El año que vivimos peligrosamente
1982 

6.9
14,594
Drama. Romance
Yakarta, año 1965. Al inexperto reportero australiano Guy Hamilton (Mel Gibson) se le presenta la oportunidad de su vida cuando lo mandan como enviado especial a Indonesia. En el turbulento escenario de la insurrección comunista contra el presidente Sukarno, conoce a Billy Kwan (Linda Hunt), un enigmático fotógrafo, y a Jill Bryant (Sigourney Weaver), una atractiva mujer que trabaja en la embajada inglesa. (FILMAFFINITY)
23 de febrero de 2009
23 de febrero de 2009
14 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
A mi modo de ver ésta es una película sobre Billy Kwan, un pobre hombre atrapado en un cuerpo deforme animado por las mejores intenciones, que quiere jugar a bondadoso demiurgo y que se estrella contra la poderosa maldad del mundo. Weir cuenta una muy peculiar historia de amor (no necesariamente sexual aunque marcada por la ambigüedad) en un marco muy físico (el hambre, el calor, la pobreza, la desigualdad social) y que vulnera el típico mecanismo del "chico encuentra chica".
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Enamorado de la belleza de las cosas, Kwan vuelca su amor en los demás: hace de padre adoptivo (y asiste impotente a la muerte de su "hijo") y oficia de celestino entre dos personas a las que ama (es, como dice, en una ocasión, el criado enano del príncipe Arjuna, y guarda la silueta de la marioneta del príncipe en el dossier de Hamilton) sin esperar más recompensa que el bien de los demás. Hay cosas, claro está, que escapan a sus pobres poderes: Sukarno, a quien inicialmente admira, no soluciona el hambre de su pueblo, y ello precipita un suicidio banal y sin fruto. Weir adoba el relato de reporteros con curiosas reflexiones que al atento seguidor de su filmografía le resultarán conocidas (la fantasmagoría de las sombras, el idealismo, la crueldad, la inanidad del bien) pero que descolocarán a alguien que se empeñe en ver el film como una crónica de un periodo histórico concreto o, peor aún, como una historia romántica convencional entre Gibson y Weaver (bien contada, no obstante, con escenas de gran intensidad, de nuevo muy físicas y, a la vez, extrañamente pudorosas). Claro que la película se resiente de ciertos errores narrativos (Kwan se presenta al principio como una especie de cronista, cuando no sabe cómo terminará la historia), los personajes secundarios no se definen demasiado y la trama política no se desarrolla con fluidez. Pero esta curiosa, indirecta, solapada y atípica historia de amor nunca consumado que Kwan protagoniza es el verdadero meollo de la función y lo que hace la película interesante y distinta.
27 de septiembre de 2011
27 de septiembre de 2011
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Posiblemente no ahonda en la realidad indonesia de la época de Sukarno, pero me importa un bledo. El cine es una cosa, y el Canal Historia otra muy distinta. Y aunque se parecieran mucho seguiría habiendo protestas. Si los directores toman partido, porque sus posturas no van a gustar a todo quisqui. Si no lo toman, algunos los tacharían de meros artesanos fríos y sin compromiso.
Peter Weir no es un genio, pero tampoco me importa. Es inteligente y cuidadoso, entretiene y hace pensar, y eso me basta. Tengo la sensación de que es de esos directores que no saben hacer una mala película.
Mel Gibson, que por entonces estaba como un tren, interpreta a un joven y valiente periodista que llega a una Yakarta al borde de la guerra civil. Formará una curiosa pareja profesional con un fotógrafo menudo y muy particular (impresionante Linda Hunt).
En cierto momento un personaje dice: "Los occidentales ya no tienen respuestas". Yo pienso que para todos los humanos, occidentales y orientales, ha sido siempre y es difícil encontrar respuestas. Y que quienes no creen en Dios lo tienen aún más crudo.
Peter Weir no es un genio, pero tampoco me importa. Es inteligente y cuidadoso, entretiene y hace pensar, y eso me basta. Tengo la sensación de que es de esos directores que no saben hacer una mala película.
Mel Gibson, que por entonces estaba como un tren, interpreta a un joven y valiente periodista que llega a una Yakarta al borde de la guerra civil. Formará una curiosa pareja profesional con un fotógrafo menudo y muy particular (impresionante Linda Hunt).
En cierto momento un personaje dice: "Los occidentales ya no tienen respuestas". Yo pienso que para todos los humanos, occidentales y orientales, ha sido siempre y es difícil encontrar respuestas. Y que quienes no creen en Dios lo tienen aún más crudo.
