La leyenda del gran judo
1943 

6.4
1,048
10 de febrero de 2012
10 de febrero de 2012
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Parece mentira como siendo la primera película de Akira Kurosawa puede ser una obra tan madura en su reflexión y tan bien realizada cinematográficamente. Es cierto que antes de dirigir esta película, Kurosawa fue ayudante de dirección entre otros de Kajiro Yamamoto, y que había ganado varios premios como guionista. Todavía no se había producido la controversia entre cine de prosa y cine de poesía y este director, en su primer trabajo hace una perfecta conjunción de esas dos formas de cine. Como el gran artista que se confirmará más tarde, Kurosawa es capaz de narrar una pelea de judo con todo lo que este deporte tiene para los aficionados es capaz de narrar el encuentro del protagonista con la muchacha de la que se enamora con sucesión de planos en una escalera. Si a través de toda la película vamos viendo el cambio que sufre el protagonista de ser un fuerte pero alocado aprendiz de judo, como vemos en las imágenes de la fiesta del pueblo, a ser un maestro del judo con altísima sensibilidad por el sentir humano como vemos en los planos antes y durante la pelea con el padre de la chica a la que quiere. Pero técnicamente la película nos ofrece elementos muy considerables, destacando para mi el paso del tiempo en unos zuecos que son abandonados por el protagonista cuando se hace alumno de judo y como esos zuecos van sufriendo diversos avatares por las calles, el río, etc. Y hay un punto crucial en la película, la fuerza no es lo importante, sino lo importante es la naturaleza que te da la fuerza, y esto lo expresa Kurosawa utilizando una flor blanca que se abre ante el protagonista. Hay un plano del malo en el que tira las cenizas de su cigarrillo sobre los pétalos blancos de una flor y esa flor la volveremos a ver cuando Sanshiro se enfrente al malo y esto para mi es una perfecta demostración del cine poesía que tanto defenderá más tarde Pasolini. Curiosamente la película tuvo problemas con la censura básicamente por dos razones: el malo no podía ser japonés y por ello lo viste al estilo accidental y las escenas de los enamorados eran demasiado atrevidas para la cultura japonesa y tuvieron que ser cortadas en parte.
20 de septiembre de 2018
20 de septiembre de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Precisamente uno de los mejores directores de la historia del cine nos presentó una película absolutamente fundamental a la hora de entender el cine de artes marciales, centrada en el nacimiento del Judo como disciplina.
Kurosawa no puede evitar añadir una buena cantidad de misticismo e incluso cierto toque onírico para retratar la historia de el fundador del Judo y uno de sus alumnos más legendarios, el poderoso Sanshiro Sugata.
La cinta no se puede comparar en cuanto a escenas de acción al cine de artes marciales de décadas posteriores, pero sí en cuanto a guion y la excelente forma que presenta Kurosawa de otorgar el toque épico que cualquier cinta de artes marciales que se precie necesita.
Si a ello le añades un buen reparto y un maravillosa fotografía obtenemos una película muy notable, que desgraciadamente se ve lastrada por la mutilación a la que fue sometida por el gobierno japonés antes del estreno, que hace que la historia termine resultando un tanto confusa y de la sensación de estar inacabada.
Sin embargo, si te gusta el cine de artes marciales ni lo dudes... Dale a esta gran película una oportunidad.
Mi nota: ****
Kurosawa no puede evitar añadir una buena cantidad de misticismo e incluso cierto toque onírico para retratar la historia de el fundador del Judo y uno de sus alumnos más legendarios, el poderoso Sanshiro Sugata.
La cinta no se puede comparar en cuanto a escenas de acción al cine de artes marciales de décadas posteriores, pero sí en cuanto a guion y la excelente forma que presenta Kurosawa de otorgar el toque épico que cualquier cinta de artes marciales que se precie necesita.
Si a ello le añades un buen reparto y un maravillosa fotografía obtenemos una película muy notable, que desgraciadamente se ve lastrada por la mutilación a la que fue sometida por el gobierno japonés antes del estreno, que hace que la historia termine resultando un tanto confusa y de la sensación de estar inacabada.
Sin embargo, si te gusta el cine de artes marciales ni lo dudes... Dale a esta gran película una oportunidad.
