Elmer Gantry (Ni bendito ni maldito)
7.5
3,760
Drama
Elmer Gantry (Burt Lancaster) es un hombre atractivo, oportunista y absolutamente inmoral. Tras asistir, por casualidad, a una reunión religiosa, se da cuenta de lo fácil que es ganar dinero como predicador y se convierte a la religión Evangélica. Con la hermana Sharon Falconer (Jean Simmons) a su lado, Elmer pronuncia unos estremecedores sermones que le permiten conseguir fama y dinero. Pero un periodista (Arthur Kennedy) sigue sus ... [+]
25 de marzo de 2010
25 de marzo de 2010
26 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
"El amor es la estrella de la mañana y de la tarde". Una frase tan reluciente en boca de Elmer Gantry, como falsa al mismo tiempo, y como auténtica y definitoria del personaje que la dice. Pura paradoja. Esta película es un torrente imparable, el que inyecta uno de los personajes más conseguidos y complejos del cine americano, lleno de contradicciones, de vicios y también de belleza. ¡Qué gran granuja! ¡Qué tipo entrañable! ¡Y como logra todos esos matices un fantástico Burt Lancaster! Su interpretación no está reconocida hoy como se merece, debería figurar entre las mejores de todos los tiempos. Puede que Lancaster sea el mismísimo Elmer Gantry, de otro modo, parece un prodigio. Richard Brooks, uno de esos directores que, incomprensiblemente no figuran en el olimpo de los dioses del cine (quizás por hacer películas demasiado inteligentes) dirige una orquesta sin fisuras al servicio del personaje, y el efecto es brillante. La película no tiene un momento de pausa, y las emociones de los personajes estan permanentemente a flor de piel, y con ellos, las de los espectadores. Gantry vive cada instante como si le fuera la vida en ello. Ama de verdad, compadece, peca, engaña, predica poniendo en ello cada centímetro de su cuerpo... "El amor es la estrella de la mañana y de la tarde", tan falso, y tan verdadero.
Solo hay que ver la secuencia inicial, cuando la primera página de una novela de Sinclair Lewis empieza a narrar una historia: Elmer Gantry estaba borracho, elocuentemente borracho...
La película avanza a base de fuerza pero también a base de sutileza. El amor surge con una naturalidad que emociona, enfrentado al deber, a la causa, y fluctuan los personajes Elmer y la adorable hermana Sharon, entre uno y otro, atrapados a veces por el amor y otras por la misión que creen encomendada. Y en ello, apenas se rozan, haciendo su amor imposible.
En superficie aparece brillantemente tratado el tema de los mesías de nuestro tiempo, de las iglesias que captan a los ingénuos. Se plantean temas teológicos que añaden atractivo a la trama. Pero más allá de eso, está esa lucha entre el deber y el amor, y el certero retrato de lo que es en esencia un ser humano: una criatura simple y hermosa, enamoradiza, gamberra, tierna, apasionada, capaz de crear y de destruir llevada por sus propias obsesiones, capaz de errar, arrepentirse, aprender, y volver a errar. Y después de caer, volver a levantarse para seguir adelante. "I am on my way", canta Elmer, dejando que el camino le lleve.
El amor es la estrella de la mañana y de la tarde, esa es en realidad la esencia de la vida, tan cierto como falso, tan bello como ridículo, depende solo de creer en ello.
Solo hay que ver la secuencia inicial, cuando la primera página de una novela de Sinclair Lewis empieza a narrar una historia: Elmer Gantry estaba borracho, elocuentemente borracho...
La película avanza a base de fuerza pero también a base de sutileza. El amor surge con una naturalidad que emociona, enfrentado al deber, a la causa, y fluctuan los personajes Elmer y la adorable hermana Sharon, entre uno y otro, atrapados a veces por el amor y otras por la misión que creen encomendada. Y en ello, apenas se rozan, haciendo su amor imposible.
En superficie aparece brillantemente tratado el tema de los mesías de nuestro tiempo, de las iglesias que captan a los ingénuos. Se plantean temas teológicos que añaden atractivo a la trama. Pero más allá de eso, está esa lucha entre el deber y el amor, y el certero retrato de lo que es en esencia un ser humano: una criatura simple y hermosa, enamoradiza, gamberra, tierna, apasionada, capaz de crear y de destruir llevada por sus propias obsesiones, capaz de errar, arrepentirse, aprender, y volver a errar. Y después de caer, volver a levantarse para seguir adelante. "I am on my way", canta Elmer, dejando que el camino le lleve.
