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La eternidad y un día

Drama Cuando a Alexander, un escritor griego, le quedan pocos días de vida, necesita resolver un dilema: morir como alguien ajeno a los demás o aprender a amarlos y a comprometerse con ellos. Elegida la segunda vía, lee las cartas de Anna, su esposa fallecida, y cierra su casa en la playa. Un día lluvioso, encuentra a alguien que le ofrece la oportunidad de cumplir su compromiso: un niño albanés al que ayuda a pasar la frontera mientras le ... [+]
Críticas 33
Críticas ordenadas por utilidad
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9
12 de diciembre de 2008
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una vez más el maestro Angelopoulos a partir de una línea argumental mínima construye una experiencia visual conmovedora. Partiendo de un escritor y sus últimas horas de vida, el director griego se hunde en un viaje a través de la memoria; a su vez exploración de la vida, indagación del tiempo y reflexión sobre el arte y su significación.
Suaves movimientos de cámara en extensos planos secuencia marcan los tiempos del cine de Angelopoulos, tiempos necesarios para indagar el mundo de los personajes, tiempos que nos sumergen en la escena y nos requieren todos los sentidos.
La escena siempre como metáfora visual, como elemento atemporal que recompone en un espacio idealizado los fragmentos del pasado. Largos travellings por una playa recobran vestigios de una felicidad ausentada, personajes cercanos, queridos y abandonados por el devenir, asisten con gracia a los caprichos de la recordación; esta frontera con la inmensidad del mar guarda trazos de presencias en todo material indiferente, evocación de la historia y profundidad de la pérdida.
La demarcación de fronteras es una constante del film: la frontera que el niño albanés no puede atravesar aparece difusa entre la niebla (en su cine, imagen constante que confunde la mirada y desentiende el paisaje); la playa; la vida y la muerte; la rambla donde las personas caminan por su límite y observan, al fondo los barcos, portadores del misterio de la existencia, arrancan la inocencia del horizonte y la finitud, adentrados, rumbo a los contornos de la imaginación.
Solo hacia el final estos territorios divisorios son franqueados; en soledad Alexander decide no ir al hospital, mientras el niño emprende el viaje hacia otros puertos; Nápoles y toda una vida.
Angelopoulos nos regala secuencias de un valor a contramano de las prácticas habituales del cine, nos adentra por un imaginario poético que requiere a cada instante el necesario exilio de la razón, en formas cinematográficas que como pocas utilizan la imagen y la representación como materia fundacional del arte, mecanismo productor de armonía y belleza que trasciende el ámbito cinematográfico estricto.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Por último mencionar la perdurable escena del ómnibus, vehículo del tiempo, comunión de los abordajes del film; final del viaje en que convergen lo efímero y lo eterno; la inocencia de la infancia; los ideales de la juventud y la reivindicación callejera; la nostalgia cansada de Alexander; la inmanente belleza de la música; las palabras, ecos de silencios prolongados que asedian a los indagadores del lenguaje; el poema que nunca finalizó,..... detrás de la agonía, aguarda agazapada la sombra de la eternidad............ en un día.
1
18 de abril de 2020
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
No soy sospechoso de no gustarme las películas lentas, me gusta mucho Bela Tarr, por ejemplo, y me embaulé su Satantango de 7 horas y media...

Pero esta es una tomadura de pelo. No se sabe de qué va y a dónde conduce, la historia del niño no entra ni con calzador, abundan las frases que se supone que son poesía pero no significan nada, Bruno Ganz hace lo que puede pero el personaje no da más de sí, la historia no emociona, no provoca ninguna empatía para bien ni para mal...

En fin, no caigan en la trampa y eviten este tostonazo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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¿Qué representa esa frontera albanesa? ¿Tipos encaramados a la valla para entrar o para salir, pero totalmente quietos? ¿Están muertos? Al final de la escena un tipo se baja...

