Monsieur Verdoux
7.9
7,614
Comedia
Basada en hechos reales, cuenta la historia de Henri Verdoux, un hombre de doble vida. Por un lado es un respetable hombre casado padre de un hijo, pero por otro es un seductor que, bajo otra identidad, se dedica a casarse con viudas ricas a las que posteriormente asesina para quedarse con su fortuna. (FILMAFFINITY)
6 de junio de 2009
6 de junio de 2009
25 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
No todo lo que lleve la marca Chaplin tiene que ser, por esa simple razón nominal, excelente. De vez en cuando también dormita Chaplin, que decían los antiguos de Homero, el inmenso creador. Si en los títulos de crédito hubiera constado como director un tal fulanito de cual la gente diría: es simpática, está bien hecha, pero no deja de ser de una sentimentalidad facilona. La sentimentalidad es el fuerte de Chaplin en lo mudo, donde el silencio impone a la narración un esquematismo mayor, pero el lenguaje del sonoro requiere matices más sútiles.
El cinismo del film (especialmente al final) le sienta bien a la idea de Orson Wells, prima hermana del discurso de la Noria de El tercer hombre, pero aquí no pega con la figura de Chaplin. Uno no puede ser un abnegado padre de familia, un salvador de orugas a punto de ser papilla de zapato, y pretender que el público se trague que trata la muerte y extorsión de señoras maduras como un negocio.
La película es tramposa, que le vamos a hacer, y el cinismo nunca casará bien con la ternura.
El cinismo del film (especialmente al final) le sienta bien a la idea de Orson Wells, prima hermana del discurso de la Noria de El tercer hombre, pero aquí no pega con la figura de Chaplin. Uno no puede ser un abnegado padre de familia, un salvador de orugas a punto de ser papilla de zapato, y pretender que el público se trague que trata la muerte y extorsión de señoras maduras como un negocio.
La película es tramposa, que le vamos a hacer, y el cinismo nunca casará bien con la ternura.
9 de julio de 2010
9 de julio de 2010
15 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mucha gente piensa que esta historia es parte de la imaginación de algún dramaturgo. Lamentablemente no es así. Es parte de la verdadera vida de un psicópata francés de principios de siglo. Y que Chaplin suaviza con su estilo las andanzas de este monstruo. Estoy de acuerdo en que Charles Chaplin no esta en su mejor salsa y da patadas de ahogado ante el cine sonoro. Pero indudablemente es un filme de calidad. Tal vez los fans de Chaplin se decepcionan y hacen mal en compararla con “El gran dictador”
Generalmente los asesinos seriales muestran dos facetas totalmente distintas. La casi bondad por un lado y la mas terrible crueldad por otro. Nadie en este mundo en su sano juicio entenderá la mente atormentada de bestias como Landru. Pero si, la de Chaplin arriesgándose en papeles que no le van. Y saliendo bien airado.
Siento que el comediante muchas veces se sintió arrastrado por la vorágine y el cine le dio la oportunidad de hacer catarsis y expulsar el mal que estaba dentro de él, el cual lo convirtió en un gran solitario, como ya he dicho en otra crítica.
En hora buena hijo prodigo del cine de todos los tiempos. Mi querido Chaplin, que regresas a al género que te vió nacer; aunque imaginabas que no era el fin de los chacales de la humanidad.
Generalmente los asesinos seriales muestran dos facetas totalmente distintas. La casi bondad por un lado y la mas terrible crueldad por otro. Nadie en este mundo en su sano juicio entenderá la mente atormentada de bestias como Landru. Pero si, la de Chaplin arriesgándose en papeles que no le van. Y saliendo bien airado.
Siento que el comediante muchas veces se sintió arrastrado por la vorágine y el cine le dio la oportunidad de hacer catarsis y expulsar el mal que estaba dentro de él, el cual lo convirtió en un gran solitario, como ya he dicho en otra crítica.
En hora buena hijo prodigo del cine de todos los tiempos. Mi querido Chaplin, que regresas a al género que te vió nacer; aunque imaginabas que no era el fin de los chacales de la humanidad.
