The Wound
2017 

6.2
680
Drama
Como cada año, Xolani, obrero solitario, participa junto a otros hombres de su comunidad en un rito iniciático tradicional para jóvenes que están en los últimos años de la adolescencia: serán circuncidados y luego “preparados” para la vida de un hombre de verdad. Kwanda, procedente de una familia acomodada de Johannesburgo y tutelado por Xolani, recibe las burlas de sus compañeros por ser de ciudad y demasiado sensible. Cuando Kwanda ... [+]
18 de junio de 2021
18 de junio de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cine de “otras latitudes” que nos descubre una realidad cultural muy distante… sin embargo, el fondo de lo que cuenta no nos pilla tan lejos, ni nos resulta tan ajeno como podría parecer.
Aborda la homosexualidad en un contexto de masculinidad muy reglamentada y tradicional como es el de la etnia Xhosa de Sudáfrica y los ritos iniciáticos de sus jóvenes (muy divulgativa y bien traída descripción semi-documental), que marcan el paso a la edad adulta, a ser un hombre hecho y derecho. El acercamiento del director a todo esto prescinde de cualquier exotismo de pacotilla, con una inestable cámara al hombro como único testigo de los hechos que retrata, con un seco feísmo formal que prescinde incluso de música, confiándolo todo a los jóvenes intérpretes y al guion.
Toca además cuestiones de clase social (campo frente a ciudad, ricos y pobres) y de diferencias generacionales en cuanto a mentalidad, amén de insinuar unas circunstancias propias del país, como el recelo de estas etnias frente a la población blanca, o el comprensible papel identitario que desempeñan ciertas costumbres ancestrales ante la modernidad cada vez más invasiva (y aún así quedan retratadas unas prácticas indudablemente rancias y cafres).
Aborda la homosexualidad en un contexto de masculinidad muy reglamentada y tradicional como es el de la etnia Xhosa de Sudáfrica y los ritos iniciáticos de sus jóvenes (muy divulgativa y bien traída descripción semi-documental), que marcan el paso a la edad adulta, a ser un hombre hecho y derecho. El acercamiento del director a todo esto prescinde de cualquier exotismo de pacotilla, con una inestable cámara al hombro como único testigo de los hechos que retrata, con un seco feísmo formal que prescinde incluso de música, confiándolo todo a los jóvenes intérpretes y al guion.
Toca además cuestiones de clase social (campo frente a ciudad, ricos y pobres) y de diferencias generacionales en cuanto a mentalidad, amén de insinuar unas circunstancias propias del país, como el recelo de estas etnias frente a la población blanca, o el comprensible papel identitario que desempeñan ciertas costumbres ancestrales ante la modernidad cada vez más invasiva (y aún así quedan retratadas unas prácticas indudablemente rancias y cafres).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La contradicción entre esta exhibición pública de hombría y los auténticos sentimientos de quienes deberían ser el modelo a imitar (como los dos protagonistas, con su doble vida) dará como resultado, con la llegada de un nuevo adepto urbanita y sensible a uno de estos grupos “de iniciación”, a un tenso juego triangular de suspicacias que lo cambiará todo y hará tambalearse los frágiles cimientos de lo que antes fue sólido.
El héroe de esta historia vive una mentira, atrapado en un círculo vicioso en toda regla; el final es un “viva las cadenas” de manual, aferrarse a una relación desde luego poco igualitaria y sí muy basada en roles de poder (típicos, al fin y al cabo, de ese “ser un hombre”), asumir, en definitiva, una forma tóxica de amar… Una vez más, nosotros mismos somos nuestro peor enemigo y no el otro; viva los santos cojones del director para mostrar algo así y no una fotografía buenista y fácilmente exportable de buenos y malos. Así pues, la “herida” del título es tanto la física (la brutal circuncisión que sufren los “iniciados”) como la interna de quien vive un auténtico purgatorio en vida.
El héroe de esta historia vive una mentira, atrapado en un círculo vicioso en toda regla; el final es un “viva las cadenas” de manual, aferrarse a una relación desde luego poco igualitaria y sí muy basada en roles de poder (típicos, al fin y al cabo, de ese “ser un hombre”), asumir, en definitiva, una forma tóxica de amar… Una vez más, nosotros mismos somos nuestro peor enemigo y no el otro; viva los santos cojones del director para mostrar algo así y no una fotografía buenista y fácilmente exportable de buenos y malos. Así pues, la “herida” del título es tanto la física (la brutal circuncisión que sufren los “iniciados”) como la interna de quien vive un auténtico purgatorio en vida.