Mi nota: ****
8 de noviembre de 2012
8 de noviembre de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
A Sugata lo dividiría en tres fases: Un inocente y necio aprendiz, un tozudo discípulo y un sensato y noble Maestro enamorado. Los planos son perfectos, una obra de arte, pero la pésima iluminación en algunas escenas no acompaña a tan genial film. Utiliza muchas transiciones de “cortinilla”, supongo que en aquella época se estiraba mucho.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Sugata Sanshiro, inocente y necio al principio, acaba de ser admitido en una escuela de Jiu-Jitsu. La escuela no puede permitir que el Judo les quite su puesto en la sección policial de artes marciales, así que deciden hacer uso de sus habilidades para acabar con Yano, maestro de una escuela de Judo, futuro ocupante de dicha plaza. Pero ese menosprecio e insensatez les conducen a la derrota. El jefe le ruega la muerte por no superar tal deshonra pero Yano no accede. Es entonces cuando Sugata, admirado por el poder y maestría de Yano decide ser su discípulo y empezar un camino espiritual que le llevará a superar a su propio maestro.. Podemos apreciar un cambio en Sugata que se vuelve una persona muy tozuda. Es llamado por Yano, debido a que no acaba de comprender la forma de entender el Judo, del camino espiritual que debe seguir. Pero todo da un giro cuando, en el momento de reflexión en el estanque con la flor de loto (Genial!), entra en conexión con su lado más espiritual. Es entonces cuando llega Higaki, buscando nuevos adversarios, pero le impiden a Sugata el enfrentamiento, aunque acuerdan un combate en un futuro.
Yano confía en Sugata para el próximo torneo de artes marciales inter-escolar policial y le entrena a conciencia. Sugata se enfrenta en un combate contra el jefe deshonrado por Yano (la verdad es que la actuación de la hija en esta escena a mi no me gusta nada!). Sugata es idolatrado por niños que incluso le dedican una canció (A mi esto me ha encantado!) Pero Sugata se enamora, y lo hace de la hija de su rival en el torneo, suceso que acontece a un intento de abandono, de dejar toda lucha por amor. Debe recordar el punto de inflexión en el estanque, de la conexión con el judo y lo espiritual, del amor verdadero hacia sus ideales y pone rumbo al combate. Final épico!
A Sugata lo dividiría en tres fases: Un inocente y necio aprendiz, un tozudo discípulo y un sensato y noble Maestro enamorado. Combates inverosímiles. Gran escena del combate cuando el padre, impulsado por la fe de su hija, falla en el intento de ganar. Me encanta el primer plano de la escena de Hiyaki, acompañado del efecto sonoro del viento, al ver a Sugata en su casa (se palpa la tensión a kilómetros!). La escena siguiente y el final son de tal grandeza, que alguna película le habrá servido de inspiración! Me refiero a la escena del combate final, debido a que me ha recordado a una de las últimas escenas finales del film de “El Último Samurái”, de la flor de loto y el árbol cerezo, con diferente final claro está!
Los planos son perfectos, una obra de arte, pero la pésima iluminación en algunas escenas no acompaña a tan genial film. Utiliza muchas transiciones de “cortinilla”, supongo que en aquella época se estiraba mucho. Fantástico travelling del asalto a Yano acabando en el plano del ingenuo Sugata.
Nota media: 7
Yano confía en Sugata para el próximo torneo de artes marciales inter-escolar policial y le entrena a conciencia. Sugata se enfrenta en un combate contra el jefe deshonrado por Yano (la verdad es que la actuación de la hija en esta escena a mi no me gusta nada!). Sugata es idolatrado por niños que incluso le dedican una canció (A mi esto me ha encantado!) Pero Sugata se enamora, y lo hace de la hija de su rival en el torneo, suceso que acontece a un intento de abandono, de dejar toda lucha por amor. Debe recordar el punto de inflexión en el estanque, de la conexión con el judo y lo espiritual, del amor verdadero hacia sus ideales y pone rumbo al combate. Final épico!
A Sugata lo dividiría en tres fases: Un inocente y necio aprendiz, un tozudo discípulo y un sensato y noble Maestro enamorado. Combates inverosímiles. Gran escena del combate cuando el padre, impulsado por la fe de su hija, falla en el intento de ganar. Me encanta el primer plano de la escena de Hiyaki, acompañado del efecto sonoro del viento, al ver a Sugata en su casa (se palpa la tensión a kilómetros!). La escena siguiente y el final son de tal grandeza, que alguna película le habrá servido de inspiración! Me refiero a la escena del combate final, debido a que me ha recordado a una de las últimas escenas finales del film de “El Último Samurái”, de la flor de loto y el árbol cerezo, con diferente final claro está!