El niño Sélim que está en la morgue, se supone que muerto, mueve la boca...
3
29 de julio de 2015
11 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un fraude, un aburrimiento, un tostón, un relato vacuo sobre un poeta viejo plagado e infectado de narcisismo. Soporífera historia de un hombre que no sabe ver más allá de su ombligo -no hay que olvidar las frases que le dice su propia madre o su mujer-. ¿Que tiene poesía? Conozco pocas películas que no tengan poesía. Angelopoulos quería hacer algo tan grande, lo tenía tan claro en su cabeza... el problema es que hay que tener un talento similar al peso de tus ideas, de lo contrario, quedan retratos como decía, vacuos, carentes de interés, aunque la idea sea buena, aunque hable y haya poesía, aunque ganara la Palma de Oro en Cannes, aún con todo eso a esta película le falta un inmenso talento. Otro de los grandes fallos es la falta de proximidad con el protagonista, la falta de calor, de empatía. Como lanza a favor decir que el actor hace bien de poeta narcisista que se cree indispensable. Siempre he pensado que si un poeta no es tal y como escribe nos está engañando, es hipocresía. Un poeta debe ser lo que escribe y el personaje que interpreta Ganz parece que, ni de lejos, es lo que escribe. Por eso, ni de lejos, me gusta esta película. No es falta de sensibilidad sensorial, sino un sentimiento crítico contra todo aquel que no da todo lo que tiene dentro.
10
22 de julio de 2013
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin duda, una película compleja, y difícil de abordar. Tiene momentos intensísimos, realmente emocionantes y que llevan a la reflexión.

Maravillosas interpretaciones, las de los protagonistas; así como el tratamiento del tiempo, o, más bien el de la memoria y los recuerdos. Lo que más me ha llamado la atención, es como el protagonista, desde su presente, ya de mayor, ha revivido momentos de su juventud, e incluso, más que revivirlos, los ha continuado allí donde los dejó, especialmente, con su esposa (recuerda al tiempo recobrado, de Proust). ¡La relación amor-ausencia con Anna también es digna de mención!

Porque en esa comunicación, que trasciende tiempo y espacio, y en la que ella no obtiene respuestas (o al menos, no se presentan al espectador las cartas de Alexandros a Anna); parece que la mujer le reproche su ausencia, una falta de existencia, el vivir solamente a través de su obra; e incluso, "resucitar" a la vida común mediante el fogonazo de una palabra desconocida...

Y también es muy curioso que no conozcamos el nombre del niño albano, a pesar de que, en un día, ha calado en la vida del protagonista mucho más que su propia hija y yerno, que aparecen fugazmente y además, para darle malas noticias...

El niño es cierto que es más concepto o idea que personaje, aunque hay cierta individualización, en mi opinión. Porque Alexandros lo salva a él de la redada policial (de acuerdo que se dio la ocasión, pero pasaron mil niños corriendo), y después lo rescata justamente a él de los traficantes... (ya se había encariñado mutuamente). Además, físicamente, creo que es el único niño rubio del grupo, y el más pequeño... (este aspecto también podría responder a una estética buscada).

Una vez más, fantástica fotografía (continua recordándome al Fellini más surrealista) y una destacable banda sonora; aspectos que pueden molestar al lector menos entusiasta de un cine pausado y metafórico, en que se deben desentrañar las metáforas, para alumbrar sugerencias en la misma película, y en toda la obra del director, ya que cada elemento forma parte de un todo, en que toma sentido.

Por la idiosincrasia de los films de este director, se puede llegar a "rellenar huecos" con las propias emociones del espectador, y en varios casos es muy sencillo llegar a una especie de catarsis o "comunión" con el personaje-concepto protagonista (como cuando el niño le sonríe por primera vez, agradeciéndole que le haya rescatado de la redada).

Pero desde luego, lo que más me ha cautivado ha sido el guión, simplemente excelente, plagado de lirismo y sutileza, especialmente las cartas de la esposa, ¡con una plenitud de significados y connotaciones asombrosos!

Además de todas las alusiones literarias (genial la historia del poeta griego-italiano en su labor, que muy bien hubiera podido ser tmb lexicográfica), históricas, crítica social, el tema de la identidad, las relaciones familiares, etc., esta película mantiene bastante conexiones con "Paisaje en la niebla", así como con otras películas de Angelopoulos,definiéndose así, un estilo propio de un director único a tener muy en cuenta.

El primer aspecto que llama la atención es que el protagonista se llama igual que el niño de "Paisaje en la niebla", Alexandros.

El periplo del niño albano se puede comparar al de los hermanos; así como la omnipresente niebla, en la 1a parte de "La eternidad y un día", hasta llegar al verdadero infierno de la frontera. Creo que el niño albano tmb comenta que al escapar de su país, llegó con los demás a una explanada, y pone en relevancia él mismo, que en ese terreno "no había árboles"; como sí lo hay en "Paisaje en la niebla". Vemos así como se oponen las situaciones, los paisajes, todo el simbolismo de estas obras.

