3 Faces
2018 

6.6
1,020
Drama
Una famosa actriz iraní recibe el video inquietante de una joven pidiendo su ayuda para escapar de su familia conservadora. Entonces pide a su amigo, el director de cine Jafar Panahi, que le ayude a entender si se trata de una manipulación. Juntos, emprenden camino hacia la aldea de la chica en las remotas montañas del Noroeste, donde las tradiciones ancestrales continúan rigiendo la vida local.
31 de julio de 2019
31 de julio de 2019
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jafar Panahi sigue vivo, sigue haciendo películas en la clandestinidad desde que en el 2010 el gobierno de su país le inhabilitara para ello durante 20 años. Su cine siempre inteligente, siempre interesante le tiene tomado el pulso a su tierra milenaria y continúa en su cruzada por dar visibilidad a la discriminación femenina arraigada profundamente en un sistema patriarcal y teocrático. Sus tres últimas películas una vez inhabilitado han ido desde su propia casa, a recorrer las calles de Teherán en un taxi y ahora se desplaza al Irán profundo, a sus aldeas, para hilar con sencillez, mirada crítica y humor el tapiz de su patria. De la trilogía esta es la más elaborada, la más lírica, la más artística si se quiere ya que reflexiona sobre el arte de los cómicos. Tres generaciones de mujeres que han dedicado o dedicarán su vida al inmortal y eterno oficio de ofrecernos un espejo donde vernos reflejados, donde vivir historias catárticas representadas por otros, y que permiten al actor/actriz y a los espectadores intercambiar sus vidas en un juego de diversión y aprendizaje inherente a nuestra especie.
El guión premiado en Cannes juega con habilidad con las convenciones del thriller para embarcarnos en un viaje cuasi documental donde la ficción y la realidad se entremezclan. Arranca Pahani momentos y escenas bellas y emotivas, estira otras innecesariamente y hace que nos sentemos a compartir un te con estas gentes humildes y hospitalarias enraizadas en sus mitos y creencias capaces de adorar a la actriz consagrada de sus series preferidas pero despreciar la profesión para sus hijas e hijos o tratar como apestada a esa actriz a la que nunca vemos el rostro que ejerció su arte antes de la revolución y que como Pahadi seguirá con él hasta que muera. No hay que irse a Irán para encontrar en nuestro propio entorno esa hipocresía sobre los cómicos. Es nuestra cruz.
cineziete.wordpress.com
El guión premiado en Cannes juega con habilidad con las convenciones del thriller para embarcarnos en un viaje cuasi documental donde la ficción y la realidad se entremezclan. Arranca Pahani momentos y escenas bellas y emotivas, estira otras innecesariamente y hace que nos sentemos a compartir un te con estas gentes humildes y hospitalarias enraizadas en sus mitos y creencias capaces de adorar a la actriz consagrada de sus series preferidas pero despreciar la profesión para sus hijas e hijos o tratar como apestada a esa actriz a la que nunca vemos el rostro que ejerció su arte antes de la revolución y que como Pahadi seguirá con él hasta que muera. No hay que irse a Irán para encontrar en nuestro propio entorno esa hipocresía sobre los cómicos. Es nuestra cruz.
cineziete.wordpress.com
17 de noviembre de 2018
17 de noviembre de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Apasionante la forma con la que Panahi nos introduce la meta realidad, la ficción dentro de la ficción. Cuando se nos revela la posibilidad de compartir personajes y personalidad, al espectador es atraído sin necesidad de certificar esa misma realidad. La trama también ayuda a introducirnos en el mundo de la denuncia, ese mundo oprimido en el seno de la oscuridad. Con un simple 'road trip', el director nos involucra y nos hace copartícipes de una realidad censurable. Vamos siguiendo meandro tras meandro todas las enquistadas situaciones de despropósitos sociables. Vamos desgranando en el curso de esta historia las intempestivas circunstancias, que en el devenir osco y agreste se nos aparecne ante nuestros ojos participativos. No importa cuál es la causa, las consecuencias o los actores. Nos importa la expositiva realidad, sin cortapisas. Los sentimientos encontrados de reacciones plausibles añaden realismo y emotividad, lo que suma en las intenciones de Panahi.
28 de diciembre de 2018
28 de diciembre de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
En una lucha permanente con el régimen de los ayatolás para poder ejercer su libertad de expresión y realizar el cine que desea, vuelve afortunadamente este incansable y lucido director iraní a nuestras pantallas. Recordemos que Jafar Panahi hace cine desde la clandestinidad dado que aún mantiene en su país la prohibición de escribir y filmar. No obstante ello, Panahi no ha perdido su fuerza de lucha contra el régimen, ni mucho menos su talento e inspiración. Como ya lo apreciáramos hace un par de años atrás en oportunidad del estreno de Taxi, ahora lo volvemos a ratificar con el estreno de 3 Rostros.
Éste no es un film fácil, menos un film pasatista. Es una meditación sobre el cine mismo, la libertad de expresión, y sobre todo la libertad del individuo sobre cualquier tipo de atadura: familiar, escolar, política, religiosa e incluso, cinematográfica. Bien podría decirse un canto a la libertad.
