El valle oscuro
6.1
1,638
Western. Drama. Aventuras
Los Alpes austríacos, mediados del siglo XIX. Poco antes de que comience el duro invierno, un forastero llega a caballo hasta un aislado pueblo de las montañas. Aparece con su cámara fotográfica, viene desde la lejana y mítica América de los indios y cowboys y se hace llamar Greider, pero nadie sabe quién es ni qué ha venido a buscar a un rincón perdido entre las nieves. La violencia flota en el aire en este pueblo de leñadores, ... [+]
8 de diciembre de 2015
8 de diciembre de 2015
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
EL VALLE OSCURO
EL PECADO ORIGINAL
Generalmente en la raíz de toda buena película, en su subtexto, se encuentra algún mito conocido. Mis esfuerzos de lectura de toda película, se inclinan, con frecuencia, a descubrir cuál es ese mito subyacente. En ocasiones es evidente, en muchas otras no es tan fácil, y es necesario abordar la lectura desde otra perspectiva. En el caso de EL VALLE OSCURO me permito proponer la idea de “el pecado original”; veamos por qué.
En primer lugar debo decir que es esta una película lacónica, de pocas palabras; la forma narrativa es escueta, y especialmente visual (la cantidad de diálogos no sobrepasan unas cuantas páginas) es decir debemos deducir la fábula progresivamente, en la medida en que la película nos va suministrando la información. De este modo logra mantener y alimentar nuestro interés y así mismo nuestra atención, incrementándolo con el desarrollo narrativo. Una razón posible de esta forma narrativa se anuncia al principio. Al empezar la película la narradora nos dice que “hay cosas terribles, que sabemos, pero que es mejor no decir”. Y al final sabremos qué es aquello tan terrible. Se trata de lo que yo llamaría “nuestro pecado de origen”. Greider ha regresado para realizar una escena trágica: matar a sus medio hermanos, y a su propio padre. Al final, cuando Greider se dispone a hacerlo, y nosotros, espectadores asombrados e irritados, comprendemos la razón de su venganza, le damos a Greider nuestra venia, y asistimos complacidos al acto de justicia. Incluso, el propio padre, en acto, quizá de conciencia de su pecado, acepta sin resistencia su muerte. De este modo, nos priva un poco del placer de la venganza, y queda solo como frío acto de justicia. Se convierte solo en algo que no nos agrada, pero que debe hacerse. Es el fatum humano, que significa al mismo tiempo, destino y fatalidad.
El dilema de Greider (equivalente al drama de Hamlet de “ser o no ser”) Le coloca en el trance de actuar, al mismo tiempo, como juez, verdugo y víctima. El pecado cometido por su padre (la violación de su madre) de la cual, él es la prueba. Lo colocan en el centro de la tragedia. Greider es el hijo del pecado, es el pecado mismo. Y Greider se enfrenta al dilema moral de su propia existencia. Matar a su padre y hermanos es, (asusta solo pensarlo) es una venganza necesaria, una obligación moral. Al hacerlo, Greider se mata a sí mismo. Cuando digo esto pienso inmediatamente en los suicidas; es factible pensar que todo suicida, en algún momento, se dice a sí mismo: ”Yo no debería vivir”. Y, acaso, al terminar la película, en el fondo de nosotros mismos, no se acomoda la idea de que seres como el padre de Greider y sus malvados hijos no deberían existir?
Jorge A. Grisales
EL PECADO ORIGINAL
Generalmente en la raíz de toda buena película, en su subtexto, se encuentra algún mito conocido. Mis esfuerzos de lectura de toda película, se inclinan, con frecuencia, a descubrir cuál es ese mito subyacente. En ocasiones es evidente, en muchas otras no es tan fácil, y es necesario abordar la lectura desde otra perspectiva. En el caso de EL VALLE OSCURO me permito proponer la idea de “el pecado original”; veamos por qué.