Los planos son perfectos, una obra de arte, pero la pésima iluminación en algunas escenas no acompaña a tan genial film. Utiliza muchas transiciones de “cortinilla”, supongo que en aquella época se estiraba mucho. Fantástico travelling del asalto a Yano acabando en el plano del ingenuo Sugata.
Nota media: 7
27 de noviembre de 2016
27 de noviembre de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
215/10(15/11/16) Prometedora primera película del maestro japonés Akira Kurosawa (con 32 años), denotándose muchas de sus señas de identidad que han perdurado durante décadas en su monumental filmografía, lástima que sea una atrofiada por la censura de su tiempo, dejándola orgánicamente bastante mutilada para entender a unos personajes que con su nefasto montaje hacen de su desarrollo algo en muchos momentos ininteligible para el comportamiento de los personajes. Los títulos de crédito iníciales nos explican que fue realizada en 1943, y estrenada en marzo de ese año. En su reestreno en marzo de 1944, fue víctima de la censura de la época, tuvo problemas con el malo, este no podía ser japonés y por ello lo visten al estilo accidental y las escenas de los enamorados eran demasiado atrevidas para la cultura japonesa y tuvieron que ser cortadas en parte, experimentando diversos cambios y se le cortaron 17 minutos de película, fue durante la guerra y nadie ha podido encontrar las escenas cortadas. Tras 5 años trabajando en segunda unidad en películas, a Kurosawa se le dio el visto bueno a dirigir su primera película, después de leer la nueva novela de Tsuneo Tomita (hijo de un famoso judoka, Tsunejiro Tomita), Kurosawa decidió que el proyecto era para él y le pidió al productor de cine Iwao Mori comprar los derechos para él. Está lejos de sus mejores obras, pero se ven algunas señas de identidad propias, como las transiciones entre escenas con (cortinillas) toallitas, el uso de imágenes del clima como epítome del estado de ánimo de los protagonistas, elaborados travellings, los cambios bruscos de velocidades para remarcar una situación, y sobre todo el refinado gusto estético para la composición de poesía visual. Lástima no se haya podido ver la cinta tal y como la quiso el genial Kurosawa. La película fue un éxito de público, dando lugar a varias secuelas, Kurosawa dirigiría en 1945 la primera (él no hizo más).
Estamos en el Japón de 1882, Sanshiro Sugata (Susumu Fujita) es un joven impulsivo que llega a la ciudad para estudiar artes marciales, termina como aprendiz del maestro Yano (Denjiro Okochi), que dirige una escuela de jujitsu. Yano enseña a los jóvenes no sólo las técnicas, se adentra en temas espirituales y la influencia Zen de aprendizaje "satori" (cómo ser uno con la naturaleza). Tewndrá importancia en el relato Higaki (Ryunosuke Tsukigata), un feroz luchador enemigo de Sugata, Hansuke Murai (Takashi Shimura), un maestro veterano del judo, y Sayo Murai (Yukiko Todoroki), la bella hija de Sayo.
La historia es una clásica narración sobre la iniciación y sobre el despertar espiritual, sobre el aprendizaje maestro-alumno, sobre el poder del mentor sobre el discípulo, tratando temas además, como la compasión, el amor puro, la valentía, o el sacrificio, ello con un protagonista en el que vernos su transformación vital y de alma, de la espontánea y racial juventud, a un cabal, sensible y reflexivo judoca que piensa en zen, llegando a ser el mensaje importante de la historia que no siempre la fuerza física es lo primordial, lo básico es saber encauzarla hacia lo espiritual, esto mostrado oníricamente en la cinta en una flor de loto que se abre ante un compungido protagonista en señal de haber trascendido, esto contrapuesto a la maldad del “villano” (un caricaturesco judoca vestido a la occidental con bombín) que tira ceniza de su cigarro sobre la flor.