26 de noviembre de 2009
26 de noviembre de 2009
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Chaplin ya había enterrado en "El gran dictador" a aquel pequeño y enorme personaje que fue Charlot. Uno de los más tiernos, románticos, cómicos, desgarradores y sutilmente críticos que han atravesado las pantallas, y de esos que el público recuerda década tras década, generación tras generación. Si el cine tiene para mí un símbolo inconfundible, ese símbolo es Charlot. Ya ronda los ochenta años desde que su silueta con bombín, bigotito, traje gastado, andares patosos y bastón apareciera por primera vez. Y sigue tan fresco como entonces.
Chaplin era un artista de múltiples cualidades, y no fue de los que se quedan encallados en un papel. Cierto que no volvería a brillar como en su etapa de cine mudo y comienzos del sonoro, pero encontró la tecla para seguir adelante, conservando esos rasgos de genialidad que lo distinguirían hasta la actualidad.
De nuevo Chaplin da forma y protagoniza una ácida y negrísima crítica humorística, en esta comedia peculiar con el telón de fondo de una punzante amargura. La piedra es lanzada otra vez contra los ritmos deshumanizadores de la civilización, y la esclavitud al dinero.
Henri Verdoux, ese “Barba Azul” que podría haber salido del tétrico cuento de Perrault, es la consecuencia de unas obsesiones inalcanzables de triunfo existencial: la prosperidad económica, la preponderancia social, el bienestar. La sujeción al tren materialista que nos dicta que el buen tono, la clase y la felicidad sólo son posibles si se alcanza una posición elevada en la escala de valores de la Trinidad: riqueza-prestigo-poder.
Verdoux es el paradigma. Ex-empleado de banca, casado y padre. El representante idóneo de la clase media que aspira para él y su familia a un puesto de cierto privilegio simplemente para no ser señalados por el severo dedo de la censura. Pero algo falló. A finales de los años veinte, la economía flotante hundió la banca a nivel mundial. Las quiebras y las bancarrotas se sucedieron en una oleada brutal, dejando millones de desempleados crónicos y reduciendo a la pobreza a montones de desafortunados. Y convirtiendo en más pobres si cabe a los que ya lo eran.
Verdoux se vio afectado por el crack.
Desesperado, sólo pudo ver una salida a su peliaguda situación. Tal vez enloquecido por el caos que se había instalado en su vida, tal vez resentido hacia un sistema que no se compadece de los que pierden el paso, y sobre todo encadenado por unas normas que exigen que las apariencias lo son todo. Por ello, en lugar de dirigirse francamente a su familia y explicarles lo que había, y buscar junto a ellos una manera de salir de los apuros, Verdoux tomó su determinación en solitario.
Chaplin era un artista de múltiples cualidades, y no fue de los que se quedan encallados en un papel. Cierto que no volvería a brillar como en su etapa de cine mudo y comienzos del sonoro, pero encontró la tecla para seguir adelante, conservando esos rasgos de genialidad que lo distinguirían hasta la actualidad.
De nuevo Chaplin da forma y protagoniza una ácida y negrísima crítica humorística, en esta comedia peculiar con el telón de fondo de una punzante amargura. La piedra es lanzada otra vez contra los ritmos deshumanizadores de la civilización, y la esclavitud al dinero.
Henri Verdoux, ese “Barba Azul” que podría haber salido del tétrico cuento de Perrault, es la consecuencia de unas obsesiones inalcanzables de triunfo existencial: la prosperidad económica, la preponderancia social, el bienestar. La sujeción al tren materialista que nos dicta que el buen tono, la clase y la felicidad sólo son posibles si se alcanza una posición elevada en la escala de valores de la Trinidad: riqueza-prestigo-poder.
Verdoux es el paradigma. Ex-empleado de banca, casado y padre. El representante idóneo de la clase media que aspira para él y su familia a un puesto de cierto privilegio simplemente para no ser señalados por el severo dedo de la censura. Pero algo falló. A finales de los años veinte, la economía flotante hundió la banca a nivel mundial. Las quiebras y las bancarrotas se sucedieron en una oleada brutal, dejando millones de desempleados crónicos y reduciendo a la pobreza a montones de desafortunados. Y convirtiendo en más pobres si cabe a los que ya lo eran.
Verdoux se vio afectado por el crack.