8 de julio de 2017
8 de julio de 2017
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Atención a cómo protagoniza el precioso cartel de la película Mel Gibson en plan sex symbol por méritos propios. Porque eso de estar sucio y con manchas de sudor en la camisa y parecer tan limpio como recién salido del baño es una cualidad de lo viril que Gibson en «El año que vivimos peligrosamente» lleva a su máxima expresión.
A una Yakarta de 1965 bajo el gobierno de Sukarno llega el periodista Guy Hamilton, un «príncipe» australiano de ojos azules y personalidad displicente que enamora, en el sentido figurado y puede que estricto del término, al fotógrafo Billy Kwan. La presencia de Hamilton fascinará al pequeño Billy y le dará esperanzas en su compromiso humanitario con su país y con los males que les rodea, en los que parece que nadie se fija ni se quiere fijar. La pobreza, la miseria, el dolor, le enfermedad y el hambre conviven con la opulencia de los gobernantes y de los extranjeros occidentales en una dialéctica entre comunistas y liberales para la que parece no haber salida. «¿Qué debemos hacer?» se preguntan Billy y Hamilton en un momento de inflexión en la historia, cuando todo se enturbia. Y, claro, uno se pregunta a su vez si por narices hay que elegir entre comunistas y nacionalistas, porque si esas son las opciones seguramente Guy tome la decisión más sabia al optar por el amor, pero no por el amor abstracto e indefinido; sino por el amor concreto e intransferible hacia una persona, hacia esa persona. Esto desde luego no soluciona los males del mundo ni acaba con la miseria, pero si le echamos imaginación y nos figuramos que todos tomásemos la misma decisión, la de amar a alguien, quizá sí se resolverían algunos problemas.
Linda Hunt nos hace un papelón, y no porque parece un hombre totalmente, sino porque transmite esa cruel inseguridad de quien vive con un fuerte complejo y aporta un aura de bonito misterio sobre la vida, las personas y la historia. Es un fotógrafo poeta, «el enano que sirve al príncipe» entre sombras, al igual que sus marionetas. Culto, observador, soñador, Billy es una especie de voz de la conciencia con muchas debilidades, sí, pero es quien nos enseña la verdad del mundo, la verdad de un país que son todos los países.
Peter Weir lo hace todo bien, pero en esta ocasión el guion es muy limitado a decir verdad, las vivencias de los personajes son rutinarias excepto por un enamoramiento un tanto exagerado por parte de él y, eso sí, muy explosivo. La temática política es apasionante y, sin embargo, solo está de fondo. La ambientación subyuga con ese encanto retro colonial y los cigarrillos tan bien fumados, y la banda sonora de Maurice Jarre contribuye a darle personalidad a una película correcta.
Y creo que podría haber sido superior.
A una Yakarta de 1965 bajo el gobierno de Sukarno llega el periodista Guy Hamilton, un «príncipe» australiano de ojos azules y personalidad displicente que enamora, en el sentido figurado y puede que estricto del término, al fotógrafo Billy Kwan. La presencia de Hamilton fascinará al pequeño Billy y le dará esperanzas en su compromiso humanitario con su país y con los males que les rodea, en los que parece que nadie se fija ni se quiere fijar. La pobreza, la miseria, el dolor, le enfermedad y el hambre conviven con la opulencia de los gobernantes y de los extranjeros occidentales en una dialéctica entre comunistas y liberales para la que parece no haber salida. «¿Qué debemos hacer?» se preguntan Billy y Hamilton en un momento de inflexión en la historia, cuando todo se enturbia. Y, claro, uno se pregunta a su vez si por narices hay que elegir entre comunistas y nacionalistas, porque si esas son las opciones seguramente Guy tome la decisión más sabia al optar por el amor, pero no por el amor abstracto e indefinido; sino por el amor concreto e intransferible hacia una persona, hacia esa persona. Esto desde luego no soluciona los males del mundo ni acaba con la miseria, pero si le echamos imaginación y nos figuramos que todos tomásemos la misma decisión, la de amar a alguien, quizá sí se resolverían algunos problemas.
Linda Hunt nos hace un papelón, y no porque parece un hombre totalmente, sino porque transmite esa cruel inseguridad de quien vive con un fuerte complejo y aporta un aura de bonito misterio sobre la vida, las personas y la historia. Es un fotógrafo poeta, «el enano que sirve al príncipe» entre sombras, al igual que sus marionetas. Culto, observador, soñador, Billy es una especie de voz de la conciencia con muchas debilidades, sí, pero es quien nos enseña la verdad del mundo, la verdad de un país que son todos los países.
