sin los excesos derivados de las drogas. Christian Bale hace del agente semi-autista de otro fondo de inversiones que descubre en primer lugar la burbuja inmobiliaria que se está formando. Su excentricidad más notable es escuchar a todo volumen Pantera y Metallica para concentrarse en el trabajo. Brad Pitt, también productor ejecutivo de la película, se reserva un rol de experto retirado, completamente outsider, que vuelve como mentor de dos pipiolos que buscan “jugar” con los grandes. Es la voz de la conciencia, como ya lo fue en 12 años de esclavitud, y tiene una de las mejores alocuciones de la peli, cortando en seco el festejo de sus discípulos: “Estamos apostando contra la economía de EEUU. Si tenemos razón, la gente perderá sus casas, sus trabajos. La gente perderá sus pensiones. ¿Sabes lo que odio de la jodida banca? Que reduce a la gente a números. Aquí va un número: cada 1% que sube el paro 40.000 personas mueren, ¿lo sabías?”

Excelente guión, diálogos agudos, actuaciones solventes e incluso notables (actrices no hay, esta es una historia de machos). Un drama contado en un acertado tono de comedia negra, con un montaje quizá demasiado agitado, pero resolutivo e inteligente en su tratamiento de un tema complejo como es la macroeconomía. Se vale de múltiples acotaciones explícitas para facilitar la comprensión al espectador, un poco al estilo Michael Moore en sus documentales; la más divertida, los cameos de famosos explicando metafóricamente conceptos económicos. La ocurrencia ya viene en el libro, aunque cambian las celebrities. Aquí son la actriz Margot Robbie (la mujer de Beltfore en El lobo de Wall Street), el chef Tony Bourdain y la cantante Selena Gómez.

La gran apuesta cumple con lo que promete. Es didáctica y entretenida, hablando de un tema complejo y que podría resultar tedioso. Habrá quien atribuya más culpa del desastre a la estupidez y otros a la vileza de mercados e instituciones. La película apuesta por una fórmula mixta bastante verosímil. Seguramente no sea revolucionaria, pero lo que sin duda contiene es mucha verdad.

"Alguien que anda por ahí" - https://gerardomartinsilva.wordpress.com/
8
10 de febrero de 2016 Sé el primero en valorar esta crítica
El gran mérito de esta película, es que ha conseguido hacerme disfrutar, durante las dos horas y diez minutos que dura, hablando de un tema, en principio, bastante poco disfrutable para mí, como es la Economía; y encima, centrándose en una parte menos disfrutable todavía, como es la crisis económica mundial que se inició en 2008 y que todavía no nos hemos quitado de encima. ¿Cómo consigue esto la película?

En primer lugar, gracias a un guión que consigue explicar complicados conceptos y tecnicismos, de manera que el espectador puede entenderlo. Además, lo hace de una manera muy peculiar y divertida, (no voy a destripar cómo), y que además obliga a permanecer atento en todo momento, dada la gran cantidad de diálogo que contiene.

En segundo lugar, por el gran trabajo de los actores, tanto protagonistas como secundarios, que nos presentan unos personajes creíbles, aunque, por poner un pero, no demasiado desarrollados. Sobresalen especialmente los trabajos de Christian Bale y Steve Carell.

Y en tercer lugar, el buen trabajo en la dirección de Adam McKay, quien dota a la película de un gran ritmo, que hace que sea casi imposible aburrirse, y nos presenta los diferentes acontecimientos que van sucediendo, de manera clara y ordenada, lo que evita que el espectador se pierda entre tantos términos macroeconómicos y bursátiles.

Un film capaz de divertir, concienciar y preocupar a partes iguales. Una gran película con un gran mensaje.
6
17 de febrero de 2016 Sé el primero en valorar esta crítica
Necesaria. Es la primera palabra que se desprende del visionado de La Gran Apuesta. Y es que cuando el capitalismo salvaje sobrepasa todas las cotas de barbarie y ferocidad, tal y como sucedió en los primeros años del siglo XXI (y sucede hoy), con una maraña de productos financieros con intenciones oscuras y claramente defraudadoras, tan complejos que ni un licenciado en economía puede entenderlas (damos fe), llevarlo a la gran pantalla es todo un reto.

Sin embargo, es parte de la situación que nos ha llevado al abismo en el que nos encontramos. Y con un Deutsche Bank al borde del rescate, la película no puede estar más de actualidad. Y pese a su complejidad, el cine debía dar fe de ello.