Desesperado, sólo pudo ver una salida a su peliaguda situación. Tal vez enloquecido por el caos que se había instalado en su vida, tal vez resentido hacia un sistema que no se compadece de los que pierden el paso, y sobre todo encadenado por unas normas que exigen que las apariencias lo son todo. Por ello, en lugar de dirigirse francamente a su familia y explicarles lo que había, y buscar junto a ellos una manera de salir de los apuros, Verdoux tomó su determinación en solitario.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Él era muy consciente de que, en una época en la que el empleo escaseaba, nadie daría trabajo a un hombre maduro. O tendría que conformarse con algún empleo en el que apenas ganaría lo suficiente ni para mantenerse a sí mismo, no digamos ya a su mujer y a su hijo.
De modo que tomó la salida más rocambolesca. Adoptar diversas personalidades, seducir a mujeres adineradas, hacerse con sus posesiones y matarlas.
Nada queda ya de Charlot en un hombrecillo consumido por la amargura, el cinismo y la falsedad. Nada aparte de algunos tics cómicos, pero el altruista y romántico caballero andante brilla por su ausencia. Chaplin recalca intencionadamente el escepticismo que Verdoux enarbola como bandera.
Desengañado de una sociedad ingrata en la que ascienden los malvados y se comercia con las desgracias y la muerte.
Cada escena de sarcástico y algo retorcido humor contiene un veneno tan inadvertido y potente como el arsénico.
Una casi obra maestra en la que Chaplin volcó sus excelsas habilidades como director, guionista, actor y compositor para legarnos una elegante denuncia en la que las risas siempre terminan por saber como las lágrimas.
De modo que tomó la salida más rocambolesca. Adoptar diversas personalidades, seducir a mujeres adineradas, hacerse con sus posesiones y matarlas.
Nada queda ya de Charlot en un hombrecillo consumido por la amargura, el cinismo y la falsedad. Nada aparte de algunos tics cómicos, pero el altruista y romántico caballero andante brilla por su ausencia. Chaplin recalca intencionadamente el escepticismo que Verdoux enarbola como bandera.
Desengañado de una sociedad ingrata en la que ascienden los malvados y se comercia con las desgracias y la muerte.
Cada escena de sarcástico y algo retorcido humor contiene un veneno tan inadvertido y potente como el arsénico.
Una casi obra maestra en la que Chaplin volcó sus excelsas habilidades como director, guionista, actor y compositor para legarnos una elegante denuncia en la que las risas siempre terminan por saber como las lágrimas.
15 de abril de 2017
15 de abril de 2017
16 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
68/08(11/04/17) Sobrevalorado film de Charles Chaplin, no es malo, es que no es la obra maestra (en mi modesta opinión) de la que muchos hablan, en muchos de sus aspectos el paso del tiempo la ha arrugado, dejando ver sus costuras y su desequilibrio en el tono del relato, no sabiendo a que decantarse, si el humor negro (presentación ácida de Verodux en un idealizado jardín mientras poda flores, ello con el humo en un horno de una de sus víctimas) o al slapstick (proveniente del cine mudo, ejemplo las caídas, modo de contar dinero, el modo de esconderse en la boda,...), quedando irregular en esto, además de que su mensaje encarado en su final, con parecido a su anterior cinta (siete años antes) “El Gran Dictador”, con un discurso filosófico bastante discutible (por no decir vomitivo). Dirigida y protagonizada por el propio Chaplin, siendo su segunda película hablada, escrita por él basándose en una idea de Orson Welles, que Chaplin compró a su amigo por $ 5.000 en 1941, la película se basa libremente en la vida de un famoso bígamo francés y asesino llamado Henri Désiré Landru (París, 12 de abril de 1869 - Versalles, 25 de febrero de 1922), conocido como el "Barba Azul de Gambais". Este film llegó tras un periodo turbulento en la vida de Chaplin, elementos perniciosos que pudo volcar en el film, tanto en su vida personal, acusado de paternidad, como en su pública tildado constantemente de antiamericano y comunista. Todo esto pudo influir en el cambio radical con esta cinta, abandonando al idealizado vagabundo para siempre, y componiendo una historia negra, de un oscuro humor, siendo el protagonista un asesino en serie de mujeres, justificando de un modo retorcido los crímenes, y arremetiendo de rebote contra el desalmado capitalismo. La película fue un fracaso comercial en los EE.UU. e incluso hubo piquetes en su contra, retirándose en poco tiempo de los cines. Hizo sólo $ 300.000 en taquilla USA en comparación con los $ 5 millones de “Luces de la ciudad” (1931). En Europa tuvo mucha mejor acogida en Europa, ganando en total $ 1,5 millones fuera de EE.UU.. Película víctima del Código Hays de censura, hizo cambios sustanciales a personajes y la trama que incluyeron el cambio de un personaje de prostituta a vagabunda y la eliminación de cualquier representación de una pareja casada compartiendo la misma cama.
