Días de vino y rosas
1962 

8.1
20,488
11 de octubre de 2023
11 de octubre de 2023
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Jack Lemmon es un joven ejecutivo relaciones públicas de varias empresas, que conoce a la secretaria de su superior, la bella Lee Remick, cayendo enamorado. Nuestro querido Jack ha desarrollado cierto gusto de más por darle a la botella, fruto de su trabajo, lo que al principio era beber por ocio, diversión o trabajo, consumo social en definitiva, acaba convirtiéndose en pura necesidad física y mental, esto es, alcoholismo.
Y vamos a asistir al descenso a los infiernos de una pareja que mientras en apariencia lo tiene todo, encuentra en el alcohol el refugio a sus frustraciones vitales. Excelente construcción de la historia, el guion va contando algo que quizás ya sabemos de sobra como se va a desarrollar, pero lo hace con ritmo y manteniendo el interés. Nos interesa lo que ocurre en pantalla, hay dinamismo, hay muy buenas actuaciones, para mí mejor Lee Remick que Jack Lemmon pues veo en este momentos de retazos de comedia que no pegan con la historia.
Quiero destacar el excelente trabajo de vestuario, peluquería, maquillaje, dirección de actores... campos ignorados por lo general para ensalzar un film, pero aquí resultan fundamentales por una razón. La degradación gradual de los personajes se muestra de forma perfecta en pantalla. Es una evolución sutil pero clara. Si bien los actores son los mismos, su estado físico, mental o de ánimo mostrado en pantalla no tiene nada que ver según el momento de la historia en que estemos inmersos.
Lee Remick tiene una expresión risueña y una luz en sus ojos al principio de la película, que no tiene nada que ver con lo que vemos al acabar el film. Eso es un trabajo de diez. Película más que recomendable para cualquiera.
Y vamos a asistir al descenso a los infiernos de una pareja que mientras en apariencia lo tiene todo, encuentra en el alcohol el refugio a sus frustraciones vitales. Excelente construcción de la historia, el guion va contando algo que quizás ya sabemos de sobra como se va a desarrollar, pero lo hace con ritmo y manteniendo el interés. Nos interesa lo que ocurre en pantalla, hay dinamismo, hay muy buenas actuaciones, para mí mejor Lee Remick que Jack Lemmon pues veo en este momentos de retazos de comedia que no pegan con la historia.
Quiero destacar el excelente trabajo de vestuario, peluquería, maquillaje, dirección de actores... campos ignorados por lo general para ensalzar un film, pero aquí resultan fundamentales por una razón. La degradación gradual de los personajes se muestra de forma perfecta en pantalla. Es una evolución sutil pero clara. Si bien los actores son los mismos, su estado físico, mental o de ánimo mostrado en pantalla no tiene nada que ver según el momento de la historia en que estemos inmersos.
Lee Remick tiene una expresión risueña y una luz en sus ojos al principio de la película, que no tiene nada que ver con lo que vemos al acabar el film. Eso es un trabajo de diez. Película más que recomendable para cualquiera.
19 de abril de 2024
19 de abril de 2024
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Blake Edwards, uno de los grandes cineastas especializados en la comedia norteamericana, firmó en 1962 un drama como “rara avis” en el contexto de su filmografía. Prescindiendo casi en su totalidad de la faceta cómica (que sí conservó en cambio en su icónica “Desayuno con diamantes”), se adentra en los terrenos dramáticos a través de una desgarradora historia de alcoholismo y una de las más grandes interpretaciones de toda la historia del cine por parte de un dios llamado Jack Lemmon.
El planteamiento argumental es magistral por sencillo; la apuesta formal es apabullante por compleja. La mezcla de ambos elementos consigue hacer levitar al cinéfilo más exigente. Edwards plasma en magistrales imágenes un guión de J.P Miller sobre una joven pareja que se conocen, se enamoran de forma imprevista, se casan y caen en el alcoholismo como forma de evasión de una realidad adulta que no son capaces de asimilar. A él (Jack Lemmon) se le veía venir, porque trabajar en una gran empresa como relaciones públicas empuja al ser humano, lo quiera o no, a una forma de vida y ésta a su vez al consumo social de alcohol, que acaba degenerando en privado también cuando la náusea vital toma posesión de su vida.