En "La eternidad y un día", vuelve a aparecer el puerto; e incluso, los bares de carretera son muy similares a los de la otra película.

Como apunte literario, la metáfora del viaje vuelve a estar presente en esta película, hasta el último fotograma; y extrapolando un poco, me ha recordado al viaje de Ulises, que cree que su vida comenzará al llegar a Ítaca; y no, la vida es el día a día, como acertadamente y bellamente define Anna, cada momento, cada instante es, a la vez, "la eternidad y un día", iluminador oxímoron a tener muy en cuenta.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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Las imágenes del principio, de los niños escapándose a la playa, recuerdan mucho a "Muerte en Venecia", de Visconti, sobre todo, esa luz tenue, amarillenta y rosácea.... es preciosa esa casa, con la terraza en la playa.

En "La eternidad y un día", la canción del niño (antes de llegar a la frontera) y la retahíla de palabras final podría evocar en cierto modo, la cantinela de "Fellini 8 1/2".

Aunque el final, me ha parecido demasiado "conceptista" (nunca mejor dicho! Me ha hecho mucha gracia la "venta de palabras", y ¡el poeta decimonónico podría haber sido tmb lexicógrafo!
7
31 de julio de 2012
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
A la película le cuesta arrancar, camina sus primeros metros bajo una pesadumbre ambiental, con pies de plomo, sin nada que contar, sin cebo para el espectador. Durante los primeros 25 minutos la cinta es un ataúd camino de la fosa, pero es ahí cuando comienza a remontar, cuando el personaje principal deja de ser un islote rocoso para hacerse más humano, profundamente humano, para desgranarse y exhibirse en carne viva, cuando los diálogos atizan el lirismo en las frases, cuando la música afila los recuerdos y las añoranzas, cuando la vida se hace más sensible y palpitante ante la muerte. Así es ‘La eternidad y un día’ un filme griego sobre el último día de un poeta que se lanza al mundo para encontrarse (las soledades se atraen como imanes) a un pequeño inmigrante albano que se gana la vida limpiando parabrisas en los semáforos y con el que conectará de una forma muy sentimental amparados quizás en una mutua condescendencia. Y es en este ocaso de la vida cuando el viejo Alexandre redescubre las ansias de vivir. Con su nuevo amigo cogido de la mano, el viejo poeta rememorará un flash back tras otro, momentos de su infancia y de su juventud, recorrerá con sigilo las sendas del pasado y se detendrá en ese poeta que viniendo del exilio y sin conocer el idioma comenzó a comprar palabras a los habitantes para componer un poema en esa lengua extraña, una anécdota de especial trascendencia para la película

Angelopoulos logra una profunda introspección en el personaje, en su mente, en su vida y en su muerte, en un recorrido completo que aflora con una secreta empatía hacia el mismo, un apego difícil de soltar una vez se ha soldado al alma.

Para los ansiosos habrá que advertir que la película fluye muy lentamente, el propio mecanismo de la película requiere de cierta parsimonia y los que no conecten (ya digo que a mi me costó 25 minutos) se desesperarán. De hecho, pese a sus virtudes técnicas, uno de sus defectos recae en la repetición de los recursos fílmicos que utiliza para emocionar o conectar. Por un lado, la película es una concatenación de planos-secuencia, medidos, precisos, perfilados de una forma aritmética y que incluso cuidan detalles tan complejos como la simetría, pero al fin y al cabo sólo hay un recurso para hacer avanzar la película, y por muy bien realizados que estén esto le confiere cierta pobreza técnica, los mismo ocurre con la profundidad de campo, la cámara se muestra magistral recogiendo confines, pero es que el recurso de recoger la escena a través de un espejo, o de saltarse una ventana para adentrarse en el mar los repite varias veces a lo largo del metraje. También fabrica de una forma magistral (emponzoñando el alma de ternura) los paisajes urbanos de Tesalónica, pero todos son lluviosos, con las luces difusas a través de los cristales, con el mar blandiendo sus olas. Todo lo hace con un lirismo acongojante, pero todo lo repite, es pobre en recursos.

Su capacidad de conmover y serenar ofrece un buen refugio para una noche lluviosa, una película que en determinados estados emocionales puede atraparte.

http://palomitasconchoco.wordpress.com
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