12 de diciembre de 2017
12 de diciembre de 2017
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Si bien el título nos resulta familiar, esta herida no habla el mismo idioma que la que nos presentó Fernando Franco en su magnífica película de 2013, tampoco presenta los mismos síntomas, ni marcará las mismas cicatrices. Son ambas, en cambio, instrumentos capaces de incomodar desde el sufrimiento para aportar visiones desgarradoras de realidades que difícilmente alcanzamos a ver, a pesar de necesitar –como muchas otras- ser señaladas y comprendidas. En La herida (Inxeba, 2017) del debutante John Trengove reconocemos con facilidad la relación literal del título con el hilo argumental basado en el daño físico de una tradición tribal, pero sus poliédricos personajes nos transportarán rápidamente hacia un plano más íntimo, conflictivo e implacable donde estas tradiciones comunales quedan enfrentadas a la individualidad, generando una disputa observada en este caso bajo un prisma de incesante tensión que ya ha sido alabado en festivales como los de Londres o Sundance, alzándose además con el galardón a Mejor largometraje en el festival Cinema Jove de Valencia, y transformándose sin mucha dificultad en una clara apuesta al Oscar de habla no inglesa por su perspectiva LGTBI en territorios que aún persiguen de forma errónea a las personas por sus sentimientos.
A lo largo del metraje sus imágenes (en ocasiones planos de importante contundencia) son capaces de sustentar el drama ante la deliberada escasez de diálogo categórico. Su introducción muestra cómo Xolani, un trabajador de almacén interpretado de manera fascinante por el cantante Nakhane Touré, viaja anualmente a las montañas con el pretexto de ejercer como “tutor” de jóvenes guiados hacia su masculinidad a través del rito de la circuncisión, conocido como Ulwaluko por la comunidad Xhosa sudafricana. Este año su “iniciado” será Kwanda (Niza Jay Ncoyini), un chico de ciudad considerado demasiado débil por su padre y ninguneado por sus compañeros de rito debido a su estatus elevado. Poco importan los primeros días de cuidados tras la herida de la “masculinidad”, pues un fogonazo de pasión entre Xolani y su amigo de la infancia Vija (Bongile Mantsai) delata las verdaderas intenciones de su peregrinaje y nos adentra de forma vehemente en el acto principal de la película, momento en el que se desarrolla su verdadero propósito de mostrar la sexualidad como eje central en su reflexión sobre la identidad cultural e individual en una sociedad donde la homosexualidad es calificada como síntoma de debilidad, y el adoctrinando en la represión social es utilizado como artefacto de contención y perpetuidad de dicho status quo de brutalidad comunal.
En el plano técnico, Trengove logra captar al espectador dotando de naturalidad un relato muy personal que podría haber resultado lejano en otras culturas siendo entendido desde un punto de vista más antropológico que dramático. Influyen también en su favor factores como su tendencia al acercamiento de cuestiones de lenguaje universal marcadas en la identidad o el conflicto generacional. A través de una dirección explícita, tajante, aunque con momentos cálidos y de cuidada belleza fotográfica, el joven director maneja la cortante tensión reflejada en el lenguaje corporal del trípode protagonista para puntualizar comportamientos violentos ante la opresión, expresiones de intimidad nutridas por la rabia y el dolor de esconder sus propios sentimientos que desembocan en un aplastante desenlace donde la furia se transforma en metáfora.
Lo mejor: su solvencia narrativa abordando conflictos entre tradición, identidad y persecución desde una mirada sencilla aunque contundente.
Lo peor: su drama racial entorno a la homosexualidad puede llevar a parte del público a identificarla demasiado rápido con Moonlight, dejándola eclipsada.