Entre el documental y la comedia cruel, La Gran Apuesta ha sabido hacerlo en un ejercicio de estilo realmente loable en el que se muestran todos los entresijos financieros e hipotecarios que causaron la crisis de las subprime, entre constantes demostraciones de lo descabellado, lo absurdo y lo obvio que resulta todo a ojos de hoy, intercaladas con las explicaciones de Selena Gomez y sucedáneos de los términos más complicados que se exponen (ineludibles para entender la película). Todo sostenido en un guión mordaz, una dirección impecable (un enorme +1 para Adam McKay) y unas interpretaciones sólidas, voluntariamente histriónicas aunque meramente ilustrativas.

¿Ganará el Oscar? A favor para hacerse con la estatuilla tiene, principalmente, el adjetivo con el que iniciamos su análisis: es una película necesaria. Desde sus inicios, el cine nunca ha ignorado su afán de ser testigo directo de los acontecimientos más importantes de nuestra historia. Y este, por sus terribles implicaciones globales y pese a su, a priori, poco atractivo cinematográfico, lo es y continúa siendo. Y La Gran Apuesta ha sabido captarlo y adaptarlo a la gran pantalla. Por ello, esta película que se verá de aquí a veinte años para entender como la codicia se apoderó del sentido común para destruirlo todo, debería ganar el Oscar. Sin embargo, su complejo guión y lo poco accesible de su propuesta jugarán, seguro, en su contra.

La suerte está echada.

Nota: 6.5

http://www.noentiendotupelo.com
7
18 de febrero de 2016 Sé el primero en valorar esta crítica
El tema del libro y por ende la película son muy buenos para hacer conocer a la gente los tejes y manejes que hubieron en esa época por parte de de esta "pobre gente" tan mezquina y despreciable. La película tiene un ritmo demasiado vertiginoso y salpicado de una escena a otra, lo que resulta mareador y cansador. Hubiera sido bueno tratarlo con más tranquilidad.
Me pasó algo raro y es que al comienzo me resultaba difícil distinguir los personajes, algunos eran muy parecidos (como con los japoneses)
Tal vez convendría verla doblado al castellano para poder apreciarla mejor.
6
20 de febrero de 2016 Sé el primero en valorar esta crítica
Un relato desenfadado sobre cómo se gestó la gran crisis del 2008. “La gran apuesta” es una película sobre el lado salvaje de Wall Street, con un enfoque muy particular a la hora de explicar cómo diablos ocurrió todo. El mundo de las finanzas se nos presenta como un gran circo, en el que un grupo supuestamente elitista juega a inventarse términos incomprensibles para manejar a su antojo el dinero de todos, mientras los políticos miran hacia otro lado. Lo más curioso de todo, y ésa es una de las grandes aportaciones de esta película, es que los únicos profesionales capaces de darse cuenta de lo que se avecinaba habrían sido unos frikis del sistema... Los cuales, por cierto, lejos de intentar hacer ver al mundo la catástrofe que se avecinaba para intentar evitarla, llevaron a cabo las operaciones precisas para sacar una buena tajada… El sistema capitalista se devora a sí mismo. McKay intenta llevarlo todo al terreno de la comedia, y cuanta más ironía le pone a la historia, más cruel y patético resulta todo.

El recurso de utilizar como narrador a uno de los personajes principales, las apariciones de famosos que aportan su granito de arena en forma de cameo semidivulgativo, y los continuos guiños al espectador, traspasando “la cuarta pared”, aportan al film un estilo ágil, pero que sólo a ratos resulta brillante. “La gran apuesta” se nos presenta como una especie de falso documental ficcionado, en el que el sentido del humor y la denuncia no siempre encajan. El tono atropellado de la narración hace que nos perdamos muchas cosas, y si no terminamos de perder el hilo es, precisamente, por un montaje deslavazado e inconexo. Pero, a la larga, eso termina siendo un lastre demasiado pesado para la película, ya que a medida que avanza el metraje se va produciendo un distanciamiento cada vez mayor con el espectador. Este film resulta fascinante por momentos, pero es difícil llegar a sentirse implicado. Además, todos los personajes de la película son sencillamente despreciables (sí, hasta Brad Pitt), pero sin embargo hay un cierto tono de cariño en el tratamiento que McKay hace de ellos. Por último, la denuncia final sobre la impunidad de quienes estaban obligados a velar por el dinero de los ciudadanos llega tarde e incluso parece metida con calzador.

En definitiva, confieso que esperaba más de esta película. Y, aunque le reconozco el genio y las ganas de dar otra vuelta de tuerca a un tema que ya ha sido bastante explotado, la ejecución final presenta grietas que hacen que no pueda considerar este film como la obra maestra que muchos dicen haber visto.
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