Ella (maravillosa Lee Remick) se va deslizando también por la misma pendiente, ante la soledad y el aburrimiento del ama de casa y por la presión de acompañar a su marido en el consumo alcohólico. También tiene mucho de lo que escapar y el alcohol es una salida fácil. Todo va degenerando a su alrededor y el mismo sistema capitalista que los empujó a beber los va expulsando y convirtiendo en seres marginales conforme su adicción se desarrolla.
Desde el punto de vista formal, el film es absolutamente perfecto. La prodigiosa fotografía en blanco y negro de Philip H. Lathrop acompasa el clasicismo preciosista de Blake Edwards tras la cámara conformando una serie de planos que resultan icónicos por definición (el plano final del film es uno de los más bellos que se hayan rodado).
De la música se encargó a un tal Henry Mancini, compositor de cabecera de Edwards, que supo entregar una partitura a la altura magistral de las circunstancias, alcanzando incluso el Oscar a la Mejor Canción en la edición de 1962 con la que acompaña a los créditos iniciales del film.
El planteamiento argumental es magistral por sencillo; la apuesta formal es apabullante por compleja. La mezcla de ambos elementos consigue hacer levitar al cinéfilo más exigente. Edwards plasma en magistrales imágenes un guión de J.P Miller sobre una joven pareja que se conocen, se enamoran de forma imprevista, se casan y caen en el alcoholismo como forma de evasión de una realidad adulta que no son capaces de asimilar. A él (Jack Lemmon) se le veía venir, porque trabajar en una gran empresa como relaciones públicas empuja al ser humano, lo quiera o no, a una forma de vida y ésta a su vez al consumo social de alcohol, que acaba degenerando en privado también cuando la náusea vital toma posesión de su vida.
Ella (maravillosa Lee Remick) se va deslizando también por la misma pendiente, ante la soledad y el aburrimiento del ama de casa y por la presión de acompañar a su marido en el consumo alcohólico. También tiene mucho de lo que escapar y el alcohol es una salida fácil. Todo va degenerando a su alrededor y el mismo sistema capitalista que los empujó a beber los va expulsando y convirtiendo en seres marginales conforme su adicción se desarrolla.
Desde el punto de vista formal, el film es absolutamente perfecto. La prodigiosa fotografía en blanco y negro de Philip H. Lathrop acompasa el clasicismo preciosista de Blake Edwards tras la cámara conformando una serie de planos que resultan icónicos por definición (el plano final del film es uno de los más bellos que se hayan rodado).
De la música se encargó a un tal Henry Mancini, compositor de cabecera de Edwards, que supo entregar una partitura a la altura magistral de las circunstancias, alcanzando incluso el Oscar a la Mejor Canción en la edición de 1962 con la que acompaña a los créditos iniciales del film.
10 de mayo de 2011
10 de mayo de 2011
10 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
"No me gusta nadie que no tenga el coraje de tomar una copa", sin duda me quedo con eso. No entiendo mucho de cine en el sentido técnico por lo que no diré nada tipo "argumento insuficiente con diálogos demasiado discontinuos", pero si que está película es de una moralina muy desagradable. Eso si que lo sé. Ahora va a resultar que si uno tiene problemas con la bebida el problema es por la bebida misma, en vez de ser esta simplemente una vía de escape. Bueno, esto no es de ahora, viene de lejos. Esta película, como AA( Alcohólicos Anónimos), es una falta de respeto a la vida, pues muestra una ignorancia total del funcionamiento el ser humano y su psicología. No trata de conocer el problema, se tarta de moralizar. Y, sin cuestionar lo mas mínimo, todos callamos y asentimos. "Menudo problema este del alcohol", pensamos Reducir al vida a un dejar de beber me parece de una simpleza y superficialidad insoportable.
17 de noviembre de 2007
17 de noviembre de 2007
6 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esperaba más de esta película, supongo que porque inevitablemente, la comparaba con la sinigual "Días sin huella" de Billy Wilder, para mí la mejor película que refleja el drama del alcoholismo. Se me ha hecho pesada, creo que le sobra metraje. Y la música, de Mancini, que tostón... todo el rato la misma melodía (days of wine and roses) se hace sumamente agobiante y repetitiva. Y no es que no me guste Mancini, pero ya digo, la música agobia por su excesivo machaqueo una y otra vez.
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