En primer lugar debo decir que es esta una película lacónica, de pocas palabras; la forma narrativa es escueta, y especialmente visual (la cantidad de diálogos no sobrepasan unas cuantas páginas) es decir debemos deducir la fábula progresivamente, en la medida en que la película nos va suministrando la información. De este modo logra mantener y alimentar nuestro interés y así mismo nuestra atención, incrementándolo con el desarrollo narrativo. Una razón posible de esta forma narrativa se anuncia al principio. Al empezar la película la narradora nos dice que “hay cosas terribles, que sabemos, pero que es mejor no decir”. Y al final sabremos qué es aquello tan terrible. Se trata de lo que yo llamaría “nuestro pecado de origen”. Greider ha regresado para realizar una escena trágica: matar a sus medio hermanos, y a su propio padre. Al final, cuando Greider se dispone a hacerlo, y nosotros, espectadores asombrados e irritados, comprendemos la razón de su venganza, le damos a Greider nuestra venia, y asistimos complacidos al acto de justicia. Incluso, el propio padre, en acto, quizá de conciencia de su pecado, acepta sin resistencia su muerte. De este modo, nos priva un poco del placer de la venganza, y queda solo como frío acto de justicia. Se convierte solo en algo que no nos agrada, pero que debe hacerse. Es el fatum humano, que significa al mismo tiempo, destino y fatalidad.
El dilema de Greider (equivalente al drama de Hamlet de “ser o no ser”) Le coloca en el trance de actuar, al mismo tiempo, como juez, verdugo y víctima. El pecado cometido por su padre (la violación de su madre) de la cual, él es la prueba. Lo colocan en el centro de la tragedia. Greider es el hijo del pecado, es el pecado mismo. Y Greider se enfrenta al dilema moral de su propia existencia. Matar a su padre y hermanos es, (asusta solo pensarlo) es una venganza necesaria, una obligación moral. Al hacerlo, Greider se mata a sí mismo. Cuando digo esto pienso inmediatamente en los suicidas; es factible pensar que todo suicida, en algún momento, se dice a sí mismo: ”Yo no debería vivir”. Y, acaso, al terminar la película, en el fondo de nosotros mismos, no se acomoda la idea de que seres como el padre de Greider y sus malvados hijos no deberían existir?
Jorge A. Grisales
18 de noviembre de 2016
18 de noviembre de 2016
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Películas sobre venganzas e injusticias hay tantas que se pueden clasificar como género. Pero normalmente suelen quedarse en lo superficial. Quién no se acuerda de "Me llamo Íñigo Montoya, tú mataste a mi padre preparaté a morir"(La Princesa Prometida), o "Los malos no mueren así, porque Dios parece protegerlos para hacerlos instrumentos de sus venganzas"(El Conde de Montecristo), o "Lo que me falta es compasión, perdón y piedad; no racionalidad"(Kill Bill vol.1). En éstos como en otros muchos films (gran parte de ellos westerns o pelis de terror) la venganza se pinta como una reacción destructiva con más o menos caos, destrucción y en ocasiones hasta elegancia. Es decir, tú matas a mi X o me haces Y y yo te mato a ti y a todo el que se ponga en mi camino. Vale, hay que reconocer que la venganza tiene algo de atractivo,algo que siempre te hace empatizar con el vengador, seguramente porque encarna todo lo que uno haría y lo que muy pocos se atreverían a hacer. Y aquí es donde encuentro realmente original y altamente empatizante esta cinta tan poco conocida.
Cuando digo empatizante no hablo del protagonista que desde que entra al pueblo sabes que la va a liar y bien, sabes que va a romper la rutina, la cotidianiedad, la norma, lo establecido...hablo del pueblo en sí, de la sociedad en la que irrumpe el vengador. Se trata de la sociedad del miedo patente en todas las etapas de la humanidad en más o menos medida, la ley de la minoría cruel y feroz contra una mayoría desvalida y sin iniciativa. Un mayoría que asume la norma por terrible e injusta que parezca, una mayoría que se inclina ante el déspota, el torturador, el que humilla y el que recuerda constantemente dónde está el lugar de cada uno. Un miedo que se hace patente no solo en las caras de todos los aldeanos, forzadas en un apatismo que ocultan el terror a mostrar casi cualquier emoción, sino que ese miedo parece aflorar en sus ropas grises y sobrias, en las construcciones prácticas pero carentes de cualquier rasgo personal o artístico y en la naturaleza gris al principio y de extrema dureza blanca conforme se va viendo la esencia y los efectos de tal tiranía y crueldad.
