¡Tan lejos, tan cerca!
1993 

6.9
2,313
Drama. Fantástico
Dos ángeles de la guarda vuelan sobre Berlín. Son invisibles y están llenos de benevolencia, pero no pueden intervenir en la vida de los hombres. Entonces Cassiel, el ángel de las lágrimas, se convierte en un ser humano para saber cómo sienten y perciben el mundo las personas... Secuela de "El cielo sobre Berlín" (Der Himmel über Berlin, 1987), también dirigida por Wenders. (FILMAFFINITY)
6 de febrero de 2017
6 de febrero de 2017
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
No soy experto en la filmografía de Win Wenders (con esta, solo he visto cinco películas suyas), pero creo que "París, Texas" gana por goleada al díptico formado por "Cielo sobre Berlín" (luego convertido por americalandia en "City of Angels") y "¡Tan lejos, tan cerca!", aunque estas son películas estimables, desde luego. José Luis Garci apuntó en la desgraciadamente extinta revista-libro Nickelodeon que, en términos literarios, el cine estadounidense vendría a ser la novela y el europeo el ensayo. Solo hay que ver como un mismo tema (aquí los ángeles custodios) es tratado por una filmografía (El cielo puede esperar, La mujer del predicador...) u otra, más concretamente la alemana. "¡Tan lejos, tan cerca!" me aporta, nada más verla, una extraña sensación: volver sobre ella, pese a su farragosidad en bastantes momentos, cierta confusión argumental en otros, como si Wenders supiera algo que nosotros no hemos pillado y creyera que no hace falta explicárnoslo, y algunos personajes metidos con calzador, convirtiendo la cinta en algo más vistoso y exótico que otra cosa (Lou Reed, por ejemplo). Pero todos los títulos interesan, son referenciales para los cinéfilos, aunque el autor se equivoque.
Eso sí, que en dos horas y veinte Wenders no consiga aburrirnos (pese a que, como dice José María Caparrós Lera en su imprescindible "100 grandes directores de cine", sus películas parezcan antes largas disgresiones que otra cosa), uniendo además al final tantas piezas sueltas prácticamente sin que nos demos cuenta, ya es algo. Entre tanta filosofía, siempre nos quedará Berlín.
Eso sí, que en dos horas y veinte Wenders no consiga aburrirnos (pese a que, como dice José María Caparrós Lera en su imprescindible "100 grandes directores de cine", sus películas parezcan antes largas disgresiones que otra cosa), uniendo además al final tantas piezas sueltas prácticamente sin que nos demos cuenta, ya es algo. Entre tanta filosofía, siempre nos quedará Berlín.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
No entiendo, por ejemplo, quién es realmente Willem Dafoe y porqué desea tanto el fracaso de Cassiel (nombre bastante parecido a Gabriel, por cierto) o cómo consigue este último salir de la cárcel... por no mencionar ese sonrojante momento de Peter Falk y otro (no me acuerdo ahora quién) engañando de esa manera tan absurda a los dos vigilantes de seguridad (pero el chiste sobre Colombo inmediatamente anterior, cuando le ven a través del monitor, es genial). Y...¿son imaginaciones mías o Falk -que no olvidemos se interpreta a sí mismo- lleva una gabardina igual de cutre y arrugada que la del personaje que lo hizo mundialmente famoso?. A lo mejor me pierdo algo, pero me parece un guión más ambicioso que realmente elaborado, o por lo menos pulido. Bueno, "Hasta el fin del mundo" era muchísimo más pretenciosa.
5 de abril de 2007
5 de abril de 2007
17 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película extraña, subrrealista y aburrida. Incluso Peter Falk hace aquí de "Colombo". No sé que ha pretendido Wim Wenders empezando el film con tanta altura y calidad, y de repente conviertiendo el resto en algo soporífero e indigesto.