Compuesta de tres escenas, una corta y dos largas que insumen algo más de hora y media de proyección, la primera de ellas es un video que recibe el director donde una aspirante a actriz amenaza con su suicidio en caso que los padres no le permitan o la Academia no la reciba como estudiante. La escena está realizada con un celular, con una toma tipo selfie, dura unos 15 minutos, genera una tensión notable, y da pruebas que Panahi no está nunca dispuesto a poner límites a su creatividad e innovar en sus formas de expresión.
La segunda escena es un largo travelling a lo largo de un camino donde se va a buscar la verdad sobre dicho video. Para ello, Panahi se monta en una 4 x 4 y sale en compañía de la actriz Behnaz Jafari a recorrer caminos campesinos donde comienza a observarse el retraso agropecuario de un país potencialmente rico y la falta absoluta de una más justa distribución de la riqueza.
En la tercera escena se aclara el dilema planteado. En este tramo aparece con claridad la situación económica social del campesinado, la cuestión cultural hundida en las viejas creencias, lo imposibilitado por los estigmas religiosos que coartan la libertad del individuo más allá de cualquier creencia religiosa o régimen imperante.
Es entonces cuando el cine proscripto de Panahi surge con la fuerza del documental. En medio del campo, lejos de Teherán, donde puede observarse el país interior, el verdadero país, el enorme atraso del campesinado totalmente olvidado en la distribución del ingreso, donde la riqueza del petróleo parece no existir, donde el régimen de Teherán parece no tener necesidad de hacer valer su fuerza porque aquel campesinado nunca molesta hundido en sus ancestrales creencias y respeto por las formas mientras se dedica a la labranza de la tierra y la crianza de ovejas que le permite comer y abrigarse. Allí el Estado no solo está ausente sino que prácticamente no existe.
Película visceral del director iraní que va desde su pasión más íntima, la mirada a través del cine hacia una indagación de lo social, donde no solo se discute la capacidad de esa mirada sino también los alcances de la subjetividad y la necesidad de un desarrollo de la objetividad para poder descubrir la verdad y en consecuencia, hacer de la película una peripecia que se transforme en una búsqueda de una verdad casi absoluta.
Éste no es un film fácil, menos un film pasatista. Es una meditación sobre el cine mismo, la libertad de expresión, y sobre todo la libertad del individuo sobre cualquier tipo de atadura: familiar, escolar, política, religiosa e incluso, cinematográfica. Bien podría decirse un canto a la libertad.
Compuesta de tres escenas, una corta y dos largas que insumen algo más de hora y media de proyección, la primera de ellas es un video que recibe el director donde una aspirante a actriz amenaza con su suicidio en caso que los padres no le permitan o la Academia no la reciba como estudiante. La escena está realizada con un celular, con una toma tipo selfie, dura unos 15 minutos, genera una tensión notable, y da pruebas que Panahi no está nunca dispuesto a poner límites a su creatividad e innovar en sus formas de expresión.
La segunda escena es un largo travelling a lo largo de un camino donde se va a buscar la verdad sobre dicho video. Para ello, Panahi se monta en una 4 x 4 y sale en compañía de la actriz Behnaz Jafari a recorrer caminos campesinos donde comienza a observarse el retraso agropecuario de un país potencialmente rico y la falta absoluta de una más justa distribución de la riqueza.
En la tercera escena se aclara el dilema planteado. En este tramo aparece con claridad la situación económica social del campesinado, la cuestión cultural hundida en las viejas creencias, lo imposibilitado por los estigmas religiosos que coartan la libertad del individuo más allá de cualquier creencia religiosa o régimen imperante.
Es entonces cuando el cine proscripto de Panahi surge con la fuerza del documental. En medio del campo, lejos de Teherán, donde puede observarse el país interior, el verdadero país, el enorme atraso del campesinado totalmente olvidado en la distribución del ingreso, donde la riqueza del petróleo parece no existir, donde el régimen de Teherán parece no tener necesidad de hacer valer su fuerza porque aquel campesinado nunca molesta hundido en sus ancestrales creencias y respeto por las formas mientras se dedica a la labranza de la tierra y la crianza de ovejas que le permite comer y abrigarse. Allí el Estado no solo está ausente sino que prácticamente no existe.
Película visceral del director iraní que va desde su pasión más íntima, la mirada a través del cine hacia una indagación de lo social, donde no solo se discute la capacidad de esa mirada sino también los alcances de la subjetividad y la necesidad de un desarrollo de la objetividad para poder descubrir la verdad y en consecuencia, hacer de la película una peripecia que se transforme en una búsqueda de una verdad casi absoluta.