Un film ágil, que se desarrolla con fluidez, de modo lineal, sin apenas sorpresas, componiendo atractivas viñetas, pero orgánicamente atrompicadas en su tono (ya mencionado). Es el estudio de personalidad de un tipo complejo y contradictorio, expuesto con mordacidad, un asesino en serie vegetariano, capaz de recoger orugas del suelo para salvarlas de ser pisadas, mientras está incinerando en la barbacoa los restos de la última mujer matada, como después de sus “negocios exitosos” (o sea, homicidios), vuelve con su esposa minusválida (Mady Correll) como cariñoso esposo, quejándose de que su hijo es cruel con los animales (tira de la cola a un gato) y llegando a preguntarse de quien le habrá venido esa vena sádica. Todo esto son notas de un inteligente y punzante humor negro, en lo que es una sátira de una sociedad decadente, una crítica a una sociedad acomodada, que guarda un hipócrita culto a las apariencias, ello con una vena misógina muy acusada, retratando a mujeres que van de lo insoportable a lo ingenuo.
Chaplin dibuja a su Verdoux con mucha simpatía ya desde su bucólica (y retorcida a la vez con ese humo...), nunca vemos al monstruo, solo un tipo con carisma, don de la palabra, ingenioso, incluso tierno, nihilista y divertido, para ello se vale del ya muy explotado cariz empático del actor, y sobre todo sumado a que nunca vemos in situ ninguno de sus asesinatos, estos son en elipsis o fuera de plano, ni vemos los cuerpos de sus víctimas, esto provoca que esta parte pérfida del personaje quede oculta y por tanto parezca menos cruento en sus maneras, siendo un artificio artero y un tanto manipulador, pues en contraposición si vemos a las mujeres ariscas y ásperas, asimismo son presentadas estas como esbozos sin alma por los que el espectador no llega a sentir algo con su desaparición, debería haber su contraparte. A Verdoux le falta dimensión dramática, aristas y matices, pues nunca lo vemos plantearse si está bien o mal lo que hace, no tiene dilemas morales, demasiado flemático, simplemente mata sin dolor de conciencia, sufriendo una asentimentalidad patológica.
Es un relato que no desprende carcajadas, pero si alguna mueca de sonrisa de satisfacción, destaca en este sentido aparte de las mencionadas dosis de humor sombrío, las interacciones de Chaplin con una desatada potencial víctima suya, Martha Raye como la indestructible Annabella Bonheur, manteniendo algunas escenas rebosantes de humor slapstick propio del que más conocía el actor, con golpes, caídas, equívocos (el tramo en que se cree envenenado Verdoux, la escena de la barca,...), esto aderezado por una interpretación de la actriz visceral, racial, electrizante, volcánica, siendo claramente una influencia para (décadas posteriores) la Janice (la del mítico “Oh, my God!”) de la serie “Friends”, sobre todo con esa estridente y aparatosa sonrisa.
Chaplin interpreta a Verdoux con elegancia y sofisticación, con mucha labia, con encanto, coquetería, pero adolece de aristas, lo que lo convierte en plano. De los secundario solo destaca la ya mencionada Martha Raye, arrolladora en su histrionismo desbocado, teniendo una gran química con Chaplin, al que llega a opacar, tremenda, siendo, como bien he leído un alargamiento del rol de Jack Jack Oakie en el gran dictador (Benzino Napaloni, dictador de Bacteria), fabulosa.
