Un slasher que no cambia ninguna regla del género quedando reducido a un grupo de activistas y una serie de muertes por un perturbado, donde la tensión ni está ni se la espera.
El wokismo impera dando vueltas alrededor del asesino para que pueda cometer otro asesinato sin más pretensión que observar otra muerte más.
La historia no tiene ingenio y nada de novedad. Todo se reduce a una premisa aburrida, contemplativa y ninguna muerte auténtica.

Un slasher acorde a los tiempos que corren.
Lo peor: toda la presentación de personajes de los adolescentes creo que fue mala, eso de exagerar su idiotez siempre me parece innecesario y caricaturesco.
Lo mejor: al contrario que a los adolescentes a los guardias de seguridad sí los presenta bien, define la personalidad de Kevin y Jack, el vínculo entre ellos, la situación en la que se encuentran cada uno, etc. También algo que me encantó en la primera parte es que todo se da de forma sin que ninguno quiera que suceda, como una tragedia, una serie de malos entendidos que van encadenando hechos sangrientos suceden al principio sin que nadie los busque o provoque.
La forma en que retrata la hipocresía de estos adolescentes que por un lado quieren jugar a los rebeldes comprometidos y por el otro al menor problema buscan llamar a la policía cuando minutos antes se habían cagado en la ley allanando un edificio para vandalizarlo.