Fej Delvahe
Fej Delvahe
26 de mayo de 2008
26 de mayo de 2008
13 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
No recuerdo haber tenido tantas expectativas en ver una película. Tras haberme fascinado "El Cielo sobre Berlín" me encuentro con esto. Una historia perfecta cargada de filosofía, con fotografias impresionantes y narrada inteligentemente, recreada en una ciudad fascinante marcada por su historia, termina siendo casi un telefilm de sobremesa. Conforme avanzan los minutos va bajando su listón hasta límites insospechados.
Sin duda, la peor secuela que he visto en mi vida.
Jamás hubiera pensado que una persona pudiera hacer tal destrozo de su propia obra. Este film carece de ningún significado, y creo que ni siquiera intenta tenerlo. Segundas partes nunca fueron buenas, pero ésta se lleva la palma.
Sin duda, la peor secuela que he visto en mi vida.
Jamás hubiera pensado que una persona pudiera hacer tal destrozo de su propia obra. Este film carece de ningún significado, y creo que ni siquiera intenta tenerlo. Segundas partes nunca fueron buenas, pero ésta se lleva la palma.
11 de agosto de 2020
11 de agosto de 2020
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
258/18(11/08/20) Tediosa secuela de la aburrida original “El cielo sobre Berlín” (1987) dirigida por el germano Win Wenders, con guión propio y de Richard Reitinger y Ulrich Ziege. Wenders optó por continuar con el proyecto, deseando hacer una película ambientada en Berlín después de la caída del Muro (la primera se filmó en un Berlín dividido por Muro). Sander también deseaba seguir una historia en la que su personaje se vuelva humano y aportó ideas para la trama. Los actores Otto Sander, Bruno Ganz y Peter Falk (como el mismo) repiten sus papeles de ángeles que se han convertido en humanos. La película también está protagonizada por Nastassja Kinski, Willem Dafoe y Heinz Rühmann, en su último papel cinematográfico. Tiene además las apariciones especiales del cantante Lou Reed, y el ex presidente soviético Mikhail Gorbachev, interpretándose a sí mismos. Gorbachov nunca antes había actuado en una película.
La película es aún más caótica y pretenciosa que la primera. Un batiburrillo de ideas penosamente conectadas mediante recursos simplistas de buenos y malos, situaciones que rozan el ridículo (ejemplo el asalto de Cassiel y Falk a la centralita de cámaras vigilantes), cual discurso de aspirante a Miss la película refleja el Mal del mundo con el alcoholismo, el tráfico de armas, las mafias, o la pornografía (¿?), todo un akelarre con subtramas grotescas sin sentido (el secuestro del tramo final), con comportamiento bizarro de los protagonistas (que pinta y quien ese ángel travieso encarnado por Dafoe? Cuyo juguetón nombre es Emit Flesti, Time It self al revés), en un desarrollo con arritmias constantes y rush final ridículo (donde se introduce de modo grimante a los nazis), donde me importa entre nada y zero lo que les pase a los protagonistas (eso por la nula conexión emocional creada a lo largo de su estiradísimo metraje). Todo coronado con unas actuaciones donde no decir nada de ellas es hacerles un favor a su currículo.
Película muy bien puntuada en FA, y es que como decía El Lebrijano ‘Hay gente pá tó’, tiene que haber público para diferentes historias, y definitivamente esta no lo es para mí en su bonhomía propia de Forrest Gump. Una mezcla de personajes y de sub historias que se entrelazan de forma quijotesca. Historia que arranca con el mismo patrón que la original, un Ángel guardián que desea ser humano, y al hacerlo sufre la Maldad de los humanos, por supuesto vuelve la diferencia de cromatismos, sepia en la visión de los ángeles y en color los humanos.
Cassiel (histriónico Otto Sander) es un ángel que observa las vidas de la gente en la recientemente unificada Berlín junto a Raphaella (hermosa Nastassja Kinski), pero no pueden intervenir en ellas. Damiel (desaprovechado Bruno Ganz), antiguo compañero de Cassiel que optó por convertirse en humano en la primera película para saber cómo sienten y perciben el mundo las personas, ahora vive felizmente como chef de una pizzería junto a la mujer que amaba y con la que se casó (inane Solveig Dommartin). Cassiel viola la prohibición de intervenir en las vidas humanas al salvar a una niña que cae del balcón de un bloque de apartamentos, y como consecuencia se convierte en humano.
