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Pat Garrett y Billy el Niño

Western. Drama William Bonney era conocido por todos como "Billy el Niño". Estando encarcelado en Lincoln, después de ser condenado a morir en la horca, llega a sus manos un colt 44, con el que intimida a los guardianes y consigue huir a México. El sheriff Pat Garrett, que en otros tiempos cabalgó junto a él, será el encargado de darle caza. (FILMAFFINITY)
Críticas 71
Críticas ordenadas por utilidad
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8
16 de marzo de 2008
30 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
De no existir cineastas como Penn, Huston o el propio Peckinpah, habría que inventarlos. Ser fiel a un estilo definido esquivando convencionalismos y servidumbres no debe resultar nada fácil en un mundo tan crematístico como el de la industria cinematográfica.

Sin embargo, el viejo Sam siempre tuvo muy claro como entretener a su público sin renunciar jamás a su discurso, a su peculiar manera de contar historias. Historias impregnadas de plomo, whisky, tabaco y putas. Historias de antihéroes, de perdedores, de hombres y mujeres que arrastran un amargo lastre vital, que luchan por sobrevivir en un mundo agonizante, terminal, extemporáneo.

En esta ocasión Peckinpah retoma una vieja leyenda del western, la de Pat Garrett y Billy el niño, dos fantasmas del pasado, dos antagónicas perspectivas sobre cómo y por cuánto tiempo se puede sobrevivir más allá de Rio Grande.

Peckinpah aúna como sólo él es capaz de hacerlo conceptos como la violencia, el sexo y la amoralidad con una extraordinaria definición psicológica de sus protagonistas empleando para ello un telón de fondo elegíaco incomparable. Aunque, claro está, Bob Dylan tambien pone de su parte. Una verdadera gozada. Palabra.
7
25 de noviembre de 2005
34 de 48 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nos hacemos viejos a un ritmo tan acelerado que hay días en que noto que me pitan las orejas.
Y lo peor es que envejecer parece que no sólo es un proceso de decadencia física sino tambien moral: nuestros valores y prioridades vitales cambian (normalmente a peor) y pasamos cada vez menos horas con los amigos y más horas currando.

Esto debe ser especialmente frustrante si tu curro es como el de Pat Garrett, que consiste básicamenete en encarcelar y/o ejecutar a sus viejos amigos, y el pobre tiene que pasarse la peli cargándose a los que fueron sus compañeros de fechorías de juventud... pero el tío lo lleva bien, pocos cheriffs más chulos que él he visto en mi vida.
Aunque bueno, en realidad todos los pistoleros de Sam Peckinpah son más duros que los croasans del Mercadona:
Todos y cada uno de ellos son flemáticos machos alfa capaces de beber whisky sin hielo ni cocacola.
Hablan poco y sin acalorarse.
A penas ríen ni lloran.
Su máxima expresividad consiste en poner caras de asco o ofrecer irónicas sonrisas de complicidad a sus enemigos.
A menudo están matando a tiros a sus coleguillas de toda la vida y sin embargo lo hacen a desgana, sin pasión alguna, ajusticiando con honor y virilidad pero con menos entusiasmo que un funcionario administrativo grapando un formulario.

Vamos, que el espectador se acabaría aburriendo si no fuese a) porque los tipos tan duros fascinan de tan hijoputas que son, b) porque en cada fotograma de esta peli hay más belleza plástica que en una docena de galerías de arte contemporaneo y c) porque sale el Bob Dylan, que es un puto crack y además pone la música (lo del knock knock knockin' on heaven's door).

Nota: notable.
7
7 de febrero de 2009
29 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me viene a la mente cierto pensador decimonónico lanzando objeciones -busco el término exacto y ahora vengo...- fisiológicas a la música de un compositor. “Fisiológicas”; eso pone en el libro consultado. No mencionó fórmulas estéticas preconcebidas, habló del ritmo y de cómo debe afectar a la sangre.

De alguna forma, creo, al referirnos a esta cinta hemos de tomar esa perspectiva también -quizás siempre, pero hoy toca hablar de Sam Peckinpah-, apartando los comentarios sobre la narrativa abrupta, la ilación de escenas, las acotaciones sobre el oeste y los guiones; y observando atentamente la pretensión de composición musical, una puesta en escena vitalista que busca un impulso creador, un baile eléctrico, crepuscular y folkie, dibujando en lo artístico una vivencia, una sensación. No tanto una historia que contar llevada de la mano.

Alejado del manierismo caricaturesco de Leone, pero desde el recurso también a lo episódico, Peckinpah procede a una especie de deconstrucción de su propia visión del western para así, por partes, dejar que esta historia se cuente sola.
3
17 de octubre de 2010
34 de 50 usuarios han encontrado esta crítica útil
La verdad es que tenía bastantes ganas de ver esta película, pero al verla no me he quedado ni a cuadros. Si tengo que ser sincera empecé a verla ayer, pero me sobé. No obstante, tantas eran mis ganas de darle una segunda oportunidad que hoy he querido valientemente verla a una hora más temprana (es mejor ser precavida).