Un film ágil, que se desarrolla con fluidez, de modo lineal, sin apenas sorpresas, componiendo atractivas viñetas, pero orgánicamente atrompicadas en su tono (ya mencionado). Es el estudio de personalidad de un tipo complejo y contradictorio, expuesto con mordacidad, un asesino en serie vegetariano, capaz de recoger orugas del suelo para salvarlas de ser pisadas, mientras está incinerando en la barbacoa los restos de la última mujer matada, como después de sus “negocios exitosos” (o sea, homicidios), vuelve con su esposa minusválida (Mady Correll) como cariñoso esposo, quejándose de que su hijo es cruel con los animales (tira de la cola a un gato) y llegando a preguntarse de quien le habrá venido esa vena sádica. Todo esto son notas de un inteligente y punzante humor negro, en lo que es una sátira de una sociedad decadente, una crítica a una sociedad acomodada, que guarda un hipócrita culto a las apariencias, ello con una vena misógina muy acusada, retratando a mujeres que van de lo insoportable a lo ingenuo.
Chaplin dibuja a su Verdoux con mucha simpatía ya desde su bucólica (y retorcida a la vez con ese humo...), nunca vemos al monstruo, solo un tipo con carisma, don de la palabra, ingenioso, incluso tierno, nihilista y divertido, para ello se vale del ya muy explotado cariz empático del actor, y sobre todo sumado a que nunca vemos in situ ninguno de sus asesinatos, estos son en elipsis o fuera de plano, ni vemos los cuerpos de sus víctimas, esto provoca que esta parte pérfida del personaje quede oculta y por tanto parezca menos cruento en sus maneras, siendo un artificio artero y un tanto manipulador, pues en contraposición si vemos a las mujeres ariscas y ásperas, asimismo son presentadas estas como esbozos sin alma por los que el espectador no llega a sentir algo con su desaparición, debería haber su contraparte. A Verdoux le falta dimensión dramática, aristas y matices, pues nunca lo vemos plantearse si está bien o mal lo que hace, no tiene dilemas morales, demasiado flemático, simplemente mata sin dolor de conciencia, sufriendo una asentimentalidad patológica.
Es un relato que no desprende carcajadas, pero si alguna mueca de sonrisa de satisfacción, destaca en este sentido aparte de las mencionadas dosis de humor sombrío, las interacciones de Chaplin con una desatada potencial víctima suya, Martha Raye como la indestructible Annabella Bonheur, manteniendo algunas escenas rebosantes de humor slapstick propio del que más conocía el actor, con golpes, caídas, equívocos (el tramo en que se cree envenenado Verdoux, la escena de la barca,...), esto aderezado por una interpretación de la actriz visceral, racial, electrizante, volcánica, siendo claramente una influencia para (décadas posteriores) la Janice (la del mítico “Oh, my God!”) de la serie “Friends”, sobre todo con esa estridente y aparatosa sonrisa.
Chaplin interpreta a Verdoux con elegancia y sofisticación, con mucha labia, con encanto, coquetería, pero adolece de aristas, lo que lo convierte en plano. De los secundario solo destaca la ya mencionada Martha Raye, arrolladora en su histrionismo desbocado, teniendo una gran química con Chaplin, al que llega a opacar, tremenda, siendo, como bien he leído un alargamiento del rol de Jack Jack Oakie en el gran dictador (Benzino Napaloni, dictador de Bacteria), fabulosa.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La puesta en escena es propia de la austeridad del cineasta londinense, con frugalidad de medios deja que la historia y los actores tomen protagonismo, con dirección artística de John Beckman (“La mala semilla”), rodando en California (Big Bear Lake en San Bernardino, Lake Arrowhead, y los interiores en los Chaplin Studios en Hollywood), esto con la fotografía del habitual chaplinesco Roland Totheroh (“La Quimera del Oro”), destacando los estáticos planos generales y medios, propios del cine mudo, con suaves movimientos de cámara, con uso del zoom para enfatizar emociones, sobresaliendo asimismo los juegos de edición de Willard Nico (El Gran dictador”), en el modo jocoso en que cuenta los fajos de dinero, o en las transiciones elípticas con las ruedas veloces de un tren (con la música de Chaplin “Viajar”).