El amor es la estrella de la mañana y de la tarde, esa es en realidad la esencia de la vida, tan cierto como falso, tan bello como ridículo, depende solo de creer en ello.
10 de octubre de 2008
10 de octubre de 2008
20 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se llevó el Oscar, y si tengo que destacar algún momento de la portentosa actuación del gran Burt Lancaster sin duda es la del inicio cuando entra en la Iglesia, descalzo y despeinado, y empieza a cantar. Qué presencia, qué voz, qué expresión (con esa sonrisa encandiladora que siempre le acompañó). En ese momento no hay película, es una retransmisión de alegría entre feligreses. Humildes feligreses, pobres de seguro, en una iglesia escondida pero feliz que ya no se les volverá a ver porque como Dios manda, no son importantes. Se le eriza a uno el vello. El silencio que se hace cuando ven que ha entrado un blanco y ¡está entre ellos! Y es más pobre, o lo parece, y también feliz porque la sonrisa lo delata y más aún, la fuerza que tiene para cantar. ¡Cómo emociona ese Padre en la tribuna que también sonríe! Es impresionante.
Pero sobre todo hay que fijarse en el niño de al lado, pegado a Burt Lancaster, sin dejar de mirarlo ni un instante con la boca abierta, asombrado. Conmueve de una forma absoluta... Se me saltan las lágrimas.
Los niños miran a las personas mayores admirados, curiosos, sin darse cuenta que ellos son los tesoros.
Un hombre llega a la ciudad con un pasado pero sin equipaje, sin nada. Rápidamente intenta progresar, crearse un futuro al lado de una mujer y en una comunidad de creyentes, como un predicador. Pero arrastra su pasado.
¿Cómo se podría borrar el pasado de uno?
Pero sobre todo hay que fijarse en el niño de al lado, pegado a Burt Lancaster, sin dejar de mirarlo ni un instante con la boca abierta, asombrado. Conmueve de una forma absoluta... Se me saltan las lágrimas.
Los niños miran a las personas mayores admirados, curiosos, sin darse cuenta que ellos son los tesoros.
Un hombre llega a la ciudad con un pasado pero sin equipaje, sin nada. Rápidamente intenta progresar, crearse un futuro al lado de una mujer y en una comunidad de creyentes, como un predicador. Pero arrastra su pasado.
¿Cómo se podría borrar el pasado de uno?
9 de junio de 2010
9 de junio de 2010
18 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película con carácter, con fuerza y hasta con personalidad, una obra digna de ver, una película arriesgada pero convencida de su fuerte mensaje.
Sin duda una película decidida, desde los primeros compases de su banda sonora sentiremos una película que impone por su tema, no solamente de religión se habla aquí.
El fuego y la palabra cuenta con un reparto impresionante, Burt Lancaster y Simmons nos dejan sin palabras, su convicción en la pantalla consiguen trasmitir el mensaje de la película.
La dirección es magistral al igual que la banda sonora haciendo así una película redonda en todos los aspectos.
La película analiza el gran poder de la palabra, de como si se sabe hablar y se da al rebaño de comer se conseguirá lo que se quiere de ellos.
La película analiza el otro lado de la religión, el lado comercial, Brooks arriesga al saber que su película podrá ser mal interpretada al criticar a toda religión y de su manera de acercamiento a Dios y aquí más en concreto de la religión evangelista y su manera de acercarse al pueblo.
La manipulación mental que muchas veces suele haber en este mundo y como ejemplo de lo que será la manipulación mental a través de los medios de comunicación tales como la radio, televisión y periódicos, el poder de la palabra como medio de manipulación.
A partir de esto se analiza otra pregunta, ¿dónde esta Dios detrás de todo esto?, ¿Dónde queda la auténtica fe?
La película analiza y critica aspectos reales de la religión y la auténtica fe humana pero los plantea y aunque parece responder a ellos siempre nos deja unas preguntas al aire para que nosotros saquemos nuestras propias conclusiones, eso es quizás lo que más me ha gustado del guión.
Una obra poderosa y con una gran fuerza, un tema arriesgado pero decidido.
Una gran película.
Sin duda una película decidida, desde los primeros compases de su banda sonora sentiremos una película que impone por su tema, no solamente de religión se habla aquí.
El fuego y la palabra cuenta con un reparto impresionante, Burt Lancaster y Simmons nos dejan sin palabras, su convicción en la pantalla consiguen trasmitir el mensaje de la película.
La dirección es magistral al igual que la banda sonora haciendo así una película redonda en todos los aspectos.