Peter Weir lo hace todo bien, pero en esta ocasión el guion es muy limitado a decir verdad, las vivencias de los personajes son rutinarias excepto por un enamoramiento un tanto exagerado por parte de él y, eso sí, muy explosivo. La temática política es apasionante y, sin embargo, solo está de fondo. La ambientación subyuga con ese encanto retro colonial y los cigarrillos tan bien fumados, y la banda sonora de Maurice Jarre contribuye a darle personalidad a una película correcta.
Y creo que podría haber sido superior.
5 de septiembre de 2007
5 de septiembre de 2007
13 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Realmente estamos ante una película con un planteamiento francamente interesante, en un escenario de alta tensión y con unos personajes de potencialidades ilimitadas. Pues bien, todo queda a medio camino.
El planteamiento, la figura del corresponsal en zona de conflicto, interesante y con muy buenos ejemplos cinematográficos aquí practicamente no se desarrolla, hay un desarrollo de los personajes poco elaborado, sin desarrollo, que sortean con facilidad todas las complicaciones.
Respecto al escenario, la situación de Indonesia y su estado de tensión no creo que se vean reflejados en su justa medida con la intensidad dramática suficiente.
Tampoco me han gustado nunca las historias donde un Pepito Grillo omnipresente controla el destino de todo y siente cátedra de todo, para acabar dando la vueltta a su discurso en 30 segundos de película.
Creo que se trata de una historia muy poderosa. que creo que se quedan a medias, y que no está narrada con la suficiente intensidad ni con la profundidad dramática que requería. En cualquier caso, si que admito cierto estilo en el film, algún muy buen momento (esa música, ese coche, ese beso,...), y en el que tanto el arranque del film como su final me parecen de buen nivel.
Respecto al reparto, Linda Hunt no me impresiona, da la sensación de que lo único que se ha querido es hacer un alarde de ambiguedad sin necesidad para el lucimiento del act@r. Sigourney correcta sin mas, se trata mas de una presencia que una interpretación. Mel Gibson (que no es de mi predilección) está correcto, aunque con esa falta de expresividad que 24 años después aun no ha corregido.
En cualquier caso, una línea final de benevolencia, ya que a pesar de lo dicho, este es un tipo de cine necesario, comprometido y que me gustaría ver con mas asiduidad en las pantallas.
Pd: Conocia la banda sonora, pero no pensaba que fuera de Maurice Jarre, la verdad es que parece Vangelis
El planteamiento, la figura del corresponsal en zona de conflicto, interesante y con muy buenos ejemplos cinematográficos aquí practicamente no se desarrolla, hay un desarrollo de los personajes poco elaborado, sin desarrollo, que sortean con facilidad todas las complicaciones.
Respecto al escenario, la situación de Indonesia y su estado de tensión no creo que se vean reflejados en su justa medida con la intensidad dramática suficiente.
Tampoco me han gustado nunca las historias donde un Pepito Grillo omnipresente controla el destino de todo y siente cátedra de todo, para acabar dando la vueltta a su discurso en 30 segundos de película.
Creo que se trata de una historia muy poderosa. que creo que se quedan a medias, y que no está narrada con la suficiente intensidad ni con la profundidad dramática que requería. En cualquier caso, si que admito cierto estilo en el film, algún muy buen momento (esa música, ese coche, ese beso,...), y en el que tanto el arranque del film como su final me parecen de buen nivel.
Respecto al reparto, Linda Hunt no me impresiona, da la sensación de que lo único que se ha querido es hacer un alarde de ambiguedad sin necesidad para el lucimiento del act@r. Sigourney correcta sin mas, se trata mas de una presencia que una interpretación. Mel Gibson (que no es de mi predilección) está correcto, aunque con esa falta de expresividad que 24 años después aun no ha corregido.
En cualquier caso, una línea final de benevolencia, ya que a pesar de lo dicho, este es un tipo de cine necesario, comprometido y que me gustaría ver con mas asiduidad en las pantallas.
Pd: Conocia la banda sonora, pero no pensaba que fuera de Maurice Jarre, la verdad es que parece Vangelis
18 de noviembre de 2008
18 de noviembre de 2008
14 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ya sé que tiene muchas pegas esta película. La Weaver difícilmente va a ser la mujer de vuestros sueños, ni Gibson tampoco va a ser el actor de los míos, pero soy un romanticón y a mí la historia de amor me convence y me gusta. Creo que es lo mejor de la película, lo más creíble. Porque todo lo demás... Y, por cierto, el amigo Suharto realizó una escabechina de comunistas de las que todavía se recuerdan. Y eso tení amucho más mérito contarlo en 1983 que no en 2008, pero tal y como está la situación del capitalismo, pues no sé yo si...
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