La cinta adolece de un montaje masacrado por la censura, algo que hace que un ritmo desequilibrado en el que el comportamiento de los personajes se antoja arbitrario y nada natural, estas carencias intentan ser subsanadas (en parte), con cortinillas sobreimpresionadas en que se intentan rellenar los huecos narrativos con explicaciones sobre la trama, esto solo incide en maximizar la sensación de producto inacabado, destrozado, y lo que es peor un esbozo de lo que pudo ser y no fue, esbozo en el sentido de ser un conjunto de viñetas con valor por separado pero cosidas ramplonamente. Y es que se siente durante su metraje que faltan tramos esenciales para da r coherencia orgánica al argumento, divagando por trompicones y dejando lagunas de comprensión que restan y mucho. Tampoco es de recibo lo fachoso del villano vestido al modo inglés, con su bombín. Otra tara son las coreografías en las peleas, menuda estulticia cercana al estilo toon, con los rivales volando por los aires estilo pressing catch, aunque en su favor está el modo en que se encaran los rivales, como miden sus miradas, como se auscultan ceremoniosa y cuasi-operísticamente, lástima que cuando llegan a las manos torpedeen lo bueno.
Susumu Fujita como el héroe Sanshiro Sugata hace una labor estimable, otorgando un creíble arco de desarrollo, sabiendo expresar sentimientos, ímpetu, rabia, curiosidad, reflexión, y cuando es necesario romanticismo. Takashi Shimura es el maestro Hansuke, actor fetiche de Kurosawa (“Vivir”, “Rashomon”, “Los 7 Samurais”, “Trono de sangre” o “Kagemusha”), actor que impregna de una humanidad sensible a su personaje.
La fotografía en glorioso b/n de Akira Mumura se nota influenciada por el refinado gusto estético de Kurosawa, jugando con las sombras, con las penumbras, con los claroscuros, con el simbolismo expresionista (la imagen de la flor abriéndose), con ágiles travellings, con encuadres sugestivos, dando una personalidad propia de lo que el director daría en el futuro, como el clímax final con la pelea entre el héroe y el villano en el prado con las hierbas danzando poéticamente por el viento. Ayuda a imprimir ritmo la grácil edición de Toshio Gotô (“El Perro rabioso”) junto al mismo Kurosawa.
Estamos en el Japón de 1882, Sanshiro Sugata (Susumu Fujita) es un joven impulsivo que llega a la ciudad para estudiar artes marciales, termina como aprendiz del maestro Yano (Denjiro Okochi), que dirige una escuela de jujitsu. Yano enseña a los jóvenes no sólo las técnicas, se adentra en temas espirituales y la influencia Zen de aprendizaje "satori" (cómo ser uno con la naturaleza). Tewndrá importancia en el relato Higaki (Ryunosuke Tsukigata), un feroz luchador enemigo de Sugata, Hansuke Murai (Takashi Shimura), un maestro veterano del judo, y Sayo Murai (Yukiko Todoroki), la bella hija de Sayo.
La historia es una clásica narración sobre la iniciación y sobre el despertar espiritual, sobre el aprendizaje maestro-alumno, sobre el poder del mentor sobre el discípulo, tratando temas además, como la compasión, el amor puro, la valentía, o el sacrificio, ello con un protagonista en el que vernos su transformación vital y de alma, de la espontánea y racial juventud, a un cabal, sensible y reflexivo judoca que piensa en zen, llegando a ser el mensaje importante de la historia que no siempre la fuerza física es lo primordial, lo básico es saber encauzarla hacia lo espiritual, esto mostrado oníricamente en la cinta en una flor de loto que se abre ante un compungido protagonista en señal de haber trascendido, esto contrapuesto a la maldad del “villano” (un caricaturesco judoca vestido a la occidental con bombín) que tira ceniza de su cigarro sobre la flor.
La cinta adolece de un montaje masacrado por la censura, algo que hace que un ritmo desequilibrado en el que el comportamiento de los personajes se antoja arbitrario y nada natural, estas carencias intentan ser subsanadas (en parte), con cortinillas sobreimpresionadas en que se intentan rellenar los huecos narrativos con explicaciones sobre la trama, esto solo incide en maximizar la sensación de producto inacabado, destrozado, y lo que es peor un esbozo de lo que pudo ser y no fue, esbozo en el sentido de ser un conjunto de viñetas con valor por separado pero cosidas ramplonamente. Y es que se siente durante su metraje que faltan tramos esenciales para da r coherencia orgánica al argumento, divagando por trompicones y dejando lagunas de comprensión que restan y mucho. Tampoco es de recibo lo fachoso del villano vestido al modo inglés, con su bombín. Otra tara son las coreografías en las peleas, menuda estulticia cercana al estilo toon, con los rivales volando por los aires estilo pressing catch, aunque en su favor está el modo en que se encaran los rivales, como miden sus miradas, como se auscultan ceremoniosa y cuasi-operísticamente, lástima que cuando llegan a las manos torpedeen lo bueno.