La película analiza el gran poder de la palabra, de como si se sabe hablar y se da al rebaño de comer se conseguirá lo que se quiere de ellos.
La película analiza el otro lado de la religión, el lado comercial, Brooks arriesga al saber que su película podrá ser mal interpretada al criticar a toda religión y de su manera de acercamiento a Dios y aquí más en concreto de la religión evangelista y su manera de acercarse al pueblo.
La manipulación mental que muchas veces suele haber en este mundo y como ejemplo de lo que será la manipulación mental a través de los medios de comunicación tales como la radio, televisión y periódicos, el poder de la palabra como medio de manipulación.
A partir de esto se analiza otra pregunta, ¿dónde esta Dios detrás de todo esto?, ¿Dónde queda la auténtica fe?
La película analiza y critica aspectos reales de la religión y la auténtica fe humana pero los plantea y aunque parece responder a ellos siempre nos deja unas preguntas al aire para que nosotros saquemos nuestras propias conclusiones, eso es quizás lo que más me ha gustado del guión.
Una obra poderosa y con una gran fuerza, un tema arriesgado pero decidido.
Una gran película.
21 de diciembre de 2009
21 de diciembre de 2009
17 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Tiene la palabra, la fuerza de cien cañones”. Así adornaba Touneur el final de uno de sus maravillosos westerns. Y en torno a esta idea gira también esta gran producción dirigida por Richard Brooks. Evidentemente la cinta no queda solo en eso. Un guión genial y completísimo da cabida a innumerables cuestiones que van desde la inevitable historia de amor hasta la religión entendida como negocio, pasando por planteamientos en torno a dogmas de fe y creencias religiosas, que tan personales resultan. Y es por eso precisamente por lo que el análisis final de lo pretendido debe superar este aspecto. Partiendo siempre del respeto a cualquier creencia, siempre que ésta no conlleve mal al prójimo (muy bíblico esto), nos centramos pues en la verdadera intención del film: demostrarnos y mostrarnos lo que puede hacer un hombre con su discurso. Y para ello emerge un hombre y un nombre: Elmer Gantry.
Porque… ¿puede la oratoria dar esperanza a aquellos que la han perdido? ¿Puede un discurso enfervorizado enaltecer almas adormiladas? ¿Puede un sermón dar luz a ojos que solo ven oscuridad? ¿Puede una arenga unir incondicionalmente a personas en una misma causa? ¿Puede un alegato defender la más perdida de las causas? Preguntas retóricas que no necesitan más contestación que la interminable lista de personajes históricos que han hecho de la palabra la más terrible de las armas. En el cine, sin embargo, destacará una por encima de todas. Con su Óscar incluido. Personaje majestuoso encarnado por un inmortal Lancaster. Gantry, truhán y vividor, pícaro y rufián, insolente caradura, bebedor y fumador, pero que posee una cualidad que lo hace único e irresistible a las masas: el poder de la palabra, el poder de “su palabra”. Imprescindible.
Porque… ¿puede la oratoria dar esperanza a aquellos que la han perdido? ¿Puede un discurso enfervorizado enaltecer almas adormiladas? ¿Puede un sermón dar luz a ojos que solo ven oscuridad? ¿Puede una arenga unir incondicionalmente a personas en una misma causa? ¿Puede un alegato defender la más perdida de las causas? Preguntas retóricas que no necesitan más contestación que la interminable lista de personajes históricos que han hecho de la palabra la más terrible de las armas. En el cine, sin embargo, destacará una por encima de todas. Con su Óscar incluido. Personaje majestuoso encarnado por un inmortal Lancaster. Gantry, truhán y vividor, pícaro y rufián, insolente caradura, bebedor y fumador, pero que posee una cualidad que lo hace único e irresistible a las masas: el poder de la palabra, el poder de “su palabra”. Imprescindible.
7 de julio de 2017
7 de julio de 2017
16 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desgraciadamente siempre han existido maestros de la oratoria cínica y perversa que con una gran habilidad manipulan voluntades y tergiversan conceptos, lo que hoy en día conocemos vulgarmente como “vendedores de humo”. Elmer Gantry (un portentoso Burt Lancaster) es el retrato de un caradura, de un arribista amoral sin escrúpulos, pero también la vida desgraciada de un pobre diablo arrastrado por sus pasiones irrenunciables, que sabe conmover con la palabra, un camaleón que se transforma y adapta a las circunstancias para sobrevivir. “Elmer Gantry” es un memorable film basado en la novela homónima de Sinclair Lewis que el guionista y director Richard Brooks, consiguió después de muchos años trasladar a la pantalla. La película se caracteriza por su vigoroso sentido visual, a pesar del origen literario, un profundo análisis del mundo de los telepredicadores en el país de las barras y estrellas. Una ácida mirada sobre las sectas religiosas que cuando se estreno en España nos resultaba un tanto lejano y desconcertante para nuestra sociedad rígida en el terreno de la libertad religiosa. El cineasta Brooks siempre se caracterizó por un cine donde encuadraba al ser humano bajo unas determinadas circunstancias en un entorno o época reconocible.