CarlosDL - http://redrumblogdecine.com/
A lo largo del metraje sus imágenes (en ocasiones planos de importante contundencia) son capaces de sustentar el drama ante la deliberada escasez de diálogo categórico. Su introducción muestra cómo Xolani, un trabajador de almacén interpretado de manera fascinante por el cantante Nakhane Touré, viaja anualmente a las montañas con el pretexto de ejercer como “tutor” de jóvenes guiados hacia su masculinidad a través del rito de la circuncisión, conocido como Ulwaluko por la comunidad Xhosa sudafricana. Este año su “iniciado” será Kwanda (Niza Jay Ncoyini), un chico de ciudad considerado demasiado débil por su padre y ninguneado por sus compañeros de rito debido a su estatus elevado. Poco importan los primeros días de cuidados tras la herida de la “masculinidad”, pues un fogonazo de pasión entre Xolani y su amigo de la infancia Vija (Bongile Mantsai) delata las verdaderas intenciones de su peregrinaje y nos adentra de forma vehemente en el acto principal de la película, momento en el que se desarrolla su verdadero propósito de mostrar la sexualidad como eje central en su reflexión sobre la identidad cultural e individual en una sociedad donde la homosexualidad es calificada como síntoma de debilidad, y el adoctrinando en la represión social es utilizado como artefacto de contención y perpetuidad de dicho status quo de brutalidad comunal.
En el plano técnico, Trengove logra captar al espectador dotando de naturalidad un relato muy personal que podría haber resultado lejano en otras culturas siendo entendido desde un punto de vista más antropológico que dramático. Influyen también en su favor factores como su tendencia al acercamiento de cuestiones de lenguaje universal marcadas en la identidad o el conflicto generacional. A través de una dirección explícita, tajante, aunque con momentos cálidos y de cuidada belleza fotográfica, el joven director maneja la cortante tensión reflejada en el lenguaje corporal del trípode protagonista para puntualizar comportamientos violentos ante la opresión, expresiones de intimidad nutridas por la rabia y el dolor de esconder sus propios sentimientos que desembocan en un aplastante desenlace donde la furia se transforma en metáfora.
Lo mejor: su solvencia narrativa abordando conflictos entre tradición, identidad y persecución desde una mirada sencilla aunque contundente.
Lo peor: su drama racial entorno a la homosexualidad puede llevar a parte del público a identificarla demasiado rápido con Moonlight, dejándola eclipsada.
CarlosDL - http://redrumblogdecine.com/
17 de diciembre de 2017
17 de diciembre de 2017
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Y no puede ser mas diferente. No es una obra maestra, ni es bella, ni muestra paisajes espectaculares, ni tiene un guión con grandes frases, ni esta adornada con una gran banda sonora, pero ni falta que hace, es una película necesaria y valiente. Es un drama que también transcurre en Africa, pero con una mirada mucho mas realista, nos muestra a una comunidad negra que mantiene unas tradiciones estúpidas y que tienen por objetivo convertir a los chicos en hombres de verdad como si fueran sementales. La tradición frente a la razón y la modernidad. Teniendo en cuenta que Sudáfrica es el país mas moderno de Africa ¿como será el resto del continente? negro no negrísimo.
18 de diciembre de 2017
18 de diciembre de 2017
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La Herida emociona sin duda, aunque eso no impide advertir la distancia que el autor toma respecto de la historia que narra. Es una peli con detalles muy inteligentes (veanse el encadenamiento de la dos primeras secuencias y también la imagen final) que plantea cómo la ingenuidad y la osadía inherentes a la juventud que puede acceder a la cultura y al cultivo de la tolerancia, chocan terriblemente con las tradiciones profundamente arraigadas en los pueblos que persisten en no renovarlas y en no reconocer sus contradicciones a pesar de que éstas afecten directamente a algunos de sus valedores.
19 de febrero de 2018
19 de febrero de 2018
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Intensa y diferente la visión que el director busca en esta cinta. La mezcla, explosiva y penetrante, juega con la agudeza interpretativa para subrayar con los giros del guion una realidad en el más osco y agreste de los escenarios, hasta el punto de que la trama intensifica el resultado final. La visión, aunque pueda parecer baladí, es directa aguda y certera. Las interpretaciones son veristas y vivas. La elección de los planos secuencia, en movimiento siempre la cámara juegan un punto a favor en la credibilidad de lo expuesto. La contención de los sentimientos que el guion busca es un punto a favor para esa anagnórisis final, no deja indiferente y cierra el círculo de la trama. Ejemplificante la historia que vive de mudar las almas de los escondidos, que busca pinchar en los sentimientos, despertar la rabia sin que por ello se alarde de la desgracia ajena.
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