Susumu Fujita como el héroe Sanshiro Sugata hace una labor estimable, otorgando un creíble arco de desarrollo, sabiendo expresar sentimientos, ímpetu, rabia, curiosidad, reflexión, y cuando es necesario romanticismo. Takashi Shimura es el maestro Hansuke, actor fetiche de Kurosawa (“Vivir”, “Rashomon”, “Los 7 Samurais”, “Trono de sangre” o “Kagemusha”), actor que impregna de una humanidad sensible a su personaje.
La fotografía en glorioso b/n de Akira Mumura se nota influenciada por el refinado gusto estético de Kurosawa, jugando con las sombras, con las penumbras, con los claroscuros, con el simbolismo expresionista (la imagen de la flor abriéndose), con ágiles travellings, con encuadres sugestivos, dando una personalidad propia de lo que el director daría en el futuro, como el clímax final con la pelea entre el héroe y el villano en el prado con las hierbas danzando poéticamente por el viento. Ayuda a imprimir ritmo la grácil edición de Toshio Gotô (“El Perro rabioso”) junto al mismo Kurosawa.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Momentos recordables: La pelea junto a un rio entre el líder de una escuela, Yano, contra un puñado de otra rival, desigual pero con todos yendo cayendo al agua por la experiencia del maestro solitario; Sugata se mete en una pelea callejera, Yano está disgustado con la inmadurez de su alumno y Sugata, lleno de orgullo, salta al estanque sagrado, y allí está dispuesto a morir, hasta que finalmente llega la mañana siguiente, y siente una revelación al ver una flor de loto abrirse, el llamado SATORI (término japonés que designa la iluminación en el budismo zen, se considera un "primer paso" o embarque hacia la Budeidad; La subhistoria y encadenado de imágenes en que seguimos los zuecos de Sugata tras despojarse de ellos cuando decide unirse a Yano y dejar la otra escuela, un exquisita alegoría; El brillante tramo en que Kurosawa exhibe con sibarita sentido romántico un romance, la relación entre Sanshiro Sugata y la hermosa Sayo, evolucionando sobre la escalera que lleva al templo budista, primero con Sugata ayudando a Sayo con su sandalia rota, elipsis (de toallita), sobre los mismos escalones otro encuentro, hay un pañuelo que sirve de recurso de unión, ello en varios días, hasta que Sugata revela que él es el motivo de las oraciones de Sayo, el padre de ella se enfrentará a Sugata, y ella pide que gane su progenitor, una delicia de tramo; La pelea final entre Higaki y Sugata en el monte, con las hierbas moviéndose al son del viento, con los contendientes desapareciendo entre las hierbas, y emergiendo con Higaki estrangulando a Sugata, y este mirando al cielo vuelve a sentir el Satori (con oníricas imágenes de las nubes y sobre ellas la flor de loto), revierte la situación; Yano “La vía es la búsqueda de la verdad que rige la naturaleza del hombre, pues esto es lo que nos dará una muerte apacible”.
Queda una recomendable obra, por algunas excelentes secuencias y por ser el comienzo de un realizador que reside en el Olimpo de los más Grandes. Fuerza y honor!!!
Queda una recomendable obra, por algunas excelentes secuencias y por ser el comienzo de un realizador que reside en el Olimpo de los más Grandes. Fuerza y honor!!!
27 de abril de 2011
27 de abril de 2011
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película, que pese a mostrar elementos que harán característico y memorable el cine de Kurosawa, posee una candidez almibarada en extremo, casi bobalicona, con malos de pompa y boato y buenos aniñados e inocentes. Pese a todo, a tener un montaje irregular, un argumento simplón y unos actores al límite, la esencia es incofundible y bella, y se deja sentir intensamente en algunas escenas.
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