22 de enero de 2019
22 de enero de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una película para encariñarse, mujeres con sueños cumplidos a medias y con consecuencias por perseguir un deseo, una generación intermedia que por un alerta en forma de video es empujada a ver qué estaba aconteciendo ante tal llamado desesperado y una generación nueva con sueños y aspiraciones a cumplir los que rompen murallas que existieron por cientos de años. Habla mucho del derecho de las mujeres a ser más cultas, a estudiar y todo lo que implique progreso. No obstante uno no ve en los que piensan diferentes ( los diferentes hombres de los pueblos por donde se desarrolla la road movie) discursos violentos, sólo cosas embebidas de las creencias milenarias, costumbres y tradiciones que durante tantos años perduraron. No es una película violenta en absoluto, todo lo contrario da gusto escuchar sus tradiciones y formas en su cotidianeidad.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Tiene reminiscencias de " El sabor de la cereza" de Abbas Kiarostami", no por la temática de la elección de un posible suicidio sino el andar del vehìculo por esos desiertos, el ruido de la grava que da paso a la meditación del que la protagoniza y del espectador al mismo tiempo creando esa comunión que tan celebrada es a la hora que uno decide concurrir a una sala cinematográfica a ver una pelicula. Tiene tiempos lentos, no es precisamente la pelicula indicada para el que busca adrenalina o acción pero supongo que en el trailer y la gráfica de los afiches el potencial espectador podrá darse cuenta
26 de enero de 2019
26 de enero de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras casi diez años bajo condena, el cineasta iraní Jafar Panahi ha realizado ya su cuarta película en esas condiciones ahora presenta una película donde entre otros temas, analiza el cine iraní y recorre caminos rurales de su país diseccionando las conductas propias de la región.
Al inicio de la película vemos un video que una chica ha enviado a la actriz Behnaz Jaffari, quien se interpreta a sí misma, en la chica explica que ha recibido la invitación para integrarse al conservatorio para estudiar actuación, pero no puede aceptar ante la negativa de su conservadora familia, además le reprocha no haber atendido sus llamadas pidiéndole ayuda por lo que decide quitarse la vida.
El video perturba de tal manera a la actriz que decide abandonar un rodaje y acudir a su amigo Jafar Panahi para que la acompañe a la localidad de donde es originaria la chica para descubrir lo que pasó, ante la posibilidad de que se trate de una mala broma.
La película sigue largas conversaciones entre la actriz y el director a bordo de automóvil hasta llegar a la lejana aldea donde se encontrarán con diversos grupos de personas, entre ellos la familia de la chica del video, una comunidad que celebran a la famosa actriz y le piden autógrafos y fotos, pero se niegan a que uno de ellos ingrese al conservatorio, lo que consideran les dará mal prestigio, lo mismo que sucede con el total rechazo de la familia de la joven actriz.
Panahi recorre la agreste geografía llena de largos caminos que recuerdan algunos momentos del cine del inolvidable Abbas Kiarostami, con quien esta película presenta muchos puntos en común, al tiempo que hace un repaso al cine iraní a través de las tres actrices que aparecen en el relato, la tercera es una actriz veterana que vive en esas tierras alejada y dedicada a la pintura, y al mismo tiempo se presenta como una crítica al ultra conservadurismo y machismo e intolerancia de la sociedad iraní.
Así, el director iraní consigue otra de sus grandes películas a pesar de deber cumplir su condena, una película poco complaciente y altamente demandante, que es además un homenaje a su maestro Kiarostami.
https://tantocine.com/tres-rostros-de-jafar-panahi/
Al inicio de la película vemos un video que una chica ha enviado a la actriz Behnaz Jaffari, quien se interpreta a sí misma, en la chica explica que ha recibido la invitación para integrarse al conservatorio para estudiar actuación, pero no puede aceptar ante la negativa de su conservadora familia, además le reprocha no haber atendido sus llamadas pidiéndole ayuda por lo que decide quitarse la vida.
El video perturba de tal manera a la actriz que decide abandonar un rodaje y acudir a su amigo Jafar Panahi para que la acompañe a la localidad de donde es originaria la chica para descubrir lo que pasó, ante la posibilidad de que se trate de una mala broma.
La película sigue largas conversaciones entre la actriz y el director a bordo de automóvil hasta llegar a la lejana aldea donde se encontrarán con diversos grupos de personas, entre ellos la familia de la chica del video, una comunidad que celebran a la famosa actriz y le piden autógrafos y fotos, pero se niegan a que uno de ellos ingrese al conservatorio, lo que consideran les dará mal prestigio, lo mismo que sucede con el total rechazo de la familia de la joven actriz.
Panahi recorre la agreste geografía llena de largos caminos que recuerdan algunos momentos del cine del inolvidable Abbas Kiarostami, con quien esta película presenta muchos puntos en común, al tiempo que hace un repaso al cine iraní a través de las tres actrices que aparecen en el relato, la tercera es una actriz veterana que vive en esas tierras alejada y dedicada a la pintura, y al mismo tiempo se presenta como una crítica al ultra conservadurismo y machismo e intolerancia de la sociedad iraní.
Así, el director iraní consigue otra de sus grandes películas a pesar de deber cumplir su condena, una película poco complaciente y altamente demandante, que es además un homenaje a su maestro Kiarostami.
https://tantocine.com/tres-rostros-de-jafar-panahi/
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