Por hablar de algo positivo, está la banda sonora con temas de Lou Reed (“Berlin” o “Why Can't I Be Good”), Nick Cave (“Faraway, So Close!” y “Cassiel's Song”) o U2 (“The Wanderer” y “Stay”).
Film que se me ha hecho pesado, igual ha influido que ya estaba con el cuchillo en los dientes tras la primera parte, y al final no me ha sorprendido, se me ha hecho bola tanto buenismo simplón, y si a la primer le di un 5 a esta le tengo que dar menos. Fuerza y honor!!!
La película es aún más caótica y pretenciosa que la primera. Un batiburrillo de ideas penosamente conectadas mediante recursos simplistas de buenos y malos, situaciones que rozan el ridículo (ejemplo el asalto de Cassiel y Falk a la centralita de cámaras vigilantes), cual discurso de aspirante a Miss la película refleja el Mal del mundo con el alcoholismo, el tráfico de armas, las mafias, o la pornografía (¿?), todo un akelarre con subtramas grotescas sin sentido (el secuestro del tramo final), con comportamiento bizarro de los protagonistas (que pinta y quien ese ángel travieso encarnado por Dafoe? Cuyo juguetón nombre es Emit Flesti, Time It self al revés), en un desarrollo con arritmias constantes y rush final ridículo (donde se introduce de modo grimante a los nazis), donde me importa entre nada y zero lo que les pase a los protagonistas (eso por la nula conexión emocional creada a lo largo de su estiradísimo metraje). Todo coronado con unas actuaciones donde no decir nada de ellas es hacerles un favor a su currículo.
Película muy bien puntuada en FA, y es que como decía El Lebrijano ‘Hay gente pá tó’, tiene que haber público para diferentes historias, y definitivamente esta no lo es para mí en su bonhomía propia de Forrest Gump. Una mezcla de personajes y de sub historias que se entrelazan de forma quijotesca. Historia que arranca con el mismo patrón que la original, un Ángel guardián que desea ser humano, y al hacerlo sufre la Maldad de los humanos, por supuesto vuelve la diferencia de cromatismos, sepia en la visión de los ángeles y en color los humanos.
Cassiel (histriónico Otto Sander) es un ángel que observa las vidas de la gente en la recientemente unificada Berlín junto a Raphaella (hermosa Nastassja Kinski), pero no pueden intervenir en ellas. Damiel (desaprovechado Bruno Ganz), antiguo compañero de Cassiel que optó por convertirse en humano en la primera película para saber cómo sienten y perciben el mundo las personas, ahora vive felizmente como chef de una pizzería junto a la mujer que amaba y con la que se casó (inane Solveig Dommartin). Cassiel viola la prohibición de intervenir en las vidas humanas al salvar a una niña que cae del balcón de un bloque de apartamentos, y como consecuencia se convierte en humano.
Por hablar de algo positivo, está la banda sonora con temas de Lou Reed (“Berlin” o “Why Can't I Be Good”), Nick Cave (“Faraway, So Close!” y “Cassiel's Song”) o U2 (“The Wanderer” y “Stay”).
Film que se me ha hecho pesado, igual ha influido que ya estaba con el cuchillo en los dientes tras la primera parte, y al final no me ha sorprendido, se me ha hecho bola tanto buenismo simplón, y si a la primer le di un 5 a esta le tengo que dar menos. Fuerza y honor!!!
12 de diciembre de 2024
12 de diciembre de 2024
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ignoro si “Tan lejos, tan cerca” fue concebida originalmente como una segunda parte, como el epílogo con el que Wim Wenders habría de cerrar el díptico iniciado años antes con “El cielo sobre Berlín”. O si por el contrario fueron circunstancias como la caída del muro (que tuvo lugar entre el rodaje de una y otra película) las que llevaron al director alemán a idear un segundo capítulo de su historia. Porque lo cierto es que, más que como una secuela propiamente dicha, “Tan lejos, tan cerca” actúa a modo de némesis de su predecesora y como tal resulta aconsejable verla al final de un hipotético programa doble. No es rigurosamente necesario, pero sí conveniente. Si bien “El cielo sobre Berlín” puede funcionar como un todo independiente y autónomo, no ocurre lo mismo a la inversa, y este episodio final requiere de algo más que de conocer la sinopsis del inicial, necesitando de algunas de las claves que allí se planteaban para ser comprendido en su totalidad.