Pues bien, la peli es un plomo de tomo y lomo. No sé en que momento Sam Peckinpah pensó que Kris Kristofferson podía encarnar a Billy el niño. Dejando a un lado que Billy el niño está bastante mal buscado, encima la actuación es mala a rabiar. Desde luego Kris Kristofferson está encantado consigo mismo, su torso, su careto, su presencia... Como un Bertín Osborne a la americana.

Para ser un director de suma prepotencia, es curioso que para el mejor actor que elige en el reparto (James Coburn) escoja imitar descaradamente la presencia de Lee Van Cleef. Solo que la película en vez de en el Oeste parece que está en un parque temático. Es falsa con ganas. Ahí ni hay polvo, ni hace calor, ni hay sudor, ni ná de ná. Os juro que con un western tan cutre como "Adiós Sabata" al menos me llevé mis buenas risas.

Cuando llevaba una hora de película miré el reloj porque alucinaba con que no hubiera arrancado todavía. El caso es que no llega a hacerlo nunca, porque con muy buen criterio su director la termina (de una puñetera vez).

Los escenarios me han gustado mucho. Por bonitos más que por creíbles, pero ese mérito merece una mención.

Acerca de la misoginia de este director no voy a hablar, porque salta a la vista.

Lo mejor, sin lugar a dudas es Bob Dylan. Pero como cantante.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La escena en la que sale por primera vez Knockin' On Heavens Door me dio hasta pena. Una canción tan grande para un momento tan pobre. Ese es uno de los muchos fallos que tiene esta película; que se recrea mucho en momentos muy pobres.

Mucha pelea de gallos y mucha sangre... ¿para qué? ¿Para decirnos que Peckinpah es un director muy duro? La sangre es tan roja y tan falsa que no hace más que confirmar que lo que se está viendo es un videoclip. Sergio Leone no sacaba sangre en sus pelis, pero sus personajes eran más duros y más chulos que un ocho sin necesidad de andar prometiéndonos que lo son.

Otro punto a favor de la película es que no pretende que Bob Dylan actúe. El chico es muy mal actor, y el director hace bien en darle frases monosílabas, o ponerlo a leer etiquetas, porque como actor no da para más. Eso sí, como todo esto es un videoclip Bob sale en bastantes ocasiones (calladito), y bien guapete.

Me ha gustado bastante cuando Pat Garret se aleja a caballo y suena una canción de Bob Dylan. Muy buen momento. 1º Porque el filme ha terminado, y 2º porque suena un bonito tema de Bob Dylan sin que éste esté actuando. De hecho creo que es lo mejor de toda la película.

FIN.
7
2 de octubre de 2009
25 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Será una osadía opinar sobre la peli de referencia observando las críticas. Pero la tenía pendiente. He llegado incluso a discutir, (digamos disertar) con algún usuario de FA sobre Pat y Billy. En el único punto en el que no nos ponemos de acuerdo es en el G.

Por una razón muy sencilla: Peckinpah es un cerdo. Gran cineasta, de los que rompen reglas y refraneros porque resulta que en su caso, sí está hecha la miel para la boca del cerdo.

Siempre ha despreciado en su cine a las mujeres. No es algo que yo vaya a evidenciar aquí. Salta a la vista. No simplemente despreciado, sino odiado, violado e incluso amedrentado ante. Me la juego a que su misoginia es resultado de su miedo a las mujeres y que en realidad es un madrero y un faldero al que sabrá Dios qué frustración expresaba tumbando, en su cine, a las mexicanas de cama en cama y ahora (te) tiro porque llega Billy y me (le) toca. Entre esa y la escena de Pat en el prostíbulo claro…, una se pregunta si es que acaso no había suficientes gallinas a repartir entre los mozalbetes del pueblo.

Argumenta algún usuario de FA que Kate Jurado es la voz de la emancipación femenina. Y yo sigo sin creérmelo. Katy Jurado está mayor, avejentada y gorda, es la antítesis de la MacGraw (su musa). Tiene un humor de perros, está asqueada de su marido, se masculiniza y hasta los ovarios que está… eso sí, fiel hasta la muerte. Acompaña a su esposo, con Dylan, hasta las puertas del purgatorio (no se merece el cielo) probablemente en una de las escenas más conmovedoras que haya dado el cine en los 70, sino la más. Sólo por el "Knoking on heaven's door" la película sube al podium.

Sí. Pat Garrett & Billy The Kid, es un peliculón. Pero barroco. Y decadente. Y además Sam la ensucia de polvo, tanto como debiera estarlo una reliquia. Pretende demasiado. Y lo que consigue es sobrecargarla en minutaje, desierto, más polvo amarillo y whiskey bajando como agua a 40 grados a la sombra. Fechorías. ¿Y las resacas?
Contaba, eso sí, con la mejor banda sonora de la época y la que le pudieron brindar, a la vez que con el peor intérprete habido y por haber: Bob Dylan.

James Corburn y aquí hago un aparte, es el hombre y es el actor.

Me pregunto si será el western en el que más whiskey ha rodado de toda la historia del cine...

Lo mejor: mis escenas favoritas. Más allá de la del “Knoking on heaven’s door”, insuperable, me quedo con Billy cantando mientras se zafa de los carceleros, con Dylan recitando "alubias, guisantes, pepinos" y con Corburn de principio a fin.

Pero vaya, que digan lo que digan, Peckinhpah es despreciable... como suele ocurrir con los mejores.
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