Se podría decir que aunque se centra en una etapa concreta, por cierto, magistralmente ambientada, se podría extrapolar esa sociedad a cualquiera en la que la mayoría se acostumbra al dolor cotidiano, a la justa injusticia porque es lo que toca, a saber callar y a no hablar de más, porque aquel que se atreve a ir contra la norma por muy injusta que ésta sea se encontrará solo ante las consecuencias. Incluso como se muestra en esta película aparecen individuos que sin ser el origen de tal mal lo apoyan o hasta sacan beneficio de él.
Sin hacer mucho spoiler diré que la combinación del gran tirano + el vengador(el diferente, el que más allá del interés personal intenta hacer algo por el bien común a su manera)+ la mayoría del pueblo, todos en la misma casa genera una sensación de inmensa soledad que se podría llevar a nuestros días.
Por último quedarme con esta gran frase de la narradora y que resume un poco todo lo dicho anteriormente:
"La libertad es un regalo que no todo el mundo recibe de buen grado"
Cuando digo empatizante no hablo del protagonista que desde que entra al pueblo sabes que la va a liar y bien, sabes que va a romper la rutina, la cotidianiedad, la norma, lo establecido...hablo del pueblo en sí, de la sociedad en la que irrumpe el vengador. Se trata de la sociedad del miedo patente en todas las etapas de la humanidad en más o menos medida, la ley de la minoría cruel y feroz contra una mayoría desvalida y sin iniciativa. Un mayoría que asume la norma por terrible e injusta que parezca, una mayoría que se inclina ante el déspota, el torturador, el que humilla y el que recuerda constantemente dónde está el lugar de cada uno. Un miedo que se hace patente no solo en las caras de todos los aldeanos, forzadas en un apatismo que ocultan el terror a mostrar casi cualquier emoción, sino que ese miedo parece aflorar en sus ropas grises y sobrias, en las construcciones prácticas pero carentes de cualquier rasgo personal o artístico y en la naturaleza gris al principio y de extrema dureza blanca conforme se va viendo la esencia y los efectos de tal tiranía y crueldad.
Se podría decir que aunque se centra en una etapa concreta, por cierto, magistralmente ambientada, se podría extrapolar esa sociedad a cualquiera en la que la mayoría se acostumbra al dolor cotidiano, a la justa injusticia porque es lo que toca, a saber callar y a no hablar de más, porque aquel que se atreve a ir contra la norma por muy injusta que ésta sea se encontrará solo ante las consecuencias. Incluso como se muestra en esta película aparecen individuos que sin ser el origen de tal mal lo apoyan o hasta sacan beneficio de él.
Sin hacer mucho spoiler diré que la combinación del gran tirano + el vengador(el diferente, el que más allá del interés personal intenta hacer algo por el bien común a su manera)+ la mayoría del pueblo, todos en la misma casa genera una sensación de inmensa soledad que se podría llevar a nuestros días.
Por último quedarme con esta gran frase de la narradora y que resume un poco todo lo dicho anteriormente:
"La libertad es un regalo que no todo el mundo recibe de buen grado"
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Decir que el alter ego del protagonista, fotógrafo errante, cumple en mi opinión una venganza muy sutil ante los ciudadanos y es la de recordar con sus rostros el miedo que les hizo callar y levantarse contra sus torturadores(los de sus padres y el pueblo en general). Ver retratos de los créditos... sin desperdicio.
