A mí me ha recordado al rollo "Crueles Intenciones", pero en un colegio. Unos personajes y una historia "pasaos de rosca". Efectista pero efectiva. Al menos la historia cuadra. Y tiene grandes escenas, algunas incluso pretenciosas. Pero la mayor parte es envoltorio, estética anime y morbo. A lot of...

Ufff es brutal... Bueno, para empezar, el estilismo es como si vieras un video-clip, la imagen relantizada en el 80% de la película le da una intensidad extramadamente intensa.

¿El argumento? Pues sinceramente no sé porque donde empezar, es de una genialidad deslumbrante, unos cambios que te dejan con la boca abierta. Me encanta la profuncidad de los personajes, que te hace empapar en las historias de cada uno de ellos. Te lleva a extremos que sin quere te preguntas si es correcto o no. Donde está la moralidad y cuál es el límite.

No es una película de terror, ya que por el tema, pensaba que lo sería, pero no lo es, pero merece visionarla. Eso sí, lo que te deja cao es la última frase.

Oda al movimiento "Emo", aunque no sé si en Japón existe esta moda como tal. La película no me ha gustado más allá del aspecto técnico y audiovisual cuya increíble madurez contrasta con la temática un tanto para adolescentes.

Es una historia de venganza, que se hace a veces lenta; si se piensa bien es sencilla pero se vuelve un poco "barroca" mediante flashbacks y algún que otro recurso narrativo en forma de "confesiones".

Sin duda la película está llena de imágenes visualmente exquisitas fundidas con deliciosas melodías; realmente generan un ambiente muy especial, inquietante, triste...difícil de definir y que de un modo u otra la hacen bastante apetecible.

La verdad es que los primeros 30 minutos de la pelicula se hacen bastante pesados, luego empieza a mejorar pero no supera un 6 la historia en todo su conjunto. Lo que es de 10 es la fotografía que es impresionante y bella al igual que el montaje, es una pena que el guión, lo más importante, haya fallado en esta obrea maestra visual, pero mediocre en el contenido...

La hipertrofia de la cultura japonesa explota con el cine. Mientras que el cómic, e incluso la literatura se abre un hueco entre sus posibilidades, la imagen en movimiento pierde valor por no ser capaz de hacer frente a la solidez de la narración veloz.

Verborrea sin vocabulario en un océano de imágenes repetidas que transcurren con la hiperbólica metáfora constante de un dolor que nunca lograron transmitir. Sí, ahora he logrado imitar esa textura cansina, pero es que acabo de ver "Confessions".

Protagonista quiere venganza, ¿lo hemos visto ya? no, guiño, guiño.
Protagonista cuenta una historia que debe repetir hasta la saciedad con importantes cambios para generar una estrategia falsa y engañadora que logra extenuarnos.
Mentir está prohibido en la secta más simbolista de la historia, pero hemos de venerar el arte conceptual que Asia nos trae como fresco a pesar de bostezar y saber el final desde que uno presiona el botoncito ese del triángulo que dice "play".

Que el relato fluya entre varios personajes es una trama malograda de un guión que sufre y no sabe expresar, casi como ocurre en el Japón actual en el que pocos abrazan, menos hablan y ninguno se abre al otro.