Bad vegan está encarada como el resto de los documentales actuales de Netflix: montaje/edición clásicas de documental y una trama copia-pega de las demás tramas documentales. Esto es: mujer conoce hombre turbio y todo mal (Los peores vecinos del mundo, El estafador de Tinder y ahora Bad Vegan).

Por otra parte, el desarrollo del guión cada vez elude más cualquier giro sorpresivo. Al tratarse siempre de la misma historia de base, todo deviene monótono, previsible y plano. Plano especialmente, porque el montaje de las imágenes oscila entre fotos sueltas y recreaciones actorales pasajeras: lo siento, pero se nota demasiado la prioridad del relato por sobre lo visual. Para eso nos leemos un libro.

Por último, la frutilla del postre. Más pronto que tarde, Netflix debería clasificar estos productos como "Mockumentarys". Documentales falsos o ficcionados. Historias ficticias o libremente traspoladas al medio audiovisual: ¿inmortalidad para un perro? ¿Un protagonista con vida oscura, agente de inteligencia, partícipe en guerras y códigos sectarios? ¿Una víctima que duda sobre la veracidad de su relato y le gusta que la llame reina en un ascenso espiritual sobre transmutación del alma? Todos los protagonistas tienen por arriba de los 25 años, la víctima principal solo sabe hablar en lenguaje emocional y el tono general de la obra parece orientado o salido directamente de la mente de un menor de edad.

Ya, ya, que no hay por donde tragarse esto.