En su tramo final Chaplin (a mi modesto entender) habla a través de Verdoux, justificando sus atroces crímenes de modo trivial relativizando su sociopatía, comparándolo con que en las guerras se mata a más gente ("Yo he matado y se me considera un asesino, pero si lo hubiera hecho en la guerra me llamarían héroe. Si eres un criminal o no sólo depende de las cifras"), menuda patraña hedionda justificar sus asesinatos en un totum revolutum, por cierto (esto de la guerra metido con calzador pues en todo el metraje nos e hace mención a ella), que culpa tienen sus víctimas de que haya guerras? De este zafio modo hasta los nazis podrían razonar y relativizar sus atrocidades. Se justifica también arremetiendo contra la sociedad capitalista, la que lo despidió de un banco, y claro a todos los que han echado del curro se han metido a asesinos de mujeres indefensas, de lo más lógico y normal (ataque de cinismo), cuando en realidad tras su nihilismo esconde a un enfermo sociópata-amoral con evidente ataraxia (falta de empatía y sentimientos), pues si matara para mantener a sus esposa e hijo, con un asesinato hubiera bastado, pero 13? Lo suyo era avaricia y vicio genocida, pues ni tan siquiera puede escudarse (de modo nauseabundo) en que solo mataba a ricas (como si estas no tuvieran derecho a vivir), pues su idea (aunque luego se arrepienta) es envenenar letalmente a una vagabunda.
La relación con la esposa que si ama y su hijo queda en un esbozo, llegando a parecer una mera muleta en la que asir cierta humanidad (forzada) del asesino, se debía haber explotado más y no quedara esto en demasiado esquemático y superficial. Llegando a desaparecer estos de modo tosco. Tampoco resulta muy verosímil el modo en que asesina al policía, quien se puede creer que un agente investigue a alguien durante tiempo y no lo comunique a su comisaria? Cogido con papel de fumar.
El tramo final resulta demasiado apresurado, se produce el crack del 29, y hay una elipsis temporal, y ya nos enteramos de sopetón que la esposa (la verdadera) y el hijo han muerto, no sabemos de que, tiene una charla con una antigua chica a la que ayudó (no sin antes pensar en que fuera su conejillo de indias y envenenarla), y decide entregarse, antes provocando un enredo y caos propio del mejor Charlot. Para desembocar todo en juicio y condena, donde no muestra remordimiento alguno, se siente fuerte en sus retorcidas convicciones relativistas. Atacando a la política que provoca guerras, menuda desfachatez que lo diga en un país que estaba a las puertas de ser invadido por la Alemania nazi, quiere decir que no había que defenderse y así no hay enfrentamiento bélico? (sin comentarios).Incluso Chaplin se permite tratar con desdén a la religión (cristiana), colocándose al nivel de un Dios (“Mi conflicto no es con Dios. Es con los hombres” dice Verdoux)
Film bastante discutible en su moralina, y en su irregular tono cómico-dramático, pero con algunos momentos apreciables, muchos de ellos protagonizados por una excelente Matha Raye. Fuerza y honor!!!
Para leer más sobre el film ir a: http://tomregan.blogspot.com/2017/04/monsieur-verdoux.html
En su tramo final Chaplin (a mi modesto entender) habla a través de Verdoux, justificando sus atroces crímenes de modo trivial relativizando su sociopatía, comparándolo con que en las guerras se mata a más gente ("Yo he matado y se me considera un asesino, pero si lo hubiera hecho en la guerra me llamarían héroe. Si eres un criminal o no sólo depende de las cifras"), menuda patraña hedionda justificar sus asesinatos en un totum revolutum, por cierto (esto de la guerra metido con calzador pues en todo el metraje nos e hace mención a ella), que culpa tienen sus víctimas de que haya guerras? De este zafio modo hasta los nazis podrían razonar y relativizar sus atrocidades. Se justifica también arremetiendo contra la sociedad capitalista, la que lo despidió de un banco, y claro a todos los que han echado del curro se han metido a asesinos de mujeres indefensas, de lo más lógico y normal (ataque de cinismo), cuando en realidad tras su nihilismo esconde a un enfermo sociópata-amoral con evidente ataraxia (falta de empatía y sentimientos), pues si matara para mantener a sus esposa e hijo, con un asesinato hubiera bastado, pero 13? Lo suyo era avaricia y vicio genocida, pues ni tan siquiera puede escudarse (de modo nauseabundo) en que solo mataba a ricas (como si estas no tuvieran derecho a vivir), pues su idea (aunque luego se arrepienta) es envenenar letalmente a una vagabunda.