1 de diciembre de 2016
1 de diciembre de 2016
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Escribía hace poco, a propósito de Bone Tomahawk, que el western goza de una mala salud de hierro. Ahora nos llega esta curiosa variante, que transcurre en los Alpes austríacos a finales del XIX. Y es un western. Con todas las de la ley. A un remoto valle aislado por la nieve y la orografía llega un desconocido. En ese valle gobiernan a su capricho los Brenner, un padre y varios hijos a cual más brutal. Una de sus normas es que el patriarca se pasa por la piedra a todas las mujeres el día de su boda, quieran o no. Resistirse equivale a una muerte atroz. El misterioso forastero plantará cara a la banda...
No cabe duda de que Prochaska ha visto muchos westerns. Aunque estemos en Austria, podría ser Dodge City o Tombstone. La ropa, los caballos, el sonido de las espuelas, las armas, todo remite al universo de John Ford... y de Sam Peckinpah, homenajeado abiertamente en el tiroteo final, como mandan los cánones. Se trata de una película casi monocolor. En ningún momento se atisba el cielo, todo es blanco y gris, ni un rayo de sol penetra en ese mundo encerrado en sí mismo. Los diálogos son parcos, escasos. Las miradas se encargan de transmitir los sentimientos, casi siempre ocultos y/o reprimidos. Sam Riley, actor inglés, interpreta adecuadamente a ese Hombre sin Nombre que aparece de la nada para reclamar su venganza. Los demás intérpretes parecen recién salidos de una cinta de Henry Hathaway o Raoul Walsh. Un ejercicio de metamorfosis sorprendente, en uno más de los títulos que poco a poco conforman el western del siglo XXI, anclado en el pasado pero con ansias de futuro. El valle oscuro es extraña y anómala. Todo fan del género debía verla y paladearla.
No cabe duda de que Prochaska ha visto muchos westerns. Aunque estemos en Austria, podría ser Dodge City o Tombstone. La ropa, los caballos, el sonido de las espuelas, las armas, todo remite al universo de John Ford... y de Sam Peckinpah, homenajeado abiertamente en el tiroteo final, como mandan los cánones. Se trata de una película casi monocolor. En ningún momento se atisba el cielo, todo es blanco y gris, ni un rayo de sol penetra en ese mundo encerrado en sí mismo. Los diálogos son parcos, escasos. Las miradas se encargan de transmitir los sentimientos, casi siempre ocultos y/o reprimidos. Sam Riley, actor inglés, interpreta adecuadamente a ese Hombre sin Nombre que aparece de la nada para reclamar su venganza. Los demás intérpretes parecen recién salidos de una cinta de Henry Hathaway o Raoul Walsh. Un ejercicio de metamorfosis sorprendente, en uno más de los títulos que poco a poco conforman el western del siglo XXI, anclado en el pasado pero con ansias de futuro. El valle oscuro es extraña y anómala. Todo fan del género debía verla y paladearla.
17 de enero de 2016
17 de enero de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
'The Dark Valley' (2014) es lo que todo amante del western pide, o al menos hasta su inadecuado desenlace. Historia clásica de venganza, pero con un envoltorio de nivel. Gracias a la modélica fotografía y a su envolvente música, la película te traslada al inhóspito y nevado lugar donde se desarrollan los hechos. Tiene un gran ambiente, pero llega el final, y algo chirría. Es en su forma de realizarse lo que no concuerda para nada con la esencia de lo mostrado en pantalla. Aún con esas, se deja disfrutar, y se pasa un rato agradable, o no, porque se trata de un relato frío, duro y violento.
11 de julio de 2016
11 de julio de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película distinta, al principio me costó meterme en ella, empieza algo lenta. Pero despues crece y mucho esa ambientación y esa musica me atraparon.
Buena historia, muy bien ambientada, ese reloj que nos recuerda a solo ante el peligro. Buena historia y como dicen en la película La libertad es un regalo que todo el mundo no coje con agrado y mas cuando llevamos mucho tiempo padeciendo, sufriendo. Buen western, muy recomendable. Un placer.
Buena historia, muy bien ambientada, ese reloj que nos recuerda a solo ante el peligro. Buena historia y como dicen en la película La libertad es un regalo que todo el mundo no coje con agrado y mas cuando llevamos mucho tiempo padeciendo, sufriendo. Buen western, muy recomendable. Un placer.
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