Ya desde Homero sabemos que los dioses envidiaban nuestra naturaleza de mortales por el privilegio que supone vivir y sentirse vivos, saber que “todo es más hermoso porque hay un final”. Ese es el supuesto del que partía “El cielo sobre Berlín” en donde Damiel, el ángel al que daba vida Bruno Ganz renunciaba de manera voluntaria a su inmortalidad por amor. El caso de su compañero Cassiel es bien distinto, pues accederá a ser mortal accidentalmente debido al impulso, humano por otra parte, de querer salvar la vida de una niña. En su condición de enamorado, Damiel se nos mostraba fuerte y feliz al final de la primera película, y así lo vemos también al principio de esta nueva, encaramado al sillín de su bicicleta canturreando por las calles arias de ópera italiana. Cassiel (Otto Sander) representa justamente el reverso de la condición humana, debiendo asumir desde el principio de su vida de hombre, y como corresponde a su posición de ángel caído, el carácter frágil y corruptible de ésta. Y sabiendo que a partir de ese momento su existencia va a ser antes que nada una lucha constante contra el tiempo fugaz e implacable, metaforizado en la ambigua figura del personaje que interpreta Willem Dafoe.
Cassiel terminará también preguntándose como Lou Reed ¿Por qué no puedo ser yo un hombre bueno?
En “Tan lejos, tan cerca”, Wenders echa mano de elementos ya usados en “El cielo sobre Berlín” (monólogos en off, alternancia entre color y blanco y negro, presencia de música en directo). Tal vez para acentuar la sensación de continuidad, aunque en este nuevo film hay un mayor peso de lo filosófico en detrimento de lo estrictamente poético. Una segunda parte que no alcanza los niveles de excelencia de la primera, pero que merece verse como algo más que un simple complemento a ésta.
Ya desde Homero sabemos que los dioses envidiaban nuestra naturaleza de mortales por el privilegio que supone vivir y sentirse vivos, saber que “todo es más hermoso porque hay un final”. Ese es el supuesto del que partía “El cielo sobre Berlín” en donde Damiel, el ángel al que daba vida Bruno Ganz renunciaba de manera voluntaria a su inmortalidad por amor. El caso de su compañero Cassiel es bien distinto, pues accederá a ser mortal accidentalmente debido al impulso, humano por otra parte, de querer salvar la vida de una niña. En su condición de enamorado, Damiel se nos mostraba fuerte y feliz al final de la primera película, y así lo vemos también al principio de esta nueva, encaramado al sillín de su bicicleta canturreando por las calles arias de ópera italiana. Cassiel (Otto Sander) representa justamente el reverso de la condición humana, debiendo asumir desde el principio de su vida de hombre, y como corresponde a su posición de ángel caído, el carácter frágil y corruptible de ésta. Y sabiendo que a partir de ese momento su existencia va a ser antes que nada una lucha constante contra el tiempo fugaz e implacable, metaforizado en la ambigua figura del personaje que interpreta Willem Dafoe.
Cassiel terminará también preguntándose como Lou Reed ¿Por qué no puedo ser yo un hombre bueno?
En “Tan lejos, tan cerca”, Wenders echa mano de elementos ya usados en “El cielo sobre Berlín” (monólogos en off, alternancia entre color y blanco y negro, presencia de música en directo). Tal vez para acentuar la sensación de continuidad, aunque en este nuevo film hay un mayor peso de lo filosófico en detrimento de lo estrictamente poético. Una segunda parte que no alcanza los niveles de excelencia de la primera, pero que merece verse como algo más que un simple complemento a ésta.
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