Confidencias muy íntimas
2004 

6.5
1,003
Drama. Romance. Thriller
Anna (Sandrine Bonnaire) entra en la oficina equivocada y acaba discutiendo su vida marital con William (Fabrice Lucchini), un asesor financiero. Sus conversaciones iniciales les llevan a una serie de encuentros en los cuales William, preso de la excitación, no se atreve a contar a Anna que no tiene licencia profesional. (FILMAFFINITY)
26 de julio de 2005
26 de julio de 2005
9 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Seguramente no es lo mejor de Leconte pero se deja ver con agrado. Tal vez el problema es que resultó difícil encontrar un final a la altura de un punto de partida tan atractivo.
Sandrine Bonnaire, una vez más, está deliciosa.
Sandrine Bonnaire, una vez más, está deliciosa.
11 de junio de 2010
11 de junio de 2010
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una pena que el tercer acto sea tan decepcionante, porque hasta entonces la película era sobresaliente.
Otra buena película francesa. Estos tíos no tienen complejos y pueden hacer filmes tan difíciles de catalogar como éste, donde el tono -una mezcla entre comedia y thriller- es una delicia. Me maravilla que se puedan hacer películas con tan pocos escenarios y personajes.
Otra buena película francesa. Estos tíos no tienen complejos y pueden hacer filmes tan difíciles de catalogar como éste, donde el tono -una mezcla entre comedia y thriller- es una delicia. Me maravilla que se puedan hacer películas con tan pocos escenarios y personajes.
25 de marzo de 2013
25 de marzo de 2013
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un asesor fiscal que vive en el mismo rellano que un psicólogo. Una paciente despistada que se confunde con las marchas del coche y con el piso del psicólogo. Dos personajes que heredan actitudes de sus padres -como su madre, ella atropella también a su marido; él trabaja en el mismo despacho y con la misma secretaria que su padre.
Esto es una comedia, pero la historia tiene sentido y los personajes están bien dibujados: si ella es despistada, tiene un desorden de vida, viste con todos los colores y su ropa se va adaptando a la medida de su cuerpo conforme ella va adaptando su vida a la idea de lo que ella quiere que sea su vida; si él es ordenado, lleva siempre corbata, realiza siempre los mismos actos y únicamente se permite introducir un elemento suyo en el despacho de "su" padre: sus juguetitos de lata y cuerda -como él mismo, autodirigidos y rígidos; y sólo se permite un baile o una broma cuando se da cuenta de que el único dueño de su vida es él mismo.
El psicólogo queda bien retratado -120 euros por un consejo a un vecino, o una comida; la ex-esposa oye lo que tantas veces ha dicho ella misma -¿tú me hablas de cerrarte a los sueños, cuando querías ser escritora y te has conformado con trabajar en una biblioteca?- y, mientras tanto, la portera ve culebrones en la tele, como si no tuviera bastantes culebrones a su alrededor.
Leconte es el director elegante de siempre, con los toques de ambientes oscuros, personajes solitarios y hasta voyerismo a través de las múltiples ventanas. Sólo me sobra la última escena; creo que esta historia debería haberse cortado antes y que el final felicísimo es una impostura.
Esto es una comedia, pero la historia tiene sentido y los personajes están bien dibujados: si ella es despistada, tiene un desorden de vida, viste con todos los colores y su ropa se va adaptando a la medida de su cuerpo conforme ella va adaptando su vida a la idea de lo que ella quiere que sea su vida; si él es ordenado, lleva siempre corbata, realiza siempre los mismos actos y únicamente se permite introducir un elemento suyo en el despacho de "su" padre: sus juguetitos de lata y cuerda -como él mismo, autodirigidos y rígidos; y sólo se permite un baile o una broma cuando se da cuenta de que el único dueño de su vida es él mismo.
El psicólogo queda bien retratado -120 euros por un consejo a un vecino, o una comida; la ex-esposa oye lo que tantas veces ha dicho ella misma -¿tú me hablas de cerrarte a los sueños, cuando querías ser escritora y te has conformado con trabajar en una biblioteca?- y, mientras tanto, la portera ve culebrones en la tele, como si no tuviera bastantes culebrones a su alrededor.