No cabe duda de que el film comete ciertos excesos, algo enfática y un tanto cargada de retórica. Pero también goza de muchas virtudes, denuncia el cinismo y la hipocresía de una sociedad retrógrada y provinciana, ignorante y violenta. La manipulación de las gentes sencillas y los intereses de las clases altas para obtener un beneficio político y social. De charlatanes que les transmiten al pueblo lo que quieren escuchar, recetas sencillas y simplistas sobre el poder de la fe, con recetas demagógicas que suelen germinar cuando impera el desamparo, la miseria y la desesperación de un pueblo ignorante. Tales soflamas sirven para la religión igual que para la política, totalmente extrapolable al populismo que sufrimos actualmente, suele crecer en tiempos de crisis y desconcierto con soluciones radicales, excluyentes, utópicas y contraproducentes. Como buen drama no falta el odio por despecho, la venganza y el arrepentimiento redentor.
Tampoco falta en el film la historia de amor como motor de su trama, que protagonizan Elmer y la hermana Sharon (excelente Jean Simmons), llena de ambigüedades sobre las verdaderas creencias morales, de la realidad de las apariencias. Del amor pasional y carnal del primero al amor cristiano y espiritual de la segunda. Mención especial merece el periodista que sigue al circo ambulante en el que se convierte esta caravana de la iglesia evangelizadora, encarnado por un estupendo Arthur Kennedy, que recrea el anverso y la lucidez para desenmascarar tanto despropósito. Es como un notario que nos va desvelando las incongruencias y las imposturas de unos personajes mezquinos pero en el fondo humanos y vulnerables. Y en definitiva, el fuego como símbolo maléfico del infierno, pero también como catarsis liberador del fanatismo y la intolerancia, se trata de un film que no te deja indiferente, que te plantea dudas razonables y reflexiones morales y sociales sobre este tipo de fenómenos cada cierto tiempo.
Agradecido anticipadamente si alguien tiene la amabilidad de leer esta humilde opinión.
No cabe duda de que el film comete ciertos excesos, algo enfática y un tanto cargada de retórica. Pero también goza de muchas virtudes, denuncia el cinismo y la hipocresía de una sociedad retrógrada y provinciana, ignorante y violenta. La manipulación de las gentes sencillas y los intereses de las clases altas para obtener un beneficio político y social. De charlatanes que les transmiten al pueblo lo que quieren escuchar, recetas sencillas y simplistas sobre el poder de la fe, con recetas demagógicas que suelen germinar cuando impera el desamparo, la miseria y la desesperación de un pueblo ignorante. Tales soflamas sirven para la religión igual que para la política, totalmente extrapolable al populismo que sufrimos actualmente, suele crecer en tiempos de crisis y desconcierto con soluciones radicales, excluyentes, utópicas y contraproducentes. Como buen drama no falta el odio por despecho, la venganza y el arrepentimiento redentor.
Tampoco falta en el film la historia de amor como motor de su trama, que protagonizan Elmer y la hermana Sharon (excelente Jean Simmons), llena de ambigüedades sobre las verdaderas creencias morales, de la realidad de las apariencias. Del amor pasional y carnal del primero al amor cristiano y espiritual de la segunda. Mención especial merece el periodista que sigue al circo ambulante en el que se convierte esta caravana de la iglesia evangelizadora, encarnado por un estupendo Arthur Kennedy, que recrea el anverso y la lucidez para desenmascarar tanto despropósito. Es como un notario que nos va desvelando las incongruencias y las imposturas de unos personajes mezquinos pero en el fondo humanos y vulnerables. Y en definitiva, el fuego como símbolo maléfico del infierno, pero también como catarsis liberador del fanatismo y la intolerancia, se trata de un film que no te deja indiferente, que te plantea dudas razonables y reflexiones morales y sociales sobre este tipo de fenómenos cada cierto tiempo.
Agradecido anticipadamente si alguien tiene la amabilidad de leer esta humilde opinión.
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