Mientras somos jóvenes

Con 'Frances Ha' conocí a Noah Baumbach y su obra, y me sorprendió gratamente: puede que no sea un título imprescindible, pero al menos entretiene de principio a fin, es fresca y la simplicidad de los personajes permite cogerles cariño.
En 'Mientras seamos jóvenes', la comedia desaparece a la media hora, o al menos se esconde y se presenta de forma muy sutil (o muy exagerada, lo que es peor), los personajes se hacen pesados de tan estereotipados, especialmente el enrevesado joven vitalista y anticuado que interpreta Adam Driver, y pasa lo mismo con la película que con el documental al cual dedica 10 años Josh (Ben Stiller), que se hace larga, muy larga. la última media hora la trama da demasiadas vueltas, que más que marearte te hacen perder la concentración y el interés. Para colmo, la escena final es terriblemente convencional (tanto que se hace imprevisible), pero a esas alturas, ya casi da igual.

Noah Baumbach uno de los nombres laureados del cine independiente actual vuelve a moverse en el terreno de la comedia reflexiva con igual gracia y chispa que maestros como Woody Allen tras filmes como Frances Ha (2012) o Una historia de Brooklyn (2005).

Baumbach vuelve a crear un gran relato sobre el miedo al paso del tiempo y la madurez a partir de esa pareja protagonista ya entrada en los cuarenta que a partir de conocer a una pareja jóven (con gustos muy hipsters) y de recordarles a ellos buscan resurgir la chispa de cuando eran jóvenes veinteañeros.

El filme se mueve a partir de sus geniales personajes en un retrato de grises conmovedora, y aunque a veces la excentricidad pueda llevar al espectador a tomar cierta distancia, los personajes y las interpretaciones tienen el suficiente gancho para sentir en ellos ese miedo al tiempo y la diferencia generacional en el modo de vida.

Baumbach forma aquí una de sus mejores y más accesibles obras a partir de buscar las reacciones chispeantes de sus intérpretes (donde destaca una encantadora Watts) y al formalizar una de los relatos más honestos sobre la diferencia generacional del mundo actual. Un encantador filme imperdible para toda la esfera indie.

Un crítico la comparó con las películas de Woody Allen. Efectivamente, me parece muy ajustada a la realidad. Por eso no me gustó. El cine de W. A. es igualmente desmadejado, atópico y distrófico.

MIENTRAS SEAMOS JÓVENES conduce su trama por unos cauces profundamente ridículos, y unos derroteros que acaban convirtiendo la película en un sublime aburrimiento.

Despertó mi enfado exactamente igual que el cine de ALLEN, aportando un discurso pedante, y excesivo, sobre conceptos que interesan poco, ayudando a aligerar tus intestinos en un aseo, como lo haría un buen laxante.

UN 2

Si esto se parece a Woody Allen, el pobre se tiene que estar riendo mucho de la comparación, porque esta película carece de la sustancia del genio neoyorquino. Y aunque sus actores se esfuerzan en hablar, hablar y hablar intelectualmente (quién sabe si son así por allí...), lo único que hacen es dejarte con la sensación de agotamiento. Y la premisa argumental es tan floja que la película cae por su propio peso. Ese cine independiente que tanto le gusta aclamar a los críticos, tal y como hicieron con ese soberano aburrimiento pretencioso llamado "Frances Ha".

Esta película es como un iceberg, esconde algo bien meditado tras su aparente simpleza. Registra las escenas a partir de la linealidad narrativa y con un punto de vista que podría corresponder al de un documental. No presenta grandes conflictos y los personajes viven experiencias bastante comunes. Lo que hace que la historia de esta pareja en sus cuarenta años no sea corriente es que conocen a otra pareja mucho más joven que les hace recordar cuando eran más jóvenes. Se sienten identificados con la libertad de sus nuevos amigos y de alguna forma desean revivir los tiempos de juventud. Resulta que estos personajes son documentalistas que supuestamente registran la realidad desde una perspectiva neutral. El choque generacional implica que el tiempo ha pasado y que la antigua ética profesional ya no tiene cabida para las nuevas generaciones, llegando al punto de manipular o incluso cambiar las vivencias de los entrevistados con el objeto de conmover a la audiencia. Tanto los mayores como los jóvenes cineastas persiguen las mismas cosas: despertar interés y ser conocidos por el resto del mundo, pero al joven documentalista no le conmueve la realidad sino las emociones y no ve inconveniente en inventar su propio guión y reinterpretarlo como si fuera realidad. Es como si la nueva generación traicionara los postulados de los documentalistas del pasado, aunque la explicación es más simple: las tecnologías (celulares, CDs, Internet) han cambiado y con ello la forma de percibir el mundo. Esta nueva camada de documentalistas está en su derecho de inventar sus propios postulados de trabajo. Lo paradojal es que la vida de estos personajes de ficción es representada desde el ámbito documental, en tanto que el documental en que los protagonistas se ven involucrados (el proyecto del cineasta veinteañero) está absolutamente teñido por la ficción. Quizás lo más interesante de la cinta es la reflexión indirecta acerca de la ficción. Para ella no importa si los hechos están basados en la experiencia autobiográfica o si son inventados, lo importante es que lo narrado sea creíble y provoque alguna reacción, es decir, si algo es verdadero pero no verosímil, tendrá muy poco valor para el autor de ficción. La película es sugerente, pero no tan entretenida al mantener ese tono objetivo (acaso frío) respecto de la ficción expuesta.