Leconte es el director elegante de siempre, con los toques de ambientes oscuros, personajes solitarios y hasta voyerismo a través de las múltiples ventanas. Sólo me sobra la última escena; creo que esta historia debería haberse cortado antes y que el final felicísimo es una impostura.
17 de enero de 2015
17 de enero de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Crítica y apóloga pieza sobre el amor, la caducidad humana, el sentido de la vida, el psicoanálisis, la envidia, el sexo, el tiempo, la vejez, la soledad, los sueños, el cambio... en fin, me quedo corto ante un guión multitematico. Es un planteamiento sutil a la vez que complejo de la condición humana. Un filme ambicioso que a primera vista parece pretencioso, pero no lo es. Excitante y peligroso, como asomarse furtivamente a la intimidad ajena. Perversa y muy interesante propuesta crítica del sistema de salud mental. Thomas Zsazs, sostiene que las enfermedades mentales y los diagnósticos psicológicos no son sino meros pretextos para justificar la incomprensión del comportamiento humano; pues esta cinta se aproxima en mucho a esa teoría.
Visualmente, es una caminata que nos lleva de un ambiente gris azulado -que nos recuerda la época azul de Picasso (incertidumbre, tristeza, pasión sombría y dolor)- hasta hacernos deslizar suavemente en una paleta de colores suaves, apenas sugeridos, sensuales. El rostro expresivo, fuerte y deseable de Sandrine Bonnaire, seduce desde el comienzo de la película, mientras la mirada extraviada de Fabrice Luchini es angustiosa, desesperante y lastimosa. Un clavado, sin pretensiones, al inconsciente colectivo en un coctel de personajes perfectos. Un mercado de espejos.
Prosa en cine que aparenta ser poesía, pero no lo es. La música es insistente y la cámara nerviosa. Los símbolos abundan y los secretos difícilmente se asoman. El guión es un enigma. Es una cinta que escucha. La silueta lacaniana aparece en este film francés, tan francés como Lacán. Película extraña que recomiendo ampliamente. También extraño es que no es memorable, salvo en sueños, me imagino...
Nota (o confesión): la opinión que antecede me ha tomado cuatro días hacerla y no he quedado satisfecho.
Visualmente, es una caminata que nos lleva de un ambiente gris azulado -que nos recuerda la época azul de Picasso (incertidumbre, tristeza, pasión sombría y dolor)- hasta hacernos deslizar suavemente en una paleta de colores suaves, apenas sugeridos, sensuales. El rostro expresivo, fuerte y deseable de Sandrine Bonnaire, seduce desde el comienzo de la película, mientras la mirada extraviada de Fabrice Luchini es angustiosa, desesperante y lastimosa. Un clavado, sin pretensiones, al inconsciente colectivo en un coctel de personajes perfectos. Un mercado de espejos.
Prosa en cine que aparenta ser poesía, pero no lo es. La música es insistente y la cámara nerviosa. Los símbolos abundan y los secretos difícilmente se asoman. El guión es un enigma. Es una cinta que escucha. La silueta lacaniana aparece en este film francés, tan francés como Lacán. Película extraña que recomiendo ampliamente. También extraño es que no es memorable, salvo en sueños, me imagino...
Nota (o confesión): la opinión que antecede me ha tomado cuatro días hacerla y no he quedado satisfecho.
6 de septiembre de 2021
6 de septiembre de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El argumento de Confidencias muy íntimas podría dar lugar a una comedia: una mujer acude por primera vez a la consulta de un psiquiatra, sin darse cuenta de que se ha equivocado de dirección y empieza a contarle sus problemas a un asesor fiscal. Sin embargo, y aunque tiene rasgos humorísticos, se trata de un drama intimista cuya puesta en escena, elegante y discreta, subraya su sensibilidad. Aunque Confidencias muy íntimas mantiene un difícil equilibrio entre lo razonable y el sinsentido, sale adelante gracias a la relación de los dos personajes. La intriga de uno por los misterios del otro así como la complacencia que hallan al reconocerse en sus respectivas inquietudes sostiene dicha relación
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