La relación con la esposa que si ama y su hijo queda en un esbozo, llegando a parecer una mera muleta en la que asir cierta humanidad (forzada) del asesino, se debía haber explotado más y no quedara esto en demasiado esquemático y superficial. Llegando a desaparecer estos de modo tosco. Tampoco resulta muy verosímil el modo en que asesina al policía, quien se puede creer que un agente investigue a alguien durante tiempo y no lo comunique a su comisaria? Cogido con papel de fumar.
El tramo final resulta demasiado apresurado, se produce el crack del 29, y hay una elipsis temporal, y ya nos enteramos de sopetón que la esposa (la verdadera) y el hijo han muerto, no sabemos de que, tiene una charla con una antigua chica a la que ayudó (no sin antes pensar en que fuera su conejillo de indias y envenenarla), y decide entregarse, antes provocando un enredo y caos propio del mejor Charlot. Para desembocar todo en juicio y condena, donde no muestra remordimiento alguno, se siente fuerte en sus retorcidas convicciones relativistas. Atacando a la política que provoca guerras, menuda desfachatez que lo diga en un país que estaba a las puertas de ser invadido por la Alemania nazi, quiere decir que no había que defenderse y así no hay enfrentamiento bélico? (sin comentarios).Incluso Chaplin se permite tratar con desdén a la religión (cristiana), colocándose al nivel de un Dios (“Mi conflicto no es con Dios. Es con los hombres” dice Verdoux)
Film bastante discutible en su moralina, y en su irregular tono cómico-dramático, pero con algunos momentos apreciables, muchos de ellos protagonizados por una excelente Matha Raye. Fuerza y honor!!!
Para leer más sobre el film ir a: http://tomregan.blogspot.com/2017/04/monsieur-verdoux.html
21 de diciembre de 2007
21 de diciembre de 2007
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta es sin duda una de las películas menos recordadas de Chaplin, si alguien tiene en su videoteca una colección de las películas de este genio, seguramente le faltará ésta, pero el que esté olvidada por muchos no significa que sea mala sino todo lo contrario.
La película es notable desde muchos puntos de vista, Chaplin interpreta de forma magistral a un despiadado pero a la vez bondadoso asesino, y es que uno ve por la calle a este hombre tan cuidadoso en su aspecto, tan cariñoso con los animales, tan correcto y fino en su trato y que hasta se da el lujo de ser caritativo, que jamás esperarías que pudiera matar a alguien, pero triste realidad, mata, asesina, traiciona, roba, y todo para que: pues para mantener con bien a su inválida esposa y a su pequeño hijo, todas estas sin duda son actitudes contrastantes que solo a un genio como Chaplin pudieron habérsele ocurrido.
La dirección es sensacional, el guión es muy bueno y el final es lógico y coherente (spoiler)
para redondear una gran película, otra más de este icono del cine mundial.
La película es notable desde muchos puntos de vista, Chaplin interpreta de forma magistral a un despiadado pero a la vez bondadoso asesino, y es que uno ve por la calle a este hombre tan cuidadoso en su aspecto, tan cariñoso con los animales, tan correcto y fino en su trato y que hasta se da el lujo de ser caritativo, que jamás esperarías que pudiera matar a alguien, pero triste realidad, mata, asesina, traiciona, roba, y todo para que: pues para mantener con bien a su inválida esposa y a su pequeño hijo, todas estas sin duda son actitudes contrastantes que solo a un genio como Chaplin pudieron habérsele ocurrido.
La dirección es sensacional, el guión es muy bueno y el final es lógico y coherente (spoiler)
para redondear una gran película, otra más de este icono del cine mundial.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Con ese discurso a todas luces en contra de la pena de muerte, donde de nuevo Chaplin muestra sus inquietudes y su forma de ver la vida.
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